10/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: algunas críticas(por Jan Doxrud)
Son numerosas las críticas a la filosofía de Hegel por lo que consideraré sólo algunas de las trincheras desde donde se ataca a Hegel. En primer lugar, podemos mencionar los defectos de su filosofía que guardan relación con el condicionamiento de la época, al que ningún autor escapa incluso en nuestros días. Me refiero a la óptica eurocéntrica con la que Hegel explica la evolución de la historia, donde los pueblos no occidentales son representados como la infancia de la humanidad y Occidente representa la madurez y la libertad.
También podemos destacar la ignorancia de Hegel frente a muchos temas especialmente sobre las culturas no occidentales, pero debemos tener en consideración la poca disponibilidad de literatura al respecto y que, dada la monumental obra de Hegel, resultaba complejo que el filósofo pudiese dominar todas las materias que exponía. Por su parte están aquellos historiadores que, teniendo presente las contingencias e incertidumbres de su trabajo, desconfían de estos sistemas omniabarcantes como los de Hegel.
Siguiendo a Maritain, el primer pecado de estas filosofías de la historia es: su supersimplificado y arbitrario acercamiento en lo que respecta a la elección de las materias, la autoengañosa ambición de llegar a una explicación a priori del curso de la historia humana, la ambición de llegar a una explicación totalizadora del significado de la historia humana y, por último, la autoengañosa ambición de llegar a una explicación científica de la historia. Jacques Maritain critica a Hegel por haber relativizado a la persona individual:
“Para él la persona humana solo es una onda que pasa sobre el océano de la historia, y que imagina empujar la corriente mientras es arrastrada por ella”[1].
La astucia de la Razón es un ejemplo de cómo los seres humanos serían solamente títeres en este gran escenario que es la historia, sus intereses no tienen relevancia ya que están al servicio de un fin superior sobre el cual no tienen control alguno, son muñecos del Weltgeist, escribió Maritain, del espíritu del mundo. Otro punto, relacionado con el anterior, tiene que ver con la libertad. El individuo, dentro del sistema hegeliano, no tendría libertad, ya que esta se encuentra supeditada, coartada o limitada por algo superior que trasciende los distintos períodos históricos.
Salvo algunos personajes que han modificado notablemente el curso de la historia, un Alejandro Magno, César o Napoleón, el individuo en general nada tiene que aportar a este curso de la historia, dado que en cada período de la los cambios que ocurren son necesarios, por lo que la voluntad y libertad humana quedan oscurecidas. Pero esto no puede ser así, es decir, todo cambio no puede ser solamente necesario. Hay que tener en consideración la libertad humana. Por ejemplo, como escribió Maritain, el progreso tecnológico puede aparecer como algo inevitable, pero: ¿qué dirección puede tomar este progreso irreversible? Aquí es donde entra la voluntad de los seres humanos.
Este progreso tecnológico puede esclavizar al ser humano o puede ser una fuerza liberadora, y esto no depende de ninguna necesidad de la historia, sino del modo en que como los seres humanos intervienen. Pero Hegel minimizó el impacto de la intervención del ser humano en la historia. Así, para Maritain, el sistema hegeliano es el más brillante, famoso y potente entre los falsos sistemas de filosofía de la historia. Por su parte Bernard Delfgaauw critica el Espíritu universal que lleva todo hacia buen puerto a pesar de las pasiones e irracionalidades de los seres humanos. Este Espíritu universal no es más que un mito, ya que son los mismos seres humanos quienes destruyen y construyen todo. Tanto ruina como progreso son obra del hombre, afirma Delfgaauw.
Isaiah Berlin también está entre los críticos de Hegel teniendo a este en su lista de los seis enemigos de la libertad humana. El tema central es el de la libertad. Berlin hace referencia a la paradoja hegeliana sobre el reconocimiento de la necesidad. Este problema puede traducirse en clave teísta. Si existe un Dios omnisciente, todopoderoso que desde un sitial atemporal observa lo que fue, es y será, ¿qué queda de la libertad humana? Si Dios sabe de antemano el fin de cada uno de nosotros como individuo y especie, ¿podemos considerarnos como seres libres?
