Filosofía política en la antigua China (4): El Legalismo (por Jan Doxrud)
Pasemos a examinar el legalismo. Como ya señalé en un comienzo, China fue un territorio convulsionado producto del auge y caída de dinastíasseguido de períodos de caos. Este escenario de inestabilidad significó que fuese imposible atenerse a los principios tanto del confucianismo como de los mohístas, por lo que se hizo necesario adoptar un enfoque más pragmático que respondiera a las necesidades de la época. Tenemos que tener en consideración que el proceso de centralización comenzado con Qin Shi Huang no se realizó bajo los ideales confucianos o daoístas, sino que principalmente por medio de la violencia, de manera que tanto la ideología confuciana y como la daoísta resultaron ser estériles dentro de este nuevo escenario político. Mientras que Confucio no demostraba confianza en las leyes positivas, los legalistas hicieron de estas el punto medular del orden estatal, es decir, el Estado no sería ordenado a través de la moral, sino que por medio de leyes claras, escritas y conocidas por todos. Esto a su vez plantearía un desafío a la estratificada sociedad, ya que implicaba que la ley era igual para todos por lo que en ese aspecto se desvanecía la línea que divisoria entre la nobleza y el campesinado, entre privilegiados y no privilegiados. En palabras de Schleichert y Roetz:
“El legalismo no es una filosofía popular, pero, dentro de ciertos límites, es sin duda muy efectivo. Describe además el verdadero comportamiento de las personas – tanto del gobernante como de los gobernados – , probablemente de mejor manera que otras doctrinas «nobles», justo por lo cual es desdeñada (un destino que comparte, por ejemplo, con El príncipe de Maquiavelo). El legalismo cuenta con el pueblo solamente para las finalidades del Estado y no pregunta por sus deseos. Sin embargo, para los legalistas es un principio absoluto de la inteligencia no explotar demasiado al pueblo. La propagación de castigos draconianos a instancias de los legalistas no surgió de un sadismo perverso, sino de un cálculo racional que, sin embargo, en su simplicidad, resulta erróneo. Por otra parte, los legalistas partían de la base de que no cabe esperar la llegada de una persona, un soberano sabio, con capacidades sobrehumanas, a la hora de tomar decisiones y solucionar cuestiones políticas. Más bien se debe establecer una metodología política que esté hecha a la medida de soberanos y súbditos normales y que sea factible”[1].
Un último aspecto que se debe tener en consideración es la postura del legalismo frente a la tradición. Para los legalistas ninguna tradición es sagrada sólo por el hecho de haber perdurado por un gran período de tiempo. Esto hizo de los legalistas unos pragmáticos y adaptacionistas. Por ejemplo el legalista Shang Yang era un anti-tradicionalista por el hecho de que la realidad política y social no era inmutable a lo largo del tiempo, lo que significaba que los antiguos métodos no eran aplicables a otras épocas. El sinólogo Angus Charles Graham (1911-1991) explica que en el Shagzi o “Libro del señor Shang”, existe un debate en donde participa Shang y Gan Long, en presencia del duque Xiao de Qin (361-338 A.E.C), sobre el tema de los cambios acontecidos y la necesidad de ajustes en las normas. El duque se muestra dubitativo y temeroso ante la idea de querer alterar los “li” – ceremonias, convenciones – y los “fa” – normas, leyes –. Shang asevera que no todas las generaciones anteriores tuvieron la misma doctrina y los emperadores y reyes no se copiaban unos a otros. Por el contrario, cada gobernante establecía las normas que se ajustasen a su época e instituían nuevas convenciones que respondían a una situación determinada. En suma, de acuerdo a Shang la antigüedad no debía ser la norma y la tradición, es decir, sólo por el hecho de ser ancestrales, no debían ser aceptadas acríticamente.
Dentro de las Seis Escuelas, de acuerdo a la clasificación del historiador Sima Tan (165-110 A.E.C), el legalismo aparece bajo el rótulo de “Escuela de la Ley”, integrados por los maestros del arte realista de gobernar. En adelante nos referiremos a los integrantes de esta escuela como los legalistas. Como explica Graham, conviene hablar más de “legalistas” que de “legistas”, ya que este último término se refiere simplemente a alguien versado en la ley o que estudia y enseña la ley, mientras que el legalista es, siguiendo la definición de la Real Academia Española, aquel que antepone a toda otra consideración la aplicación literal de las leyes. Graham también aclara que el legalismo, como ciencia amoral del gobierno, no tuvo como eje central el concepto de ley, es decir, las distintas escuelas legalistas pusieron énfasis en otros aspectos distintos, pero relacionados con la ley. Mientras algunos legalistasefectivamente ponían a la ley como principio rector, estaban por otra parte aquellos quienes tenían como eje central los métodos o técnicas para controlar a la burocracia, mientras que otros se preocuparon de las bases de poder.
