¿Ciencia “vs” Religión? (1)
En este escrito quisiera plantear algunas cuestiones en torno al tema sobre la relación que existe (o no) entre religión y ciencia. En el presente artículo me centraré en aquel punto de vista que señala que ciencia y religión se contraponen, esto es, son incompatibles, en donde incluso la segunda puede constituir una obstáculo para el desarrollo de la primera. En otro escrito abordaré este tema desde la otra vereda, es decir, desde el punto de vista de aquellos quienes defienden que ciencia y religión se complementan.
En su Apología de Galileo, Tomasso Campanella redactó algunos de los argumentos que se esgrimían en contra del famoso científico italiano. Galileo contradecía el Salmo 92, el Salmo 103, el capítulo primero del Eclesiastés, el Capítulo 10 del Libro de Josué y el capítulo 38 de Isaías entre otros. Estos escritos apuntaban en general a que la Tierra permanecía inmóvil. Nuevamente entramos en el eterno dilema sobre las relaciones entre religiones teístas y la ciencia, entre fe y razón. Puede ser que no exista la necesidad de plantear la pregunta sobre si ciencia y religión sean o no compatibles, pero si hay que hacerlo, pareciera que ambas son incompatibles. No hay que omitir el hecho de que existan reputados científicos creyentes y gente culta, intelectualmente brillantes que creen en el Dios teísta (no deísta). El punto es que dentro de las religiones existen ciertos dogmas que simplemente son científicamente imposibles, claro que desde el punto de vista de un creyente esto responde más bien a que existen aspectos de la vida que simplemte escapan a la ciencia.
Ciencia y religión son dos ámbitos distintos, especialmente el caso de las religiones dogmáticas y fideístas, es decir, en las cuales se creen en “algo” (espíritus, almas, aura, etc) pero que carecen pruebas de su existencia. De acuerdo a lo anterior, muchos científicos afirman que en realidad la ciencia no necesita de la religión, independientemente de si los científicos pertenezcan a un credo religioso particular y estén inspirados por este. Puede que un científico estuviese motivado a estudiar los astros por sus inclinaciones religiosas, para comprender “la mente de Dios”, pero aquí hay que distinguir entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación. Puede ser que Kepler u otro científico tuviese una motivación religiosa a la hora de explorar el universo, pero a la hora de tener que demostrar la veracidad de sus descubrimientos, la religión no tiene absolutamente ninguna relevancia.
Hay que decir que ciencia y religión no siempre estuvieron escindidas, ya que en un comienzo las grandes preguntas sobre la naturaleza fueron abordadas y explicadas a través de mitos. Religión y ciencia recorrieron un largo y vasto camino juntos. Los problemas comenzaron cuando la ciencia comenzó a refutar o cuestionar las creencias y dogmas de las distintas religiones. En el momento en que la religión y los fenómenos religiosos se convirtieron en un objeto de estudio más de alguna de las ramas de la ciencia y que, como resultado, algún dogma fueses cuestionado por la ciencia, la relación entre ambas se fragmentó hasta destruirse. La historia ha sido testigo de cómo la ciencia y sus adherentes fueron condenados y, en el peor de los casos, condenados a muerte por sostener posturas contrarias a las Sagradas Escrituras de cualquier religión teísta. En cambio, la ciencia no envió a nadie a la hoguera, exilios o arrestos domiciliarios por mantener nuevas ideas o teorías, ya que una característica de la ciencia es la de no ser dogmática, por el contrario, se renueva, se somete a discusión y a exámenes constantes, de manera que la ciencia es democrática, transcultural, en donde la duda, el no estar completamente seguros es un aspecto central, claro que no hay que abusar de esto último (creo poder estar seguro de que los unicornios no existen).