Para Hegel el mundo sigue una marcha en la cual el individuo no puede influir de manera decisiva, y lo que le resta es comprender y aceptar el movimiento dialéctico. Esta idea no hay que aceptarlo ya que carece de toda prueba, de manera que no debe ser concebida como las teorías de Newton, Darwin o Einstein. Pero la pregunta queda planteada: ¿Qué sucede con la libertad humana dentro de este sistema metafísico hegeliano? Hegel nos invita a aceptar las cosas como son y no rechazar lo que no puede ser de otra manera.
El mismo Hegel escribió que desear que el universo fuese distinto de cómo es, es como desear que dos y dos fuesen diecisiete. Estar en contra del curso de la historia no tiene el más mínimo sentidos y que tales personajes sólo estarían deseando que dos y dos fuesen diecisiete. Como escribió Berlín:
“No gustar de lo que se ve como racionalmente determinado, oponerse a ello, es simplemente una manía suicida, la última estupidez, una especie de inmadurez, una incapacidad de ser adulto”[2].
Posteriormente agrega:
“¿A quién le importa lo que un niño piense de la teoría de Euclides o de las proposiciones de Newton o de Einstein? Sentir disgusto del universo, denunciarlo, resistirle…todo esto es, para Hegel, una manera de ser inferior, de ser ciego…en última instancia, de vicio”[3].
Si comprendemos la historia no caeremos en estos absurdas insurrecciones infantiles frente a esta, ya que captaremos como la historia opera, y nos asimilaremos a su pauta y apreciaremos su racionalidad, así como el sinsentido de resistirse. Por lo tanto, como bien escribió Berlin, ser libre y racional son lo mismo, ya que “ser racional es comprender; comprender es asimilar en nuestro propio ser; no ser libre significa tropezar con obstáculos externos”[4].
En Hegel, explica, Berlin se puede diferenciar, por una parte, lo subjetivo, lo emocional, lo utilitario, lo individualista, y por otra, lo objetivo, que es lo racional, poderoso e inexorable, lo que él denomina lo “histórico universal”. Es aquí donde surgen los grandes hombres de la historia, sin importar si fueron buenos o malos, tales valoraciones pertenecen justamente a la época histórica desde la cual se están emitiendo, y son esos hombres quienes crean valores, cierran épocas y abren otras, así lo hizo César, Augusto y Napoleón, grandes destructores y creadores de sociedades.
Que la “pauta” sea más relevante que el individuo es tema de discusión entre quienes creen que Hegel aplasta al individuo y su libertad, mientras que otros estudiosos y admiradores buscan dentro del bosque hegeliano recursos para presentarlo como un defensor de las libertades individuales. El individuo, continúa Berlín, “es tan intangible como lo sería una mancha de color, un sonido aislado, una palabra divorciada de la frase de la que forma parte…”[5].
El individuo en sí mismo no existe salvo como parte de una pauta, de manera que seríamos como actores dentro de una obra que nunca finaliza y que se sirve de infinitos actores que ellos mismo no se saben como parte de esta gran obra en la cual participan, pero en la cual no tienen un papel decisivo, sus roles no los escogen y sólo se limitan a cumplir el papel que les fue asignado por el Gran Director. Escribe Berlin: “Los pueblos están realizando siempre las ingentes tareas que les asigna la historia, y cuando la historia ha acabado con ello, los descarta. Los pueblos son como los ropajes que el gran proceso de la historia universal ora se pone, ora se quita y desecha a su capricho”[6].
Entre todas las pautas el Estado es fundamental, la actividad del Estado o la “la marcha de Dios a través del universo”, es la pauta suprema que integra a todas las demás ya que muestra a la humanidad en su aspecto más ordenado y disciplinado, y sabemos que este no es cualquier Estado, sino que es el Estado de Prusia. De acuerdo con Berlín, el gran crimen de Hegel fue “haber creado una enorme mitología en que el Estado es una persona, y la historia es una persona, y hay una sola pauta que tan sólo la visión metafísica puede discernir”[7].
