Marx, Engels, Lenin y el Estado (1) (por Jan Doxrud)
Examinaremos en este escrito la noción de Estado de acuerdo con el líder bolchevique Vladimir Ilich Ulianov (1870-1924), más conocido como Lenin. Resulta ser de interés tener presente las ideas políticas de este personaje si tenemos en consideración que algunos de nuestros jóvenes políticos se declaran abiertamente como leninistas. Por lo tanto aquí continuaré con una serie de escritos que he dedicado a las ideas del pensador ruso.
Las ideas de Lenin se encuentran significativamente influida por la “teoría del modo de producción” del Estado. Tal teoría postula que el Estado se edifica desde dentro hacia fuera y que tiene como núcleo un sistema económico determinado, de manera que el Estado debe encargarse de mantener las condiciones para que tal sistema económico se desarrolle y perpetúe en el tiempo. Para quienes apoyan esta tesis, el Estado tiene su inicio paulatino con el surgimiento de la propiedad privada, por la necesidad por parte de aquellos que poseen la propiedad de los medios de producción de proteger sus intereses. Así, el Estado vendría a ser una superestructura política o instrumento de dominación de la clase dominante. En el prefacio de su escrito “El Estado y la Revolución” (1917) Lenin señala que la cuestión del Estado adquiría en su tiempo una importancia singular, tanto en el aspecto teórico como el político práctico. Tal aseveración se debía a que Lenin consideraba que la guerra imperialista estaba acelerando y agudizando de manera extraordinaria el proceso de transformación del capitalismo monopolista en capitalismo monopolista de Estado y, junto a esto, la intensificación de la opresión de las masas trabajadoras por el Estado. Es importante aclarar que para Lenin el capitalismo monopolista de Estado era efectivamente capitalismo y no debía ser considerado, como lo hacían algunos, como un “socialismo de Estado”:
“La «proximidad» de tal capitalismo al socialismo debe constituir, para los verdaderos representantes del proletariado, un argumento a favor de la cercanía, de la facilidad, de la viabilidad y de la urgencia de la revolución socialista, pero no, en modo alguno, un argumento para mantener una actitud de tolerancia ante los que niegan esta revolución y ante los que hermosean el capitalismo, como hacen todos los reformistas”[1].
Lo anterior, señala el revolucionario ruso, hace que la situación no pueda ser sostenible para las masas de trabajadores, de manera que la indignación terminaría por gestar una revolución proletaria internacional y en esto, la cuestión del Estado era crucial para Lenin:
“De tal modo, la cuestión de la actitud de la revolución socialista del proletariado ante el Estado adquiere no sólo una importancia política práctica, sino la importancia más candente y actual como cuestión de explicar a las masas lo que deberían hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del capital”[2].
En “El Estado y la Revolución” Lenin aborda entonces el tema del Estado a la luz de los escritos de Marx y Engels, así como también el tema de la revolución proletaria y el futuro del Estado en la sociedad socialista. Comienza Lenin citando un pasaje de “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado” de Engels. En este, Engels señala que el Estado no es un poder impuesto desde afuera a la sociedad, ni es la “realidad de la idea moral”, ni“la imagen y ni la realidad de la razón” como aseveraba Hegel. Para Engels el Estado era un producto de la sociedad cuando esta llegaba a un grado de desarrollo determinado, cuando al interior de la misma sociedad surgíancontradiccionesy divisiones por antagonismos irreconciliables. La manera de aplacar estas contradicciones y antagonismos, para evitar que las clases económicas que se encontraban en pugna no se devoren unas a otras, era estableciendo un poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad, para que poder así amortiguar el choque e instaurar así un cierto orden. Lenin destaca de este pasaje de Engels una idea que es fundamental del marxismo, y es que el Estado es un producto y una manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. Lenin lanza sus invectivas contra los marxistas heterodoxos, ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, que afirman que el Estado sería un órgano de conciliación de clases. El panorama es otro, ya que de acuerdo a Marx, el Estado es un órgano de dominación y opresión de una clase sobre otra, y el orden que emerge es en realidad un orden que legaliza y afianza la opresión de clases.