En primer lugar, hay que abordar este tema con un poco más de detalle. La pregunta es: ¿Existe una relación entre ciencia y religión? ¿Qué entendemos por ambos conceptos? ¿Qué es religión y qué es ciencia? Einstein escribió que la ciencia sin religión es coja, y que la religión, sin la ciencia, es ciega. Alguien podría verse tentado a colgarse de esta frase, frase proveniente de quien fue uno de los grandes genios del siglo XX, para de esa manera cerrar el debate y establecer que entre ciencia y religión no hay conflicto (después de todo lo afirmó nada menos que Einstein = argumentum ad verecundiam). Pero si continuamos leyendo a Einstein nos damos cuenta de que lo que él entiende (al igual que Stephen Hawking) por Dios esta lejos del Dios teísta. Einstein es categórico, y afirma que la fuente principal de lo conflictos entre la esfera científica y religiosa es la idea de la existencia de un Dios personal.
Hay que tener siempre en consideración que no toda religión es teísta, pero todo teísmo sí es religioso. Podemos hablar de religiones no teístas como el buddhismo, el taoísmo, confucionismo o el sintoísmo (si es que podemos rotularlas como religiones). Por otra parte están las religiones monoteístas (que son las que tomo en consideración en esta reflexión) que creen en la existencia de un Dios creador, personal, sea este de carácter antropomorfo o concebido como un ser más abstracto, aunque igualmente antropomorfo (Dios quiere, piensa, castiga, cuida, etc). La ciencia por su parte significa “conocimiento”. En otras palabras la ciencia abarca una serie de investigaciones que comparten por ejemplo, la metodología empírica, esto es la observación y la experimentación, la recopilación y comprobación de datos y el uso de técnicas cuantitativas de evaluación y medición. La ciencia trata de cosas concretas, aquellas cosas de las cuales el mundo está compuesto, es decir, de cosas materiales o propiedades emergentes de la materia (como la mente) y cosas hechas por el ser humano (artefactos). En otras palabras, la ciencia no trata sobre hechos sobrenaturales o seres desencarnados.
La respuesta a la pregunta sobre si existe una relación entre ciencia y religión es que indudablemente ha existido una relación, una que ha sido larga y tormentosa. Tengo que recurrir brevemente a la historia en este párrafo. En un primer momento, las preguntas concernientes al origen del mundo, sobre el ser humano, el ser y el devenir, la vida y la muerte, fueron abordados a través de mitos, textos sagrados, como lo podemos apreciar en los Upanishads de la India, los mitos griegos y las Sagradas Escritura, el Corán, etc. Pero en la historia de Occidente las explicaciones mitológicas no fueron suficientes por lo que se inició un largo recorrido que implicó avances y retrocesos que llevarían al nacimiento y desarrollo de la ciencia tal como la entendemos hoy. Realicemos un breve recorrido histórico. Tenemos a los filósofos jónicos como Tales de Mileto que no recurrieron a los dioses para explicar el origen de las cosas, lo mismo que Jenófanes quien criticó la concepción infantil que se tenía de los dioses.
Empédocles hablaba de los cuatro elementos para explicar cómo se originaban las cosas y Anaxágoras habló de semillas, las cuales al mezclarse daban origen al mundo, y planteó la existencia de un Principio abstracto independiente del mundo material. Los atomistas por su parte, dieron una explicación materialista de la constitución de las cosas. Con Platón se produce un retroceso, ya que rechazaba algo esencial dentro del mundo científico que son los sentidos. En cuanto a Aristóteles, este “bajó del mundo de las Ideas” de su maestro Platón y ejerció una intensa influencia durante gran parte de la Edad Media, gracias a la transmisión de los árabes y la síntesis realizada por Santo Tomás de Aquino. Durante la (mal llamada) Edad Media, a pesar de la fundación de las grandes universidades europeas, el desarrollo del arte románico y el gótico y la existencia de grandes personalidades, hubo trabas para el desarrollo de la ciencia como lo fueron los franciscanos.