En lo que se refiere a la libertad, esta queda estrangulada por la pauta, el ser humano tiene que fluir con el ritmo de la historia, no juzgar y resistirse. La libertad hegeliana, continúa explicando Berlín, “consiste en la conquista o la posesión de aquello que nos obstruye; hasta que hayamos conquistado y poseído todo, entonces seremos idénticos al amo del universo. Mientras no hayamos hecho eso, lo mejor que podemos hacer es tratar de comprender por qué debemos ser como debemos ser, y en lugar de quejarnos, gruñir y llorar por las aterradoras cargas que pesan sobre nosotros, recibirlas con alegría. Pero la alegre recepción de cargas no es libertad”[8].
En Hegel no hay espacio para la libertad, aunque algunos querrán que comenzar a hilar fino para encontrar alguna idea, algún párrafo perdido entre sus obras para defender a un Hegel amante de la libertad individual. Como es sabido, para Berlin la libertad es la capacidad de elegir, sin coacciones y amenazas por parte de algún vasto sistema. Debemos tener el derecho de defender nuestras propias convicciones simplemente porque son nuestras, derecho a resistir y ser impopular si eso significa defender nuestras ideas.
Pasemos a examinar a otro crítico, esta vez las invectivas son más acidas y duras. Me refiero a la crítica que Karl Popper realiza a Hegel en “La sociedad abierta y sus enemigos”. Los ataques de Popper sin duda pueden causar el enojo de aquellos que aún ven en la filosofía de Hegel un aporte al desarrollo del pensamiento en Occidente. Es que Popper no se guarda nada para sí y sus ataques van no sólo dirigidosa la filosofía de Hegel y su desastroso legado, sino que también a su lúgubre estilo de hacer filosofía. Popper no puede aceptar que un personaje como Hegel sea colocado en el mismo pedestal o incluso en uno más alto, que el de figuras como Kant, John Stuart Mill o Bertrand Russell. Popper por supuesto que es consciente de su fuerte e inmisericorde ofensiva contra el pensador alemán:
“Muchos amigos me han criticado por m actitud hacia Hegel y por mi miopía para apreciar su grandeza. Por supuesto que tenían toda la razón del mundo, puesto que, efectivamente, fui incapaz de verla (y sigo sin verla todavía). A fin de subsanar esta deficiencia, he llevado a cabo una indagación lo más sistemática posible de la cuestión de donde residía la grandeza de Hegel”[9].
Era de esperar que esta empresa que emprendió Popper lo llevó a reafirmar su posición frente a esta supuesta grandeza del autor de la Fenomenología del espíritu. Pero a pesar de las críticas que se puedan esgrimir en contra de Hegel, aun persiste la pregunta: ¿a qué se debe su éxito? ¿Es necesario continuar preocupándose por este autor? De acuerdo con Popper, quien escribió “La sociedad abierta y sus enemigos” en 1945, la influencia de Hegel seguía siendo poderosa y podemos añadir que aún lo es, aunque en menor grado. Según Popper, la jerigonza hegeliana ejercía una considerable influencia en la filosofía social y la moral, así como en las ciencias sociales y políticas.
De acuerdo con el pensador austríaco, Hegel se asemeja a aquellos filósofos que han logrado mantener esa atmósfera de misterio que lograban generar los magos, y presentar a la filosofía como algo misterioso, apto sólo para ciertos intelectuales, y si no se lograba comprender el contenido de esa filosofía, no se debía a la falta de claridad de pensamiento del autor, sino que a la falta de capacidad por parte del lector a captar la profundidad de ese pensamiento. Así parece haber una relación entre el grado de complejidad e ininteligibilidad por una parte, y el grado de profundidad de quien escribe.
La claridad en la exposición de las ideas viene a ser considerada como algo superficial y sería en la oscuridad donde radicaría la verdad. Dentro de esta caótica escritura que debe ser dotada de sentido, todo es posible, todo lo explica, no puede ser criticada, se presta para numerosas interpretaciones, es una verdadera masa informe que puede adoptar cualquier forma según la conveniencia de la persona. En palabras de Popper:
“El hegelianismo lo sabe todo acerca de todo. No hay en él pregunta que no tenga pronta respuesta. Y, en realidad, ¿quién podría estar seguro de que la respuesta no es cierta?”.
