5/13-El “Socialismo del Siglo XXI: István Mészáros (por Jan Doxrud)

(V) El “Socialismo del Siglo XXI: István Mészáros (por Jan Doxrud)

Otro autor influyente en el desarrollo de la Idea del Socialismo del Siglo XXI es István Mészáros, profesor emérito de la Universidad de Sussex y miembro de la Escuela de Budapest fundada por Georg Lukács. La obra del autor húngaro “El desafío y la carga del tiempo histórico: El Socialismo del siglo XXI[1] recibió en el año 2008 el Premio Libertador al Pensamiento Crítico. Haré solamente alusión a algunos capítulos de “ El desafío y la carga del tiempo” y “Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición”[2].

En el capítulo 10 de su libro sobre “El desafío y la carga del tiempo” el autor se pregunta: ¿Por qué el socialismo? El autor comienza citando a Einstein sobre este tema en un artículo (1949) que daba respuesta a esa pregunta. Ya que traemos a Einstein a la palestra vale la pena hacer un paréntesis acerca del contenido de este escrito. En este artículo, el físico escribe que en ninguna parte hemos superado realmente lo que Thorstein Veblen llamó "la fase depredadora" del desarrollo humano. A continuación añade: 

puesto que el verdadero propósito del socialismo es precisamente superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia económica en su estado actual puede arrojar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro”.

Añadía Einstein que el socialismo estaba guiado hacia un fin ético - social. Más adelante, el físico afirma, siguiendo (conscientemente o no) a Marx, que la anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existía hasta ese entonces era la verdadera fuente de los males que afectaba a la sociedad. Einstein también denuncia la progresiva concentración de la riqueza en pocas manos:

El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos, en parte debido a la competencia entre los capitalistas, y en parte porque el desarrollo tecnológico y el aumento de la división del trabajo animan la formación de unidades de producción más grandes a expensas de las más pequeñas. El resultado de este proceso es una oligarquía del capital privado cuyo enorme poder no se puede controlar con eficacia incluso en una sociedad organizada políticamente de forma democrática”.

Después de continuar denunciando todos los males del sistema económico imperante, Einstein concluye lo siguiente:

Estoy convencido de que hay solamente un camino para eliminar estos graves males, el establecimiento de una economía socialista, acompañado por un sistema educativo orientado hacia metas sociales. En una economía así, los medios de producción son poseídos por la sociedad  y  utilizados  de  una  forma  planificada. Una  economía planificada que ajuste la producción a las necesidades de la comunidad, distribuiría el trabajo a realizar entre todos los capacitados para trabajar y garantizaría un sustento a cada hombre, mujer, y niño. La educación del individuo, además de promover sus propias capacidades naturales, procuraría desarrollar en él un sentido de la responsabilidad para sus compañeros-hombres en lugar de la glorificación del poder y del éxito que se da en nuestra sociedad actual”.

Ahora bien el autor tiene presente los peligros de una planificación central y es por eso que considera que la realización del socialismo requiere solucionar problemas de tipo sociopolíticos de gran complejidad que se resumen en la siguientes preguntas que realiza Einstein:

-¿Cómo es posible, con una centralización de gran envergadura del poder político y económico, evitar que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante?

-¿Cómo pueden estar protegidos los derechos del individuo y cómo asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?

No dudo que las intenciones de Einstein eran las más benignas, pero el genio de la física estaba equivocado en su visión idealizada que tenía del socialismo. Recurrir a Einstein para sustentar las ideas socialistas es apelar al argumentum ad verecundiam. Con esto quiero decir que sin duda Einstein fue un genio, pero en la ciencia y, específicamente en física. En materia económica y política, las opiniones de Einstein carecen del peso que sin duda tienen en el ámbito de la física.

