8/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía de la Historia (por Jan Doxrud)
Continuemos con la vida de Hegel. En 1817 el ministro de Instrucción y Cultura Karl vom Stein zum Altenstein (1770-1840) ofreció a Hegel la cátedra de filosofía que había quedado vacante tras la muerte de Fichte. Ahora Hegel accedió a la prestigiosa Universidad de Berlín fundada en 1810 de acuerdo a las directrices de Wilhelm von Humboldt (1767-1835). Tenemos pues que este nuestro pensador, que comenzó sus años en el Stift, que pasó años de penuria como tutor de familias adineradas, trabajando en Stuttgart, Nuremberg, Heidelberg, finalmente se abrió paso al epicentro de la intelectualidad germana.
¿Qué sentiría Hegel al saber que ocuparía el puesto que alguna vez fue ocupado por Fichte? El contexto era de tensión. Recordemos que, tras ser derrotado Napoleón, las potencias europeas, reunidas en el Congreso de Viena, quisieron volver al orden que regía antes de la Revolución Francesa. Se creó la Santa Alianza cuyos principales actores, cada uno representando las ramas del cristianismo: Prusia (protestantismo), Austria (catolicismo) y Rusia (iglesia ortodoxia), se preocuparon por velar por la seguridad y paz del continente. Durante su estancia en Berlín, Hegel llevó a cabo viajes en dirección a los Países Bajos, a Viena y París.
A la vuelta, visitó a Goethe y al norte de la Selva Negra, en Karlsbad, ve por última vez a Schelling. En Berlín visita la ópera, galerías de arte, juega whist, asiste a banquetes y conciertos. Pero no todo fue positivo para Hegel en Berlín ya que tuvo que pasar por algunas situaciones desagradables. Por ejemplo, fue objeto de las críticas del vicario de la Iglesia Católica de Santa Eduvigis,m quien acusó a Hegel de burlarse de la concepción católica de la eucaristía. En realidad estas críticas no eran meras imaginaciones del vicario ya que él mismo había asistido a las clases de Hegel para vigilar su contenido.
El tratado de la Santa Alianza establecía que las tres confesiones debían respetarse entre sí por lo que Hegel debía responder ante las acusaciones. También los luteranos lo atacaron su filosofía. Se le acusó de no hacer alusión a la inmortalidad del alma. También se e denunció la filosofía hegeliana por ser hostil al Estado. Además hay que agregar que Hegel despertó la evidia y celos de sus colegas filósofos y teólogos, ya que venía a establecer una nueva filosofía que pretendía en erigirse como “la filosofía por excelencia”. Hegel tuvo que rivalizar con la filosofía de Kant, Fichte, Schleiermacher, Jacobi y Schelling entre otros: “Rechazaba sistemáticamente el empirismo, el eclecticismo, el dogmatismo, el sentimentalismo, el subjetivismo…Quería hacer tabla rasa para instalar triunfalmente el monopolio de su pensamiento, que se negaba a ser pluralista”[1].
Hegel tuvo que luchar por afirmar su posición frente a los diversos obstáculos que se le presentaba. La filosofía en general no era bien vista por los sectores conservadores debido a que tenía la reputación de ser subversiva y de remecer el orden establecido. Fueron las ideas de la Ilustración la que inspiraron la Revolución Francesa, por lo que había que estar alerta a las ideas que circulaban en Europa. Hegel contó con la protección de algunas personalidades como Karl August von Hardenberg (1750-1822) quien fue Ministro de Relaciones Exteriores y posteriormente Canciller (1810-1822). Altenstein fue otro protector más cercano y también Johannes Schulze (1786-1869), director de la Enseñanza Superior que terminó convirtiéndose en amigo cercano de Hegel. Podemos percatarnos que Hegel no fue el todopoderoso filósofo del Estado prusiano como muchas veces se le ha retratado.
Hacia el final de su vida Hegel mantuvo abiertamente en sus Principios de la filosofía del derecho y del Estado, la idea de una monarquía constitucional moderada pero haciendo ciertas concesiones al feudalismo, lo que le permitió que el libro fuese publicado. A pesar de lo dicho en las líneas anteriores, persiste la imagen de Hegel como el ultraconsevador y todopoderoso filósofo del Estado prusiano, alguien que pavimentó el camino para el establecimiento de los peores regímenes dictatoriales y totalitarios. Pero resulta que Hegel no apoyó al absolutismo y autoritarismo.
En su Filosofía de la historia es claro al afirmar que el gobierno descansa sobre el mundo de los funcionarios y que el rey se encuentra en lo más alto, ya que es absolutamente necesaria su decisión suprema, pero Hegel agrega que con la existencia de leyes sólidas y una buena organización, lo que se reservaba para el monarca eran asuntos de poca relevancia en relación con lo sustancial. Por otra parte, en sus Lecciones de estética señala que los monarcas ya non aquellos de la era mítica, sino que un punto central más o menos abstracto en el interior de instituciones ya desarrolladas por sí mismas y establecidas por la ley y la Costitución.
Hegel limita drásticamente el poder de los soberanos ya que no son ellos quienes establecen el derecho. La guerra y la paz no dependen de este sino que de las relaciones políticas exteriores generales. El rey es un punto abstracto y es de naturaleza formal. Todas estas ideas quedarían sepultadas con el ascenso al poder de Federico Guillermo IV en 1840, que gobernará a Prusia como un feudo y a sus súbditos como menores de Edad. Tanto las ideas de Kant como Hegel quedaron relegados en el olvido.
Hemos revisado la Fenomenología del Espíritu y la Enciclopedia de Hegel. Ahora me centraré en la Filosofía de la historia. Como afirma Taylor, la filosofía de la historia de Hegel (y su política) está basada en su visión ontológica, y es a partir de esta visión que Hegel desarrolló una cierta concepción de la dirección de la historia y de la forma del Estado realizado en su plenitud. Continúa Taylor señalando:
“El objetivo hacia lo que todo tiende…es la autocomprensión del Espíritu o Razón. El hombre es el vehículo de esta autocomprensión. Pero, desde luego, la plena realización del espíritu absoluto presupone cierto desarrollo del hombre en la historia. El hombre comienza como ser inmediato, hundido en sus necesidades y afanes particulares, con sólo el más nebuloso y primitivo sentido de lo universal. Esta es otra manera de plantear el punto de que el Espíritu está dividido inicialmentte, y tiene que retornar a sí mismo. Si el hombre ha de elevarse al punto en que pueda ser vehículo de este retorno, habrá de ser transformado, pasar por un largo cultivo o formación (Bildung)”[2].
Como señala Taylor, dentro de la filosofía de la historia de Hegel toda realidad espiritual deber ser externamente realizada en el tiempo y en el espacio, por lo que tenemos que “para conocerse a sí mismo en el mundo, el Espíritu debe producir una encarnación adecuada en la vida humana, en la que pueda reconocerse’’[3]. Continúa explicando el filósofo canadiense que Hegel perdió una oportunidad al no abrazar una teoría de la evolución medio siglo antes que Darwin.
Esto se debe a que, aún reconociendo un desarrollo secuencial de la cultura humana, Hegel no reconoció tal desarrollo para todo el orden de cosas en la naturaleza. Escribe Taylor: “El orden ascendente de las cosas, vinculado en la naturaleza, no debe entenderse temporalmente, como en las formas históricas, sino intemporalmente. La razón de Hegel para establecer esta distinción, resulta bastante ‘hegeliana’”[4].
Añade Taylor que la dialéctica histórica de Hegel “comienza, típicamente, con la imputación de cierto propósito a los hombres (o al Geist) en cierta forma histórica”[5]. Continúa explicando el mismo autor: “Este propósito es frustrado por la realidad efectiva de la forma histórica, y el resultado es el conflicto, el desplome y, a la postre, el reemplazo de la realidad por otra más adecuada. Hegel trata de explicar así las grandes transiciones de la historia humana, la caída de la polis griega, el surgimiento de los modernos estados europeos, el fin del ancien régime, etc[6]”. Como señalé anteriormente, es sólo en el Estado tiene el ser humano existencia racional, pero sucedía que el Estado no era la primera comunidad con los que los hombres se identifican, ya que existe una pluralidad de comunidades existentes al margen del Estado. De esta manera escribe Taylor:
“Por tanto, la marcha de la historia puede considerarse como la sucesión de tales comunidades, siendo las primeras expresiones muy imperfetcas de lo que las posteriores llegarán a encarnar más y más adecuadamente. Hegel llama Volkgeister a estas comunidades históricas concretas, o pueblos, que son encarnaciones (más o menos adecuadas) del Espíritu. Son los sujetos de la historia”[7].
