Jean-François Revel y la batalla contra el espíritu totalitario
Jean-François Revel (1924-2006) fue un verdadero guerrillero intelectual que, al igual que Raymond Aron, nadó siempre a contracorriente en su natal Francia. Revel fue un intelectual público, activo, apasionado y combativo. Realizó sus estudios preparatorios en lycée du Parc (Lyon) para luego pasar a formar parte de la Escuela Normal Superior. Participó en la resistencia durante la Segunda Guerra mundial (1939-1945), para luego proseguir la enseñanza en Argelia, México y en Francia. Revel era ateo, liberal y antitotalitario, en otras palabras, anticomunista, y fue en es frente donde libró numerosas batallas en una Francia donde la intelectualidad se vio hechizada por el embrujo comunista. El libro titulado “La gran mascarada” es una obra de lectura obligatoria para cualquier persona que se declare liberal y anticolectivista.
El libro de Revel trata sobre la supervivencia de la utopía socialista, es decir, sobre la supervivencia del hechizo que comenzó con la revolución bolchevique en 1917. Pero este libro no fue publicado durante la Guerra Fría, sino que salió a la luz el año 2000, por lo que cabe preguntarse, ¿para qué seguir discutiendo sobre el socialismo y el comunismo? ¿Acaso las matanzas y la permanente represión de los regímenes comunistas no fueron suficientes para desacreditar aquella nefasta ideología totalitaria y colectivista? Bueno, la respuesta es negativa y es este el fenómeno del que Revel se hace cargo en su libro.
Revel afirma de entrada en el Capitulo I que la última década del siglo ha sido testigo de una poderosa contraofensiva desplegada por políticos e intelectuales de la vieja izquierda para hacer tábula rasa del pasado, es decir, no sólo hacer caso omiso a las atrocidades cometidas por todos los socialismo reales existentes en diferentes continentes, sino que además extaer conclusiones erróneas acerca del desplome de bloque socialista. Revel se pregunta:
“¿Qué motivos han incitado a esos políticos y a esos intelectuales a creer que podían sacar de la historia que habíamos vivido unas lecciones en tan manifiesta contradicción con lo que ella enseñaba y con lo que había sido? ¿A qué argumentos han recurrido para sustentar su justificación de los extravíos y de los crímenes constitutivos del totalitarismo o, al menos, de las intenciones que los habían engendrado? ¿Qué necesidades intentan satisfacer esos peregrinos argumentos?”
Más adelante se plantea otras preguntas:
“En resumen, ¿ha tenido éxito la gran mascarada del fin de siglo? ¿Puede tenerlo? ¿O sólo ha sido el último espasmo de una aberración criminal que únicamente las generaciones que no han tomado parte en ella se sentirán libres de rechazar en su totalidad, sin dolor ni doblez?”
Para ser más claros, este libro aborda la siguiente cuestión: ¿Por qué razón el comunismo no compartió el mismo destino que el nacionalsocialismo? Con esto quiero decir que en nuestros días el nazismo es públicamente condenado (con justa razón) pero no sucede lo mismo con una doctrina que ha resultado ser más criminal que el mismo nazismo. No es aquí el lugar para desarrollar el tema de las “odiosas comparaciones entre totalitarismos”[1], pero más allá de las diferencias entre estos totalitarismos, el hecho es que tenemos dos ideologías criminales: el nazismo, con Hitler y la esvástica que han pasado a ser la encarnación misma de la maldad humana, y por otro lado tenemos que la hoz, el martillo, Lenin y el Che Guevara aun parecen representar para muchos los grandes mesías redentores de la humanidad oprimida. Revel llama al nacionalsocialismo “totalitarismo directo”, esto es, que anuncia de antemano claramente lo que pretende realizar, mientras que el comunismo es un totalitarismo mediatizado por la utopía, “que anuncia lo contrario de lo que va a hacer”. Para Revel el nazismo y el comunismo son primos hermanos intelectuales y no hay que dudar ni por un momento en poner a estas ideologías en un mismo nivel de criminalidad, aunque sea algo que al comunista ortodoxo promedio le pueda parecer una ofensa descabellada.
Revel ataca esta mentalidad totalitaria que ahora ha utilizado la estrategia de renegar de aquellos regímenes que alguna vez defendieron. Resulta que ahora, curiosamente, esos regímenes “no eran en realidad comunistas”, incluso podríamos escuchar que representaban todo lo contrario de la ideología comunista. Así, Revel señala que los antiguos totalitarios se vieron en realidad liberados con la caída del telón de acero ya que no tuvieron que seguir cargando con el peso de defender regímenes criminales y, con el fin de la Guerra Fría, los fieles creyentes pudieron descansar aliviadamente escudándose nuevamente en el comunismo, pero con una importante diferencia, ya que ahora se trataba del comunismo en su estado de utopía. Al respecto escribe Revel:
“Pero una vez que el sistema soviético desapareció, el espejismo del comunismo reformable se desvanecía con el objeto a reformar y con él la penosa servidumbre de tener que defender la causa en términos de logros o fracasos comprobables. Liberados de la inoportuna realidad…los fieles volvieron a encontrarse con su intransigencia. Se sintieron por fin libres para volver a sacralizar sin reservas un socialismo que había vuelto: la utopia”.