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El hecho e que el filósofo marxista húngaro cita a Einstein ya que para este último el socialismo era la única solución frente a una crisis de carácter planetaria, crisis que se ha agudizado aún más con el tiempo lo que hace aún más urgente la necesidad adoptar el socialismo como el sistema que proporcionaría una solución a este problema. A la pregunta ¿por qué el socialismo?, Mészáros complementa con otra respuesta:

En primer lugar porque el capital es por naturaleza propia incapaz de abordar los peligrosos problemas de su crisis estructural. El sistema del capital tiene un carácter eminentemente —e incluso únicamente— histórico. Sin embargo, sus personificaciones se niegan a admitirlo, con la intención de eternizar el dominio de su modo de control sociorreproductivo, a pesar de los peligros ya demasiado obvios incluso respecto a la destrucción de la naturaleza, y las innegables implicaciones de esa destrucción para la propia supervivencia humana[3].

Mészáros recurre a ideas presentes en la tradición marxista y que, esencialmente,  consisten en que el capitalismo es inherentemente destructivo, que el capitalismo no puede reformarse sino que debe ser trascendido y que el capitalismo no es un sistema eterno, es decir,  no es la única alternativa, sino que tiene una fecha histórica de vencimiento, claro que se necesita de un programa, una estrategia y la voluntad de las personas para que ese final se haga efectivo. Pero hay que añadir que el autor reconoce que la teoría marxista, tal como la expuso Marx en el siglo XIX, tiene que someterse a una renovación. Al respecto, señaló en una entrevista:

El marco marxista necesita siempre de renovación. Marx escribió a mediados del siglo XIX y murió en 1883. Las cosas han cambiado inconmensurablemente desde entonces. Las tendencias de la transformación que hemos presenciado en el pasado reciente, cuyas raíces se remontan a las primeras décadas de nuestro siglo, son de tal carácter que Marx ni hubiera soñado con ellas. Sobre todo, tiene que ver con la manera como el sistema de capital pudiese amoldarse y renovarse, para así posponer el desenvolvimiento y la maduración de sus contradicciones antagónicas. Marx no estaba en una posición en la cual pudiese haber evaluado las variadas modalidades y las limitaciones últimas de la intervención estatal para prolongar el lapso de vida del sistema del capital[4].

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En cuanto al diagnóstico de la economía contemporánea, Mészáros, a diferencia de otros autores de izquierda, reconoce que efectivamente el Estado tiene un rol preponderante, independiente de si el proyecto neoliberal pretendiera reducirlo a su mínima expresión:

De hecho, el papel del estado en el sistema capitalista contemporáneo es mayor que nunca, incluidos el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, y algo más de un par de décadas de desarrollos keynesianos en los países capitalistamente más avanzados. Todos estos tipos de desarrollo resultan totalmente novedoso, comparados con la época de Marx”[5].

En relación a la postura de este autor frente al sistema capitalista actual, así como hacia el libre mercado y sus variantes, es la de una oposición absoluta. Pero hay que precisar que el autor dirige sus críticas al capital y no al capitalismo, que es una forma de realizarse el capital. El capital no es simplemente un conjunto de mecanismos económicos, sino que es un “modo multifacético de reproducción metabólica social, que lo abarca todo y que afecta profundamente cada aspecto de la vida, desde lo directamente material y económico hasta las relaciones culturales más mediadas[6]. A esto añade el autor: “El sistema del capital está articulado como una intrincada red de contradicciones que sólo puede ser manejada más o menos exitosamente durante algún tiempo, y nunca superada de manera definitiva. En las raíces de todas ellas encontramos el antagonismo inconciliable entre el capital y el trabajo, que siempre y obligatoriamente asume la forma de la subordinación estructural/jerárquica del trabajo al capital…”[7].

