2/5-Arthur Schopenhauer (por Jan Doxrud)
El mundo como como voluntad y representación
Schopenhauer comienza a desarrollar lo que será su gran obra: El mundo como voluntad y representación, cuya primera edición apareció en diciembre de 1818. En 1819 Schopenhauer se encontraba en Berlín, donde ejerció el cargo de profesor. Decidió tomar esta decisión quizá para desafiar a su enemigo Hegel, quien ocupó la cátedra vacante dejada por Fichte (1818). Schopenhauer comenzó a dictar clases como profesor pagado (1820) no por el gobierno, sino que por estudiantes. La falta de estudiantes en su aula, en comparación con la marea de estudiantes que repletaban el aula donde impartía clases Hegel, hizo que su carrera de docencia se extendiese por sólo seis meses.
Schopenhauer escapó de Berlín por la cólera (1831) que terminó por acabar con la vida de Hegel. Así, el pensador nunca pudo tener la posibilidad de derrotar y humillar la filosofía hegeliana. En cuanto a su obra mencionada, El mundo como voluntad y representación, Schopenhauer se mostró optimista de su unicidad en relación a otros sistemas filosóficos:
“…constituye un nuevo sistema filosófico, que resulta novedoso en el más pleno sentido del término, al no ser la exposición de algo que ya existiera, sino una nueva trabazón de pensamientos que resultan sumamente coherentes y que hasta el momento no habían aflorado en la cabeza de nadie. Albergo la firme convicción de que dicho libro, en donde he acometido la difícil empresa de hacer comprensible a los demás tales ideas, llegará a ser la fuente y el pretexto de otros cien libros. Esta disertación –prosigue- se distancia tanto de la pomposa, huera y absurda palabrería de la nueva escuela filosófica como de la tosca y plana charlatanería del período anterior a Kant.; mi exposición resulta sumamente clara y comprensible a la par que vigorosa y, si se me permite decirlo, no carente de belleza”[2].
Podemos notar que la modestia no era una de las cualidades de nuestro filósofo, es más, dedica algunas páginas de su obra a criticar esta actitud. Resulto que la obra no tuvo la recepción que él esperaba, siendo un rotundo fracaso comercial En 1821 redacta un prólogo dirigido a
“…los lectores de tiempos venideros, únicos en los que he pensado al componer mi obra: pues, ¿de dónde hubiera tomado el aliento y la tenacidad para ello, si hubiese pensado en mis coetáneos? Manifestar lo que sigue a ese lector de un remoto porvenir constituye un placer del que no quiero privar a mi orgullo. Mi época me ha procurado un inmenso dolor al guardar silencio acerca de mis escritos durante los diez primeros años transcurridos desde su publicación”[3].
Schopenhauer creía que en diez años comenzaría a apreciarse su obra, pero añadirá posteriormente dos años más a su proyección. Como señalé anteriormente, Schopenhauer era un seguidor de Kant, lo admiraba y reconocía el positivo cambio que introdujo el filósofo prusiano en la filosofía de ese entonces. Su obra principal, “El mundo como voluntad y representación”, es una adaptación de la obra de Kant, pero se diferencia en cuanto a que coloca énfasis en otros aspectos y agrega elementos nuevos.
Así, donde Fichte y Hegel se deshacen de la cosa en sí, Schopenhauer mantiene el mundo nouménico, identificándolo con la “Voluntad”. Además Schopenhauer incluye en su filosofía ideas filosófico-religiosas de Oriente, el Hinduismo y el Buddhismo, lo que da esta obra un carácter bastante peculiar. Nuestro pensador divide el mundo en dos: en primer lugar, el mundo como representación, que es el mundo fenoménico que, para Schopenhauer, es un mundo ilusorio, el mundo según mí y no en sí ( es decir, el mundo nouménico). En segundo lugar está el mundo como voluntad, que es el mundo real.