Como bien continúa explicando Revel, la utopía por definición es inmune a la críitica, de manera que los antiguos comunistas pudieron volver a reactivar su discurso, al menos aquellos que no emigraron hacia otras causas sustitutas, en busca de nuevos grupos oprimidos. La conclusión de todo esto es que el comunismo nunca descendió en la tierra, lo cual es cierto ya que un régimen comunista “puro” como el que intentó implantar Lenin, el “Comunismo de guerra”, estaba destinado a derrumbarse rápidamente, de manera que los socialismos reales fueron una consecuencia directa de la imposibilidad de llevar a la práctica un sistema comunista en estado puro, algo que el economista austriaco Ludwig von Mises ya había advertido en la década de 1920, así como posteriormente lo hizo el también austriaco Friedrich Hayek. Por lo tanto tenemos que este argumento que podemos considerar “clásico” de los comunistas: no ha existido el comunismo, nadie ha visto aún el comunismo y los socialismo reales fueron “desviaciones” o “distorsiones” del verdadero comunismo. Los comunistas han encontrado una posición cómoda criticando el mundo real, el sistema económico y político real, en nombre de un comunismo ideal que sólo existe en sus cerebros y en las obras de Tomás Moro y Tomasso Campanella.
Revel toca varios temas en su libro como la ya mencionada comparación entre el socialismo y el nacionalsocialismo alemán. Debo añadir que ya no es necesario realizar esta comparación ya que el comunismo ha acumulado méritos propios para presentarse como un régimen criminal con derecho propio y credenciales suficientes, de manera que no necesita envidiar en nada a otras ideologías criminales. Relacionado con esto es el relato que hace Revel a propósito de esa bomba que estalló en Francia en 1997 denominado “El Libro Negro del Comunismo” donde el historiador francés (ex-maoísta) Stéphane Courtois junto a otros historiadores terminaron por demostrar con cifras que los socialismos reales en sus distintas versiones, rusa, china, cubana, camboyana, vietnamita, etíope, no fueron desviaciones de un supuesto comunismo ideal y sacrosanto, sino que los autores dejaron claro que el comunismo es intrínsecamente criminal, es decir, la violencia, represión y asesinatos van de la mano con cualquier intento de implantación de un régimen comunista. El gran historiador francés François Furet había abordado el tema de la “idea del comunismo” en su “Pasado de una ilusión: ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX (1995). Furet, quien no alcanzó a redactar el prólogo del “Libro Negro” debido a su repentina muerte, no sufrió los encarnizados ataques de los que fueron víctima Courtois y los demás historiadores. ¿Cuál fue la razón de esto? Revel responde:
“Creo que una explicación plausible es que el ser humano puede reconocer a veces que ha sucumbido a la seducción de una «ilusión« pero jamás que ha sido cómplice de un crimen. Furet trataba el comunismo como un error intelectual…Y Courtois y su equipo hacen el cómputo macabro de los cerca de 80 millones de muertos…directamente imputables a la lógica misma del sistema comunista”.
El libro de Revel es de aquellos que siempre serán actuales ya que la seducción totalitaria y colectivista siempre está latente en millones de personas, basta ver las nuevas formas que ha tomado el colectivismo actual, que hasta puede ser deseado y aprobado por la misma población, por las “mayorías”. Hoy todavía somos testigos de personas orgullosas de ser comunistas, de una ideología criminal que nació muerta, se erigió por medio de la represión y los asesinatos en masas. El comunismo no fracasó con la construcción del muro en Berlín, sino que fracasó cuando Lenin se percató, tras el fracaso del “Comunismo de Guerra”, que la construcción de un sistema socialista, esto es, una sociedad donde el mercado, la propiedad, el dinero y el sistema de precios serían abolidos, conduciría a un colapso inmediato de todo el sistema que él y sus camaradas se habían encargado de construir por medio de la “violencia revolucionaria”. La verdad es que el comunismo siempre llega por medio de la violencia y se mantiene por medio de esta, es por ello que Revel afirma correctamente que el comunismo no puede ser humanizado ni optimizado. El comunismo o se conserva o se hunde. La única manera de mejorar el comunismo es deshaciéndose de este.
Curiosidades
Jean-François Revel es padre del quien fue un prometedor biólogo molecular del Instituto Pasteur, pero que decidió convertirse en monje budista y estrecho colaborador del Dalai Lama, me refiero a otro gran pensador: Matthieu Ricard. La editorial Urano publicó un excelente libro titulado “El monje y el filósofo”, donde padre e hijo dialogan sobre diversos temas: religión, ciencia, política y filosofía entre otros.
[1] Este es un tema que he abordado con mayor detención en mi libro “Estudios sobre Marx(ismo), socialismo y sus críticos”.