Algunas de las contradicciones que menciona el autor son las que se dan entre:

a) la producción y su control.

b) la producción y el consumo.

c) la producción y la circulación.

d) la competencia y el monopolio.

e) el desarrollo y el subdesarrollo (es decir, la divisoria “norte/sur”.tanto globalmente como dentro de cada país específico);

f) la expansión preñada de las semillas de la contracción generadora de crisis.

g) la producción y la destrucción (esta última glorificada como “destrucción productiva” o “creativa”).

h) el crecimiento de la expansión a toda costa y la resultante destrucción ambiental;

i) la tendencia globalizadora de las empresas trasnacionales y las obligadas restricciones ejercidas por los estados nacionales en contra de sus rivales;

Chávez (en su mano con el libro de Mészáros) junto a Raúl Castro

Chávez (en su mano con el libro de Mészáros) junto a Raúl Castro

Para el autor sería inconcebible superar una estas contradicciones separadamente y mucho menos toda la red inextricablemente entrelazada. La única opción viable es diseñar e implementar una alternativa radical al modo de control metabólico social del capital.  Pero el punto es que el actual estado de los asuntos humanos hace necesario adoptar otro modelo. Bajo el capital, la dimensión horizontal potencialmente liberadora del proceso laboral, queda sepultado y en cambio, tal dimensión queda atada a la división vertical/ jerárquica del trabajo dentro del marco de la estructura de mando del capital. El objetivo central de la dimensión vertical es la de salvaguardar los intereses vitales del sistema y asegurar así la expansión continua del plustrabajo sobre la base de la máxima explotación practicable de la totalidad del trabajo. Mészáros señala que sistema del capital, en todas sus formas históricamente conocidas o concebibles, se muestra completamente hostil a lo que el autor denomina como igualdad sustantiva, y lo que más bien predomina en tal sistema es la “igualdad de oportunidades”.

A esto añade que, bajo el capital, la potencialidad de la tendencia universalizadora del capital se ha convertido en la realidad de la alienación y la cosificación deshumanizadoras. La propuesta del autor es entonces socavar las bases mismas del actual sistema del capital y es ahora el momento de llevar a cabo tal tarea dada la crisis estructural de la que estamos siendo testigos. En palabras de Mészáros:

Lo que es importante destacar …es que —dada la crisis estructural del sistema del capital en sí, en contraste con las crisis coyunturales periódicas del capitalismo que presenciamos en el pasado— los problemas se han visto agravados inexorablemente en la presente etapa del desarrollo , poniendo en la agenda histórica la necesidad de un control general viable de los intercambios productivos materiales y culturales de la humanidad, como cosa de gran urgencia[8].

El autor explica que una crisis estructural es aquella que afecta a la totalidad de un complejo social, en todas sus relaciones con sus partes o subcomplejos constituyentes, al igual que con otros complejos con los cuales está vinculado. Mészáros nombra los principales rasgos de la crisis actual y las razones que hacen de esta un novedad histórica:

1) Su carácter es universal, en lugar de restringido a una esfera en particular (por ejemplo, la financiera, o comercial, o que afecte esta o aquella rama de la producción en particular, con su gama específica de habilidades y grados de productividad, etc.);

2) Su cobertura es verdaderamente global (en el sentido más amenazadoramente literal del término), en lugar de verse circunscrita a un conjunto de países en particular (como lo estuvieron todas las crisis de envergadura del pasado);

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3) La escala temporal es extensa, continua —si se quiere permanente— en lugar de limitada y cíclica, como lo fueron todas las crisis del capital anteriores.

4) Su modo de desenvolvimiento se podría calificar de reptante —en contraste con las erupciones y derrumbes del pasado, más espectaculares y dramáticos— con el añadido de la salvedad de que, en lo que respecta al futuro, no se puede excluir que haya incluso las convulsiones más vehementes o violentas: por ejemplo, cuando se le acabe la gasolina a la compleja maquinaria que hoy participa activamente en la “crisis administrativa” y en el “desplazamiento” más o menos temporal de las crecientes contradicciones[9].

