4/13-El “Socialismo del Siglo XXI, los ideólogos: Alexander Buzgalin y Heinz Dieterich (por Jan Doxrud)

(IV) El “Socialismo del Siglo XXI,  los ideólogos: Alexander Buzgalin y Heinz Dieterich (por Jan Doxrud)

Ahora examinaremos brevemente a las ideas del autor ruso quien fue, al parecer, el que acuñó el término “Socialismo del Siglo XXI“, Alexander Buzgalin , profesor de la Universidad Estatal de Moscú. El autor no resulta ser muy original y presenta similitudes con lo planteado por Dieterich, a quien examinaremos posteriormente.

Para este autor, tras las experiencias de los distintos socialismos durante el siglo XX, el diagnóstico final es claro y es que las versiones existentes del socialismo no fueron capaces de solucionar, ni en el plano de la praxis ni en el plano teórico, las tareas de la transición desde la sociedad  capitalista  hacia una sociedad socialista más eficiente, más justa, democrática y humana. El resultado de esto fue una profunda crisis de la idea de socialismo, comunismo y el debilitamiento de la izquierda como una alternativa viable para afrontar los principales problemas que afectaban a las sociedades.

Incluso Buzgalin señala que el socialismo, a fines del siglo XX, perdió con el capitalismo no solamente en el ámbito de la praxis, sino que también perdió en el terreno de la teoría. Pero de acuerdo al autor, esto no significó  la quiebra del socialismo, sino que una crisis que podía ser superada. Para Buzgalin de lo que se trata no es solamente de dar nuevas respuestas a las mismas preguntas, sino que las preguntas mismas deben también variar, para así no quedar empantanados en discusiones bizantinas que no guardan relación con la época actual.

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Algunas de las clásicas preguntas son:

-¿En qué consiste la esencia de la crisis de la sociedad burguesa contemporánea y cuáles son ahora las premisas objetivas y subjetivas del socialismo?

-¿Es la revolución o la reforma la vía óptima hacia la nueva sociedad?

-¿Es posible el avance de un sólo país hacia el socialismo?

-¿Es el mercado o la planificación democrática la clave hacia la sociedad nueva?

-¿Cuál es la fuerza motriz principal de las transformaciones socialistas? ¿Sigue siendo esa fuerza la clase de los obreros asalariados?

Para Buzgalin hay que llevar a cabo un “programa mínimo” socialista - comunista para los primeros decenios del siglo XXI que sea capaz de representar los intereses cardinales de la clase trabajadora. El socialismo no logró ir más allá de la denuncia de la opresión, la alienación y el sometimiento del ser humano al trabajo, la máquina, el dinero y al capitalista. La contradicción entre la actual opresión capitalista por una lado y el deseo de fomentar el potencial creador del ser humano por el otro, abre un nuevo escenario para que el socialismo pueda ofrecer una alternativa al actual sistema imperante. El rol que tiene el movimiento comunista es el de estimular el desarrollo prioritario de las esferas que garanticen el crecimiento creador del hombre, como por ejemplo, la educación, la salud, la ciencia y el arte, la creación e innovación, el trato social y la formación cívico-moral. Se debe también trascender la hegemonía del capital corporativo y el estado de enajenación que se encuentra el ser humano, y promover asociaciones voluntarias libres que remuevan el poder del dinero, del capital, de la burocracia, como mecanismos de unificación y de interacción de la gente. La regulación de la vida social no debe basarse en la coacción, sino que en principios de autoorganización, entendiendo por esto, la elaboración autónoma por parte de los ciudadanos de formas y mecanismos de su actividad social conjunta. 


-Heinz Dieterich

Debido a que hemos estado haciendo referencia a Hugo Chávez, al Socialismo del siglo XXI y a la revolución bolivariana, no podemos pasar por alto las ideas de quien fue en algún momento considerado su principal ideólogo, el sociólogo alemán Heinz Dieterich. Dieterich es un intelectual con una amplia formación académica y que ofrece un completo y detallado programa político, económico y social, como alternativa al actual sistema imperante. Me detendré para examinar las principales ideas que plantea este autor en su escrito: “El Socialismo del Siglo XXI”.

Este término fue explicado por Dieterich en el año 1996. En realidad el término “Socialismo del siglo XXI”[1] no es original de Dieterich, sino que del ruso Alexander Buzgalin. El sociólogo alemán, antes de entrar a explicar su concepción del nuevo socialismo, realiza un breve examen de la evolución mundial incluyendo sus aspectos económicos, políticos y sociales, para llegar a lo que él denomina el Nuevo Orden Mundial (NOM). De acuerdo a Dieterich, el tercer NOM o Tercer Orden Mundial del que somos testigos constituye en realidad el tercer diseño estratégico de lo que denomina como “burguesía atlántica”, esto es, la europea y la estadounidense, diseño que ha sido impuesto a la sociedad global en los últimos cien años. El primer diseño globalsiglo XX, es aquel que surgió de las negociaciones de Versalles (1919), al terminar la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los objetivos de este y otros tratados fueron de acuerdo a Dieterich los siguientes: 

a) la reducción del poder alemán, para garantizar la paz en Europa central mediante la hegemonía de Inglaterra y Francia;

b) una nueva repartición de las colonias de los países vencidos durante la conflagración bélica y de aquellos que se habían vuelto secundarios (Bélgica, Portugal, etc.);

c) la consolidación de la hegemonía estadounidense-británica en el Pacífico, frente al creciente poder de Japón y,

d) la instalación de un organismo supranacional capaz de dirimir los conflictos entre los capitalismos nacionales, conocido como la Liga de las Naciones.