En cuanto a los orígenes del legalismo Graham señala que, como es común en la historia intelectual, las secuencias cronológicas son arbitrarias, es decir, son el resultado de la imposición motivada por la conveniencia. No obstante lo anterior, Graham afirma que el legalismo salió a relucir hacia el final del período clásico, aunque igualmente debió existir algo similar anterior a ese período. Para Graham los legalistas fueron los primeros filósofos políticos en China y, por lo demás, no se ocuparon de cómo “debería ser” la sociedad, sino que más bien lo que esta es. Resulta tentador relacionar a los legalistas con la figura de Maquiavelo, pero Graham, siguiendo al sinólogo Benjamin Schwartz (1916-1999), explica que Maquiavelo enseñó un arte más que una ciencia de la política. En cambio, los legalistas habrían estado más cerca de ciertos científicos sociales del siglo XIX y XX que llevaron a cabo construcciones de modelos.
Sea como fuere, a pesar de las diferencias que puedan existir entre los distintos autores legalistas, los conceptos de norma y ley son centrales en su pensamiento. Antes de entrar a examinar a estos autores conviene primero aclarar estos dos conceptos mencionados. Graham explica que “fa” (norma) se refiere a la norma o ejemplo a imitar cuando se actúa y se solía utilizar los instrumentos geométricos para ilustrar este concepto. En el ensayo del Guanzi – al que me referiré a continuación – se nos presentan siete sentidos en que puede emplearse el término “fa”, aunque el número tres es el que más nos interesa.
1-Los que tienen su raíz en el qi del Cielo y la Tierra, en la armonización de lo caliente y lo frío, en las naturalezas del agua y el suelo, en la vida del hombre, las aves, los animales, las plantas y los árboles, y que pertenecen por igual a todos los entes y nunca cambian, se llaman principios (ze).
2-El prototipo, el nombre, lo oportuno, lo parecido, lo amable, lo comparable, las características, se llaman modelos.
3-El metro y el centímetro, la tinta y la regla del carpintero, el compás y la escuadra, la balanza, las medidas del volumen y el nivelador de granos, se llaman normas (fa).
4-Infundir, levantar, desgastar, prolongar, domar, habituar, se llaman transformaciones.
5-Dar o tomar, poner en peligro o asegurar, beneficiar o lastimar, dificultar o facilitar, abrir o cerrar, matar o dar vida, se llama incentivos o fuerzas disuasorias.
6-Ser auténtico y sincero, ser generoso y magnánimo, medir y equiparar con un mismo (shu), se llaman métodos del corazón.
7-Consistencias, pesos, tamaños, densidades, distancias, cantidades, se llaman estadísticas[2].
En relación al punto 1, Graham se pregunta si acaso existía o no en el pensamiento chino el concepto de leyes de la naturaleza. Explica el sinólogo que dentro del pensamiento chino los conceptos de norma, principio o regla se aplicaban indistintamente a los ámbitos del ser y del deber, es decir, a aquellos principios que regulan los fenómenos físicos y a aquellos que los seres humanos debían seguir. En resumen, el término “ze”, “se refiere a las constantes que presentan las constantes que presentan las condiciones objetivas con las que ha de lidiar el hombre”[3]. En el punto 2, los modelos son considerados desde el punto de vista del administrador que tiene que asignar a cada persona su trabajo. En relación al punto 3, Graham se nos presentan las normas en sentido estricto.
Del punto a 4 al 6 se habla de los métodos que operan “como normas para transformar o reformar al pueblo, para conseguir mediante la recompensa y el castigo, y para entrenar al gobernante”[4]. Por último, el punto 7 hace referencia a las estadísticas que serían cada vez más indispensables debido al crecimiento de la población y a la complejización del aparato estatal. Como señala Graham, para la burocracia sólo era posible administrar aquello susceptible de ser medible y cuantificable. Aparte del realismo a la hora de evaluar la realidad social de la época, los legalistas presentaban otra crucial diferencia en relación al confucianismo de Mencio y Xunzi, que guardaba relación la autosuficiencia de las leyes. En palabras de Graham:
“La novedad esencial de la posición legalista proviene del repudio de un supuesto que Mencio y Xunzi expresan casi en las mismas palabras: « Los fa por sí solos no funcionan». Para el legalista, en cambio, las normas que están plenamente formuladas funcionan automáticamente. La única tarea del gobernante es comparar el acto de un hombre con la formulación de la norma que le atañe y responder con la recompensa o el castigo estipulados en ella, sin dejarse influenciar por el egoísmo o la benevolencia…El significado de fa, entonces, parece acotarse en torno a lo que en Occidente es la ley, aunque aun para los legalistas puede incluir, por ejemplo, los métodos para regular la burocracia”[5].