Más allá de las lapidarias invectivas de Popper, ¿por qué razón aborda el pensador austriaco el hegelianismo en su obra? Esto se debe a que Hegel es un adorador del Estado, un sucesor y continuador de Platón, donde el Estado es todo y el individuo nada, así Hegel es parte de aquellos que Popper considera como enemigos de la sociedad abierta. Popper resalta la figura del enemigo declarado y contemporáneo de Hegel: Arthur Schopenhauer.
Este pensador ya había denunciado muchas verdades sobre la filosofía de Hegel: su estilo caótico y ser un lacayo al servicio del estado prusiano. Dejemos estas polémicas y entremos en aquellas ideas de Hegel que están bajo la lupa popperiana. Hegel, al igual que Aristóteles, afirma que las Ideas o esencias se encuentran en los objetos sujetos al flujo, no con anterioridad a los objetos sujetos al flujo, como estableció Platón.
A diferencia de Platón, Hegel considera que la tendencia evolutiva de este mundo sujeto al flujo no se aleja de la Idea, sino que marcha hacia la esta. Vemos entonces que Hegel se encuentra influenciado por el flujo de Heráclito y también por Platón, pero establece en contra de este último, además de lo anteriormente mencionado, que las ideas también están sujetas al cambio. La causa final de esta evolcuión es lo que Hegel denomina la “Idea Absoluta”. Como ya tuvimos la oportunidad de ver, esta evolución que describe Hegel es de carácter dialéctico.
“…Hegel, al igual que Heráclito, cree que la guerra es la madre y reina de todas las cosas. Y, también al igual que Heráclito, considera que la guerra es justa…Y nuevamente como Heráclito, generaliza esta teoría, extendiéndola al mundo de la naturaleza, interpretando los contrastes y diferencias de los objetos, la polaridad de los opuestos, como una especie de guerra, como una suerte de fuerza propulsora de la evolución natural. Y también al igual que Heráclito, Hegel cree en la unidad e identidad de los opuestos; en realidad, la unidad de los opuestos desempeña un papel tan importante en la evolución, en el progreso «dialéctico», que podemos considerar a estas dos ideas heracliteanas, la guerra de los opuestos y su unidad o identidad, como las ideas primordiales de la dialéctica de Hegel”[10].
Hasta aquí, señala Popper, estamos ante un historicismo bastante decente y honesto, pero dicha apariencia comienza a sufrir cambios cuando nos centramos en la dialéctica de Hegel. El pensador alemán se pone en guardia ante la figura de Kant, pero en lugar de organizar una ofensiva contra la dialéctica kantiana la convirtió en opuesto. De acuerdo a Popper, Hegel transformó la dialéctica de Kant en su opuesto, esto es, en la principal herramienta a favor de la metafísica. Hegel no se preocupaba por las contradicciones en que podía entrar la razón.
Recordemos que Kant escribió que cuando la razón se aventuraba hacia territorios que no podían ser verificados por la experiencia, cae necesariamente en contradicciones o antinomias. Si para Kant esto era un problema, no lo era para Hegel. Como escribió Popper: “Según Hegel, es atributo natural de la razón el que se contradiga a sí misa, y no es por debilidad de nuestras facultades humanas sino por la esencia misma de toda racionalidad que debe operar con contradicciones y antinomias; en efecto, es ésta, precisamente, la forma en que se desarrolla la razón”[11].
La esencia de la razón es la contradicción y esto se explica por el carácter dinámico de la realidad, algo diferente de lo que pensaba Kant, que concebía a la razón como algo estático. Para Hegel todo se desenvuelve dialécticamente y nuestra razón es producto del patrimonio social, del desarrollo del grupo social al que pertenecemos: la nación. La diálectica, como ya tuvimos oportunidad de examinar, opera con un ritmo de tres tiempos: tesis, síntesis y antítesis. Popper no rechaza que esta sea una mala descripción de la forma en que suele desarrollarse el examen crítico, ya que toda crítica consiste en establecer discrepancias y contradicciones que finalmente a través del conocimiento científico logran eliminarse.