El autor explica que este primer sistema no resistió las crecientes contradicciones entre las potencias rivales, lo que significó que este perdiera toda vigencia práctica a menos de dos décadas de su concepción, para ser disuelto formalmente en 1946. El segundo diseñosurgió hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, con los acuerdos en Yalta y Potsdam, de donde emergió el segundo NOM, que se basaba en la bipolaridad ideológica, representada principalmente por Estados Unidos y la Unión Soviética. Con el desplome del bloque soviético vino un período de transición o interregno que se prolongó hasta los ataques a las Torres Gemelas en el año 2001. Esta etapa de transición estuvo determinado por el choque entre “tres principios de estructuración del orden ecuménico”. El primer principio es la pretensión imperial del “siglo de dominación estadounidense” proclamado en 1941 por el empresario y propietario de la revista Time-Life Dieterich se refiere a la revista Life del 7 de febrero de 1941, donde su fundador y director escribió y firmó un editorial titulado “El siglo americano”, que , para Dieterich, se transformaría en el axioma ordenador de la humanidad para el siglo XX. El segundo principio es la evolución de facto del sistema global hacia la multipolaridad, progresiva importancia de China y la Unión Europea. El tercer principio se refiere a la creciente lucha por la democratización de la tiranía neoliberal , siendo expresión de este malestar las protestas en Seattle y Génova.

El panorama cambió con los ataques a las Torres Gemelas que, de acuerdo a Dieterich, modificó la correlación de fuerzas entre esas tres tendencias evolutivas privilegiando el desarrollo de unas sobre otras. De este acontecimiento surgirá el Tercer Orden Mundial (TOM), siendo sus rasgos más distintivos doce, de los cuales haremos mención sólo algunos. El primero y segundo rasgo se refieren a la ampliación y consolidación de zonas de influencia por parte de Estados Unidos, específicamente en la zona de Medio Oriente y Asia Central, esta última rica en yacimiento de petróleo y gas. La tercera región que caería víctima, siendo otro rasgo del TOM, es la de Asia del Sur, donde las elites de Washington, India y eventualmente Pakistán mostrarían una tendencia a formar un bloque que sirviera de dique para contener a China. Otro rasgo se refiere al futuro de Rusia, país que se inclinaría hacia la integración en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la Unión Europea (UE) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), descartándose así un posible eje con China. Un rasgo esencial, señala Dieterich, consiste en la política concertada entre el imperialismo estadounidense y el europeo en el sentido de impedir la democratización estructural de la sociedad mundial . A esto hay que añadir que las armas de la OTAN pasan a sustituir al derecho internacional representado por la ONU. Teniendo este panorama, el diagnóstico de Dieterich es el siguiente:

Por más de doscientos años, desde la Revolución Francesa (1789) hasta la actualidad, el género humano ha transitado por las dos grandes vías de evolución que tenía a su disposición: el capitalismo y el socialismo histórico (realmente existente). Ninguno de los dos ha logrado resolver los apremiantes problemas de la humanidad, entre ellos: la pobreza, el hambre, la explotación y la opresión de tipo económico, sexista y racista; la destrucción de la naturaleza y la ausencia de la democracia real participativa. Lo que caracteriza nuestra época es, por lo tanto, el agotamiento de los proyectos sociales de la burguesía y del proletariado histórico, y la apertura de la sociedad global hacia una nueva civilización: la democracia participativa”[2].

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Dieterich afirma que historia ha dado luz verde a una “segunda etapa de la modernidad” que gira en torno a la solución de las tareas que los protagonistas anteriores no pudieron resolver, y que consiste en la construcción de cuatro instituciones constitutivas de la nueva civilización. Tales instituciones no nacen del pensamiento filantrópico, “sino de las lecciones de la praxis social de los últimos siglos, de los nuevos conocimientos de la ciencia avanzada y del desarrollo de la tecnología productiva”[3]. Para ello habría que cambiar el paradigma imperante así como demostrar que realmente existe otra alternativa al actual sistema. De acuerdo al sociólogo alemán señala que a lo largo de los años la burguesía logró imponer un proyecto histórico que la catapultó a lo alto en la jerarquía del poder, transformándose así en la clase hegemónica. Tal proyecto histórico descansaba en cuatro ejes teórico-prácticos los cuales son: la economía nacional de mercado, basada en el valor de cambio; la democracia formal-plutocrática; el Estado clasista y el sujeto liberal.  Pero para llevar a cabo cualquier cambio es importante examinar cómo nuestra concepción del universo, del mundo, de la naturaleza, de la sociedad y de los individuos ha cambiado producto de los avances científicos. En otras palabras, es importante interpretar el mundo antes de querer transformarlo.

De acuerdo a lo señalado, Dieterich destaca cinco puntos. El primero señala que el universo tiene sólo dos modos de existir : como materia y como energía. Esta propiedad o característica significa que todos los fenómenos, desde una piedra hasta el pensamiento humano, son materia y/o energía y pueden, en última instancia, ser explicados como tales. Esto podríamos interpretarlo como un reformulación del materialismo donde no habría espacio para fenómenos sobrenaturales.