Comencemos con la exposición de los más prominentes representantes del legalismo. Para ello me serviré principalmente del trabajo del ya mencionado académico austriaco Hubert Schleichert y el sinólogo alemán Heiner Roetz. Comencemos con el Guanzi, un texto político y filosófico cuya redacción final debió haber sido fijada hacia el siglo I A.E.C. El nombre significa “El maestro Guan” haciendo referencia a Guan Zhong quien fue ministro en jefe del duque Huan de Qi. Sobre este texto escrben Schleichert y Roetz:
“El Guanzi trata, junto con cuestiones económico-políticas, monetarias y fiscales, también cuestiones sobre la agricultura y la canalización de aguas. Así mismo hay partes daoístas y de especulación natural, detallados tratados legalistas y largos y minuciosos textos (instrucciones) para meditar…También hay un severo capítulo sobre el comportamiento adecuado de los discípulos para con sus maestros”[6].
Comencemos con la teoría del origen del Estado, lo cual nos recordará a las descripciones sobre el estado de naturaleza que formularon Hobbes, Locke y Rousseau. El pensamiento político chino también tenía sus propias ficciones acerca de cómo la humanidad evolucionó hacia formas más complejas de organización hasta llegar al establecimiento del Estado. En el Guanzi se presenta un escenario primigenio en donde no existía distinción algún a entre el monarca y los vasallos, y entre la autoridad y los súbditos. Los hombres y mujeres no vivían en pareja, ya que vivían entre los animales, formando hordas que se sometían las unas a las otras en virtud de su fuerza y astucia. Esto último habría sido la causa que explica que las personas se empeñaran en establecer límites a los fuertes y crueles. Pero en este proceso jugarían un papel preponderante un grupo selecto de personas que, en virtud de su sabiduría y visión a largo plazo, introdujeron normas virtuosas para el pueblo y el pueblo las aceptó y consideró a estas personas como sus maestros.
Pero esto no fue suficiente ya que igualmente comenzaron a surgir discrepancias entre las personas, por ejemplo, sobre las funciones que cada una debía cumplir, lo que llevó a la necesidad de introducir el meetodo de castigos y recompensas mnciones que cada una debciente ya que igualmente comenzaron a surgir discrepancias entre las pétodo de castigos y recompensas para poder así orientar correctamente las acciones de las personas. Se nombraron autoridades y, por ende, se delimitó también dentro del pueblo a los súbditos. Sólo cuando el pueblo formase una unidad puede surgir el Estado. Es preciso aclarar, como lo hacen Schleichert y Roetz, que este surgimiento del Estado a partir de una situación anárquica no fue explicado en la antigua China por medio de la idea del contrato, ni tampoco como consecuencia del raciocinio general de los seres humanos. En el pensamiento político chino lo anterior sucedió a través de la idea de la autoridad de una minoría de personas con conocimiento.
Continúan explicando los autores:
“En la descripción sobre la creación del primer Estado el Guanzi incluye asimismo advertencias a quien se encuentra en la posición de poder sobre la facilidad y la rapidez con la que el gobierno puede perderse. Los castigos o recompensas excesivos pueden poner en peligro al soberano, el cual debe proceder con extremo cuidado para no perder el apoyo del pueblo. El soberano no debe usar métodos de gobierno odiados por el pueblo, debe tener cuidado con quienes perturban la paz, ganarse a los trabajadores con talento y deshacerse de los vagos e incapaces. Además, se le advierte al soberano sobre la posibilidad de traiciones que revelen secretos de Estado…”[7].
Una vez establecido el Estado, en China no había duda alguna que este era uno de tipo monárquico, es más, de acuerdo a Schleichert y Roetz, la filosofía china, desde la antigüedad hasta bien entrado el siglo XIX, partía de la evidencia de que le gobierno era monárquico. Otro asunto era el principio dinástico, el cual era cuestionado en nombre del principio de la meritocracia. Ahora bien, esta preferencia por la monarquía no iba de la mano de un ensalzamiento de la figura del líder, en este caso el monarca, ya que dentro del legalismo se concebía que un buen régimen dependía más del establecimiento de un eficiente canon de métodos políticos que permitiera tener un gobierno estable, incluso cuando el monarca fuese un mediocre. En palabras de Schleichert y Roetz: “En el legalismo el soberano no desempeña el papel del ejemplo moral, aunque sí será observado y valorado críticamente por el pueblo. Un soberano no se puede permitir ningún error, ya que rara vez tendrá oportunidad de corregirlos”[8]. Esta metodología política era el dominio por medio de las leyes, la autosuficiencia de las leyes a la que me referí anteriormente. Schleichert y Roetz citan el siguiente pasaje del capítulo 16 del Guanzi:
“Cuando (un soberano) no hace de las leyes la ley (de su propia acción), entonces no tendrá ningún éxito duradero. Cuando la ley no es la ley, sus ordenanzas no serán llevadas a cabo. Cuando sus ordenanzas no son llevadas a cabo, entonces estas no corresponden a la ley. Cuando estas corresponden a la ley, pero no son llevadas a cabo, entonces aquel que las ha formulado no ha pensado. Si aquel ha pensado y todavía sus ordenanzas no son llevadas a cabo, entonces es que las recompensas y los castigos son demasiado pequeños. Cuando ambos son grandes y, sin embargo, no se siguen las ordenanzas, entonces las recompensas y los castigos no son creíbles. Si estos son creíbles y, sin embargo, no se siguen las ordenanzas, entonces es porque (el soberano) no está delante de todo precediendo con su ejemplo. Por eso: (Solo) quien es controlado también por sus propias prohibiciones será seguido en sus ordenanzas por el pueblo)”[9].