Para apreciar con mayor detalle la crítica de Mészáros al “sistema del capital”, se debe consultar su “Más allá del capital”, donde critica cada aspecto de este sistema, incluido a autores como Adam Smith (aunque le reconoce algunos méritos), economistas de la escuela marginalistas y las ideas de la mano invisible, la utilidad marginal y el sujeto maximizador deganancias. Hay que aclarar que algunas de estas críticas no son exclusivas de economistas marxistas ya que existen otras escuelas, así como una serie de autores que han sometido a una implacable crítica a la ortodoxia económica que predomina en nuestros días. La teoría de la utilidad marginal es criticada en general por cualquier marxista consecuente con su doctrina, ya que termina por deslegitimar cualquier reivindicación de los trabajadores. Al respecto escribe el autor:

Porque si fuese cierto, como argumentaba Jevons, que «el valor depende enteramente del grado final de utilidad« –proposición compartida de una forma u otra por todas las variantes de la «teoría de la utilidad marginal»– en ese caso la racionalidad misma dictaminaba que todas las peticiones de los trabajadores tenían que ser valoradas en términos de, y en subordinación a, la demanda del comprador/consumidor, eliminado por tanto la posibilidad de enfrentarse, en términos de clase social decidida a luchar, a la determinación estructural del sistema”[10].

Más adelante continúa Mészáros:

De acuerdo con los creyentes en la «revolución subjetiva», la irrefrenable tendencia de los individuos –así determinados por su “naturaleza humana”– a maximizar sus utilidades produce la feliz condición económica del equilibrio; y por igual razón, el equilibrio económico mismo es la condición requerida bajo la cual la maximización de las utilidades de todos los individuos predestinados por el propósito de la maximización de la utilidad personalista puede ser – y en buena medida realmente lo está siendo– lograda[11].

Chávez con el mismo libro del autor

Chávez con el mismo libro del autor

En cuanto a la crítica que dirige a Hayek, el autor no muestra argumentos sólidos contra las ideas del austriaco y cae más bien en ataques ad hominem. Califica sus ideas como parte de una cruzada antisocialista, de ser un “positivista a crítico”, de defender teorías pseudocientíficas , de despreciar al trabajador, de adular al mercado, de aceptar la anarquía de la producción y de defender las mismas ideas que Milton Friedman.  Peor aún es para el autor su cercanía a Margaret Thatcher y que recibiese un premio político como es el Nobel, aunque no se refiere al otro economista que recibió el Nobel junto a Hayek, Gunnar Myrdal, que se encuentra en las antípodas del pensamiento del economista austriaco. De acuerdo a Mészáros, “la fuerza orientadora de la apologética del capital de Hayek es su odio patológico del proyecto socialista.

El pensamiento de Hayek se definiría sólo por el odio hacia el socialismo, aceptando cualquier idea que sea contraria a esta ideología. Pero si algo es cierto es que Hayek sabía qué era el socialismo ya que él mismo había sido un socialista fabiano antes de adoptar el liberalismo económico y fue testigo presencial de las transformaciones en Europa tras el final de la Primera Guerra Mundial. Pienso que el autor desechó la oportunidad de discutir de manera seria las ideas de Hayek en lugar de caer en ataques personales, ridiculizaciones y caricaturas del economista austriaco. Al final, lo que queda en evidencia de esta lectura sobre Hayek es más bien el desprecio personal del húngaro hacia el economista austriaco y en general hacia cualquier autor que critique las ideas socialistas.

