(III) Economía, conducta humana e incentivos (por Jan Doxrud)
Ya que hablamos de la “lógica política” cabe preguntarse si se puede realizar un “análisis económico de la política”. Aquí podemos traer a la palestra a la denominada “Escuela Public Choice” cuyos integrantes más representativos fueron James M Buchanan (1919-2013) quien fue Premio Nóbel de Economía en 1986, y Gordon Tullock (1922-2014) economista y Profesor de Derecho. Esta escuela se propuso estudiar cómo opera el Estado (entendido como la suma de voluntades individuales) así como las motivaciones e incentivos de sus funcionarios para averiguar así cuáles eran los factores que influían en las políticas que elige el Estado de entre las diferentes opciones que se le presentan. En suma se realiza un estudio económicode toma de decisiones no comerciales en el campo de la ciencia política. La Escuela Public Choice parte del individualismo metodológico (no trabaja con conceptos como “sociedad”, “pueblo”), y es por ello que Buchanan hablaba de una “Teoría individualista de la política”. Esta perspectiva sostiene que el comportamiento de los burócratas y políticos es maximizador del presupuesto discrecional público (que sea mayor oigual a los costos) principalmente buscando sus propios intereses y sólo entonces buscan el bienestar social.
La teoría del crecimiento burocrático fue desarrollada por William Niskaken ( y perfeccionada por autores posteriores), por medio del desarrollo de un modelo de departamentos y subdepartamentos que maximizan el presupuesto. Su estudio señala que incluso la burocracia puede llegar a duplicar el presupuesto (más de lo necesario) para satisfacer la demanda de bienes y servicios por parte de la ciudadanía. Pero lo anterior sería un punto límite, de manera que más allá de este los rendimientos son decrecientes y los contribuyentes ya nos e benefician de los servicios, puesto que los recursos son literalmente absorbidos por la burocracia. El punto es que se debe abandonar la perspectiva de que los burócratas estatales operan con motivaciones diferentes a la de los demás individuos o que su actuar se circunscribe a lo que demanda los gobernantes y votantes. El objetivo de los estudios sobre la burocracia es lograr que esta sea más eficiente en su actuar.
Por otra parte, la Premio Nóbel de Economía, Elinor Ostrom (1933-2012), más que centrarse en la burocracia se centró en el diseño institucional, llegando a la conclusión de que la excesiva centralización y jerarquía eran negativos y, por el contrario, la descentralización, fragmentación y sistemas de frenos y contrapesos eran beneficiosos. El economista estadounidense, Anthony Downs se propuso elaborar un modelo explicativo acerca de cómo los políticos, partidos y gobernantes actúan por motivos egoístas y no por el “bien común”. Downs señala que cada partido político es un equipo de hombres que quieren sus puestos con objeto solamente de gozar de la renta, el prestigio y el poder que supone la dirección del aparato gubernamental. Además los sujetos escogerán aquel partido ideológico que le permita llegar al poder, de manera que la ideología es para estos sujetos casi irrelevante.
En resumen, la Escuela Public Choice estudia los llamado “fallos del Estado” lo cual constituyó una respuesta ante aquel paradigma en donde solo el mercado falla y era el Estado el que debía intervenir para corregir las “fallas del mercado”. La Escuela Public Choice postula que la evidencia señala al gobierno -y no al mercado- como la entidad que debe ser limitada o reducida por el bienestar de la sociedad. Debido a lo anterior los autores definen su teoría como “la política sin novela romántica”, es decir, pretende desmitificar la visión ingenua y romántica que se tiene del Estado y sus funcionarios, esto es, que los burócratas y políticos son servidores públicos, movidos por intereses altruistas y no egoístas, y buscan sólo el bienestar del pueblo (no el propio).
Los políticos, dentro de un régimen político cualquiera sea este (monárquico, democrático, etc) buscan acceder al poder, mantener el poder y distribuir el poder (crear redes de poder). Así, en esta versión no romántica e idealista del denominado “sector público,” las motivaciones de los políticos y funcionarios públicos no difiere de la de los individuos que se desempeñan en la esfera privada. Tampoco tiene sentido hablar de “servidor público” puesto que es una expresión propia del siglo XIX (recordemos el modelo de funcionario público que descrbía Diego Portales: modelo de virtud y patriotismo). Bajo ese concepto un emprendedor o un empresario serían igualmente servidores públicos, puesto que realizan un aporte muy superior que el político: crear puestos de trabajo y contribuir a la economía nacional.
Podemos decir de esta manera que debemos dejar atrás esa dicotomía artificial entre un sector público que sirve al pueblo de manera desinteresada y un supuestos sector privado que sólo vela por intereses egoístas y que opera en un mercado frívolo y competitivo. Ambos sectores se entremezclan y uno depende del otro, después de todo ¿de dónde obtiene principalmente el Estado los recursos para llevar a cabo sus políticas? El Estado y los gobiernos que manejan el poder de este, no son instituciones de beneficencia. ¿Tiene algún mérito practicar la caridad con plata de otras personas que recauda mediante impuestos? El empresario o un emprendedor, ¿no presta acaso un servicio a la comunidad ya sea creando nuevos empleos u ofreciendo nuevos productos? A su vez, habría que preguntarse como funcionarían los distintos mercados en un vacío legal. Debemos dejar de comparar cómo funcionan los mercados en el mundo real con un Estado ideal inexistente.
El término “Falacia del Nirvana” fue acuñado por el economista de la Escuela de Chicago Harold Demsetz, para referirse al error lógico consistente en comparar situaciones reales contra situaciones utópicas, irrealizables e idealizadas. Por ejemplo, comparar la alternativa existente (el mercado) con una ideal (lo que pasaría si el gobierno interviene) y no una real (lo que realmente pasa si el gobierno interviene).
El razonamiento anterior implica:
A) Creer que el gobierno no falla (sólo el mercado).
B) Creer que el Estado no comete errores, sino que los soluciona.
C) No se es consciente de que el remedio puede ser peor que la enfermedad
Gary Becker afirmaba que llegar a la conclusión de que el mercado no funciona perfectamente, no constituía una base suficiente para justificar la intervención estatal. Todo lo contrario, es una falacia engañosa que, mediante un argumento falaz, pretende justificar un involucramiento activo del Estado en la economía. Si el Estado no cometiese fallas y solo fuese una suerte de superhéroe que debe intervenir los “males del mercado”, entonces regímenes como el venezolano o las antiguas dictaduras comunistas debieron haber funcionado sin falla alguna. Pero sabemos que tales regímenes fueron ( y es, en el caso de Venezuela) ineficientes pero, al ser monopolios (característica propia del Estado) las personas no podían reclamar ni quejarse, ni menos querer cambiar de Estado.
Fin parte 3