Es aquí donde comienzan los problemas para Popper ya que la ciencia “opera sobre la base del supuesto de que las contradicciones no son permisibles ni inevitables, de tal modo que el descubrimiento de una contradicción obliga al hombre de ciencia a realizar todos los esfuerzos posibles para eliminarla y, en realidad, toda vez que se admite la presencia de una contradicción, se derrumba el rigor científico”[12]. Tenemos que este excesivo énfasis en el cambio y choque entre contrarios, que constituye el núcleo del pensamiento hegeliano, es en realidad el obstáculo para el progreso.
Para Popper esto último tiene una explicación y es que Hegel, al dejar lugar a las contradicciones, su propósito es detener la argumentación racional y junto a esto, el progreso científico e intelectual. Escribe Popper: “Al tornar imposible el raciocinio y la crítica, Hegel procura poner a su propia filosofía a salvo de toda objeción, de tal que pueda ser impuesta como un dogmatismo invulnerable, a resguardo de todo ataque y a manera de cúspide insuperable de todo desarrollo filosófico”[13].
El segundo pilar del pensamiento hegeliano que Popper critica es la denominada filosofía de la identidad, que es una aplicación de la dialéctica, donde la oposición de los opuestos de Heráclito constituye el eslabón entre la dialéctica y la filosofía de la identidad. Esta filosofía, señala Popper, no es más que una forma de justificar el orden existente, es decir, la monarquía prusiana. El resultado principal es un positivismo ético y jurídico. Si Platón había establedico una diferencia entre la Idea y las ideas que existen en nuestra mente, Hegel concluyó que lo Ideal = Real.
Por su parte, Kant hablaba de las “Ideas de la Razón pura” y utilizaba el término “Ideas” en el sentido de las ideas en nuestra mente. De esta forma, escribió Popper, Hegel “extrae la doctrina de que las Ideas son algo mental o espiritual o racional susceptible de ser expresado mediante la ecuación Idea = Razón”[14]. Combinando Ideal = Real e Idea = Razón Hegel obtiene: Real = Razón. Todo lo real debe ser razonable y lo razonable real, y “todo aquello que es real y concreto en la actualidad existe por necesidad, y debe ser, a la vez, razonable y bueno”[15].
¿Qué es aquello que reúne esas características? De acuerdo a Popper, es el Estado prusiano. El Estado coarta la libertad y los ideales de la Revolución Francesa. Cuando Hegel afirma que la libertad de pensamiento y la ciencia solamente se pueden dar en el Estado, en realidad no pretende dar libertad de funcionamiento al pensamiento y al desarrollo de la ciencia ya que esta última puede llegar a reclamar los derechos que alguna vez tuvo la Iglesia que son la libertad de sus afirmaciones y convicciones.
Paso seguido, Hegel afirma que frente a las opiniones subversivas, el Estado tiene la labor de proteger la “verdad objetiva”, por lo que Popper se pregunta quién ha de juzgar qué es la verdad objetiva. Siguiendo con este raciocinio, el Estado alcanza un papel fundamental o, como escribió Hegel, la más alta cumbre y totalidad que todo lo penetra. Es en esta forma perfecta del Estado donde todos alcanzan la plena libertad y desarrollo de sus potencialidades. Cuando Hegel se refiere a la voluntad del Estado está haciendo alusión a la voluntad de un Individuo real que es la monarquía.
La constitución monárquica sería la forma más perfecta de gobierno siendo las demás sólo formas imperfectas, que aun están en etapas evolutivas inferiores. Aquí es donde Popper se pregunta: “¿Cómo puede haber alguien tan estúpido que pida una «constitución» para un país que tiene sobre sí la bendición de una monarquía absoluta, el grado más elevado posible de todas las constituciones?”[16].
Resumamos lo que se ha dicho sobre Hegel de acuerdo a Karl Popper: tenemos que Hegel concibe al mundo como algo dinámico, en constante cambio, donde incluso las esencias e edeas no escapan de este permanente flujo. El grado final de este desarrollo dialéctico debe ser razonable, esto es, bueno y verdadero: “Todo desarrollo real, puesto que es real, debe ser, de acuerdo con la filosofía de la identidad, un proceso racional y razonable, y es evidente también que esto debe valer también para la historia”[17].