La idea de la construcción de un Estado capaz de guiarse por los principios legalistas y que, por ende, se reina a sí mismo y prescinde del soberano, es un tema recurrente. Ahora bien, cabe clarificar que esto sólo es aplicable a los soberanos y no a los componentes de la burocracia. Tenemos, pues, que el soberano no es alguien que pueda y deba manipular el poder a su antojo ya que, si conoce bien la psicología humana, entonces comprenderá que los actos arbitrarios sólo tendrán como consecuencia el desmoronamiento de su poder. Por lo tanto las ordenanzas que emanen de la autoridad deben aplicarse en primer lugar las personas más cercanas al soberano, ya que de no ser así, esto es, si los nobles quedan exentos de todo castigo quedando limitado sólo para el resto del pueblo, entonces no se puede esperar que las ordenanzas se ejecuten efectivamente. No obstante lo anterior, no hay que pensar que el soberano debe tener como prioridad el mantener al pueblo contento, ya que el mismo Guanzi señala en otros pasajes que el soberano debe ser drástico, lo que significa que debe cuidarse de ser clemente y tolerante, pues la clemencia tiene como consecuencia el aumento de los delitos y la tolerancia hace que el pueblo le pierda el respeto.
Los legalistas recurren a una conocida analogía para describir la función del soberano, me refiero a la figura del pastor. Pero dentro del pensamiento chino esta figura difiere a la que se nos presenta en la Biblia, es decir, el pastor, el verdadero pastor en el pensamiento político chino es aquel que lleva a sus animales a pastar, pero no lo hace por amor a ellos, sino que para posteriormente poder trasquilarlos, ordeñarlos, matarlos y cocinarlos, de manera que el ganado debe traer algún provecho para el pastor, de lo contrario no existiría pastor alguno. La lógica del poder obedece a la idea de que al pueblo hay que protegerlo para poder utilizarlo. En palabras de Schleichert y Roetz, las personas crean Estados para poder conseguir una vida una vida segura y pacífica, pero que apenas el Estado resuelve esto, los que tienen el poder se independizan con el único objetivo de acrecentar y conservar su poder. Pero como ya señalé, una parte importante de este proceso es ganarse al pueblo, y para ello hay que tener en consideración sus necesidades, deseos e inclinaciones.
En el capítulo 10 del Guanzi se encuentran largas listas donde se indican las tareas del gobierno: promoción de la agricultura, construcción de caminos y vías de transporte, cuidado de plazas de mercado, vías fluviales, puentes, canales, castigos, amnistías, mantenimiento de tributos exiguos, cuidado de menores de edad, mayores, viudas, huérfanos y víctimas de catástrofes, consolidar las buenas maneras entre padres e hijos, así como entre los soberanos y los súbditos. Como explican Schleichert y Roetz, en China la idea del Estado socialista o la responsabilidad social del Estado era ampliamente conocida, aunque muchas de las prácticas mencionadas no hayan sido llevadas a cabo en la realidad. Todo lo anterior no era mera beneficencia gratuita ya que, como señalan los autores, sólo constituyen preparativos y medidas preventivas para conseguir que el pueblo sea sumiso. Los autores citan el siguiente pasaje del Guanzi:
“Pensemos en un momento a través de qué el pueblo ama la autoridad: este la ama en tanto que la utiliza […] Cuando uno realmente (comprende cómo) usar al pueblo, entonces se le puede imponer la muerte, los peligros, los esfuerzos, la pena, el hambre y la sed. Quien sabe utilizar al pueblo puede llevar todas estas cosas al extremo sin que el pueblo pueda llegar a hacer algo en contra de él”[10].
[1]Ibid., op. cit., 200.
[2] Angus Charles Graham, op. cit.,384-385.
[3] Ibid., 385
[4] Ibid., 386.
[5] Ibid.
[6] Hubert Schleichert y Heiner Roetz, op. cit., 201.
[7] Ibid., 202-203.
[8] Ibid., 208.
[9] Ibid., 204-205.
[10] Ibid., 213.