En el segundo punto Dieterich señala que todo lo que existe se encuentra en incesante movimiento, evolución o cambio, desde el átomo hasta el cosmos. Tal principio también nos recuerda al carácter dinámico del mundo desde la óptica de la dialéctica. En resumen, todo lo que existe es material y el mundo natural se caracteriza por su carácter cambiante y evolutivo, por lo que Dieterich rechaza cualquier tipo de teorías que anuncien un supuesto “fin de la historia”. Esta visión nos dice también que el sistema capitalista, neoliberal o burgués, es transitorio y no constituye la “única alternativa” existente. El capitalismo, por ende, compartirá el mismo fin que otros regímenes de producción que predominaron en el pasado.

El tercer punto señala que los movimientos o comportamientos de la realidad pueden describirse con conceptos de las matemáticas, de manera que la evolución puede ser descrita por medio de cinco dinámicas diferentes: la lineal, la no-lineal, la probabilística, la caótica (imprevisible) y una combinación de las cuatro. En relación a esto, Dieterich destaca el hecho de que Marx y Engels entendieran y analizaran como procesos dialécticos y saltos cualitativos la evolución de la sociedad o, en el plano político, como la dialéctica de reforma y revolución.

El cuarto punto hace referencia a una visión sistémica de la realidad. En palabras de Dieterich: “El universo está organizado en sistemas, conjuntos o redes. Esta propiedad significa que no existe nada en la realidad que no forme parte de un sistema mayor. No hay elementos aislados en el universo natural o social[4].

El quinto y último punto señala que todos los elementos que conforman el universo tienen una identidad particular , desde el átomo, que está definido en su particularidad por su masa, su carga eléctrica y su spin, hasta un sistema biológico, desde animales no humanos y plantas hasta un ser humano, que disponen de un genoma.

Dieterich distingue tres tipos de sistemas en el universo de acuerdo al grado de organización o complejidad de la materia que los forman. En primer lugar los sistemas prebiológicos, con propiedades meramente físicas o físico-químicas. En segundo lugar, los biológicos, como una planta, una bacteria o un animal que tienen una propiedad vital. En tercer lugar están los sistemas sociales humanos, que incluyen a las personas, una familia, una empresa o un Estado que tienen la propiedad que es la capacidad de razonar individual y colectivamente. Importante es enfatizar que todo sistema tiene un ciclo de vida que depende de dos factores, siendo el primero la complejidad de organización de la materia de los entes que lo conforman y el segundo, su relación con el entorno. A partir de esta cosmovisión dinámica, evolutiva y cambiante, Dieterich construye su armazón teórico.  La conclusión del autor es que estamos ante el fin de la civilización burguesa, final que se deriva, en primer lugar, del agotamiento estructural de las instituciones básicas del sistema burgués que mencionamos más arriba y repetimos a continuación: la economía nacional de mercado, basada en el valor de cambio; la democracia formal-plutocrática; el Estado clasista y el sujeto liberal. Respecto a la economía nacional,  sus principios son diez:

1. El objetivo de la economía es la prosperidad de la propia nación.

2. El Estado tiene la obligación de proteger los intereses de la economía hacia el exterior (derechos aduanales, impuestos, restricciones de importación), fomentarlos hacia el interior (disminución de impuestos, privilegios, subvenciones) y hacerlos valer vehementemente en todo el mundo (embargos, sanciones, guerra).

3. El Estado no debe limitar el libre desarrollo de la economía.

4. Los bienes raíces, los recursos naturales y los medios de producción son propiedad privada.

5. La estructura de la economía es jerárquica, todo poder de decisión está en manos de los propietarios de los medios de producción.

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6. El tipo y la cantidad de producción, así como la distribución de las mercancías producidas, se regulan automáticamente mediante la oferta y la demanda (economía de mercado).

7. La economía de mercado basada en la libre competencia, conduce automáticamente a la armonía de los intereses individuales y sociales.

8. Por medio de la libre competencia, el precio de cada producto llega a su “nivel natural”, el cual, a largo plazo, equivale a su valor promedio.

9. El trabajo del ser humano es comprable, su precio se determina mediante la oferta y la demanda, igual que el precio de cualquier otro bien.

10. El afán individual de obtener ganancias es el último motor determinante de la economía. Estas teorías de la economía.

Dieterich afirma que si la misión de la economía consiste en satisfacer las necesidades generales mediante una organización razonable del trabajo, entonces su veredicto final es que el actual sistema económico no ha cumplido con su tarea. En cuanto a la democracia formal, Dieterich la considera insuficiente donde los parlamentarios en realidad no representan a aquellos que le han dado el mandato, sino que los sustituyen. De acuerdo a esto, Dieterich escribe sobre el mito de la representatividad:

La soberanía política de la democracia radica en el pueblo. Dado que las mayorías no la pueden ejercer directamente, la delegan mediante elecciones en representantes parlamentarios, quienes, a su vez, constituyen los órganos estatales. Todas las ramas del poder estatal emanan, por lo tanto, directa o indirectamente, de la soberanía popular. Son, en otras palabras, poderes legítimos…Esta apología de la democracia parlamentaria es coherente, pero nada tiene que ver con la realidad. En la realidad, los parlamentarios y senadores no representan a aquellos que les dieron el mandato, sino los sustituyen[5].