Ahora nos enfocaremos en el socialismo del siglo XXI. Solamente me referiré a las ideas principales, por lo que necesariamente se sacrificarán ciertos detalles sobre estas mismas. En lo que respecta al socialismo del siglo XXI, este se presenta como “la necesidad de una evaluación crítica del pasado y como el desafío ineludible de identificar los requerimientos fundamentales que hay que incorporar a las estrategias de cambio radical previstas[12]. En el capítulo 9 el autor indica los principales objetivos y características de la transformación socialista necesaria, vale decir, los principios orientadores. En relación a estos principios, Mészáros explica que son en algún sentido “puntos de Arquímedes” que se sostienen a sí mismos y entre sí mediante sus determinaciones recíprocas y sus implicaciones de toda índole, lo que significa que todos estos poseenigual importancia, o lo que es lo mismo ninguno es ignorable u omitible dentro de la larga trayectoria de la estrategia general. A continuación mencionaré lo que Mészáros considera como los principales objetivos y requerimientos de la transformación socialista en el siglo XXI.

El primero se refiere al imperativo de un orden alternativo históricamente sustentable, lo que significa que se hace necesario diseñar e implementar un conjunto de estrategias coherentes que no puedan ser revertidas a la primera oportunidad, como sucedió con otros intentos en el pasado. De acuerdo a esto, Mészáros afirma que debe haber un desplazamiento en lo que se refiere al objetivo de la transformación socialista. El objetivo debe ser reorientarlo del “derrocamiento del capitalismo” a la “total erradicación del capital”. Esta es una tarea de gran relevancia dentro de la estrategia socialistas ya que toma en consideración la capacidad regenerativa del capitalismo, algo sobre lo cual Marx advirtió, y es que el capitalismo logra surgir con mayor fuerza a partir de sus derrotas. El segundo objetivo que menciona el autor guarda relación con la participación y consiste en transferir progresivamente la toma de decisiones a los productores asociados. En palabras del autor:

F. A. Hayek. El polímata austriaco fue un duro enemigo de quienes, no sólo tenían pretensiones de planificar hasta en sus más mínimos detalles la economía, sino que también la sociedad en su conjunto. Esto era epistemológicamente imposible. De ahí q…

F. A. Hayek. El polímata austriaco fue un duro enemigo de quienes, no sólo tenían pretensiones de planificar hasta en sus más mínimos detalles la economía, sino que también la sociedad en su conjunto. Esto era epistemológicamente imposible. De ahí que para Hayek el socialismo era un error intelectual.

Es inconcebible que se logre hacer irreversible  el  orden  social  alternativo  sin  la  plena participación de los productores asociados en la toma de decisiones en todos los niveles del control político, cultural y económico. Porque es la única manera como las grandes masas del pueblo  pueden  adquirir  una  posición firme perdurable en su sociedad, e identificarse así verdaderamente con los objetivos y las modalidades de la reproducción de las condiciones de su existencia social, decidido no solamente a defenderlas de todos los intentos restauradores sino también a ampliar sus potencialidades positivas[13].

Con esto, el autor también quiere describir un orden social cuya coordinación es no-jerárquica genuina, en contraposición con todas las formas conocidas y factibles de dominación y subordinación impuestas estructuralmente. Un tercer objetivo es alcanzar una condición de igualdad sustantiva que constituye la condición absoluta de la sustentabilidad. En el sistema capitalista se ha impuesto una “cultura de la desigualdad sustantiva” y se defiende la idea de la “igualdad de oportunidades”. Incluso la Ilustración, señala Mészáros, se lanzó a la represión de la libertad de aquellos que defendieron la igualdad s ustantiva, como fue el caso de Babeuf y sus camaradas. Con respecto a la temática de la igualdad de oportunidades e igualdad de resultados, escribe el autor:

Nada ilustra mejor esto que el cínico discurso tan repetido hoy día dedicado a decretar fuera de orden la «igualdad de resultados». Porque permitir que se presione por un cambio significativo en los «resultados» implicaría cierta interferencia inconveniente con las relaciones de poder establecidas, mejorando la capacidad de los individuos sociales para intervenir efectivamente en los procesos sustantivos de la toma de decisiones social. Por eso la idea misma de propugnar la «igualdad de resultados» debe ser descartada categóricamente a favor de la fórmula vacía que promete la incumplible condición de la «igualdad de oportunidades». Una condición totalmente incumplible puesto que de la manera como queda definido el asunto mismo, la proclamada «igualdad de oportunidades» no puede significar más que una concha formal vacía. Porque la propia fórmula tiene explícita la premisa del rechazo insensible y cínico a la «igualdad de resultados». Y, por supuesto, no existe «oportunidad« que pueda tener algún sentido si por definición se excluye de partida el «resultado»”[14].