Estos fueron antiaristotélicos y sentían un cierto rechazo hacia la actividad intelectual. Pero hay que destacar que, de los dos centros del movimiento filosófico franciscano, fue el de Oxford (no el de París) el que tuvo una tendencia hacia el naturalismo, en donde se destacaron figuras como la de Roberto de Grosseteste (quien intentó encontrar un principio para todo el universo, y concibió que la luz se expandía instantáneamente) y Roger Bacon, que pretendió establecer una enciclopedia del saber, donde la fuente de ese saber sería la experiencia y que Bacon la entendió en un doble sentido: la experiencia externa (base de las ciencias naturales) y la experiencia interna, que sería la iluminación interior. Estos autores son de relevancia, especialmente Bacon ya que representa el espíritu moderno que encarnará posteriormente su homónimo Francis Bacon.
El Renacimiento, al menos el período que va de Leonardo da Vinci a Galileo, constituyó un punto de inflexión, ya que ciertos elementos del dogma de la tradición religiosa cristiana sería puesta en tela de juicio por los nuevos descubrimientos científicos. La negativa de la Iglesia a aceptar estos nuevos descubrimientos generó un estancamiento en el desarrollo de las ciencias. El centro de las artes, Italia, especialmente Roma, dejó de ser la protagonista y el centro de gravedad se desplazó hacia Inglaterra. Tenemos entonces que la fe prescribió los límites de la razón. Lutero y otros reformadores cristianos también condenó cualquier idea que contradijera algún pasaje de las escrituras. Caso emblemático fue el de Nicolás Copérnico y el heliocentrismo que contradecía a las Sagradas Escrituras, aquel pasaje donde Josué pide que el Sol se detenga. Copérnico no se atrevió a publicar su obra por temor a las represalias, el mismo temor que años más adelante sintió Descartes, el cual dejó sin publicar dos obras. Otros como Giordano Bruno (que no fue un científico propiamente tal), fueron condenado a la hoguera por la por defender ideas novedosas que cuestionaban las creencias compartidas por la mayoría, lo mismo sucedió con el teólogo y científico español, Miguel de Servet, quien fue condenado a muerte por calvinistas en Ginebra. La muerte de Servet obdedeció a causas "teológicas", por sostener ideas que iban en contra de lo establecido en las Sagradas Escrituras. En tal ambiente de intolerancia, la mera posibilidad del desarrollo del pensamiento científico era casi imposible.
Galileo, quien perfeccionó el telescopio, insistió en la veracidad de los escritos de Copérnico, lo que le valió arresto domiciliario. En Inglaterra en cambio, se respiró un aire de mayor libertad, sobresaliendo figuras como la químico Robert Boyle y el polímata Francis Bacon, pero la ciencia aún no había experimentado su despegue, aun no era popular y aceptada, ya que proponía ideas novedosas y lo novedoso no siempre es bienvenido por la mentalidad dogmática. Con Newton la situación cambia, ya que su influencia se extendió desde Rusia hasta América. Pero no hay que olvidar que Newton era un personaje con profundos intereses religioso, así lo deja en evidencia su biblioteca. El universo mecánico de Newton había sido puesto en marcha por Dios, pero un dios lejano, es decir, el Dios de los deístas. La ciencia aún seguía empapada de creencias religiosas, pero la primera se convertiría con el tiempo, en un foco más iluminador y abarcante para conocer la realidad. Newton pudo haber sido movido por sentimientos religiosos (contexto de descubrimiento), así como otros científicos hasta el día de hoy, pero sus descubrimientos no son el resultado de sus creencias religiosas ya que a la hora de corroborar sus ideas, Newton no recurrió a ningún texto sagrado.