Por consiguiente, señala Popper, la historia es el desarrollo de algo real y, de acuerdo a la filosofía de la identidad, deber ser racional. Para Hegel, al historia es el proceso del Espíritu Absoluto y es el Espíritu Germano el Espíritu del nuevo mundo. Recordemos los tres pasos dialécticos que describe Hegel en su Filosofía de la historia, en donde en primer lugar estaba el despotismo oriental, en segundo lugar el mundo griego y romano, y en último lugar la Monarquía Germánica.
A su vez subdivide esta última etapa, destacando la Reforma, luego los sucesos ocurridos posterior a la Reforma y, en último lugar , el período comprendido entre 1800 y 1830. Es aquí donde Hegel destaca la importancia del mundo germano ya que es el Espíritu Germano el Espíritu de estos nuevos tiempos, específicamente, la Prusia de Federico Guillermo. En este sentido se puede considerar a Hegel como un nacionalista, un representante de aquel nacionalismo “que halaga nuestros instintos tribales, nuestras pasiones y prejuicios, y nuestro nostálgico deseo de vernos liberados de la tensión de la responsabilidad individual que procura reemplazar por la responsabilidad colectiva o de grupo”[18]. Nos encontramos así con otra evidencia que coloca a Hegel como enemigo de la sociedad abierta: su nacionalismo.
Popper critica el concepto de Estado nacional entendido como la exigencia política de que el territorio de cada Estado coincida con el territorio habitado por una nación. Con respecto a este concepto Popper escribió: “El principio del Estado nacional no sólo es inaplicable, sino que nunca ha sido concebido con claridad. Es un mito, un sueño irracional, romántico y utópico, un sueño de naturalismo y colectivismo tribal”[19]. Para Popper, si bien Rousseau no mostró tendencias hacia el nacionalismo, sus ideas portaban en sí el germen de este y que posteriormente serían desarrollados por Herder, quien sostuvo que el Estado debía poseer límites naturales que debían coincidir con los lugares habitados por su nación.
Popper continúa señalando que Hegel domó al nacionalismo transformándolo en un autoritarismo prusiano bien disciplinado. Hegel persuadió a los nacionalistas de que “sus exigencias colectivistas se satisfacían automáticamente en un Estado todopoderoso y que lo único que debían hacer era ayudar a aumentar el poder del estado”[20]. Popper cita algunos pasajes de la Filosofía del Derecho de Hegel para demostrar su punto. En estos se puede apreciar que Hegel afirma que un pueblo sin monarca es una multitud amorfa. En otro pasaje de la Enciclopedia escribió:
“Frecuentemente se llama nación a la suma de las personas particulares. Pero una suma tal es un populacho, no un pueblo, y en ese sentido, uno de los objetivos del Estado es que la nación no adquiera, en su poder y en su acción, el carácter de un conglomerado de este tipo”[21].
Para el filósofo germano en una nación como la descrita, sólo puede imperar la ilegalidad, la ignorancia y la inmoralidad. Hegel toma a Inglaterra para ilustrar su punto:
“La experiencia demuestra que ese país, si se lo compara con los demás Estados civilizados de Europa, es el más atrasado en su legislación civil y penal, en el derecho y libertad de la propiedad y en las disposiciones para las artes y ciencias, y que la libertad objetiva o derecho racional es sacrificado al derecho formal y a los intereses privados particulares…”[22].
¿Es necesario mencionar que Prusia se encontraba más atrasada que Inglaterra en lo que se refiere a las ciencia y las artes? Además, como asevera Popper, la Universidad de Berlín había sido fundada en el contexto de las guerras napoleónicas y con la idea, como dijo el rey, de que “el Estado reemplazase con conquistas intelectuales lo que había perdido en fuerza física”.