El plan de la historia es el plan de la Idea, en otras palabras, tanto el punto de partida como la meta son fijadas por la Idea (o sea, por la necesidad), de manera que todas las etapas son necesarias dentro del plan de la historia. En resumen, la historia sebde seguir un necesario plan dialéctico. Otro punto importante en el que se debe enfatizar es el carácter de “drama” de la filosofía de la historia hegeliana. Señalé anteriormente que tal drama es aquel de la oposición y la reconciliación en el hombre. En la fiilosofía de la historia de Hegel, explica Taylor, el principal drama en esta filosofía de la historia es el de la reconciliación entre la libertad del individuo, que sabe que es una racionalidad universal, con una Sittlichkeit restaurada. Continúa explicando Taylor:
“El principal drama de la historia queda así abierto por la descomposición de la perfecta unidad de Sittlichkeit en el mundo griego, el nacimiento del individuo con conciencia universal. De allí se sigue el lento desarrollo, a través de los siglos siguientes, tanto de lo individual (su Bildung) como de las instituciones que encarnan la Sittlichkeit, de modo que, a la larga, ambos pueden encontrarse en el Estado racional”[8].
Hegel fue pionero en introducir esta materia en sus clases en Berlín. Estas fueron posteriormente publicadas años más tarde, después de su muerte. ¿Qué es una filosofía de la historia? R. G. Collingwood destacó tres usos que se le dio a este término. En primer lugar es el uso que le dio Voltaire (quien acuñó esta palabra), en el siglo XVIII para referirse a la historia crítica o científica, “un tipo de pensar histórico en que el historiador decidía por su cuenta en lugar de repetir los relatos que encontraba en los libros viejos”[9]. Posteriormente Hegel también utilizó este término pero con un uso completamente diferente, ya que se refería con este a la historia universal.
Un tercer uso que se le dio fue por parte de los positivistas en el siglo XIX para quienes la historia era “el descubrimiento de las leyes generales que gobiernan el curso de aquellos acontecimientos cuyo relato corresponde a la historia”[10]. La tarea de la filosofía de la historia, de acuerdo a Voltaire y Hegel, “solamente podía cumplirse por la historia misma, mientras que para los positivistas se trataba del intento de convertir la historia, no en una filosofía, sino en una ciencia empírica…”[11]. En resumen, para Voltaire la filosofía era pensar con independencia y de manera crítica, para Hegel era pensar la totalidad, y para los positivistas se trataba de descubrir leyes uniformes. En todo caso, podemos remontar la filosofía de la historia a Agustín de Hipona, en su célebre “La Ciudad de Dios”, donde ofrece una interpretación de la historia humana desde el punto de vista de la Cristiandad.
Como escribió el filósofo católico Jacques Maritain, el Cristianismo “nos ha enseñado que la historia tiene una dirección, que actúa en determinada dirección…El tiempo es lineal, no cíclico. Esta verdad constituyó una conquista crucial para el pensamiento de la humanidad”[12]. Por otra parte, José Ferrater Mora escribió que aseverar que la conciencia histórica y una posible visión de la historia universal hubiese comenzado con el Cristianismo es algo bastante infundado y falso. Así, si bien la visión taoísta puede ser ahistórica y hasta antihistórica, y otras culturas tengan una visión cíclica de la historia, en China las concepciones de los “legalistas” se asemejaban a la de los sofistas.
Por lo demás, no es del todo cierto que los griegos carecieran de toda conciencia histórica. Tenemos el ejemplo de la visión mítica de la historia de Platón, o las edades expuestas por autores como Píndaro (oro, plata, cobre, hierro), Tucídides, quien aspiraba no sólo a describir los hechos sino que también explicar por qué sucedieron. Si bien, como escribió Karl Löwith, la historiografía griega fue una historiografía política, Ferrater Mora agrega que esta hubiese sido inconcebible sin una conciencia histórica. Por último podemos citar a Polibio en Roma, quien tuvo en consideración el mundo entero y habría establecido las bases para un tratamiento sistemático de la historia y, sobre todo, habría tenido la idea de que la historia consistía en un desarrollo irreversible.
Hegel, en palabras de Maritain, es el padre putativo de este término y se debe a él el que la filosofía de la historia fuese reconocida como una disciplina filosófica. Sus lecciones sobre filosofía de la historia se pronunciaron por primera vez entre 1822 y 1823. Como escribió Collingwood, cualquiera que lea su Filosofía de la historia, “no podrá menos de considerarla una obra profundamente original y revolucionaria, donde la historia aparece por primera vez, plenamente desarrollada, en el escenario del pensamiento filosófico”[13]. Hegel hace de la historia universal (comenzando por las culturas no occidentales hasta llegar a Occidente), el centro de su reflexión.
De acuerdo con Collingwood la filosofía de la historia de Hegel no es una reflexión filosófica de la historia, sino que la historia misma elevada a una potencia superior, no reducida a una historia empírica, esto es, no solamente comprobada por medio de hechos, sino que comprendida por aprehensión de las razones por las cuales acontecieron los hechos como acontecieron. En su obra, Hegel nos muestra una historia eurocéntrica, con una clara dirección, comenzando por los pueblos de Oriente para finalizar en el Occidente europeo. Vemos la historia de la libertad a través de los tiempos y cómo cobró existencia el Estado.
Como bien escribió Collingwood, Hegel combin´O las influencias de sus predecesores. Por ejemplo, de Schiller está la idea de que la historia no culmina en una utopía futura, sino que en el presente. De Fichte, la idea de que ser libre es tener conciencia de esta libertad, por lo que la libertad es el desarrollo de la conciencia, un proceso lógico en el que se alcanzan fases necesarias del concepto. De Herder tomó la idea de que la historia filosófica es una historia universal de la humanidad. De Schelling, tomó la idea de que esta misma historia no solamente un proceso humano, sino que cósmico, un proceso en el cual el mundo llega a realizarse en autoconciencia como espíritu.
De esta manera tenemos que Hegel articuló y combinó estas ideas que le precedieron en una teoría unificada y coherente sobre la cual se deben destacar una serie de rasgos. En primer lugar, Hegel no aborda la historia por vía de la naturaleza, ya que historia y naturaleza son distintas. Los procesos de la naturaleza no son históricos, el movimiento de las placas tectónicas, el movimiento de las corrientes marinas y el soplido de los vientos no tienen historia. Si el Vesubio hizo historia es porque destruyó una ciudad romana, pero si no hubiese habido nadie, no hubiese sido parte de la historia.
Otro rasgo importante es que toda la historia es la historia del pensamiento humano y no consiste en “ saber lo que hicieron las gentes sino comprender lo que pensaban, lo que constituye la tarea apropiada del historiador”[14]. Otro rasgo de la filosofía de la historia hegeliana es el motor que pone en marcha la historia: la razón. Todo lo que sucede a lo largo de la historia es fruto de la acción humana, y la voluntad de los seres humanos es el pensamiento de estos expresándose exteriormente en acción. ¿Pero es todo pensamiento del ser humano racional?
Hegel es consciente de los actos irracionales del ser humano, pero hay que tener en consideración que el pensamiento se da siempre en un espacio y tiempo determinado de la historia, por lo que el ser humano piensa y actúa tan racionalmente como puede dentro de las circunstancias en la que está inmerso. El ser humano no es solamente el hombre racional de la Ilustración ya que también es un ser apasionado, es una mezcla de racionalidad y pasión. Pero esta exhibición de pasiones de la que somos testigos a lo largo de la historia no significa que la historia no esté controlada por la razón.
Aquí llegamos a una idea central en Hegel que es el de la “astucia de la razón”, que es que la razón utiliza a las pasiones como instrumentos para lograr sus fines. La razón sería algo que se encuentra fuera de la vida humana pero a la vez la atisba y controla, engaña a las pasiones, las utiliza como agentes, utiliza a estos seres humanos ciegos que son partes de este gran escenario que es la historia y lleva a cabo sus propósitos que no son necesariamente los de los seres humanos. Como señaló Collingwood, lo anterior se asemeja lo que sucede en teología donde los planes que se ejecutan en la historia son los planes de Dios y no los de los seres humanos, o también la posición criptoteológica de los historiadores de la Ilustración donde los planes llevados a cabo en la historia son los planes de la naturaleza.
