José Carlos Mariátegui, marxismo e indigenismo: una breve introducción
José Carlos Mariategui (1894-1930) fue un intelectual marxista peruano que resulta fundamental comprender si quiere entender el actual “Socialismo del Siglo XXI” y el indigenismo de izquierda latinoamericano. Para el ahora “ecosocialista” Michael Löwy”, Mariátegui, fundador del comunismo peruano, “es probablemente el pensador marxista más importante que América Latina haya producido hasta ahora”[1]. Su nombre verdadero era José del Carmen Eliseo. Fue hijo de Francisco Javier Mariátegui Requejo, descendiente de un prócer criollo de la independencia y de María Amalia La Chira Ballejos, católica devota descendientes de curacas. Su padre abandonó el hogar y, al parecer, Mariátegui no habría tenido contacto alguno con él. Como explica Enrique Krauze, Mariátegui fue un hombre culto y voraz lector y trabajó en revistas y periódico. En 1919 puso sus pies en tierras Francia e Italia, donde entra en contacto con el ambiente intelectual de la época: Croce, Gentile, Gramsci y el fascismo. Krauze destaca la influencia de Croce en la concepción marxista de nuestro autor:
“El filósofo idealista italiano había tenido solamente un acercamiento con el marxismo como tal, pero se oponía decididamente a todo lo que significara leyes rígidas e inmutables. Y Mariátegui concordaba con esta visión. Se convirtió, pues, en un marxista romántico siempre pendiente de que la realidad no se redujera a conformarse bajo esquemas, descreyendo en el supuesto destino ineluctable de la historia. Su marxismo queda teñido de espiritualidad, pero no de ensueños, sino de una noción básica del hegelianismo, según la cual la historia y la transformación del mundo son, de suyo, un proceso de la voluntad del espíritu”[2].
Este es un punto importante ya que hace de Mariátegui, a la vista del comunismo ortodoxo, era un marxista heterodoxo que rechazó toda forma de reduccionismo. Krauze señala que Mariátegui siempre fue un individualista y un intolerante ante la intolerancia. Tan es así que, como explica Krauze, la Komintern, mucho antes del colapso del comunismo, prescindió de las dos vertientes del socialismo peruano: el de Mariátegui y Haya de la Torre. De vuelta en Perú, Mariátegui fundo la editorial Minerva y en 1926 fundó la revista “Amauta” (en quechua: sabio o maestro)
Pensamiento
Para Mariátegui, se hacía necesario que en América Latina se restituyera el sentido estricto y cabal del concepto de “Revolución”. Para él no existe otra revolución más que la socialista, por lo que palabras tales como “antiimperialista”, “agrarista” o “nacionalista revolucionaria”, son meros adjetivos del “Socialismo”, que los supone, antecede y abarca a todos. Mariátegui rechaza el antiimperialismo como programa de emancipación por la sencilla razón de que tal programa carece de sentido dentro del contexto latinoamericano debido a que las clases dominantes han terminado por pactar con el “imperialismo yanqui”. A esto añade el intelectual peruano:
“El antiimperialismo, , para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí sólo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El antiimperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obraras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalista (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad), no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses”[3].
El nacionalismo tampoco constituye una fuerza poderosa dentro de la mayor parte de las naciones latinoamericanas (Indo-América en palabras de Mariátegui), es decir, el factor nacionalista no es decisivo ni fundamental en la lucha antiimperialista, ya que el aristócrata y el burgués desprecian tanto lo nacional como lo popular. Al respecto escribe Mariátegui:
“El yanqui desposa sin inconveniente de raza ni de religión a la señorita criolla, y ésta no siente escrúpulo de nacionalidad ni de cultura en preferir el matrimonio con un individuo con la raza invasora. Tampoco tiene este escrúpulo la muchacha de la clase media. La ‘huachafita’ que puede atrapar un yanqui empleado de Grace o de la Foundation lo hace con la satisfacción de quien siente elevarse su condición social”[4].
Ahora bien, este “antiyanquismo” o “antinorteamericanismo” de Mariátegui no apuntaba al pueblo, al individuo norteamericano o a lo mejor de la cultura norteamericana, como Thoreau quien, era para el intelectual peruano, el “depositario del espíritu de la humanidad. Los ataques iban dirigidos contra el “imperialismo norteamericano” encarnado en el presidente F. D. Roosevel, el “depositario del espíritu del Imperio”.
Regresando a lo anterior, tenemos entonces que la única revolución emancipatoria es la “Socialista”. Mariátegui reconoce el origen europeo de tal ideología, pero añade también que no es específica del continente europeo. Ahora bien, Indo-América debe, dentro del contexto del orden mundial, su propia individualidad y estilo, y no ser calco y copia de otras experiencias ajenas al contexto latinoamericano. Así, tenemos que el socialismo se inserta dentro de la tradición americana y, de acuerdo a Mariátegui, la más avanzada organización comunista que ha registrado la historia fue la experiencia incaica. El socialismo de Mariátegui debe estar conectado con la realidad y no debe ser meramente un concepto que esté en boca solamente de los intelectuales encerrados herméticamente en sus torres de marfil.