El camino que sirvió para que la ciencia se desarrollara fue preparado o pavimentado por hombres religiosos, (salvo algunos naturalistas griegos). Gran parte de los científicos eran creyentes, adherentes al cristianismo ya sea en su vertiente católica, luterana o calvinista. ¿Es esta una razón suficiente para dar por sentado que la ciencia y religión son compatibles o que ambas se complementan, o que la segunda ayuda a la primera? Ciertamente los científicos no estarán de acuerdo en atribuir los descubrimientos de Copérnico o Newton a sus creencias religiosas, de manera que en último término, la realidad es que la ciencia no necesita de la religión, aunque un creyente puede creer que sus descubrimientos fueron un efecto de su “fervor religioso”. Hay quienes señalan que la ciencia y la religión son dos visiones del mundo, lo cual sería admisible hasta cierto punto. De acuerdo a esta visión, la ciencia se ocuparía de comprender la naturaleza del mundo “material” (en el sentido moderno del término) que nos rodea y la religión trataría del mundo que trasciende lo meramente material, del sentido de la vida, de los valores, etc. El problema de tal interpretación es que resulta ser estrecha ya que deja de lado a los millones de personas que carecen de creencia en lo sobrenatural y que, sin embargo, tienen una conducta ética intachable.
La brecha entre religión y las diversas ramas de la ciencia se hace cada vez más grande en la actualidad. En un principio estuvieron en armonía, pero los avances científicos están quitando cada vez más terreno a la religión en lo que respecta a la explicación del mundo. Pero hay personas que han decidido dar la espalda a la ciencia y abrazar las formas más dogmáticas y peligrosas de fundamentalismo religioso. Todavía en nuestros tiempos existen personas que no creen en la evolución por ejemplo, los testigos de Jehová o algún fundamentalista islámico como el Sheik Bandar al-Khaubari, que aún defiende el geocentrismo (ver artículo). En Estados Unidos e incluso en nuestro país, existe una sorprendente ignorancia sobre el tema de la evolución y sus consecuencias. En Estados Unidos, la candidata Republicana, Sarah Palin afirmaba que seres humanos y dinosaurios caminaron al mismo tiempo en la Tierra. En los Estados Unidos el "Juicio de Scopes" fue emblemático en lo que respecta a la libertad de enseñanza de las ciencias en los establecimientos educacionales. La víctima fue el profesor John Scopes, "acusado" de utilizar en clases textos basados en los escritos de Charles Darwin.
El tema de la evolución es uno polémico ya que trae consigo una serie de consecuencias que cuestionan creencias muy ancladas en distintas religiones ¿Qué consecuencias tiene la evolución en las ideas religiosas? Algún científico podrá platear las siguientes preguntas: ¿Acaso Dios quiso hacer pasar a la humanidad por una serie de estadios hasta llegar a ser lo que somos? ¿Por qué no nos creo de una vez por todas? Parte de la comunidad científica creyente ha desarrollado la idea de que Dios escogió “un elegante mecanismo” (la evolución) para crear los distintos seres vivos y también para crear creaturas especiales que tendrían inteligencia, tendrían un conocimiento del bien y del mal, y dotados delibre albedrío. Este diseñador (dependiendo de si hablamos del Dios teísta-personalista o del Dios deísta-impersonal) también ya sabría supuestamente que estas creaturas (seres humanos) desobedecerían la ley moral. Esto recuerda el Dios de Calvino que, de antemano, desde la eternidad, ya sabría cuál sería el destino de los seres humanos, pero estos últimos no sabrían cuáles eran los planes de Dios. Esta interpretación testa/deísta de la evolución tes rechazada por una parte de la comunidad científica e intelectuales ya que, además de no probar la existencia de un diseñador inteligente, no toma en cuenta las demás religiones, es decir, se cae en lo que se conoce como un etnocentrismo, eurocentrismo o cristianocentrismo. ¿Cómo interpretaría esto un hindú, un buddhista o un musulmán? Seguramente no apelarían a la figura de Jesús O Mahoma o Dios o Alá, sino que a los símbolos y dioses propios de su cultura.
La dos complejas preguntas que separa a los científicos, antropólogos y otros expertos es:
1-¿Puso Dios en marcha la evolución como mecanismo?
o...
2-¿Es Dios y la religión un producto de la evolución por medio de la selección natural?
Interesante es también el tema del alma, central en muchas religiones (piénsese en el "atman" en el hinduismo) y que abre un abismo entre la ciencia y la religión. Hoy los científicos entienden el funcionamiento de nuestros cerebros en términos de interacciones químicas y la mente es considerada como una propiedad emergente del cerebro (materialismo emergentista). En otras palabras nada existe sin su órgano respectivo y esto, y aquí viene otra gran polémica, valdría también para el alma que, según científicos y filósofos de la mente, en realidad estaría “hecha de neuronas” (Daniel Dennett).