Pero hay que precisar que para Hegel no es ni la razón divina ni la razón abstracta natural la que gobierna o tira de los hilos de la historia. Para él, es la razón humana. Así, se puede concluir con Collingwood que la posición de Hegel ante la historia es racionalista, pero se trata de un racionalismo curioso ya que incluye y valora elementos irracionales como las pasiones como parte esencial de la razón misma. Por su parte Charles Taylor escribe que una categoría como la “astucia de la razón”. “lejos de ser otra incomprensible, ‘mística’ idea hegeliana, es indispensable para cualquier teoría de la historia que quiera asignar un papel a las motivaciones inconscientes”[15].
Añade el filósofo canadiense que los seres humanos, a diferencia de los filósofos (o al menos, a diferencia de Hegel), no captan por completo lo que están haciendo en la historia, es decir, “no ven con claridad por qué abandonan una norma y abrazan otra…los hombres de las primeras etapas de la historia no pueden entender el plan del Geist…”[16]. Aquí es donde entra la “astucia de la razón” ya mencionada: “Los hombres particulares y sus propósitos caen en la batalla, pero el propósito universal queda seguro, por encima de aquella”[17].
Un cuarto rasgo está conectado con el anterior, en el que sentido de que al ser la historia la historia del pensamiento, el proceso histórico era pues, un proceso lógico y, por lo tanto, los desarrollos que suceden en la historia son de carácter necesario y el conocimiento histórico no es solamente empírico, sino que a priori, de manera que podemos apreciar su necesidad. Pero Hegel evitó caer en lo que sostuvo Fichte, quien pensó que la historia podía reconstruirse sobre una base puramente empírica, por lo que el conocimiento histórico era solamente de carácter empírico. Hegel, como Kant, distinguió entre el puro conocimiento a priori y el conocimiento que tiene elementos a priori, y para él la historia era un ejemplo de este último.
En palabras de Collingwood:
“La historia…consistía en acontecimientos empíricos que eran la expresión exterior del pensamiento, y los pensamientos detrás de los acontecimientos…formaban una cadena de conceptos lógicamente conectados”[18].
De esta manera, cuando se pone atención solamente a los acontecimientos y no a los pensamientos que están detrás, no se capta ninguna conexión necesaria. En resumen, tenemos que la historia “consiste en acciones, y las acciones tienen un dentro y un fuera; por fuera son meros acontecimientos, relacionados en el espacio y el tiempo, pero no de otra manera; por dentro son pensamientos, ligados mutuamente por conexiones lógicas”[19]. El historiador debe trabajar con los documentos, siendo este el momento empírico, pero una vez que establece los hechos debe considerarlo desde adentro.
Por último, un último rasgo que destaca Colingwood, y que le ha valido una serie de críticas a Hegel, es que la historia no termina en el futuro sino en el presente. Por esta razón su filosofía de la historia es la historia misma filosóficamente considerada, desde su interior. Para Hegel el futuro no es objeto de conocimiento sino de temores y esperanzas, los cuales no son historia.
A continuación, expondré de manera resumida en qué consiste esta obra de Hegel que versa sobre la filosofía de la historia. En primer lugar debemos precisar qué es la historia para Hegel. Para él, lo sustancial en la historia es el Espíritu y el curso de su desarrollo. La naturaleza del Espíritu se conoce por su opuesto que es la materia. La filosofía enseña que todas las cualidades del espíritu existen tan sólo por la libertad. El espíritu es el ser en sí mismo (la autoconciencia), en cambio la materia tiene su sustancia fuera de sí. Lo espiritual es dinámico y nuevo, y lo material es repetitivo y tedioso. “En la naturaleza no ocurre nada nuevo bajo el sol y por lo mismo contiene su múltiple juego cierto tenor de tedio. Es sólo en las variantes en el terreno espiritual donde se producen cosas nuevas”[20].
Para Hegel la historia es el desarrollo de la conciencia, del espíritu de su libertad y de la efectivización de esa conciencia. La historia se presenta como una sucesión gradual de la evolución del principio cuyo contenido es la conciencia de la libertad. El primer grado es el sumergimiento del espíritu en la naturalidad, el segundo es el emerger de este espíritu en la conciencia de su libertad y, por último, tenemos la elevación desde esa libertad, aun relativa, a la pureza perfecta de la autoconciencia de la espiritualidad. En cada uno de estos grados existe un proceso de formación que opera dialécticamente.
Los orientales, de acuerdo con Hegel, no tienen conciencia de su libertad, algo que no sucede en el caso de los griegos y romanos, aunque sólo eran libres unos cuantos y no el hombre como tal. Esto sólo sucedería con las naciones germanas y el advenimiento del cristianismo. Para Hegel sólo se puede hablar de pueblos en la historia universal si estos han creado un Estado, ya que la libertad se da solamente dentro del derecho, la eticidad y el Estado. En este sentido para Hegel no tiene sentido hablar de libertad en el estado de naturaleza. Tal estado no existió desde el punto de vista histórico y tampoco lo avalaba, explicaba Hegel, las tribus salvajes existentes en su época las cuales estaban vinculadas a excesos y barbaries.
El espíritu, señala el filósofo, tomando conciencia de su libertad, la traduce en realidad efectiva y así plasma y dirige el mundo tangible y material. Todo esto es guiado por una razón inmanente en la existencia histórica, dentro de la cual y mediante la cual se realiza. En resumen podemos decir que la libertad es la naturaleza del espíritu y también el fin de la historia. Todo este proceso se logra a través de tremendas luchas y sacrificios, por ello Hegel considera la historia como un matadero en donde son sacrificadas la felicidad de los pueblos, la sabiduría de los estados y la virtud de los individuos. La historia universal no es para Hegel el terreno fértil de la libertad, siendo los períodos de felicidad meras hojas en blanco en la historia, períodos de coincidencia y falta de antítesis.
La destrucción, la inestabilidad y el dinamismo caracteriza la marcha de la historia, donde catástrofes, guerras hacen nacer y sucumbir civilizaciones, donde los grandes hombres como Alejandro o Napoleón, deben pisotear mas de una flor inocente y destruir en su marcha muchas cosas. Pero la “astucia de la razón” deja que las pasiones trabajen para ella y, sin importar qué suceda, las acciones de los individuos, pueblos y grandes personajes de la historia, trabajan para un fin específico que escapa a su control. Por otra parte Hegel señala que los individuos no son solamente medio, sino que también fines autónomos ya que participan del fin de la razón misma, y que la religión y la eticidad elevan a los individuos por encima de la las causalidades exteriores.
En la introducción Hegel distingue tres métodos para enfocar la historia. En primer lugar está la historia originaria, representada por Heródoto o Tucídiedes quienes describían preferentemente acciones, acontecimientos y circunstancias que tenían frente a sí mismos. De acuerdo a Hegel, se trata de historiadores que eslabonan lo que sucede fugazmente y lo depositaban en el templo de Mnemósine. En segundo lugar está la historia reflejada, cuya exposición no se aferra a ninguna época sino que en función del espíritu que se sitúa más allá del presente.
Dentro de esta “historia reflexionada” Hegel distingue cuatro géneros particulares. En primer lugar la historia general, que tiene una visión global de un pueblo, como fue el caso de las compilaciones llevadas a cabo por Tito Livio y Diodorio de Sicilia. De acuerdo a Hegel, este tipo de historia que pretende abarcar largos períodos, debe omitir la presentación subjetiva de la realidad y debe intentar ayudarse mediante abstracciones y abreviaciones. “Cuando se trata de una civilización del pasado, el historiador va hacia la inteligencia, hacia la representación y la abstracción, y no debe hacerse la ilusión…de que tiene una especie de participación afectiva en las experiencias afectivas…”[21].
Es imposible revivir las civilizaciones del pasado, no se puede llegar a hacer una descripción de esta tal como se puede describir la propia sociedad, de manera que sólo se puede aspirar a una reconstrucción de esta. En segundo lugar tenemos la historia pragmática, donde el historiador busca dar actualidad al pasado y desea eclipsar el pasado y convertir lo acontecido en actual. Por ejemplo, las enseñanzas morales que se pueden obtener de la historia, lecciones para los estadistas.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania no fue severamente castigada como ocurrió a finales de la Primera Guerra, sino que fue integrada a Europa y se constituyó en la República Federal Alemana. Pero como bien escribió Raymond Aron, Hegel condena la historia pragmática en sentido vulgar, es decir, el pensar que la historia sea una consejera para quienes gobiernan Si algo hay que aprender de la historia es que no se puede aprender nada de esta. La tercera forma de historia reflexionada es la crítica, que es el modo en cómo se trata la historia en la época de Hegel. No es la historia lo que se expone, sino que la historia de la historia, una apreciación de los relatos históricos, una investigación sobre su veracidad y el grado de fe que merecen.