La plena realización de la igualdad sustantiva es algo  difícil  de   lograr ya que “exige el derrocamiento radical de las jerarquías estructurales explotadoras establecidas durante miles de años, y no solamente su variedad capitalista[15]. El cuarto objetivo es la planificación ya que, de acuerdo al autor, el socialismo es inconcebible si no se adopta una forma de control metabólico social que sea racional y humanamente gratificante. Para Mészáros sería erróneo concluir que, tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, la planificación ya no tenía futuro alguno. La planificación por la que aboga no es la que predomina en el actual sistema imperante, ya que se trata de una “planificación para el pueblo” y con la participación de este, por lo que se hace necesario que las personas se mantengan informadas. Un quinto objetivo es el centrarse en el crecimiento cualitativo, lo que significa dejar de lado lo que Mészáros considera como la falsa identidad crecimiento y productividad, decretada de manera categórica, así como la falsa alternativa de “crecimiento o no crecimiento.” Por último, se trata también de abandonar el tipo de productividad vinculada al crecimiento capitalistade producción destructiva. Sobre este problema escribe el autor:

El que nos pongamos de parte de la necesidad de crecimiento no puede ponernos a favor del crecimiento indiscriminado. La verdadera interrogante tendenciosamente eludida es: ¿qué tipo de crecimiento es tanto deseable como factible hoy día, en contraste con el crecimiento capitalista peligrosamente despilfarrador y hasta paralizante? Porque el crecimiento tiene que ser también positivamente sustentable en el futuro, sobre una base a largo plazo[16].

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Todo esto implica también romper con el hechizo de que el capitalismo como sistema económico y el mercado como mecanismo de coordinación, sean las únicas alternativas que tenemos. Aquí la crítica de Mészáros va desde Hayek hasta Gorbachov. Mészáros se refiere al discurso “herético” de Gorbachov donde afirma que el mercado es la única alternativa debido a que es el que garantiza las necesidades del pueblo, la distribución justa la riqueza, los derechos sociales y garantiza  la  libertad  y  la  democracia.  Un  sexto  aspecto  a  destacar  es  lo  nacional y lo internacional, y  su  complementariedad dialéctica, lo que implica establecer un orden internacional genuinamente cooperativo. Por ejemplo, la Unión Soviética heredó los problemas del sistema zarista y a esto hay que sumar el hecho de que, producto ineptitud de Stalin, no se dio al solución al problema de la desigualdad social.

La controversia sobre el «socialismo en un solo país» se mantuvo encendida durante muchas décadas  después  de  que  Stalin  consolidó  su  poder. Sin  embargo,  la  simple  pero  vital consideración omitida casi siempre en esas discusiones fue que la Unión Soviética no era para nada un solo país, sino una multiplicidad de nacionalidades divididas por las graves injusticias y los antagonismos internos que les legara el imperio zarista”[17].

Mészáros culpa a Stalin de la desastrosa situación económica y social dentro de las distintas naciones que componían la Unión Soviética. De acuerdo al autor, Lenin habría propugnado el derecho de las varias minorías nacionales a la autonomía plena, mientras que Stalin consideró a estas como meras regiones fronterizas, que había que controlar a toda costa (ya he calificado esto como el mito de “el Bueno de Lenin y el malo de Stalin). Otros puntos que el autor incluye dentro de su programa es la educación, que es la que más asegura que la transformación socialista sea plenamente sustentable. Para ello hay habría que purificar la educación de la perniciosa influencia del utilitarismo, de la racionalidad instrumental y del ethos capitalista. Para poder llevar a cabo una verdadera reforma en este ámbito, habría que transformar en primer lugar el marco social en que las prácticas educativas desempeñan sus funciones.