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Para Dieterich la “casa del pueblo”, ya sea el parlamento o el congreso, “no es el lugar de la verdad emergente, sino el mercado donde se negocia la repartición del poder y de la riqueza social entre las fracciones de la elite”[6]. La división de los poderes del Estado es otro mito. Dieterich recuerda la objeción que hace Bentham a Montesquieu: ¿cómo puede la división de poderes garantizar la libertad, si los tres poderes están controlados por un solo grupo social? La respuesta: no puede. El mismo Montesquieu afirmaba que cuando el poder legislativo y el poder ejecutivo se reunían en la misma persona o el mismo cuerpo, no había libertad, sino que un despotismo espantoso y es justamente ese despotismo espantoso, en opinión de Dieterich, el que predomina en el sistema actual. Otro mito de la democracia formal es aquel que dice que el sistema electoral es el garante de la participación de las mayorías en los asuntos públicos, mito que Dieterich califica de “gran argucia”. En palabras del autor:

La razón de ser del sistema electoral consiste en garantizar el acceso equitativo y la rotación de las diferentes fracciones de la elite, al poder del Estado, no del pueblo[7].

Concluye el autor:

La democracia formal sólo es para los amigos de la burguesía, no para el pueblo dispuesto a cambiar la sociedad estructural y pacíficamente: lección que Salvador Allende pagó caro[8].

Más adelante añade:

El carácter oligárquico-plutocrático de las democracias liberales es tan evidente en el Primer como en el Tercer Mundo, donde el gobierno-Estado se ha convertido en el botín de las dos fracciones políticas principales en que se manifiesta la burguesía hoy día: los conservadores o demócrata-cristianos y los liberales o socialdemócratas[9].

En relación a la tercera institución básica del sistema burgués, el Estado clasista, Dieterich diferencia entre un proto-Estado cuya razón de ser es la de administrar las funciones comunes de la sociedad. Pero con el advenimiento del Estado clasista esto último pasa a ser secundario, y su nueva razón de ser o su prioridad consiste en defender los intereses de la elite económica y la protección de los sistemas de explotación y dominación de esta elite.  El Estado se convierte en una institución que ejerce el monopolio de la violencia en nombre de la elite dominante, cuyo objetivo es proteger sus intereses y permanecer en el poder.

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En último lugar, tenemos el sujeto liberal sobre el cual Dieterich escribe lo siguiente:

La marcha triunfal del valor de cambio por la historia, dinamizada hace siete mil años con el paso del trueque al comercio, para después avanzar sobre hecatombes de víctimas del «progreso» de la civilización, se acerca a su fin. En su última etapa, desde hace doscientos años, el capitalismo moderno ha revolucionado incesantemente las fuerzas productivas y las relaciones sociales. Pero no paró ahí. Generó la correspondencia antropológica que requería su modo de producción: el ser humano, funcional a sus intereses, como productor de mercancías y realizador de la plusvalía. El más preciado don de la humanidad, la razón, está siendo despojado de todos los elementos críticos, para quedar en un estado puramente instrumental[10].

Al parecer, el sujeto liberal sería entonces una especie de fruto del modo de producción capitalista o, como señala Dieterich, la correspondencia antropológica del modo de producción. El autor, siguiendo claramente a Horkheimer, denuncia la razón instrumental: “El más preciado don de la humanidad, la razón, está siendo despojado de todos los elementos críticos, para quedar en un estado puramente instrumental. Por más criminales y amorales que sean los fines, la razón instrumental está a su servicio, con la única función de aportar los medios: desde el robo cotidiano de la plusvalía del trabajador, hasta la matanza científica de los opositores en el inframundo de la aldea global[11]. Critica también la absolutización del mercado considerado como un sistema supuestamente autorregulado y anónimo, que sólo constituye un escenario que existe “sólo en la teología de los economistas burgueses”.

Pasemos ahora a examinar el proyecto histórico que propuso Marx, esto es una democracia participativa, o lo que es lo mismo, el socialismo. En primer lugar, el autor define el concepto de “Proyecto Histórico” que constituye el motor de la historia. Dieterich explica este como unacategoría que no es utilizada en las ciencias sociales ytampoco fue utilizada por Marx y Engels. El concepto de “Proyecto histórico” resulta útil para describir el modelo de explotación, dominación y enajenación que caracteriza la praxis de una clase dominante.  El autor señala que un Proyecto Histórico engloba cuatro elementos centrales que se dan a conocer en uno o varios documentos o manifiestos constitutivos:

1) El programa o contenido del cambio.

2) Los sujetos de cambio.

3) Los tiempos de transformación.

4) Las formas o métodos de lucha.

En cuanto al “grado de humanismo democrático” de esos proyectos, Dieterich señala que puede medirse por su posición frente a los tres grandes obstáculos estructurales de la democracia participativa: la explotación, la dominación y la enajenación. Para saber cuál proyecto es viable en cuanto a que logra hacer frente a los tres problemas estructurales, el autor realiza una matriz con ocho combinaciones posibles.

 De acuerdo a la Matriz, Dieterich escribe:

Los resultados son evidentes. De ocho combinaciones posibles, sólo tres lo son en términos reales. De esas tres, la del capitalismo no requiere discusión porque sería incompatible con una democracia real participativa. El capitalismo funciona en muchos tipos de sociedades represivas, pero es antagónico a la democracia real. El socialismo realmente existente redujo considerablemente la explotación económica, mas no la dominación (verticalidad) sociopolítica ni la alienación, lo que disminuyó enormemente su atractivo democrático para las sociedades avanzadas. La última opción, democracia real, representa los contenidos que definen al Nuevo Proyecto Histórico en sus objetivos estratégicos y le dan su identidad propia: una sociedad sin capitalismo ni mercado, sin Estado como instrumento de represión y sin enajenación. Decir que estos son los objetivos estratégicos, significa que su plena realización se alcanzará con la superación definitiva de la sociedad de clase[12].