Hegel alaba a los franceses en este aspecto ya que aplican de manera valida el método crítico, pero critica a los alemanes por hacer de la crítica la historia misma. En cuarto y último lugar tenemos la “historia especial” que nace del hecho de que las civilizaciones abarcan diversas actividades humanas como el arte, la ciencia o la religión, por lo que el historiador se dedica a estudiar estos distintos aspectos de las civilizaciones. Con esto terminamos con la historia reflexionada. Finalizamos con el tercer método, posterior a la historia originaria y reflexionada, que es la historia filosófica, que es la consideración filosófica de la historia, no en el sentido de buscar generalidad en la historia, sino que en el sentido de “aproximar la realidad del pasado con una sola idea, la idea que aporta la filosofía en tanto que tal; a saber, la Idea de la Razón”[22].
Es la Razón la que controla el curso de los acontecimientos y al filósofo le compete “redescubrir, a través del caos de los acontecimientos, la diversidad indefinida de las maneras de vivir y de pensar, la Idea propia de cada civilización y de cada sociedad”[23]. El único pensamiento que aporta la filosofía, escribió Hegel, es la idea simple de la razón, la razón que domina al mundo y a la historia universal. Esto ya había sido expuesto por Anaxágoras y través de su nous o entendimiento, pero que causó la decepción de Sócrates cuando descubre que Anaxágoras sólo menciona causas externas como el aire, éter, agua y otras materias, en vez de hablar de la “razón”.
Hegel también se adhiere a la idea de que la razón gobierna al mundo en su, una suerte de gobierno de la providencia divina. Esta providencia cuenta con un plan que nos está vedado y sería impío tener acceso a este. Desde el punto de vista de Hegel tenemos: ni Anaxágoras ni el cristianismo, ni principios abstractos e indefinidos, ni la creencia en la providencia divina, ya que sólo la razón gobierna la historia y será este recorrido el que explicare resumidamente.
Para Hegel el conjunto de la historia del mundo es un impresionante cuadro de cambios y acontecimientos donde somos testigos de formaciones, declive y desaparición de pueblos e imperios. La sucesión de reinos en China, el auge y caída de las polis griegas, el imperio macedónico, el auge y caída del imperio romano, la expansión del islam, es decir, nos lleva a considerr la historia como un flujo en perpetuo cambio.
Pasemos entonces a revisar este recorrido del espíritu a lo largo de la historia del mundo. Hegel comienza por el mundo oriental, luego prosigue con el mundo de los griegos, posteriormente el mundo romano y finalmente el mundo germánico. Ese será el orden que seguiremos, destacando las principales características de cada etapa. El lector no podrá dejar de sorprenderse de la cantidad de temas e información que trata Hegel en este escrito, aunque muchas veces la información es inexacta o falsa. Sin embargo, es admirable el esfuerzo de este pensador de querer abarcar una gran diversidad de civilizaciones y lograr así tener una visión complet y total de la historia universal. Como ya se dijo, Hegel aborda la historia desde una perspectiva europea, incluso llega a negar que algunos pueblos tengan historia.
Además, es un determinista geográfico moderado ya que la naturaleza es el punto de partida desde el cual el ser humano puede lograr su libertad interior. La libertad de la conciencia opera al principio solamente en la naturaleza y toda evolución de esta es la reflexión del espíritu en sí contra la inmediatez natural. Pero, por otra parte, las características geográficas no lo son todo: “El apacible cielo jónico ha contribuido sin duda mucho al lirismo homérico, aun cuando no puede producir por sí sólo a un Homero”. Pero igualmente las características geográficas y climáticas determinan el carácter de un pueblo.
Para Hegel el verdadero escenario para la historia no está en las zonas de extremo frío o extremo calor, sino que en las zonas templadas, especialmente en el hemisferio norte, donde “la tierra se manifiesta…de modo más continental y tiene un pecho más amplio…”[24]. En resumen, para Hegel, el verdadero escenario para la historia mundial se halla en las zonas templadas y con especialidad en la parte norte, qye tiene una gran variedad de animales y plantas, mientras que el sur se “individualizan las fuerzas naturales en constante pugna”.
En su relato sobre las distintas civilizaciones, nuestro filósofo dedica varias secciones a las características geográficas de estas. Así, Hegel aborda todos los ámbitos del mundo, filosofía de la naturaleza, y cuando hablo de naturaleza, significa que Hegel abordó la geografía, el clima, las montañas, ríos y como estos factores le dieron el carácter especial a cada pueblo, cómo pudieron haber influido en las costumbres y creencias de los habitantes de las distintas civilizaciones y su organización política. Difícilmente, después Filosofía de la historia, encontraremos un filósofo de tan magnánimas ambiciones como las de Hegel. La estructura de su obra consiste en la peregrinación y evolución del Espírtu a lo largo de la historia y esto lo hace a través de una serie de fases que corresponde a los distinros pueblos que han surgido y se han desarrollado en la historia.
Así, la primera de estas fases es la de los pueblos orientales donde el Espíritu “se halla todavía prendido en las redes de lo natural y directamente vinculado a él”[25]. En esta fase de la infancia del Espíritu sólo una persona es libre: el déspota. La segunda fase es la de la reflexión del Espíritu sobre sí mismo, es decir, la fase de la separación. Está representada por el mundo griego y romano, en donde el Espíritu comienza a saberse, “a conocer que existe y que se realiza, a aproximarse al final de su evolución, a su identificación o reconciliación con su concepto”[26].
La aparición del Estado es una condición para la desvinculación del Espíritu con respecto a la Naturaleza, ya que es en el Estado tiene lugar la concordancia entre el Espíritu subjetivo y objetivo, el interés particular con el general. La tercera y última fase es la del mundo cristiano, nombre que da Hegel al mundo germánico. Dentro de esta fase el lector encontrará incluidos el Imperio Bizantino, el Islam, el Imperio Carolingio (y la Edad Media), la Reforma, las monarquías nacionales y la Revolución Francesa. En esta fase el Espíritu ya no necesita de nada más que sí mismo, él mismo es el objetivo de su existencia. Veamos con más detalle la exposición de Hegel.
Hegel comienza con el mundo oriental, en Asia, donde “ha emergido la luz del espíritu y con ella comenzó la historia universal”. La historia transita desde el Oriente hacia Occidente, ya que Europa es para Hegel el final de la historia que comenzó en Oriente. Oriente representa la infancia de la historia, donde las diferentes individualidades se encuentran sometidas a un único poder central, a un supremo mandatario. Hegel distingue tres civilizaciones dentro de la cultura oriental. En primer lugar está China, que se caracteriza por su cultura patriarcal y en donde el individuo se encuentra completamente sepultado. El centro del poder es el emperador, cabeza visible de la religión y de la ciencia, y constituye “el punto central alrededor del cual gira todo y al cual vuelve todo”[27].
La religión en China no debe ser entendida como en Occidente, ya que es una religión de Estado cuyo principal interés es la moral y actuar correcto. Para Hegel la verdadera fe es posible ahí donde los individuos son independientes y libres de un poder exterior. En segundo lugar está India, en donde la organización estatal se encuentra diluida. India se encuentra fragmentada en una serie de reinos independientes, de manera que, a diferencia de China, no existe un Estado en India, por lo que Hegel considera a esta región geográfica como un simple pueblo.
En esta región prevalece un “despotismo sin principio, sin regulación moral y de religión…Porque la moralidad y la religión…requieren como premisa y condición una voluntad libre. En India campea, en consecuencia, el peor despotismo, arbitrario y deshonroso del individuo”[28]. La sociedad también está rígidamente dividida en castas que determinan el lugar del ser humano en el mundo, lo que lleva a Hegel a decir que aun no existe la libertad. Todo se encuentra petrificado en la India, no existen valores ni la idea del deber humano (sólo deberes de castas). Para Hegel, la India es la nación de la fantasía y la libertad y su cosmovisión es la de un panteísmo general, un panteísmo de la imaginación y no del pensamiento.
Así, para los indios, todo les parece divino: el sol, la luna, las estrellas, las plantas y los animales. “Lo divino no es individualizado en sujeto, sino relegado a la vulgaridad y a lo carente de sentido”[29]. La religión en India es una religión de la negación, la figura del yogi representa el desprecio por la vida y el ser humano. Esta negación es necesaria para alcanzar lo que Hegel describe como “la total inmovilidad, del aniquilamiento de toda sensibilidad y del cese de la voluntad…”[30]. El panorama que nos ofrece Hegel es el de un pueblo retrasado y primitivo donde reina la superstición, el infantilismo y actos irracionales, siendo ejemplo de esto la costumbre de las madres que arrojan a sus hijos al Ganges o las mujeres que se lanzan a la pira por causa de la muerte de un hijo.