Se cuestiona también la noción de un Yo unificado debido a esta dependencia de la mente con respecto al cerebro, ya que en éste último existen numerosos componentes separados que son susceptibles de ser intervenidos y que, como consecuencia, afectarían ciertos aspectos de nuestra personalidad, de manera que el Yo se podría ver afectado producto de esta clase de intervenciones. Podemos preguntarnos: ¿Qué “Yo” es el que va a otro mundo? ¿Qué “Yo” va a un paraíso o infierno? Además si somos fruto de millones de años de evolución, si tenemos un antepasado en común con los demás primates, ¿en qué momento el alma fue introducida en el ser humano? ¿En qué etapa? ¿Australopitecus, Homo Habilis, Homo Erectus? ¿En qué momento nos convertimos en esas creaturas únicas separada de los demás seres vivos por estar dotado de un alma?
Otra razón que se esgrime para defender la idea de la incompatibilidad entre ciencia y religión es que la religión establece obstáculos en algo que es fundamental dentro de las ciencias: la libertad de investigar. Si se examina el Index Librorum Prohibitorum que prohibía la lectura de ciertos libros bajo pena de excomunión, nos encontramos con títulos de suma relevancia que fueron condenados: René Descartes, David Hume, Nicolás Colérico, Thomas Hobbes, Edward Gibbon, Johannes Kepler, entre otros. Tenemos que se prohibían no solamente escritos científicos sino que también teóricos políticos, historiadores y filósofos morales. Algunos dirán que no hay que condenar el pasado con los ojos del presente. Entonces hay que avanzar unos años. Tenemos la Encíclica Mirari vos (1832) que reflejaba el espíritu moderno de la Iglesia de aquella época, donde se condena la libertad de consciencia, así como la de publicación y se condena también el pluralismo religioso.
Avancemos hacia el año 1864, donde la Encíclica Quanta Cura condena la libertad de culto y condena los ideales de la Revolución Francesa (esto último es más complejo ya que sin duda hubo excesos de violencia durante la revolución). ¿Qué se quiere decir con esto? Que estos escritos representan el espíritu de la religiones en su versión dogmática y fundamentalistas, que puede ser muy perjudicial para los avances científicos. Por ejemplo, un caso aún más extremo es el del autoproclamado "Estado Islámico". Algunos podrán decir que aquello "no es el verdadero Islam", lo cual es completamente aceptable, pero el hecho es que aquellas personas justifican cada una de sus acciones en pasajes del Corán, al menos así lo hacen y lo demuestran en numerosos videos. Es de esa clase de religiones de las que debemos resguardarnos, así como de religiones seculares como fue el caso del nacionalsocialismo y el comunismo. Algunas religiones han dado importantes pasos en este aspecto, pero otras han optado por cerrarse al mundo, encerrarse en sus creencias e interpretar sus escrituras de manera literal y a rechazar de manera violenta cualquier idea que cuestione sus creencias medulares.
La armoniosa relación entre religión y ciencia acaba ahí donde esta última cuestiona los dogmas estáticos de la primera. La ciencia, a diferencia de las religiones dogmáticas y las pseudociencias, va cambiando con el tiempo debido a nuevas investigaciones. En el caso los fundamentalismos religiosos, pseudociencias y religiones políticas, estas no cambian, se mantienen estáticas hasta por cientos de años. Por ejemplo, una pseudociencia como la astrología ha sufrido ningún cambio significativo en cientos de años (no así la astronomía) y si cambian es debido a presiones externas, revoluciones y por la investigación científica que hace imposible que estas continuen sosteniendo ideas infundadas.