El concepto de Voluntad es central en el pensamiento de Schopenhauer. Su filosofía, dice él mismo, es como la Tebas de cien puertas donde se puede acceder desde cualquiera de los lados y, a través de estos, poder tomar un camino para dirigirse hacia el centro, siendo la puerta – la Voluntad – , lo más cercano a nosotros. Pero esta Voluntad no hay que identificarla con las voluntades individuales, ya que abarca un espectro más amplio, como las fuerzas que animan a la naturaleza, las voliciones humanas, apetitos animales, de manera que esta Voluntad abarca todo el cosmos y carece de un propósito.
Como explica Roberto Aramayo, existe una voluntad originaria, una “volición pulsional ciega e inconsciente propia del deseo y nuestra voluntad, que es el deseo deliberativo que tiene consciencia de intentar cumplir con un designio”[4]. Una es inconsciente y sin propósito, mientras que la voluntad deliberada tiene un propósito del cual somos conscientes. El ser humano, para llegar a conocer la “realidad en sí” tiene que partir desde su propia naturaleza, desde su voluntad, de su querer, desde lo que le es conocido inmediatamente, que habita en él, y no desde la naturaleza exterior a él.
¿Qué es el idealismo para Schopenhauer? No es el idealismo de Fichte, ya que niega el objeto, reduciéndolo al sujeto. El idealismo de Schopenhauer consiste en que el mundo es una representación mía, un mundo condicionado por las formas a priori: tiempo, espacio y causalidad. En primer lugar, rechaza enfáticamente la filosofía de Schelling y especialmente la del filósofo más célebre de su tiempo: Hegel. En un pasaje de su obra principal no pierde oportunidad de atacar a sus contrincantes:
“Por eso los sistemas filosóficos que se atienen a tales conceptos muy universales, sin descender a lo real, casi son meros trabalenguas…Por eso cuando leo esos modernos filosofemas forjados por las más vastas abstracciones, al pronto no puedo pensar en nada, porque no recibo ningún material para pensar…lo que me produce una sensación similar a la del intento de lanzar un cuerpo muy liviano: la fuerza y el esfuerzo están ahí, pero falta el objeto al que aplicarlos para realizar el movimiento. Quien quiera experimentar esto, que lea los escritos de los schellinguianos y, aún mejor, de los hegelianos”[5].
Schopenhauer se regocija cuando afirma que al final la filosofía moderna se encaminó correctamente gracias a Berkeley y Kant. Con “correctamente” hay que entenderlo en el sentido de reconocer que el mundo objetivo no existe independiente del sujeto: no tiene una existencia en sí, sino que una es construcción subjetiva por lo que el mundo depende de la consciencia en que se hace presente. Al respecto escribe Schopenhauer:
“Esta condición, a la cual se halla irrevocablemente sometida la existencia del mundo, le imprime, pese a toda realidad empírica, el sello de la idealidad y con ello de mero fenómeno…”[6].
Schopenhauer también reconoce la relevancia de Descartes al adoptar el Cogito ergo sum como “el único punto de apoyo correcto y auténtico de la filosofía”. Schopenhauer no pretende que el mundo exterior no exista si el sujeto desaparece, sino que todo objeto no tiene una existencia independiente del sujeto, ya que está condicionado por este sujeto: más bien, está doblemente condicionado Esta, por una parte, “condicionado por el sujeto: en primer lugar materialmente, o como objeto en general, porque una existencia objetiva solo es pensable frente a un sujeto y como representación suya; en segundo lugar formalmente, pues el modo y manera de la existencia del objeto. Esto es, del verse representado (espacio, tiempo, causalidad), proviene del sujeto y está predispuesto en el sujeto”[7].
El idealismo de Schopenhauer es el “trascendental” que, como escribió, “deja intacta la realidad empírica del mundo”. La misma persona, así como los objetos exteriores a esta, precisan de un sujeto cognoscente bajo el cual un objeto se ve condicionado en cuanto es un objeto que existe en el espacio, esto es, es algo que actúa y posee extensión. Todo lo que existe en el mundo fenoménico está condicionado, espacio y tiempo existen en el mundo como representación ya que son formas a priori de nuestra intuición y nosotros no pertenecemos al mundo nouménico.