Otro punto es que el Estado es un fenómeno que surgió en un período histórico determinado y que se caracteriza, entre otras cosas, por la existencia de una fuerza pública que no consiste sólo en hombres armados, sino que también por la existencia de cárceles e instituciones coercitivas de todo género que la sociedad gentilicia (del clan) no conocía, señala Engels. Por su parte, Lenin señala que tal fuerza pública consiste en destacamentos especiales de hombres armados, que tienen a su disposición cárceles y otros elementos, como ejército y policías que operan como instrumentos fundamentales de la fuerza del poder estatal. Más adelante Lenin sigue a Marx cuando se refiere al Estado como un poder centralizado propio de la sociedad burguesa y que se caracteriza por tener dos instituciones: la burocracia y un ejército permanente. Escribe Lenin:
“La burocracia y el ejercito permanente son un «parásito» adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un parásito engendrado por las contradicciones internas que desgarran a esta sociedad, pero, precisamente, un parásito que «tapona» los poros vitales”[3].
Junto al Estado, señala Engels, aparecen también todo un cuerpo de funcionarios situados por encima de la sociedad y cuya figura es destacada y santificada por las leyes. Todo este aparato burocrático que va tomando gradualmente cuerpo sólo opera bajo la lógica de privilegiar a las clases económicas dominantes y mantener sometidos a proletarios y campesinos. Incluso para Engels, así como también para Lenin, el sufragio universal es un instrumento de dominación de la burguesía, una suerte de ilusión creada por la clase dominante para hacer creer a la clase trabajadora que el sufragio universal es un medio capaz de revelar la voluntad de la mayoría de los trabajadores. Como señalé anteriormente, el Estado para Engels no ha existido eternamente, sino que ha llegado a nacer cuando se alcanza una cierta fase del desarrollo económico, ligada a la división de la sociedad en clases. Este último aspecto, la división en clases y el antagonismo entre clases, fue lo que hizo que el Estado se volviese en una necesidad. Así, de acuerdo a la lógica de Engels, y la de Lenin, las clases sociales desaparecerían de manera tan inevitable como surgieron en un tiempo determinado. Así, si la división de la sociedad en clases es también un fenómeno relativamente reciente, de manera que esto significa que tal división de la sociedad puede llegar también a su fin. En palabras de Engels:
“Con la desaparición de las clases, desaparecerá inevitablemente el Estado. La sociedad, reorganizando de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce”[4].
Para Lenin, en el momento en que el Estado se convirtiese efectivamente en representante de toda la sociedad, entonces este se volvería superfluo. En palabras de Engels:
“Cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener en la opresión; cuando que desaparezcan, junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la actual anarquía de la producción los choques y los excesos resultantes de esta lucha, no habrá ya nada que reprimir ni habrá falta, por tanto, esa fuerza especial de represión, el Estado”[5].
De acuerdo a Engels, el gobierno sobre las personas sería sustituido por la administración de las cosas y por la dirección de los procesos de producción. Luego, Engels pronuncia una polémica aseveración y es que el Estado no sería abolido, sino que se extinguiría. Digo que es una aseveración polémica debido a las interpretaciones que se hicieron de esta frase por parte de los marxistas. Lo que Lenin pretende es defender lo que él considera la interpretación correcta y es que, hablar de extinción del Estado, no significa que se debe prescindir de la revolución violenta. Lenin defiende su postura tomando algunos pasajes del mismo Engels. En uno, el autor alemán señala que al tomar el poder del Estado, el proletariado destruye con ello mismo el Estado como tal, y cuando habla de la extinción del Estado, se refiere a los restos del “Estado proletario”, es decir, después de la revolución socialista. El punto es que la teoría de la extinción no implica la renuncia a la revolución violenta, ya que esta extinción ocurre en un período posterior a la revolución proletaria violenta, a una época ulterior a la toma de posesión de los medios de producción por el Estado en nombre de toda la sociedad, tal como lo concebía Engels. En resumen, para Lenin, siguiendo las ideas de Marx y Engels, la única manera de sustituir el Estado burgués es por medio de una revolución violenta. Tal como lo expone Marx en la “Miseria de la Filosofía”, la clase trabajadora sustituiría a la antigua sociedad civil por una asociación que excluyese a las clases junto a sus antagonismos.