En cuanto al principio supremo, este es Brahmán, que representa la unidad pura del pensamiento en sí mismo. En lo que respecta al buddhismo, Hegel también ofrece una visión distorsionada de esta religión y bastante pesimista. Para él, el buddhismo “realiza el traslado de la carencia espiritual hacia la interioridad por un doble proceso, de los cuales uno es de modalidad negativa y la otra afirmativa. El buddhismo tiene como fundamento que la nada es el principio de todas las cosas y que todo regresa a esta nada.
En cuanto al principio fundamental de la verdad, es la paz y calma. Para alcanzar este estado hay que seguir el ejemplo y enseñanzas del Buddha, quien fue el primero en alcanzar este estado. En otras corrientes del buddhismo también se adora, escribió Hegel, al Dalai Lama residente en Lhasa, a quien se le escoge desde muy pequeño para prepararlo como cabeza política y espiritual del Tibet. Este pueblo soñador se encuentra al margen de la historia, vale decir que, para Hegel, la historia ha sido olvidada en la India y casi descartada.
“Todo lo acontecido se volatiliza entre ellos en confusas ensoñaciones. Lo que nosotros calificamos de verdad histórica…no puede pretenderse hallar en la India…Así como el espíritu hindú es sueño y volatilidad, un disolverse en la nada, así también se les evaporan los objetos en percepciones inciertas carentes de efectiva realidad”[31].
Esto no es menor para Hegel, debido a que la historia es de capital importancia para un pueblo, ya que es a través de ella que puede llegar a la conciencia del avance de su espíritu, que se traduce en leyes así como costumbres y acciones. En palabras de Hegel: “…la historia ofrece al pueblo una imagen de su estado y su ubicación, con lo cual logra una completa objetivización. Sin historia se logra solamente una existencia temporaria , un juego de múltiples arbitrariedades que se renuevan y repiten sin cesar”[32]. Así, la historia tiene el rol de fijar estos acontecimientos casuales dándole forma de generalidad y ofrece un cuadro permanente para la representación.
Los habitantes de la India carecen de verdaderos relatos históricos y así carece también de la historia como sucesión de acciones (res gestae). La siguiente civilización es la de Persia, que constituye un proceso de transición en la historia, ya que es en este imperio persa donde se entra en contacto con la historia, por lo que los habitantes de Persia son el primer pueblo histórico. A diferencia de China e India, que quedaron estancadas en una organización estática, en una existencia vegetativa, Persia es el primer imperio que ha entrado en el ocaso.
Para Hegel el principio de la evolución comienza con la historia de Persia, que vendría a representar entonces el verdadero inicio de la historia universal. Pasemos ahora al mundo griego que, para Hegel, es una atmósfera más familiar, y la equipara con la edad juvenil, la frescura juvenil en la vida espiritual. Dentro de la historia de Grecia distingue tres capítulos. En primer lugar el nacimiento y desarrollo de una individualidad efectiva. El segundo capítulo está configurado por la independencia y fortuna, el logro de la victoria sobre el exterior. Pero cuando el enemigo exterior desaparece, comienza los problemas internos. Así, pasamos a la tercera fase que se caracteriza por el declive y el desmoronamiento, “el contacto con el pueblo del que asoma el espíritu superior”.
Examinemos con mayor detalle cada una de estas. En cuanto a la primera, Hegel ve una relación entre las características geográficas de Grecia, su división por incontables y profundas bahías, accidentes topográficos, y el carácter elemental del espíritu griego, a la formación de individualidades autónomas. Pero tal división no evitó que existiesen episodios de unión dentro del mundo griego como fue el caso de la guerra de Troya donde toda Grecia se reunió para una empresa común. En lo que respecta a la religión Hegel señala que los griegos se asombraron más por lo natural de la naturaleza que la naturaleza misma. Estos no se situaron ante la naturaleza de manera apática, sino que se cuestionaban por el significado de las diversas manifestaciones de esta.
Así, los griegos, al escuchar el murmullo de las fuentes de agua, se preguntaban por el significado de esta, pero este significado “no está configurado por el sentido objetivo de la fuente, sino el sentido subjetivo que le da en este caso el ansioso oyente, que eleva a la náyade a nivel de un musa”[33]. Existe una veneración a lo divino, pero, los hombres también veneran lo divino por ser el resultado de su acción y su existencia o, como escribió Hegel: “Lo divino recibe su honor mediante el honor de lo humano…”[34]. Vemos entonces que la concepción racional del curso de la naturaleza aun no está presente, sino que es una interpretación y explicación por parte del espíritu subjetivo.
Hegel se refiere al mantis que interpreta la naturaleza, aquella a la cual Platón se refiere en el caso de los sueños y la demencia. Para Hegel, la manteia es una fantasía que coloca lo espiritual dentro de lo estrictamente natural para convertirse en un saber con sentido. En resumen, el espíritu griego se basa en lo que Hegel describe como “la determinación fundamental de la libertad del espíritu y una esencial relación con un impulso de la naturaleza.” El espíritu metamorfosea lo natural en expresión propia, por lo que la naturaleza, la incitación de lo natural, es una necesidad para el espíritu.
El espíritu griego es como el artista plástico que convierte la piedra en una obra de arte: “En esta imagen no queda la piedra tan sólo en piedra, y la forma no es algo que se le agregó, sino que se transforma contra su naturaleza intrínseca en expresión de espiritualidad”[35]. A diferencia de lo que sucedía en Egipto, donde lo natural no estaba sometido a lo espiritual, en Grecia lo sensible es sólo la envoltura donde se manifiesta el espíritu. Acá, señala Hegel, no se puede hablar de una individualidad libre, sino que de una individualidad espiritual.
Continuemos ahora con el segundo capítulo de la historia griega mencionada más arriba. Hegel destaca el choque entre dos cosmovisiones, representada en el enfrentamiento contra los persas, donde fue salvada la cultura y el poder del luminoso espíritu representado por los griegos, que quebró el poder de principio asiático. Para Hegel esta es una batalla decisiva donde “brilla la gloria inmortal de los griegos como expresión de una causa superior salvada para la humanidad”[36].
Se enfrentan dos cosmovisiones antitéticas, por un lado, el despotismo oriental sometido a un solo amo y, por otro lado, un conjunto de pequeños países animados por una libre individualidad. El triunfo sobre este principio despótico asiático marcó un período de indiscutible superioridad de Grecia, donde Atenas florece bajo una figura tan magnánima como la de Pericles, el “Zeus de ese magno círculo de verdaderas deidades civiles de Atenas”[37]. Pero esta época dorada se ve de pronto ensombrecida por otra guerra, esta vez entre griegos: la guerra del Peloponeso.
Los griegos sufrieron la opresión de los espartanos donde las libertades individuales estaban en un plano inferior. Pero Esparta sería sólo algo menor en comparación con el huracán que se aproximaba: los macedonios. Emergen as figuras de Filipo y especialmente la de su hijo Alejandro. Para Hegel, si Aquiles personifica el inicio del mundo griego, Alejandro fue quien le dio cierre. Pero también existe otra amenaza más profunda que es el pensamiento que amenaza a la religión, la política y, por tanto, a la polis. El pensamiento es el principio de la destrucción, los sofistas reflexionan, investigan y comienzan a tener respuestas para todo.
Esta gimnástica mental de los sofistas fue transmitida a los demás griegos. La figura de Sócrates también es subversiva ya que al recomendar a los ciudadanos a actuar de acuerdo a sus convicciones y opiniones, “colocaba al sujeto contra la patria y las costumbres prevalentes, convirtiéndose de esa manera, en un oráculo…”[38]. Sócrates marca un quiebre con la realidad ya que, aun cuando Sócrates era un ciudadano, su verdadera patria no era el Estado, sino que el mundo del pensamiento. Hegel señala que muchos ciudadanos comenzaron apartarse. de la vida práctica y del quehacer en el Estado y se refugiaron en un mundo ideal.
Sócrates subvierte el orden establecido en donde existía una inseparabilidad entre el pensamiento y la vida. Finalizamos con el tercer capítulo de la aventura griega, marcada por el ocaso del espíritu griego. Esta etapa está marcada por la división y el conflicto entre los generales de Alejandro que gobiernan cada uno distintas extensiones territoriales y se enfrentan unos a otros. La antigua independencia que caracterizaba a los griegos quedó sepultada bajo por el clima de incertidumbre y violencia.