Hemos visto hasta ahora la crítica de Popper a la dialéctica hegeliana, a su filosofía de la identidad, a su historicismo, a su defensa de la monarquía en detrimento de la democracia y por último su nacionalismo tribalista. En la parte VI Popper aborda la temática del totalitarismo y la conexión que guarda con Hegel. Popper no se viene con rodeos, para él las ideas más relevantes del totalitarismo moderno son herencia directa de Hegel.
En primer lugar, el nacionalismo entendido a la luz de la idea historicista de que el Estado es la encarnación del Espíritu, de la nación o raza elegida como creadora del Estado. En segundo lugar el concebir el Estado como enemigo natural de los demás Estados por lo que este debe afirmarse y prevalecer por medio de la guerra. De acuerdo a Hegel, un Estado es tal cuando se relaciona con otros Estados y esta relación se caracteriza por la intervención de las pasiones, intereses, talentos, virtudes e injusticias.
Hegel se encuntra en las antípodas de la paz perpetua de Kant. En tercer lugar, la idea de que el Estado se encuentra excusado de cualquier obligación moral, siendo la historia el único juez. En palabras de Popper: “la utilidad colectiva es el único principio de la conducta personal; la mentira y la deformación de la verdad con fines propagandísticos son permisibles”[23]. Sólo el éxito histórico-universal es el criterio bajo el cual se puede pronunciar juzgamiento. De la dialéctica surge el Espíritu Universal y, como afirmó Popper, el éxito es justamente emerger como vencedor en este combate dialéctico entre Espíritus Nacionales por el poder.
En cuarto lugar tenemos la ética de guerra y el hacer de esta, junto al destino y la fama, ideales deseables. Esto no es nuevo, hay quienes veían en la guerra, como la concibió Filippo Marinetti y otros intelectuales, como una especie de catarsis o como escribió Popper: “La guerra tiene la profunda significación de que gracias a ella se preserva la salud ética de una nación y afloran a tierra sus objetivos finitos…La guerra preserva a la gente de la corrupción que terminaría por acarrearle una paz perpetua.”(284) Por su parte, Hegel escribe en la Enciclopedia:
“El Estado es…la realidad inmediata de un pueblo singular y naturalmente determinado. Como individuo singular, es exclusivo, respecto de los otros individuos semejantes. En las relaciones recíprocas de éstos tienen lugar el arbitrio y la accidentalidad…Esta independencia hace de la lucha entre ellos una relación de la fuerza, una condición de guerra; por la que la clase general asume como fin particular suyo la conservación de la autonomía del Estado frente a los demás, como clase del valor militar”[24].
Esto vendría a ser parte de la lucha por el reconocimiento que es una de las constantes que opera dentro de la historia universal. Ahora bien Hegel reconoce también dentro del “derecho externo del Estado” el establecimiento de tratados de paz como una forma de alcanzar un reconocimiento universal. También destaca el derecho internacional “cuyo principio universal es el supuesto conocimiento de los Estados, y por esto limita las acciones que de otro modo carecían de freno, de los pueblos los unos contra los otros, de modo que la posibilidad de paz subsista…”[25].
En quinto lugar Popper destaca el fenómeno de la creación del Gran Hombre, “la personalidad histórico-universal, el hombre de conocimientos profundos y grandes pasiones “actualmente, el principio del conductor)”[26]. Este Gran Hombre encarna la voluntad del pueblo, “dice a su época lo que quiere y lleva a cabo”, tal como lo hivcieron aquellos conductores como Lenin (y su concepto de vanguardia), Mussolini (el Duce) o Hitler (el Führer). Este Conductor es una suerte de publicista e instrumento sobresaliente para realizar el Espíritu en la historia. Por último tenemos el ideal de la vida heroica y del héroe, y el desprecio a la imagen del burgués.
No se trata por su puesto de despreciar el heroísmo pero ciertamente, como escribió Popper, no debemos admirar el heroísmo entre pistoleros o considerar actualmente a terroristas suicidas como héroes religiosos. Popper se refiere a la noción tribal del héroe, especialmente bajo su forma fascista (recordemos que el fantasma de las atrocidades la Segunda Guerra Mundial continuaba presente en la época en que escribió Popper). Hegel no muestra simpatía con lo que denomina como vida rutinaria, carente de oposición, ya que para el filósofo alemán así no es la forma en que funciona el mundo. Recordemos que para Hegel la historia del mundo no es un teatro de felicidad.