El sociólogo alemán destaca que la primera teoría científica de la sociedad es la que elaboraron Marx y Engels, ya que fueron estos dos pensadores quienes entendieron la dinámica de interacción entre la lógica del sistema y la lógica de los sujetos sociales. También fue con estos autores que la praxis humana pasó a ser considerada como una capacidad consciente de poder construir un orden social justo, praxis inexistente en el sistema actual, ya que no se concibe que tenga esa capacidad transformadora. Como escribe Dieterich: “La filosofía de la praxis de Marx y Engels inicia con el análisis del comportamiento social en la sociedad burguesa. Pretenden entender la miseria de las mayorías del capitalismo temprano, y sus formas de lucha, con el fin práctico de acabar con el sistema”[13]. Lo anterior queda en evidencia en los distintos escritos de estos autores como “La Situación de la clase obrera en Inglaterra”, los “Manuscritos filosóficos-económicos”, el “Manifiesto del Partido Comunista” y “El Capital”, entre otros. El gran aporte que hicieron Marx y Engels y que de acuerdo a Dieterich, ponen a estos autores a la altura de Newton y Darwin, fue el haber realizado el gran descubrimiento, el haber develado el secreto de la explotación burguesa. Marx y Engels diferenciaron en primer lugar elvalor de uso y valor de cambio, y después, el valor y plusvalor. El capitalista explota esta mercancía particular que es la fuerza de trabajo por medio de la cual obtiene la plusvalía, un valor excedente, no retribuido al trabajador. Al respecto escribe Dieterich:

Con este descubrimiento, los dos científicos revelan no sólo el misterio de la explotación capitalista —negada por los científicos de su tiempo con el argumento, de que el salario se acordaba de mutuo consentimiento, sin coacción, entre trabajador y empresario— sino de todas las sociedades de clase: el plustrabajo, que se puede expresar con términos de tiempo, como plusvalor; en términos materiales como plusproducto o en términos monetarios, y guardando las diferencias, como ganancia. La dinámica de evolución de la sociedad humana está determinada por la lucha social en torno a la apropiación del plustrabajo, o su manifestación como plusproducto o plusvalor[14].

https://www.dw.com/es/heinz-dieterich-este-es-el-final-del-gobierno-de-maduro/a-48731963

https://www.dw.com/es/heinz-dieterich-este-es-el-final-del-gobierno-de-maduro/a-48731963

Sabemos que finalmente el proyecto de Marx y Engels nunca se materializó en su siglo, y además, los autores no dejaron un programa concreto para la construcción de una economía socialista, debido a que, según Dieterich, ni el conocimiento científico ni el avance de las fuerzas productivas lo permitieron. Elautor recurre nuevamente al paralelo que hace entre Marx y Engels por un lado, y Newton y Darwin por el otro, señalando cómo evolucionaron de manera diferente:

El socialismo teórico clásico (Marx/Engels), la biología teórica clásica (Darwin) y la física teórica clásica (Newton), tienen orígenes comunes en la epistemología científica de los siglos XVIII y XIX; sin embargo, su evolución posterior es muy diferente. Mientras los modelos de Darwin y Newton se convierten en fundamentos de una física y biología teórica constantemente renovada – que se profundiza y potencia cualitativamente en el siglo XX con el desarrollo de la teoría de la relatividad, la física cuántica y la biología molecular, entre otros– no sucede lo mismo con la obra de Marx y Engels[15].

Las disciplinas en la que se destacaron Newton y Darwin continuaron enriqueciéndose y progresando a lo largo de los años, con los aportes de personajes como Planck, Einstein, Heisenberg, Schrödinger y otros. Pero para Dieterich, Marx y Engels no tuvieron sucesores que enriquecieran los que estos dos autores habían iniciado. Si bien Lenin, Luxemburgo o Gramsci realizaron ciertos aportes, en realidad no imprimieron nuevas fuerza teóricas al socialismo, comparables a las de los nuevos paradigmas de la física. “Tenemos, en consecuencia, una especie de socialismo experimental o aplicado, pero no el socialismo teórico ni su «matemática» y lógica pura. En consecuencia, carecemos de una teoría socialista para el siglo XXI que pueda guiar las luchas de transición hacia el triunfo de las mayorías[16]. Ahora bien, esto no significa que se deba desechar a Marx, ya que de acuerdo Dieterich, utilizando una comparación poco convincente, sería como querer desechar a Newton por los descubrimientos realizados por Einstein. Lo que Dieterich pretende es retomar el proyecto inconcluso de Marx y Engels, proyecto que denomina como “Socialismo del siglo XXI”. El sistema actual no puede continuar ya que no es capaz de responder adecuadamente a las necesidades de la sociedad. Escribe el autor:

La economía de mercado, se ha mostrado incapaz de satisfacer adecuadamente las necesidades socioeconómicas y ecológicas del planeta y sus habitantes. Lo anterior de debe principalmente a cinco limitaciones sistémicas. En primer lugar, la economía de mercado es un sistema inestable, debido a su carácter anárquico yporque carece de un mecanismo macrosocial de coordinación de sus variables estratégicas (inversión y consumo)”[17].