Pero de este caos emergería una nueva civilización: el mundo romano, siendo el tercer momento del desarrollo histórico el Imperio Romano. Hay que tener en consideración las diferencias entre el joven Hegel y el Hegel maduro para entender su visión sobre Roma. El primero ensalza a Atenas y Roma. En Roma los ciudadanos participan como ciudadanos libres en política, determinando la agenda pública e identificándose con sus gobernantes. En contraposición a la república está la monarquía absoluta que refleja al Dios trascendente del judaísmo. También se opone al ideal republicano de Grecia y Roma el estado liberal contractualista que se se efectùa por medio del acuerdo de individuos separados.
Tanto el judaísmo como el cristianismo se oponen a la religión pagana, ensalzada por Hegel en su “Positividad del cristianismo”. Para él, la religión pagana era una religión adecuada a la constitución política de los estados antiguos, mientras que el cristianismo era una religión privada ajena a la vida política y que limitaba su enfoque a la familia y a la salvación de los individuos, en otras palabras, beneficia el bien personal frente al bien común que es lo que privilegiaban los antiguos. Otro punto tiene que ver con la propiedad, la cual en la antigüedad estaba restringida, ya que esta restricción era lo que posibilitaba la libertad cívica. Para Hegel la riqueza desproporcionada de algunos ciudadanos podía sepultar la libertad cívica, por lo que podemos afirmar que la igualdad era para Hegel el pilar de la libertad cívica.
Estas opiniones sostenidas por Hegel sufrirán un giro ya que dejaría de lado sus ideas republicanas para hacer las paces con la religión cristiana. Desarrolla la idea de una sociedad civil conformada por individuos independientes y libres que buscan su propio beneficio. Por otra parte es también partidario de una autoridad monárquica que centralice el poder político pero sin obstaculizar el desenvolvimiento de la sociedad libre. Hegel defiende la idea de una separación entre el Estado y la sociedad civil, terminando de esa manera con aquella idea de su juventud acerca de una identificación entre gobernantes y gobernados. Para el Hegel maduro lo fundamental es la libertad de los ciudadanos.
Abordaré la historia de Roma, y para ello hay que distinguir tres períodos: la monarquía, la república y el imperio. Durante la monarquía la estabilidad era frágil y la sociedad civil contribuía a que la balanza pierda su equilibrio por lo que se hacía necesario fortalecer el poder del Estado. Para Hegel la polis romana desde su origen tuvo un origen artificial y violento y como tal, tal Estado podía mantenerse sólo a través de la fuerza. Finalmente, este Estado sucumbe ante la impaciencia de la sociedad civil, especialmente frente al patriciado que marca el comienzo de la república en Roma.
Durante este segundo período continúan las disputas, esta vez, entre patricios y plebeyos, donde estos últimos habían perdido la protección de los reyes que habían sido expulsados. Quien podía revertir estas fuerzas de choque en la sociedad civil debía ser una fuerza tal, que estuviese por encima de la constitución. Lo anterior inevitablemente significaría el fin de la república y el advenimiento de la figura de César, comenzando de esa manera el período imperial.
Tenemos entonces que, para Hegel, Roma transita por un camino que va desde sus comienzos, pasando por un segundo período donde Roma comienza a pisar la historia mundial y el tercer período, donde Roma alcanza un gran poderío y extensión territorial. El declive de Roma comienza cuando derrota a sus enemigos externos, comenzando con las guerras púnicas donde derrota a Cartago, Siria y Macedonia. Como ya no existía una amenaza externa, un enemigo que uniese a los romanos con el objetivo de proteger su cultura, comienzan asó los conflictos internos.
He mencionado la aparición de la figura de César y con él, el fin de la república. Esto no es fruto del azar como algunos quieren verlo, ya que de acuerdo a Hegel, “no ha sido la existencia causal de César lo que derrocó la República, sino la necesidad”[39]. Para Hegel era imposible que la República pudiese sobrevivir, ya que no estaba en los planes de la historia universal, y si bien César representaba el pragmatismo romano, el estadista y la figura miliar, en realidad sus acciones iban acorde al ritmo de la historia universal, ritmo que marcaba el tiempo del fin de la República en Roma. Cicerón, Casio y Bruto erraron al pensar que podían detener el curso de la historia asesinando a César, ya que este personaje abriría una nueva meta hacia el exterior.
César era necesario para la salvación del Estado y si bien la constitución permaneció inalterada, las asambleas populares terminaron por desaparecer. Los ideales republicanos desaparecieron ya que la soberanía ya no dependía del pueblo que no era más que una plebe, y si esta plebe no ofrecía seguridad alguna, hizo falta entonces una “individualidad” que impusiera el orden. Es rol del Estado, como escribió en la Enciclopedia, era restaurar la seguridad evitando que el populus se convirtiera en vulgus, que carecía de sentido de eticidad y justicia. Hegel no está de acuerdo con que la sociedad civil impusiera la agenda al Estado ya que sólo se traduciría en mayor inestablidad.
Si en el pasado admiró la democracia ateniense, esto ya no es así ya que lo ocurrido en Atenas fue algo único e irrepetible. La democracia de los antiguos no es la de los modernos, algo que ya lo había destacado Alexander Hamilton, quien no ocultaba sus sentimientos de horror y disgusto sobre las pequeñas repúblicas de Grecia e Italia que eran fuente de revoluciones y que permanecían en un constante estado de incertidumbre entre la tiranía y la anarquía. Por su parte, Benjamin Constant contrastaba en su célebre discurso en el Ateneo Real de París (1818) el liberalismo y la democracia.
Mientras que el liberalismo tenía como fin la seguridad de los goces privados, los antiguos tenían como fin la distribución del poder político entre todos los ciudadanos. Para Hegel la democracia moderna no es la de los griegos. Quienes participaban en la vida política eran los ciudadanos libres y quedaban excluidos las mujeres y esclavos. ¿Cómo sería una democracia que involucrara a una gran masa de individuos? Hegel no apreciaba las reformas de Robespierre quien elevó considerablemente la ciudadanía activa, pero que a la larga se transformaría en una forma de despotismo de la mayoría.
Mencioné a los esclavos, quienes eran una parte esencial y necesaria de la democracia, ya que permitían que los ciudadanos pudiesen dedicarse a los asuntos de la polis. Aristóteles escribió que la esclavitud era necesaria para que se ocupasen de las tareas domésticas y dejar así tiempo a los ciudadanos para que deliberaran en la asamblea. Pero además de ser necesaria, para Aristóteles ciertas personas concordaban “por naturaleza” con el rol de esclavos, es decir, la condición de esclavo vendría a ser mejor y justa para estos.
Esta situación ya no era sostenible en el mundo moderno, al menos en gran parte del territorio europeo. Tenemos entonces que la democracia no puede ser liberal y el liberalismo no puede ser democrático, entonces¿qué puede hacerse al respecto? Aquí es donde volvemos a lo anteriormente señalado que es la necesidad de un monarca, un individuo poderoso que debía elevarse a la cima del poder, un César o un Napoleón.
Así como César abrió el mundo por su lado real, Augusto lo hizo en su dimensión espiritual, ya que ingresa en la historia la redentora salvación del mundo, “surge un nuevo y más elevado espíritu, anunciado con la religión cristiana”[40]. Cristo aparece en el escenario histórico, pero ¿quién es Cristo para Hegel? Un Dios que es hombre y un hombre que es Dios y, a diferencia de otras civilizaciones, el Dios cristiano es único en su forma debido a que puede darse una sola vez, a diferencia de otras civilizaciones donde Dios es una sustancia que se manifiesta en una multiplicidad de características exteriores.
Hegel se opone a la reducción de Cristo a su figura histórica, ya que en ese caso se lo pondría la altura de Sócrates o cualquier otro de los grandes maestros. La exégesis histórica puede hacer lo que quiera de la figura de Cristo, pueden crear sus propios Cristos, pero estas son trivialidades ya que para Hegel lo fundamental es saber lo que es la idea y la verdad en sí y para sí. Por otra parte, Hegel desecha los milagros como fundamento de la divinidad de Cristo, ya que es el espíritu el testimonio de esta. Pero Roma no es el terreno apto para el cristianismo, aunque alcanzó el rango de religión oficial gradualmente a través de Constantino y finalmente por medio de otro edicto durante el imperio de Teodosio. Serán los pueblos germanos los portadores del principio cristiano.