El ser de la cosa en sí escribió Schopenhauer, “no puede ser objetivo, sino de una índole totalmente distinta: metafísica. Por consiguiente, en esta tesis kantiana ya está implícito que el mundo objetivo sólo existe como representación”[8]. Nada nuevo, se ve claramente la influencia de Kant, no existe un mundo independiente de mí, sino que es una construcción mía a partir de las formas a priori de la sensibilidad. Los requisitos primordiales de los objetos materiales señala Schopenhauer, existen en nuestras funciones cerebrales,
“por medio de lo cual y sólo en ello es posible semejante orden objetivo de las cosas; porque espacio, tiempo y causalidad…, no son de suyo más que funciones del cerebro, de suerte que ése orden invariable de las cosas que suministra el criterio y el hilo conductor a su realidad empírica, emana del cerebro y sólo a partir de éste obtiene dicho orden sus credenciales: esto lo ha expuesto Kant detallada y fundamentalmente, solo que no habla de cerebro, sino de capacidad cognoscitiva”[9].
Para Schopenhauer, fueron los sabios de la India los que captaron esto con anterioridad, refiriéndose a los trabajos del filólogo e investigador de la India antigua, William Jones (1746-1794), específicamente al tratado Sobre la filosofía de los asiáticos, citado por Schopenhauer:
“El dogma fundamental de la escuela vedanta no consistía en negar la existencia de la materia, o sea, su solidez, impenetrabilidad y extensión (pues negar eso sería absurdo), sino corregir la noción popular de la misma, aduciendo que no es esencialmente independiente de la percepción mental, dado que la existencia y perceptibilidad son términos intercambiables”[10].
De acuerdo con el filósofo, lo dicho en este párrafo expresa la compatibilidad de la realidad empírica y la idealidad trascendental.
Teniendo una idea del idealismo de Schopenhauer, comencemos con el mundo fenoménico. Schopenhauer lo describe de la siguiente forma:
“…la verdad válida para cada ser que vive y conoce, aunque tan sólo el hombre pueda llegar a ella en la consciencia reflexiva y abstracta, tal como lo hace realmente al asumir la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce sol o tierra algunos, sino que sólo es un ojo lo que ve el un sol, siempre es una mano la que siente una tierra; que el mundo que le circunda existe como representación, o sea, siempre en relación a otro que se lo representa y es él mismo”[11].
El autor diferencia entre representaciones intuitivas y abstractas. Las representaciones abstractas son los conceptos elaborados por la razón. La representación intuitiva se refiere a todo el mundo junto a sus condiciones de posibilidad, los objetos que percibimos existiendo en el espacio y en el tiempo, entendiendo estos, claro está, como formas subjetivas de la sensibilidad. El mundo como representación está constituido por representaciones intuitivas concretas. Estas representaciones implican por una parte, un sujeto cognoscente y por otro un dato irreductible al sujeto: “Aquello que siente el ojo, el oído o la mano no es intuición, sino simples datos”.
Estos datos no son los objetos de la experiencia de los sujetos, ya que estos son el resultado de la síntesis entre las formas unificadoras a priori, que Schopenhauer las reduce a tres: espacio, tiempo y causalidad, y los datos sensibles. ¿Qué papel juegan entonces los sentidos? Para Schopenhauer son sólo terminales del cerebro, donde este último recibe el material exterior (en forma de sensación), los datos puros que se dividen en los cinco sentidos, que posteriormente elabora para la representación intuitiva.
Un punto importante es la función del entendimiento que, como función intuitiva e inmediata, produce el vínculo causal. En este proceso no interviene la razón ya que Schopenhauer le atribuye otro rol. ¿Qué función cumple el entendimiento? El único objeto es conocer la causalidad. Para Schopenhauer la esencia de la materia es obrar en la causalidad. La materia porta en sí el espacio y el tiempo simultáneamente:
“De acuerdo con esto descubrimos que la materia es quien da lugar a la simultaneidad lo cual no podía darse ni tan sólo en el tiempo, que desconoce la coexistencia, ni tan sólo en el espacio, que desconoce el antes, el después o el ahora”[12].