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En segundo lugar, tenemos que la economía de mercado es un sistema asimétrico, ya que   produce inevitablemente la concentración y centralización del capital y de la riqueza social. En tercer lugar, la lógica de la evolución de la economía global es mercantil-nacionalista. En cuarto lugar, las transnacionales son excluyentes, tanto frente a otras empresas, como frente a los ciudadanos de la sociedad global que no tienen ninguna incidencia sobre sus decisiones. Por último, la universalización de este modelo sumado al nivel de consumo del Primer Mundo hace que sea ecológicamente imposible. En resumen,  la economía de mercado imperante es incompatible con una sociedad global democrática, equitativa y sustentable. Lo que propone Dieterich es una economía democráticamente planificada. El autor llama a no desesperar ante la palabra planificación ya que en realidad no ha existido en la historia una economía no planificada. En palabras de Dieterich:

El hombre no tiene la opción entre planificación o no-planificación de su sistema material de reproducción, sino solamente entre diferentes tipos y colectivos humanos de planificación. En el socialismo realmente existente, la planificación fue tarea de algunos miles de funcionarios y especialistas del Estado y del partido en el poder; en el capitalismo global son algunos miles de grandes capitalistas transnacionales y funcionarios políticos profesionales. En ambos casos, no hay incidencia democrática real de la población sobre las decisiones que afectan el sustrato material de su vida: ni de los trabajadores directos ni de los ciudadanos en general. Los planes de inversión de la empresa, al igual que los presupuestos del Estado, están fuera de la soberanía del pueblo[18].

El autor recurre en reiteradas ocasiones a las ideas de Arno Peter (1917-2002) y su la propuesta de una economía de equivalencia fundamentada en la lógica del valor de uso y en el tiempo de trabajo socialmente necesario. Así, calculando los precios de un producto es posible establecer equivalencias para poder intercambiar unos productos por otros teniendo en cuenta el trabajo cristalizado en estos.

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En esta economía queda suprimida la distinción entre valor de uso y valor de cambio, permaneciendo solamente la primera de estas, algo que nos recuerda el ejemplo de Adam Smith sobre el ciervo y el castor al que nos referimos en este escrito. Para llevar a cabo lo anterior, Dieterich toma la matriz gráfica denominada “Rosa de Peters” para calcular el valor de bienes y servicios, de manera que Dieterich viene a reactivar una vez más el problema del cálculo económico, que ya había sido a principios del siglo XX sometida a una implacable crítica por Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek  entre otros.

De acuerdo a esta economía de equivalencia sería posible determinar el valor del producto X sabiendo el tiempo de trabajo incorporado a este. De esta manera podré cambiar X por Y de acuerdo al tiempo de trabajo socialmente necesario para producir Y. Pero no debemos olvidar que este cálculo tendrá que aplicarse no sólo al producto final, sino que a todas las materias primas incorporadas en el proceso de producción. En resumen, en esta clase de economía el valor es objetivo y se determina por la aportación laboral de cada trabajador y lo que se intercambia son valores de uso, lo que significa que se hace tabula rasa de la revolución marginalista de Menger, Jevons y Walras, para retroceder a la antigua teoría del valor trabajo defendida desde Aristóteles hasta Marx. Al cambiarse valores de uso tenemos que se termina con la idea de la subjetividad de los precios y con ello también la explotación del hombre por el hombre. El autor se pregunta reflexiona en torno a la problemática sobre la relación entre la productividad del trabajador y su retribución material. Dieterich se pregunta : ¿Cuándo una mayor productividad individual del trabajador A frente al trabajador B —con la misma cantidad de horas trabajadas— le permite a A recibir mayor gratificación que B?

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Para aclarar lo anterior, el autor cree necesario distinguir dos tipos de situaciones o variables que permiten o niegan una mayor retribución en caso de mayor productividad. Así, cuando tenemos el caso de que la mayor productividad del trabajador A es fruto del mérito personal, es decir, producto de su interés, preparación, esmero, disciplina, voluntad, etc., entonces debe recibir una gratificación adicional al valor base que obtiene por la jornada ( si ha trabajado 40 horas, señala Dieterich, entonces se le gratificaría, por ejemplo, 44 horas. Una segunda situación sería que la mayor productividad de A sea el resultado de variables que no constituyen méritos propios o personales , como por ejemplo, la edad (ser más joven) disposición de mejor tecnología de producción, pertenencia a un grupo étnico privilegiado (favoritismo étnico) o un sexo privilegiado (favoritismo sexista). En este caso, el autor afirma que no se justificaría una mayor retribución que la básica puesto que, de hacerlo, “se estaría castigando a una persona mayor por su productividad menor, aun cuando está fuera de su alcance remediar la causa de este castigo[19].

Más adelante continúa señalando Dieterich que una reflexión adicional sobre este problema debería incluir las condiciones de trabajo, esto es, dureza o mayor riesgo de peligro, de manera que un cortador de caña o un minero deberían recibir ciertas gratificaciones extras, frente a alguien que realiza un trabajo sencillo en una oficina con aire acondicionado. Añade el autor que el argumento de Peters, de que el cálculo de tales retribuciones — por encima del valor objetivo — es necesariamente subjetivo, es indudablemente correcto, puesto que no existe manera de demostrar, por ejemplo, que un ingeniero civil deba ganar dos veces más que un mecánico en lugar de 1.8 o 2.2 veces. A esto añade:

Sin embargo, sería poco realista, tratar de saltar del homo oeconomicus capitalista sin mediación hacia el hombre ético de la democracia del futuro. En la obra de los clásicos, en Marx, por ejemplo, este problema está tratado en los conceptos de trabajo simple y trabajo complejo, lo que nos parece un abordaje correcto[20].

Dieterich escribe en su blog que incluso el economista Paul Krugman estaría de acuerdo con una economía de la equivalencia.