Llegamos así al cuarto momento de la historia, la senectud, que en el hombre implica vejez, “pero la vejez del espíritu representa la madurez completa, retorno a la unidad pero como espíritu”[41]. Carlomagno es coronado por el Papa en el año 800 dando inicio al imperio carolingio como continuación del imperio romano. Sin embargo, este imperio se fragmenta tras la muerte de Carlomagno y posterior la partición de los territorios entre sus descendientes. Hay tres reacciones contra los francos. En primer lugar, por parte de las diversas nacionalidades contra la omnipotencia del imperio franco, dejándolo de esa manerafragmentado.
En segundo lugar, está la reacción por parte de los individuos contra el poder legal y las fuerzas estatales, contra la subordinación y la forma de administrar justicia. Por último, la reacción por parte de la Iglesia que pretende elevarse por encima del poder temporal e influir sobre este, abandonando su verdadera misión.
Posteriormente comienza la transición desde la Edad Media a la monarquía. Mientras que el feudalismo es una poliarquía, el principio monárquico implica un poder supremo que se articula una forma de gobierno, y lo que comienza a tener relevancia es la ley y el derecho. Quienes habían sido vasallos se convierten en funcionarios estatales que deben hacer cumplir las leyes del Estado. La época Moderna constituye el tercer período donde “el espíritu se concibe a sí mismo como elemento libre que desea lo verdadero, lo eterno, lo en sí y por sí universal”[42].
Este tercer período se divide a su vez en: la Reforma protestante, luego la situación posterior a la Reforma, y finalmente la época moderna a partir de fines del siglo XVIII. La Reforma nació de la descomposición de la Iglesia. De un simple monje agustino, el cristianismo perdería su unidad debido a las malas prácticas, la corrupción y a la superstición. Este espíritu atormentado que era Lutero alzó su voz contra Roma y se ganó el interesado apoyo de los príncipes alemanes quienes deseaban cortar lazos con la Santa Sede. “Martín Lutero expresa con palabras sencillas, que la infinita subjetividad, es decir la verdadera espiritualidad, Cristo, no se halla presente en una representación exterior, sino que se logra únicamente a través de una reconciliación con Dios.
Se obtiene solamente en la fe y en el gozo”[43]. Lutero encontró serenidad frente a la imagen del Dios severo en las epístolas de San Pablo, especialmente la Epístola a los Romanos y la justificación por la fe. Ahora no existen grupos particulares poseedores de la verdad ni custodios del conocimiento del camino espiritual, sino que son los seres humanos quienes en su interior deben alcanzar la verdad. Como escribió Hegel, cada ser humano ha de realizar dentro de sí mismo la obra de la reconciliación: “En la concepción religiosa luterana es la subjetividad del individuo tan necesaria como la objetividad de la verdad”[44]. En pocas palabras, el contenido esencial de la Reforma es que el ser humano está destinado a ser libre a través de sí mismo.
Además, a partir de la Reforma, la evolución y el progreso del espíritu “consiste en que el espíritu consciente de su libertad a través de la mediación entre el hombre y Dios, adquiere asimismo certeza sobre el proceso objetivo como del mismo ser divino, lo aprovecha y utiliza para el desarrollo del mundo temporal”[45]. De acuerdo con Hegel lo secular había aparecido como algo incapaz del Bien, carente de verdad, pero con la reconciliación de la conciencia, lo temporal es capaz de contener una verdad. Agrega Hegel: “Se concibe…que lo ético y justo constituyen también dentro del Estado lo divino y un mandamiento de Dios…”[46].
Mientras Lutero se casó, respetó la institución del matrimonio, comía carne los viernes, en la Iglesia en cambio, los monjes vivían separados de la sociedad moral, siendo verdaderos soldados papales “como los genízaros para el poder de los sultanes turcos”[47]. Pero como sabemos, la Reforma no se extendió más allá en Europa y Hegel creía tener una curiosa razón para ello y era que, para él, sólo la interioridad de los pueblos germanos era el terreno adecuado para la posterior liberación del espíritu, no así las naciones latinas “que habían conservado en lo más profundo de su alma y en la conciencia del espíritu la división”[48].
Los pueblos latinos no son dueños de su interioridad y dejan que otras instancias se ocupen de esta, y esta instancia es la Iglesia. No obstante, esto, la repercusión de la Reforma fue enorme en Alemania, los países Escandinavos e Inglaterra, que terminaron por cortar sus lazos con Roma y esta última perdió notablemente su esfera de influencia en el continente. Pasaría mucho tiempo para que Lutero fuese perdonado por la Iglesia. Las iglesias protestantes lograrían gradualmente su derecho a existencia, especialmente tras la paz de Westfalia.
Hegel resalta la figura de Federico II el Grande (1712-1786), quien no es sólo la cabeza visible de un reino protestante sino que es un rey filósofo. Con Federico II entramos en lo que conocemos como la Ilustración, en donde el pensar es el escalón que ha alcanzado el espíritu, algo que Descartes ya había destacado, esto es, la primacía del cogito. El espíritu ahora comprende que la naturaleza y el mundo deben tener una razón en sí ya que Dios lo ha creado racionalmente. La experiencia se vuelve central, tal como lo afirma Hegel:
“Con esto ha surgido un interés general para observar y conocer el mundo que nos rodea. Lo general en la naturaleza son los géneros, las especies, el peso y la fuerza, reducidos a sus fenémenos…De ese modo se ha convertido la experiencia en la ciencia del mundo, por cuanto, la experiencia es, por una parte, la percepción perom por la otra, también el hallazgo de las leyes, de la interioridad y de la fuerza, en tanto retrorae lo existente a su original simplicidad”[49].
Las supersticiones y milagros van cediendo paso a las explicaciones provenientes de la ciencia empírica. Copérnico no se atrevió a publicar en vida su gran obra y Galileo fue obligado a guardar silencio ya que aun en aquella época, no estaban dadas las condiciones para afrontar la verdad que ofrecía la ciencia. En palabras de Hegel:
“El ojo del hombre se hizo avizor, se despertó el sentido y el pensamiento se hizo activo y esclarecedor. Con las leyes de la naturaleza se hizo frente a las tremendas supersticiones, así como a todas las concepciones de extrañas y poderosas fuerzas, sobre las cuales podía triunfar supuestamente, tan sólo la magia. Los hombres dijeron en todas partes, tanto los católicos como los protestantes, que lo exterior, a lo cual la Iglesia quiere asociar lo supremo, no es otra cosa que exterior, es decir que la hostia es únicamente masa de panificación y las reliquias solamente huesos. Contra la fe emanada de una autoridad, ha sido implantado el dominio del sujeto por sí mismo y uferon admitidas las leyes naturales como lo único que correlaciona lo exterior con el exterior. Fue así como se comenzaron a negar todos los milagros. La naturaleza se convirtió en un sistema de conocidas y comprobadas leyes”[50].
Las cadenas se van aflojando gradualmente hacia el siglo XVIII. La Ilustración borra todo lo especulativo en relación a los asuntos humanos o divinos. Con Federico II, el rey filósofo, escribió Hegel, el verdadero interés del Estado adquiere dimensión general y plena justificación. Federico II escribió el Antimaquiavelo en donde refuta capítulo por capítulo las ideas de teórico político italiano, ofreciendo un modelo de monarca inspirado en el los ideales ilustrados, un monarca paternalista y la benevolente hacia sus súbditos.
Los ideales de la Ilustración permanecieron en el ámbito abstracto, en el terreno de la teoría en Alemania, mientras que en Francia se pusieron en práctica con la Revolución Francesa. Hegel se pregunta la razón por la cual los alemanes pensaron lo que los franceses llevaron a la acción. La respuesta se puede encontrar en el hecho de en Alemania la Ilustración estaba del lado de la teología, mientras que en Francia la Ilustración tomó un carácter antireligioso. Añade Hegel:
“En Alemania ya se habían mejorado muchas cosas respecto de lo secular mediante la Reforma, sobre todo habían desaparecido aquellas nefastas instituciones basadas en el celibato, en la pereza y la pobreza. Tampoco existían ya bienes inalienables de la Iglesia y había desaparecido la intervención del poder eclesiástico en la órbita de los derechos del Estado”[51].
En Francia se dieron las condiciones necesarias para que pudiese estallar la revolución: una sociedad estamental en donde el tercer estado pagaba una gran cantidad de impuestos, y un clero y nobleza que estaban eximidos de aquellas pesadas cargas. Sumado a lo anterior, existía una burguesía pujante con poder económico pero con un acceso restringido a la esfera política. Sabemos que existía además que la monarquía de Luis XVI atravezaba por una crisis económica que había heredado de sus antecesores y que no mostraba señales de mejora debido a los cuantiosos gastos de la corte y la ayuda prestada a los norteamericanos para lograr su independencia de Inglaterra.