De acuerdo con Mariátegui, Marx extrajo su método de la “entraña misma de la historia”, de manera que el marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sin descuidar ninguna de sus modalidades. Esto queda expresado en su célebre frase que es constantemente citada por los ideólogos del “Socialismo del Siglo XXI”: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva”[5].
La figura del indígena juega un rol fundamental dentro del pensamiento de Mariátegui, principalmente la tradición colectivista dentro de la cultura inca. Igualmente, el autor que la condición del paso hacia el socialismo depende de la hegemonía política del proletariado. Mariátegui denuncia el estado en el que se encuentran las razas indígenas se en América Latina, estado caracterizado por “un estado clamoroso de atraso y de ignorancia”, por causa de la servidumbre que pesa sobre estas.
Para el autor, el “problema indígena” consiste en la explotación feudal de los nativos en la gran propiedad agraria. En palabras del autor:
“El problema indígena se identifica con el problema de la tierra. La ignorancia, el atraso y la miseria de los indígenas no son, repetimos, sino la consecuencia de su servidumbre. El latifundio feudal mantiene la explotación y la dominación absolutas de las masas indígenas por la clase propietaria. La lucha de los indios contra los ‘gamonales’ ha estribado invariablemente en la defensa de sus tierras contra la absorción y el despojo. Existe, por tanto, una instintiva y profunda reivindicación indígena: la reivindicación de la tierra. Dar un carácter organizado, sistemático, definido, a esta reivindicación es la tarea que tenemos el deber de realizar activamente”[6].
Pero el indígena necesita de una “progresiva educación ideológica” y, para ello, la vanguardia obrera dispone elementos militantes de raza india que tienen como misión educar ideológicamente a sus “hermanos de raza y clase”. De acuerdo a Krauze, este aspecto, es decir, la cultura y la educación como instrumento de la revolución, Mariátegui se habría visto más influenciado por George Sorel que por Antonio Gramsci. De Sorel habría asimilado la necesidad de crear un nuevo lenguaje y de reconocer el valor del mito en la formación de los grandes movimientos populares. Para Mariátegui, sólo el movimiento revolucionario clasista de las masas indígenas explotadas es capaz de emancipar la situación denigrante de servilismo y despojo del indígena, y alcanzar su autodeterminación política. Este “problema indígena”, enfatiza nuestro autor, pasa por también por resolver el “problema de la tierra”. En palabras de Mariátegui: “Existe…una instintiva y profunda reivindicación indígena: la reivindicación de la tierra. Dar un carácter organizado, sistemático, definido, a esta reivindicación, es la tarea en que la propaganda política y el movimiento sindical tiene el deber de cooperar activamente”[7].
Finalicemos con algunas de sus ideas sobre el rol del partido socialista, tal como fue esquematizado por Mariátegui, a pedido del Comité Organizador del partido (1928). Mariátegui postula el carácter internacional del movimiento revolucionario del proletariado y el Partido Socialista debía adaptar su praxis a las circunstancias concretas del país, pero siempre obedeciendo a una amplia visión de clase y no olvidando que las circunstancias nacionales se encontraban subordinadas al ritmo de la historia mundial. En el cuarto punto afirma, siguiendo a Lenin y Bujarin, que el capitalismo se encuentra en su fase imperialista, caracterizado por los monopolios, el capital financiero, las guerras imperialistas, por el acaparamiento de los mercados y de las fuentes de materias primas. Teniendo en consideración tal escenario, Mariátegui afirma que la praxis socialista-marxista es la del marxismo-leninismo, vale decir, que este último constituye el método revolucionario dentro de la fase imperialista del capitalismo, y le corresponde al Partido socialista del Perú, como vanguardia del proletariado” (influencia leninista), asumir la tarea de orientar y dirigir la lucha por la realización de sus ideales de clase.
A los 35 años Mariátegui fue internado de urgencia en la clínica Villarán producto de un tumor maligno y falleció en 1930, dejando un fecundo legado que consistió en adaptar el pensamiento marxista-leninista con las particularidades del escenario latinoamericano, especialmente sus raíces indígenas.
[1] Michael Löwy, El marxismo en América Latina. Antología desde 1909 hasta nuestros días (Chile: LOM, 2007), 108.
[2] Enrique Krauze, Redentores: ideas y poder en América Latina (España: Debate, 2011), 115.
[3] Ibid., 123.
[4] Ibid., 122.
[5] José Carlos Mariátegui:, Aniversario y balance, 1928 (documento en línea: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/mariategui_jc/s/Tomo13.pdf), 249
[6] José Carlos Mariátegui, El problema de las razas en América Latina (documento en línea: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/mariategui_jc/s/Tomo13.pdf), 42.
[7] Michael Löwy, op. cit., 116.