No se puede corregir el sistema educativo considerando a su vez como válido el sistema del capital imperante, por lo que se hace necesario romper con la lógica del capital y no sólo tratar de reformarla. En palabras del autor: “Restringir el cambio educativo radical a los márgenes correctivos del capital al servicio de sí mismo, significa abandonar del todo, a sabiendas o no, el objetivo de la transformación social cualitativa[18]. Lo que Mészáros propone es una educación que siga el espíritu de un Kant o Goethe, esto es, una educación que constituya un antídoto contra la alienación deshumanizadora. Para el autor la actual educación sólo perpetúa el sistema y por lo demás, el adoctrinamiento continúa más allá del período educativo propiamente tal, de una manera casi imperceptible donde la ideología es interiorizada por consenso. Sobre este tema escribe Mészáros:

…lo que termina de empeorar las cosas es que el nudo central de la educación progresiva del sistema del capital es la afirmación de que el propio orden establecido no necesita de ningún cambio significativo. Necesita nada más de «afinación» en los márgenes, que debe ser lograda mediante la idealizada metodología del «poco a poco». Consecuentemente, el significado más profundo de la educación progresiva del orden establecido es la imposición arbitraria de la creencia en la absoluta inalterabilidad de sus determinaciones estructurales fundamentales”[19].

La tarea de la revolución es un tema complejo para este autor. Elproblema radica en que el sistema de capital es un sistema orgánico, lo que significa que cada parte apoya y refuerza a las demás, por lo que es esta clase de apoyo recíproco de las partes dificulta el problema de la transformación revolucionaria. Esto significa que cualquier tentativa seria de transformación debe ir acompañada de otro modelo orgánico alternativo. Por lo demás, como ya se señaló, para este autor el problema es el capital, de manera que es ahí donde debe apuntar la crítica y no hacia el capitalismo, que es sólo una de las formas posibles en que se puede realizar el capital. Así, la propuesta del autor de poner fin a lo que denomina comosistema del metabolismo social del capital y su carácter totalitario, significa socavar los pilares del sistema mismo y no meros cambios cosméticos o superficiales como lo hicieron los países del bloque soviético, l a China actual y Corea del norte. Estas naciones no serían más que ejemplos de sistemas “postcapitalistas”, es decir sistemas donde intacto el edificio del sistema del capital: el Estado represor, la división jerárquica del trabajo, la subordinación del trabajo al capital y la propiedad privada.

Sobre el libro de Mészáros, Hugo Chávez escribió:

“Una idea que me impactó de este libro, y que siempre voy a recordar, es que el tránsito hacia el socialismo es sumamente difícil, ya que debe ser altamente gratificante”.


[1] István Mészáros, El desafío y la carga del tiempo histórico: El socialismo del siglo XXI(Chile: LOM ediciones, 2010).

[2] István Mészáros, Más allá del Capital, tomo 1, Hacia una teoría de la transición (Bolivia: Pasado y Presente XXI, 2010). 

[3] István Mészáros, El desafío y la carga del tiempo histórico: El socialismo del siglo XXI, 464.

[4] Ibid., 95.

[5] Ibid.

[6] Ibid., 235.

[7] Ibid., 127.

[8] Ibid., 118.

[9] Ibid., 523-524.

[10] István Mészáros, Más allá del Capital, tomo 1, Hacia una teoría de la transición, 121.

[11] Ibid., 128-129.

[12] István Mészáros, El desafío y la carga del tiempo histórico: El socialismo del siglo XXI, 319.

[13] Ibid., 325.

[14] Ibid., 333-334.

[15] Ibid., 334.

[16] Ibid., 358.

[17] Ibid., 378

[18] Ibid., 279.

[19] Ibid., 427-428.