Además Luis XVI demostró no estar a la altura de la situación, por ejemplo expulsando a Necker, no pronunciándose sobre el sistema de votación en los Estados Generales y en general, a su actitud indecisa frente a las demandas del pueblo francés. Esto se agravó con la guerra contra las monarquías extranjeras donde la situación en Francia se radicalizaría y llevaría a los jacobinos al poder bajo los cuales Luis XVI y María Antonieta terminarían siendo ejecutados. Pero la Convención y el “Terror” sería una fase que sería necesariamente superada y se volvería al orden bajo el Directorio y posteriormente tras el Consulado, y gradualmente se encumbraría una poderosa figura: Napoleón.
En relación con la Revolución Francesa, Taylor señala que Hegel ve en esta el intento culminante por realizar los dictados de la razón humana en el mundo, pero añade que la revolución es incapaz de recrear una nueva sociedad para reemplazar a la que ha destruido. El anhelo de libertad absoluta, esplica Taylor, “es incapaz de reconstruir; sólo puede destruir un Ancien Régime, no construir uno nuevo…una vez destruido el Ancien Régime, debe volver sus energías destructivas hacia otra parte”[52].
El Terror bajo el régimen jacobino no constituyó una mera consecuencia accidental, sino que fue más bien la expresión de una “libertad negativa” que hace acto de presencia en el escenario político rechazando toda estructura diferenciada en nombre de una “igualdad universal”[53]. Así, una vez derrumbado el Ancien Régimen, ya no hay nada que destruir y la revolución dirige su fuerza destructora contra sí misma. En palabras de Taylor:
“…la aspiración a la participación total y completa es rigurosamente imposible. En realidad, algún grupo ha de dirigir el espectáculo, ha de ser el gobierno. Este grupo es en realidad una facción. Pero no puede reconocerlo, pues ello socavaría su legitimidad. Por lo contrario, afirma ser la encarnación de la libertad general. Todas las demás facciones son tratadas como criminales; y así debe ser, pues tratan de escapar de la voluntad general. Trtan de separarse de la participación universal y total. Se colocan como voluntades privadas, y por tanto hay que aplastarlas”[54].
Continúa Taylor señalando que Hegel, en este y otros pasajes de la Fenomenología, delinea el fenómeno moderno del terror político, en donde aquellos egos que se oponen a la “voluntad general” son vaciados de su contenido humano. El terror político moderno, continúa explicando Taylor, ha ido más lejos que la corte de cualquier tirano ya que castiga “a la voluntad refractaria, o simplemente a la voluntad tibia, por sí misma, porque ésta es la esencia del crimen contra la humanidad: no participar en su marcha hacia delante: y con esto, las víctimas son expulsadas de las filas de la humanidad, de modo que se les puede tratar como un cáncer…Y la perversión de esta ideología de la voluntad colectiva mediante una mezcla con el racismo sobrepasó la anterior criminalidad humana”[55].
Marx, señala Taylor, también se aferró a una idea terriblemente irreal de la libertad (liberatd sin situación o libertad absoluta) en donde quedaba superado, entre otros aspectos, la división y diferenciación en la vida social. Es este
Demos por finalizada la exposición de la Filosofía de la historia de Hegel. Para nuestro filósofo, la filosofía de la historia había que entenderla como una historia universal, siendo esta última aquel “largo proceso y el efectivo devenir del espíritu, sobre el espectáculo cambiante de las historias, constituyendo una verdadera teodicea, vale decir la justificación de Dios en la historia”[56]. Es la misión de la historia conquistar la libertad, y el protagonista es aquello que surge de la Naturaleza: el Espíritu. La historia culmina con la transformación del Espíritu objetivo en Espíritu absoluto. Como escribió José Ferrater Mora, la historia es la locura del Espíritu que necesita fortalecerse, salir de su satisfecha intimidad y habérselas con la cruda intemperie”[57].
En este despliegue a través de la historia nada es excluido, ni las pasiones, ni intereses egoístas, ni fuerzas irracionales ya que todos estos siguen los “dictados tiránicos” del Espíritu. El marxismo clásico no fue capaz de dar una respuesta acerca de cómo sería la nueva situación o cómo habrá cambiado la situación de los seres humanos con el advenimeinto, es decir, cuáles serán las nuevas divisiones, tensiones y diferenciaciones. El que el marxismo clásico no tuviese una respuesta implica que su respuesta era: ninguna.
En palabras de Taylor:
“…nuestra única situación será la del hombre genérico, armoniosamente unido y en competencia con la naturaleza. Pero esta situación no sólo es increíble, sino, puede decirse, invivible. Sería una libertad absolutamente vacía”[58].
La sociedad de la libertad que ofrece el marxismo y otras corrientes sólo se limitan a señalar que debe ser creadora, carente de divisiones entre los hombres y dentro de ellos, la inexistencia de representación y coacción, son sólo fórmulas vacías, y no hacen más que apartar mentalmente toda la situación humana. Continúa explicando Taylor:
“…la libertad completa significaría la abolición de toda situación, es decir, una posición que nos coloca frente a cierta tarea o que nos exige cierta respuesta si hemos de ser libres. La única clase de situación que este concepto puede reconocer es una definida por los obstáculos a la acción libre, obstáculos que hay que superar o apartar: opresión externa, aspiraciones no auténticas impuestas por la sociedad, enajenación, límites naturales”[59].
La libertad se alczana conforme a que erradiquemos las situaciones que se nos presenten como obstáculos, de manera que el ser humano llega a un escenario tal donde ya no será necesario ningún tipo de acción que implique abolir una nueva situación que se nos presente como impuesta y limitante. Pero cuando se llega a la etapa cúlmine ya no quedaría nada más que destruir y el hombre sería libre dentro de un vacío insoportable y tal como sucedió en la Revolcuión Francesa, cuando ya no hay nada que destruir, entonces la destrucción se dirigirá contra otros seres humanos.
La experincia de los socialismos reales enseñaron que la libertad y la igualdad que intentaron edificar los distintos gobiernos siempre termina con una elite o vanguardia que ejerce el poder dicendo ser la encarnación del pueblo, la libertad y la igualdad, y que cualqueira que no se uniera a la marcha del pueblo hacia comunismo, tenía que ser necesariamente destruido.
[1] Dont 259.
[2]Charles Taylor, op. cit., 144.
[3] Ibid., 144-145.
[4] Ibid., 62.
[5] Ibid., 126.
[6] Ibid., 126-127.
[7] Ibid., 187.
[8] Ibid., 194.
[9] R. G. Collingwood, Idea de la historia (México: FCE, 2004), 59.
[10] Ibid.
[11] Ibid.
[12] Jacques Maritain, Filosofía de la Historia (Argentina: Editorial Troquel, 1971), 18
[13] R. G. Collingwood, op. cit., 185
[14] Ibid., 187.
[15] Charles Taylor, op. cit., 193.
[16] Ibid., 190.
[17] Ibid.
[18] R. G. Collingwood, op. cit., 189
[19] Ibid., 190.
[20] G. W. F. Hegel, Filosofía de la historia (Argentina: Claridad, 2008), 48.
[21] Raymond Aron, Lecciones sobre la historia. Cursos del Collège de France (México: FCE, 1996), 125.
[22] Aron, 126.
[23] Aron, 127.
[24] G. W. F. Hegel, Filosofía de la historia, 67.
[25] José Ferrater Mora, Cuatro visiones de la historia universal (España: Alianza Editorial, 2006), 104.
[26] Ibid.
[27] Hegel, G. W. F. Hegel, Filosofía de la historia, 104.
[28] Ibid., 133.
[29] Ibid., 117.
[30] Ibid., 124.
[31] Ibid., 134.
[32] Ibid., 135.
[33] Ibid., 203.
[34] Ibid., 207.
[35] Ibid., 207.
[36] Ibid., 222.
[37] Ibid., 225.
[38] Ibid., 233.
[39] Ibid., 272.
[40] Ibid., 279.
[41] Ibid., 87.
[42] Ibid., 355
[43] Ibid., 357.
[44] Ibid.,358.
[45] Ibid., 363.
[46] Ibid., 363.
[47] Ibid., 363.
[48] Ibid., 362.
[49] Ibid.,377
[50] Ibid.
[51] Ibid., 381.
[52] Charles Taylor, op. cit., 200.
[53] Ibid., 228.
[54] Ibid., 229.
[55] Ibid., 230-231.
[56] G. W. F. Hegel, Filosofía de la historia, 391.
[57] José Ferrater Mora, Cuatro visiones de la historia universal, 101.
[58] Charles Taylor, op. cit., 291.
[59] Ibid., 296.