El economista actual más influyente del mundo, el Premio Nobel Paul Krugman (2008), añora la economía de equivalencia. Desde la aparición del Movimiento Ocupar Wallstreet y su genial consigna, «Nosotros somos el 99%», el keynesiano Krugman usa el diario más importante de Occidente, el New York Times (NYT), para advertir a los estrategas del capitalismo mundial sobre un peligro mortal: la desestabilización del sistema capitalista por la creciente desigualdad de la riqueza social[21].

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Continúa señalando Dieterich:

La equivalencia económica como base fundamental de la estabilidad social en una sociedad de clase, como la estadounidense, se está destruyendo, lamenta Krugman, porque las estadísticas sobre la distribución del ingreso demuestran, que no existe una relación pertinente general entre el ingreso de un sujeto económico y su contribución económica: «mostly no relationship between someone´s income and his economic contribution». En términos generales, hay, de hecho, un abismo entre las contribuciones económicas y los ingresos de los agentes económicos, por ejemplo, el trabajador manufacturero y el banquero de hedge funds o manager de bienes raíces. Por lo tanto, la economía de mercado estadounidense es fundamentalmente injusta[22].

A continuación, Dieterich da algunos consejos al economista estadounidense:

Si Krugman quiere una gratificación justa del trabajo, tiene que usar un sistema de medición del esfuerzo laboral por valores, no por precios, porque los time inputs son datos objetivos, intersubjetivamente constatables. Es decir, tendría que convertirse en un protagonista de la economía de equivalencia del Socialismo del Siglo 21. Si lo hiciera, podría decir, que es un científico ético que nunca llamaría a una verdad «mentira». Pero, no tendría el Premio Nobel, no sería multimillonario y no escribiría en el New York Times[23].

Continuemos ahora con algunas de las ideas políticas del sociólogo alemán. Dieterich define a la democracia como una propiedad de los sistemas sociales y puede concebirse en tres dimensiones. La primera es la social, entendida como la calidad de vida material. La segunda es la formal que consiste en el conjunto de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas entidades que componen el sistema. En tercer lugar tenemos la democracia  participativa  entendida  como  la  decisión  real  de  los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías.  Es esta última a la que aspira el autor en su futuro modelo de sociedad.

Otro punto importante tiene que ver con el nuevo sujeto que emergerá dentro de este nuevo modelo o proyecto que Dieterich denomina “sujeto racional-ético-estético”. El autor nombra tres caminos para transformar la sociedad. El primer camino es por medio de la manipulación genética del ser humano que , de acuerdo a Dieterich, es el sueño del “capitalismo totalitario”. El segundo camino es intentando crear al “hombre nuevo”, que es el camino elegido por todas las religiones del mundo, seculares y metafísicas, con resultados desastrosos. “Los elegidos e iluminados, los talibanes, santos y comisarios políticos , guiados por sus respectivos credos, sólo han producido infiernos para los demás[24]. El tercer camino es el que adopta el nuevo Proyecto Histórico y que consiste en cambiar las instituciones, pero no en una perspectiva utópica, sino dentro de sus posibilidades objetivas. A pesar de tomar cierta distancia de la palabra utopía, Dieterich señala lo siguiente:

No cabe duda, que el fin del egoísmo, de la codicia y de la explotación, que le son inherentes al principio de equivalencia, conducirá a cambios tan profundos en la manera de pensar y actuar, que después de su implantación general, será posible hablar, en términos generales, de un nuevo ser humano. Porque el sujeto rescatado de la denigración de las instituciones burguesas, encontrará en la democracia real un entorno para desarrollar en plenitud sus capacidades racionales (ciencia), morales (ética) y estéticas (arte). Superada la división entre el trabajo intelectual y manual; abolido el yugo extenuante y brutalizador de la plusvalía; vencida la discriminación de colores, sexo e ingreso y franqueado el abismo entre campo y ciudad, el ser humano se realizará en las tres fuentes de nuestro ser: el trabajo, el eros y el saber[25].

El autor sintetiza y contrasta sus ideas con el sistema actual por medio del siguiente cuadro:

En otro escrito titulado “Hugo Chávez y El Socialismo del Siglo XXI”[26], Dieterich vuelve e examinar su anterior obra realizando algunas acotaciones respecto a Hugo Chávez y su proyecto político. Destaca que el proyecto político de Chávez obedece a un “socialismo de la nueva era”, a un socialismo del siglo XXI, inspirado en las ideas de Marx y Engels. Pero Chávez añade las ideas de otros personajes como Simón Bolívar y Jesús, por lo que Dieterich se hace cargo de estos dos últimos aspectos e intenta integrarlos dentro del proyecto político del Socialismo del Siglo XXI. Chávez recurre a la poca original idea de que Jesús era un socialista y Dieterich se ocupa de justificar tal opinión. Así, por ejemplo, el sociólogo cita el caso de la Ekklesía, esto es, comunidades cristianas que eran aún democráticas donde no existían restricciones de admisión. En cuanto a Jesús, Dieterich lo presenta como una suerte de luchador asistémico que abogó por la distribución más igualitaria de la riqueza y por la democratización de la economía que se encontraba en mano de una casta de mercaderes, cuyo “Wall Street”, señala Dieterich, era el Templo de Jerusalén. Se puede deducir que existiría un paralelo entre la lucha de Jesús contra la elite económica de su época, contra un “Wall Street” de la antigüedad y la actual lucha que lleva a cabo Chávez y otros personajes contra el gran capital. En su interpretación marxista, Dieterich llega a exponer ideas de la siguiente manera:

Cuando, en las bodas de Caná hubo escasez de vino, Jesús mandó llenar «seis jarrones de piedra, de los que sirven para los ritos de la purificación de los judíos, de unos cien litros de capacidad cada una» y, en «señal milagrosa», convirtió los seiscientos litros de agua en vino (Juan 2,1). En círculos no-integristas del cristianismo se han interpretado estos pasajes como metáforas cuya moraleja consiste en el deber moral de repartir equitativamente entre los ciudadanos los escasos bienes y servicios disponibles. En términos de la ciencia económica se trataría, por lo tanto, de la ética de un Estado de bienestar en la esfera de la redistribución nacional e internacional y, como tal, es, por supuesto, una actitud válida en el día de hoy. En el integrismo cristiano, en cambio, se interpreta como un milagro de producción y como tal su valor de enseñanza para la economía contemporánea es cero. En el campo de la economía actual, solo la ciencia y la tecnología correspondiente pueden hacer ese tipo de «milagros» productivos, resolviendo los problemas de desabasto mediante el conocimiento científico, la tecnología adecuada, el trabajo y las formas de propiedad indicadas[27].

Establecer paralelos con el cristianismo y el querer asociar la figura de Jesús a la de un revolucionario comunista no son nuevas. Los comunistas y socialistas por lo general creen que ahí donde existe alguien que lucha por los menos favorecidos, necesariamente debe pertenecer a su campo ideológico. Pero Jesús no ha sido el único personaje que ha sido forzosamente integrado al campo socialista, ya que lo mismo ocurrió con la figura de Bolívar, un caudillo personalista y autoritario. El hecho es que Chávez vino a rehabilitar “la larga noche de la teoría revolucionaria antiburguesa” que comenzó a gestarse con la muerte de Lenin y desapareció con Stalin. El proyecto de Chávez se presentó en su momento como una revolución antiimperialista, contra la democracia-burguesa y contra el neoliberalismo, razones que resultaron suficientes para que recibiese el apoyo un los movimientos de izquierda a nivel mundial y de figuras como Noam Chomsky o Ignacio Ramonet. En sus distintos discursos Chávez planteaba sus principales ideas para la sociedad futura. Por ejemplo en el Foro de Porto Alegre[28] (2005) escribió:

 “...no tengo la menor duda. Es necesario, decimos y dicen muchos intelectuales del mundo, trascender el capitalismo, pero agrego yo, el capitalismo no se va a trascender por dentro del mismo capitalismo, no. Al capitalismo hay que transcenderlo por la vía del socialismo, por esa vía es que hay que trascender el modelo capitalista, el verdadero socialismo. ¡La igualdad, la justicia!”

A continuación cito una serie de frases - a estas alturas cliché - de Chávez respecto al sistema capitalista donde se insiste reducir todos los males del mundo a una causa y de que este sistema económico capitalista (otros lo denominarán neoliberal) es el origen de todos los problemas como por ejemplo, la destrucción ecológica, la desigualdad, fomenta disposiciones psicológicas antisociales y divide a la sociedad en grupos irreconciliablemente antagónicos[29].

“El capitalismo es la práctica perversa que nos lleva al extremo del egoísmo, del individualismo, del odio”.

 “El capitalismo, la economía capitalista, termina destrozando el ambiente, destrozando la sociedad, destrozando el planeta. Es la economía capitalista la causa fundamental de los destrozos que hoy sobre el planeta, de los grandes desequilibrios naturales, climáticos, que ha roto el equilibrio en la Tierra”.

“El capitalismo no es un sistema político, es un sistema económico que subordina y crea su sistema político, que es la dictadura burguesa”.

 “Los capitalistas convierten todo en mercancía y le ponen un precio arbitrario que ellos dicen que depende de las leyes del mercado, que si la oferta, que si la demanda, la mano invisible del mercado, lo cual es una gran falacia, es una gran mentira”.

 

[1] Heinz Dieterich Steffan, El Socialismo del siglo XXI (documento en línea: http://www.rebelion.org/docs/121968.pdf).

[2] Ibid., 9.

[3] Ibid., 10.

[4] Ibid., 14.

[5] Ibid., 21-22.

[6] Ibid., 22.

[7] Ibid.

[8] Ibid.

[9] Ibid., 23.

[10] Ibid., 25.

[11] Ibid.

[12] Ibid., 32-33.

[13] Ibid., 34.

[14] Ibid., 35.

[15] Ibid., 38.

[16] Ibid.

[17] Ibid., 39.

[18] Ibid., 40.

[19] Ibid., 64.

[20] Ibid.

[21] Heinz Dieterich, “Paul Krugman añora la economía de equivalencia”, Informe 21, 20 de febrero de 2012.

[22] Ibid.

[23] Ibid.

[24] Heinz Dieterich Steffan, El Socialismo del siglo XXI, 49.

[25] Ibid.

[26] Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI (libro en línea: http://www.rebelion.org/docs/55395.pdf

[27] Ibid., 16.

[28] Foro Social Mundial: El Sur, norte de nuestros pueblos, Brasil 30 de enero de 2005 (documento en línea: http://www.forumsocialmundial.org.br/download/Chavez_speech_at_Porto_Alegre.pdf)

[29] Salomón Susi Sarfati, comp., Pensamientos de Hugo Chávez (Venezuela: Ediciones Correo del Orinoco, 2011)