En El Manifiesto comunista, Marx y Engels señalan que el primer paso de la revolución obrera es la transformación del proletariado en la clase dominante y en la conquista de la democracia. Es sólo por medio de la dominación política que el proletariado puede arrebatar a la burguesía todo el capital para centralizarlo en manos del Estado. A estas alturas Lenin llega al concepto de “dictadura del proletariado”, considerada por el líder bolchevique como una de las ideas más notables e importantes del marxismo en lo concerniente al Estado. El Estado vendría a ser el proletariado organizado como clase dominante. Lenin, en contra de los marxistas heterodoxos, señala que el proletariado sólo necesita un Estado que se extinga. No obstante lo anterior, el proletariado se sirve de esta organización especial de la fuerza para reprimir esta vez a una clase específica: la burguesía. Sólo desde este punto de vista para Lenin el Estado es todavía útil al proletariado:
“Las clases explotadoras necesitan la dominación política para mantener la explotación, es decir, en interés egoísta de una minoría insignificante contra la mayoría inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación política para suprimir completamente toda explotación, es decir, en interés de la inmensa mayoría del pueblo contra una minoría insignificante compuesta por los esclavistas modernos, es decir, por los terratenientes y capitalistas”[6].
Lenin defiende, además de la revolución violenta, el protagonismo del proletariado como la única clase que debe puede llevarla a cabo. Es tarea específica del proletariado es derrocar a la burguesía, ya que es la “clase especial cuyas condiciones económicas de existencia le preparan para ese derrocamiento y le dan posibilidades y fuerzas para lograrlo”[7]. Es el proletariado la clase social que debe constituirse en clase dominante y valerse del poder estatal para reprimir los últimos vestigios de la clase explotadora.
Lenin también destaca otro concepto importante que es el de la vanguardia del proletariado, que es capaza de tomar el poder y conducir el pueblo hacia el socialismo, así como de hacerse cargo de la dirección y organización del nuevo régimen. En el capítulo III Lenin aborda la experiencia de la Comuna de París de 1871, siguiendo los escritos deMarx. Si bien el pensador alemán advirtió a los obreros de que una tentativa de derribar al gobierno motivado por la desesperación era un disparate, igualmente saludó con entusiasmo este intento, ya que estaban “asaltando el cielo”. A pesar del fracaso de esta tentativa revolucionaria, Marx vio en este episodio una experiencia histórica de grandiosa importancia, “un cierto paso delante de la revolución proletaria mundial, un paso práctico más importante que cientos de programas y raciocinios. Analizar esta experiencia, sacar de ella las enseñanzas tácticas, revisar a la luz de ella su teoría: he aquí como concebía Marx su misión”[8].
Hemos hablado del Estado, la revolución, el proletariado y la vanguardia. Ahora cabe preguntarse: ¿cómo sería la sociedad sin un Estado? ¿Qué es lo que sustituiría a la maquinaria estatal? Lenin aborda estos temas haciendo referencia a dos textos de Marx. En el Manifiesto Comunista, Marx señala claramente que se debía sustituir la máquina del Estado por la organización del proletariado como clase dominante, por medio la conquista de la democracia. En “La guerra civil de Francia”, Marx realiza un análisis más detallado de este tema a partir de la experiencia de la Comuna. ¿Cómo se organizó la Comuna que pudiese servir de ejemplo para una sociedad sin un Estado explotador? La Comuna, en primer lugar, abolió el ejército permanente para sustituirlo por el pueblo armado. En segundo lugar, la Comuna estaba formada por consejeros municipales escogidos por sufragio universal en diversos distritos de la ciudad. Estos funcionarios eran responsable y revocables en todo momento, y la mayoría de sus miembros eran obreros o representantes reconocidos de la clase obrera.