Si tuviésemos sólo el espacio, señala Schopenhauer, no habría variación alguna, así como tampoco acción posible, de manera que se suprime la acción y la representación de la materia. De igual forma, dice que en el tiempo todo sería fugaz, no habría ni permanencia ni coexistencia, y no se daría la simultaneidad y con ello materia alguna:
“Sólo gracias a la unión del tiempo y el espacio se origina la materia, esto es, la posibilidad de la simultaneidad y merced a ello de la duración, mediante la cual se posibilita a su vez la permanencia de la sustancia en medio de la variación de estados”[13].
La esencia de la materia está en la unión de espacio y tiempo, manifestando su origen espacial por la forma y sobre todo por la permanencia, y manifestando su origen temporal “en la cualidad (accidente), sin la cual no aparece jamás y que siempre es causalidad, el actuar sobre otra materia, o sea, variación (un concepto cronológico)”[14]. Todo en cuanto está simultáneamente en el espacio-tiempo tiene una existencia relativa para un sujeto cognoscente, todo está en perpetuo cambio como ya lo había planteado Heráclito. Me estoy refiriendo al mundo ilusorio, a la caverna de Platón o Maya, como se denomina en algunas tradiciones orientales.
Sobre esto último escribe Schopenhauer:
“Maya el velo de la ilusión, es quien cubre el ojo del mortal y hace ver un mundo del cual no puede decirse lo que es ni tampoco lo que no es; pues Maya se asemeja al sueño, se asemeja al resplandor del sol sobre la arena que hace al caminante tomarla desde lejos por agua o a esa cuerda arrastrada por el suelo que el caminante confunde con una serpiente”[15].
No debemos considerar Maya – la ilusión – , como un error, ya que como bien nos recuerda Alain Daniélou, la ilusión es una falsa apariencia, pero esta apariencia tiene como base la realidad, por lo que nada ilusorio puede existir sin soporte[16].
Regresemos al entendimiento. Su objeto es la causalidad, por tanto, la materia. Toda la realidad efectiva existe para, por y en el entendimiento, cuya primera manifestación es la intuición del mundo real, que es el conocimiento de la causa a partir del efecto. Sin aplicar la ley de la causalidad, escribió Schopenhauer, no puede darse intuición de un mundo objetivo ya que esa intuición es intelectual. Toda intuición para Schopenhauer no es sólo sensual, sino que intelectual, es decir, “puro conocimiento por parte del entendimiento de la causa a partir del efecto y, por consiguiente, presupone la ley de causalidad, de cuyo conocimiento depende toda intuición y por ende toda experiencia según su primera e íntegra posibilidad…”[17].
En este pasaje, Schopenhauer se aleja de Hume, quien pretendía que la ley causal dependiera de la experiencia, y se jactaba de ser el primero en refutarlo en su obra. Nuestro filósofo se apoya en la obra del filósofo escocés Thomas Reid (1710-1796) para defender el origen no empírico de la intuición del espacio y del tiempo, y que las cualidades primarias de John Locke no nos son proporcionadas por la sensación de los sentidos. En lo que se refiere a la razón, su rol es la elaboración de conceptos. El entendimiento ordena y lleva a cabo la sistematización de los datos de las intuiciones espacio-temporales a través de la categoría de la causalidad.
Schopenhauer señala que los filósofos no han sido lo suficientemente claros (y los tilda de precarios), en cuanto a explicar la esencia de la razón, el reducir todas sus manifestaciones a una sencilla función, que es la elaboración de conceptos. Estos conceptos son representaciones secundarias que son obtenidas mediante la abstracción de las representaciones propiamente dichas. Estas representaciones secundarias no poseen valor alguno si no se atienen a una intuición:
“Así pues, aunque los conceptos son radicalmente distintos de las representaciones intuitivas, guardan sin embargo una relación necesaria con éstas, sin las cuales ellos no serían nada, relación que por consiguiente constituye toda su esencia y existencia”[18].