Otro ejemplo de tensiones entre ciencia y religión es la molestia de estas últimas frente al análisis histórico-crítico de los textos sagrados. Aquí se produce una suerte de enfrentamiento entre expertos en sagradas escrituras y sobre la metodología o el enfoque conque se debe abordar los diversos textos sagrados. Habría dos interpretaciones de estos, una desde la fe y otra desde el punto de vista histórico. El Papa Benedicto XVI en su segundo tomo sobre la vida de Jesús hace referencia a que la hermenéutica histórica (sobre las Sagradas Escrituras) debe ser consciente de sus “propios límites”, por lo que debe unirse a la hermenéutica de la fe, para así formar una “unidad metodológica”. De esta manera, al abordar este tipo de textos ya de entrada hay hechos que no pueden ser sometidos a la crítica por parte de los historiadores y expertos en Sagradas Escrituras, es decir, hay un ámbito que escapa a la comprensión racional del ser humano.
La mayor parte de las religiones institucionalizadas tienen, como ya se señaló, creencias que son por definición irrefutables y que forman parte de su núcleo, son los pilares fundamentales de estas y es por ello que no pueden ser puestos bajo el enfoque científico o un análisis histórico-crítico, ya que tales pilares pueden sufrir un duro golpe. Un ejemplo de esto es la creencia en la reencarnación en el hinduismo o el buddhismo, o la existencia del alma o cualquier otra entidad que sobrevive a la muerte. En nuestros días estas afirmaciones están siendo fuertemente cuestionadas por los avances en las neurociencias. La religión se ha vuelto un objeto de estudio por una parte de la comunidad científica, por ejemplo, desde el punto de vista de la psicología evolucionaria y los estudios de resonancia magnética y escaneos del cerebro en monjes buddhistas y cristianos en estado de meditación. La misma subjetividad, las experiencias más íntimas están siendo objeto de estudio de algunas ramas de la ciencia.
De acuerdo a ciertos intelectuales y científicos, la ciencia comenzó a escindirse de la religión cuando comenzó a cuestionar los dogmas centrales de esta. Tenemos entonces una posición que defiende la idea que que ciencia y religión son incompatibles en el sentido de que la ciencia no necesita de las creencias religiosas para sus estudios, pero sucede que los descubrimientos científicos sin duda alguna han modificado el mundo en que las religiones funcionan. Al parecer el denominado “God of the Gaps” va tomando mayor fuerza. Lo que antes era un misterio, hoy tiene una explicación científica. Lo que antes se atribuía a un castigo de los dioses, hoy se sabe que es una enfermedad. Lo que antes pudo haber sido una posesión demoníaca, hoy se sabe que es epilepsia. Pero cuando existe en la actualidad un fenómeno que no tiene explicación, emergen entonces las explicaciones de tipo sobrenatural, esto es el “God of the Gaps” o el “Dios (es) de los vacíos”.
Einstein escribió que los profesores de religión, en su lucha por el beneficio de la ética, deberían ser capaces de renunciar a la doctrina de un Dios personal, pero, ¿cuántas personas estaría dispuestas a abandonar su creencia en Dios? Einstein solicitó un precio muy alto para hacer compatibles ciencia y religión.
Anexo: Algunos científicos creyentes (cristianos)
No se puede negar que existen científicos profundamente religiosos y que dedican importantes esfuerzos en hacer coincidir sus descubrimientos con su fe religiosa, como el genetista cristiano norteamericano y quien fue director del Proyecto Genoma Humano, Francis Collins o el destacado matemático John C. Lennox, quienes han defendido la compatibilidad entre ciencia y religión. También existen científicos católicos de primer nivel como Kenneth Miller (biólogo) y aquellos pertenecientes a la Compañía se Jesús:
-George Lemaitre (1894-1966) en astronomía.
-Antonio Romaña Pujó, matemático y astrónomo.
- Manuel María Carreira, astrofísico.
-George Coyne, astrónomo.
-Michael Heller, físico y astrónomo.
- Julio Cicero McKinney (1921-2012), biólogo.
También destaca Stanley László Jáki (1924-2009), físico y perteneciente a la Orden Benedictina.