En tercer lugar, la policía fue despojada de sus atributos políticos y convertida en un instrumento de la Comuna. En cuarto lugar, quienes desempeñaban cargos públicos recibirían salarios obreros, desapareciendo así los intereses creados y los gastos de representación de altos dignatarios del Estado. En quinto lugar la Comuna debía destruir la coerción o represión espiritual, el poder de los curas. Para Lenin, esta descripción de Marx sobre la organización de la Comuna representaba la puesta en práctica de la democracia en su modo más completo y consecuente que podía imaginarse. Para Lenin, la democracia burguesa se transformó en una democracia proletaria, y el Estado se transformó en algo que ya no era un Estado propiamente dicho. A esto añade Lenin:
“Pero aquí el órgano represor es ya la mayoría de la población y no una minoría, como había sido siempre, lo mismo bajo la esclavitud y la servidumbre que bajo la esclavitud asalariada. ¡Y, desde el momento en que es la mayoría del pueblo la que reprime por sí misma a sus represores, no es ya necesaria una «fuerza especial» de represión! En este sentido, el Estado comienza a extinguirse. En vez de instituciones especiales de una minoría privilegiada (la burocracia privilegiada, los jefes del ejército permanente), esta función puede ser realizada directamente por la mayoría, y cuanto más intervenga todo el pueblo en la ejecución de las funciones propias del Poder estatal, tanto menor es la necesidad de dicho Poder”[9].
Hay una sexta característica que podemos añadir a las anteriores y consiste en la abolición del sistema parlamentario y toda forma de democracia representativa. Tal como sucedió en la experiencia de la Comuna de París, la corporación parlamentaria fue reemplazada por una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa a la vez. De acuerdo a Marx, en lugar de decidir cada cierto período de tiempo qué miembros de la clase dominante representarían y aplastarían al pueblo en el Parlamento, el sufragio universal serviría al pueblo, organizado en comunas, “para encontrar obreros, inspectores y contables con destino a su empresa, de igual modo que el sufragio individual sirve a cualquier patrono para el mismo fin”[10]. Según Lenin, la salida del parlamentarismo no reside en abolir las instituciones representativas y la elegibilidad, sino que consiste en transformar esas instituciones representativas de manera que estas ya no sean lugares de “charlatanería” y se conviertan encorporaciones de trabajo, y que la labor estatal ya no se realice entre bastidores, en las oficinas, ministerios y Estados Mayores. Continúa explicando Lenin:
“La Comuna sustituye el parlamentarismo venal y podrido de la sociedad burguesa por instituciones en las que la libertad de opinión y de discusión no degenera en engaño, pues aquí los parlamentarios tienen que trabajar ellos mismos, tienen que ejecutar ellos mismos sus leyes, tienen que comprobar ellos mismos los resultados, tienen que responder directamente antes sus electores. La instituciones representativas continúan, pero desaparece el parlamentarismo como sistema especial, como división del trabajo legislativo y ejecutivo, como situación privilegiada para los diputados”[11].
[1]V. I. Lenin, El Estado y la Revolución, Obras escogidas, tomo 2, (Moscú: Editorial Progreso, 1960)., 347.
[2] Ibid., 296.
[3] Ibid., 317.
[4] Ibid., 305.
[5] Ibid., 306.
[6] Ibid., 312.
[7] Ibid., 313.
[8] Ibid., 322.
[9] Ibid., 327.
[10] Ibid., 329.
[11] Ibid., 331.