Los conceptos no se dejan intuir, sino que sólo pueden pensarse. Los conceptos son “una clase singular de representaciones totalmente diferentes a las representaciones examinadas hasta el momento y que sólo se hallan en la mente del hombre. Por eso nunca podemos alcanzar un conocimiento intuitivo y propiamente evidente de su esencia, sino tan sólo un conocimiento abstracto y discursivo”[19].
Los conceptos no se fundamentan en la experiencia, en el mundo real externo, que es una representación intuitiva. Recordemos que por, una parte, tenemos al sujeto cognoscente y, por otra parte, un dato puro que ingresa a través de los sentidos siendo el cerebro el que elabora y ordena los datos de la experiencia construyendo así el mundo como representación. De esta manera, Schopenhauer denomina también a los conceptos como representaciones abstractas, contraintuitivas, universales y no individualizadas en el tiempo y el espacio. La esencia global de las representaciones abstractas es su relación con otra representación que es su principio de conocimiento.
Señalé antes que los conceptos guardan una relación necesaria con las representaciones intuitivas que, sin estas, los conceptos serían nada. ¿Sobre qué podríamos reflexionar sino sobre algo que exista en el mundo real? Schopenhauer llama a los conceptos “representaciones de representaciones”, los cuales tienen su esencia global en relación con otra representación y, a su vez, puede tener un principio abstracto de conocimiento, pero esto, como señala Schopenhauer:
“no es así hasta el infinito, sino que, a la postre, la serie de principios de conocimiento ha de concluir con un concepto que tenga su fundamento en el conocimiento intuitivo. Pues el mundo de la reflexión descansa por entero sobre el mundo intuitivo, en cuanto éste es su principio de conocimiento”[20].
Lecturas complementarias
I-Kant
1/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: introducción (por Jan Doxrud)
2/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: breve biografía (por Jan Doxrud)
3/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: breve biografía (por Jan Doxrud)
4/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: la filosofía crítica y los juicios (por Jan Doxrud)
5/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía crítica: espacio , tiempo y la lógica (por Jan Doxrud)
9/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La ética (por Jan Doxrud)
11/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)
12/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)
13/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)
14/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica del juicio (por Jan Doxrud)
15/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía de la historia y años finales de Kant(por Jan Doxrud)
II-Hegel
1/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel (por Jan Doxrud)
2/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel. (por Jan Doxrud)
3/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel (por Jan Doxrud)
4/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La dialéctica (por Jan Doxrud)
5/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La fenomenología (por Jan Doxrud)
6/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La lógica (por Jan Doxrud)
8/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía de la Historia (por Jan Doxrud)
9/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía del Derecho (por Jan Doxrud)
10/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: algunas críticas(por Jan Doxrud)
III-Romanticismo
1/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
2/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
3/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
4/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)
IV-Religión
Maya o el velo de la ilusión (por Jan Doxrud)
Buddhismo: breve introducción (1) (por Jan Doxrud)
Buddhismo: ¿Qué es (o no es) el Nirvana? (2) (por Jan Doxrud)
[1] Ibid., 270.
[2] Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, vol. 1, 34
[3] Ibid., 35.
[4] Roberto Aramayo, Para leer a Schopenhauer (España: Alianza Editorial, 2001), 23.
[5] Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, vol. 2 (España: FCE, 2003), 70.
[6] Ibid., 14.
[7] Ibid., 18.
[8] Ibid., 17.
[9] Ibid., 18-19.
[10] Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, vol. 1, 86.
[11] Ibid., 85.
[12] Ibid., 92.
[13] Ibid., 93.
[14] Ibid.
[15] Ibid., 90.
[16] Alain Daniélou, Dioses y mitos de la India (España: Ediciones Atalanta, 2009), 70-71.
[17] Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, vol. 1, 95.
[18] Ibid., 124.
[19] Ibid., 123.
[20] Ibid., 124.