Palabras finales
Dejamos las críticas a Hegel que continúan dividiendo de manera radical a los académicos, entre quienes simplemente desearían borrar a Hegel de la historia del pensamiento y quienes aún lo estudian cuidadosamente motivados por la creencia que este pensador puede ofrecer nuevas luces y aportes a nuestra época. Sin duda este filósofo ejerció una notable influencia en su época, como por ejemplo en Feuerbach y principalmente en Karl Marx, quien daría un nuevo impulso a la figura de Hegel a pesar de haber desechado partes esenciales de su pensamiento.
Personalmente creo que este pensador ya pasó a ser parte del museo de la historia y ya nada tiene que ofrecer, o al menos nada de valor para la comprensión de nuestro mundo, no más de lo que puede aportar Santo Tomás o Roger Bacon. No obstante lo anterior, creo que es un autor que hay que conocer y quien quiera adentrarse en su nebuloso pensamiento tendrá que armarse de paciencia para enfrentar un pensamiento confuso y ambiguo. No sabremos realmente que pensaba Hegel cuando escribió su Fenomenología u otra de sus obras.
¿Realmente entendió y estaba de acuerdo con lo que escribió? ¿Qué podemos decir sobre las excentricidades que escribió sobre materias relativas a la naturaleza y que no tratamos en este escrito? ¿Debemos culpar al atraso que se encontraba Alemania en materia científica? Si Hegel pudo escribir tamañas opiniones sobre temas que podían corroborarse experimentalmente, ¿cómo no estar seguros de que procedió de la misma manera y aún con mayores licencias en temas filosóficos? ¿Acaso debemos coincidir con Schopenhauer en que si existía un arte en Hegel, este consistía en tomar el pelo a los alemanes?
¿No será que Hegel nos tomó el pelo a todos con un sistema de pensamiento oscuro fruto más de inspiraciones místico-religiosos, opiniones carente de fundamentos e imaginación? ¿Acaso es el sistema hegeliano, como señaló Bertrand Russell, una mera inspiración mística que posteriormente procedió a racionalizarla hasta transformarla un vasto metarelato filosófico? Para Charles Taylor Hegel es aún un pensador que goza de vigencia ya que abordó un tema que aún es crucial en nuestros tiempos: cómo unir la autonomía radical con la plenitud de la unidad expresiva con la naturaleza. En palabras de Taylor:
“Pero el problema que preocupó a aquella generación,la oposición que trató de reconciliar, continúa en nuestros días, aunque en distintas formas. Parece inerradicable de la civilización moderna que, como heredera de la Ilustración, constantemente hace surgir la protesta expresivist, y junto con ella, las pretensiones de libertad absoluta…Y la necesidad se vuelve hoy más aguda bajo el efecto de una crisis ecológica crecientemente dramatizada en la conciencia pública. El hecho de que aún estemos tratando de reconciliar la libertad con la naturaleza nos hace estar aún en nuestras anchas en el período romántico. Por muy extrañas que puedan parecer sus doctrinas, los románticos aún nos hablan”[27].
[1] Maritain 35
[2] Isaiah Berlin, La traición de la libertad (México: FCE, 2004), 124.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid., 126.
[6] Ibid., 130.
[7] Ibid., 137.
[8] Ibid., 138
[9] Karl R. Popper, La sociedad abierta y sus enemigos (España: Paidós, 2010), 275.
[10] Ibid., 254.
[11] Ibid., 255.
[12] Ibid., 256.
[13] Ibid., 256-257.
[14] Ibid., 258.
[15] Ibid.
[16] Ibid., 262.
[17] Ibid.
[18] Ibid., 266.
[19] Ibid., 268.
[20] Ibid., 273.
[21] Ibid., 272-273.
[22] Ibid., 273.
[23] Ibid., 279.
[24] G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, 353.
[25] Ibid., 354.
[26] Ibid.
[27] Charles Taylor, op. cit., 316-317.