2/3-Barniz informativo: Hablemos de Rusia (por Jan Doxrud)

2/3-Barniz informativo: Hablemos de Rusia (por Jan Doxrud)

Pasemos ahora revisar a vuelo de pájaro la historia política de Rusia. Para simplificar tenemos que en la historia de Rusia han existido 2 dinastías: la Ruríkida (con centro en Kiev aunque no de manera permanente) y los Románov (con centro en Moscú y San Petersburgo). Podemos continuar con otros cortes temporales posteriores para simplificar: luego de los Románov (1613-1917) se estableció la Unión Soviética con la revolución de octubre de 1917 (más bien un golpe de Estado) y que llegaría a su fin en 1991 dando inicio a la actual “Federación Rusa”.

Volviendo a las 2 dinastías anteriormente mencionadas, es importante señalar que no ha habido una continuidad entre los sucesores de ambas, por ejemplo, tras la muerte de Iván IV el Terrible ascendieron al poder una serie de usurpadores y, siglos después, Catalina la Grande no era parte de la dinastía Románov, sino que se casó con Pedro III que era membro de esta (de hecho con su abuelo Pedro el Grande se rompió la línea sucesoria masculina directa). El objetivo aquí no es revisar a cada uno de los gobernantes sino que, más bien, destacar a algunos personajes centrales.

Comencemos con la Dinastía Ruríkida (862-1610). Aquí entra en escena la dudosa fuente titulada la Crónica del monje Néstor”  en donde se relata la historia mítica de la fundación del Rus de Kiev en donde tribus eslavas y ugrofineses invitaron a los Varegos (vikingos suecos) o “rus” a poner orden en sus tierras. Así en la Crónica se lee que “Nuestra tierra es grande y fecunda, pero no hay orden en ella. Venid a reinar y gobernarnos”. Así, Riúrik llegó junto con sus hermanos Sineus y Truvor y hace de Novgorod la capital. Sería Oleg, regente de su hijo (Igor), quien conquistaría Kiev en el 882 transformándola en capital.

Aquel territorio era un punto neurálgico de comercio por su cercanía al Imperio Bizantino y a la presencia de ríos como el Volga y el Dniéper  (ambos desembocan en el Mar Negro) desde donde los Varegos podían navegar desde el norte de Europa. Ahí se desarrolló el comercio de, por ejemplo, esclavos, pieles y miel. Como señala la escritora y profesora de Estética y Literaturas Eslavas, Tamara Djermanovic señala en su libro “Dostoyevski entre Rusia y Occidente”:

“Para el asentamiento de las dos ciudades que marcan el comienzo del Estado ruso, Nóvgorod y Kíev, fue de crucial importancia la ruta comercial que abrieron los Varegos (más conocidos como vikingos) hasta Bizancio, desde el mar Báltico hasta el mar Negro. Este camino fluvial «desde los vikingos hasta lo griegos » (Crónica inicial),seguía por los ríos Neva, Voljov, Lovat, Dniéper. El Estado ruso utilizó esa ruta como base económica, política y militar”.

Tenemos entonces que “Rus” era el nombre que recibían los Varegos por los eslavos (al parecer también derivaría de “remero”, haciendo referencia a los pueblos escandinavos suecos) y que, posteriormente, vendría a significar la “zona" confederada de tribus (y no un Estado-nación) que comenzó a conocerse como “Rus de Kiev”.

Jean Meyer en su libro “Historia religiosa de Rusia y sus imperios” escribió:

“Bajo los primeros herederos de Riúrik (…) el Estado era una confederación de tribus y ciudades y el príncipe de Kiev reinaba en calidad de jefe de los polianos, las más poderosa unión de tribus y clanes””

Kiev

Tras la muerte del hijo de Riúrik, Igor, se produjeron combates por la sucesión y sería Vladimir quien, tras asesinar a sus hermanos, ejercería el poder (980-1015). Fue él quien dio un paso crucial al convertirse al cristianismo (988), aunque su abuela Olga fue la primera en convertirse con el nombre de Elena, pero  no su hijo. Así, y de manera gradual, se irían dejando las antiguas creencias y dioses, como Perún (Dios del trueno y el rayo). Vladimir fue bautizado en Queroseno (Crimea) en 988 y contrajo matrimonio con Anna (hermano del emperador bizantino Basilio II). Sin embargo, el cristianismo conviviría con las antiguas creencias paganas (período de la “doble fe”).

Como señalé anteriormente una relevancia de Crimea es su simbolismo religioso y Putin ha sabido explotar esto. En el año 2011 el mandatario inauguró una estatua de San Vladimir de 11 metros y señaló: "El Príncipe Vladimir pasó a la historia como el unificador y defensor de las tierras rusas, como un político visionario". Esto no estuvo exento de críticas, por ejemplo, el hecho de que este personaje no tuviese relación histórica con Moscú ya que la primera mención a la ciudad data de 1147, es decir, un siglo después de su muerte. Otras críticas apuntan más al tema moral, es decir, si un personaje violento y brutal como Vladimir era digno de ser glorificado con una estatua.

Tras la muerte de Vladimir vino una sangrienta disputa entre sus hijos y, si bien pareciera que Sviatopolk sería el vencedor tras asesinar a sus hermanos Gleb y Boris, finalmente fue Yaroslav apodado  "El Sabio" quien tomaría las riendas del poder. Los otros dos hermanos, Boris y Gleb, serían transformados en santos y, tal como explica Orlando Figes,

“A partir de la adoración de estos príncipes beatos empezó a desarrollarse en Rusia el culto al santo príncipe o al santo gobernante (…) Hasta el siglo XVIII  se crearon ochocientos santos rusos, de los cuales, más de un centenar habían sido príncipes o princesas. Ningún otro país del mundo ha convertido en santos a tantos de sus gobernantes. En ningún lugar se ha sacralizado tanto el poder”.

Bautismo de Vladmir(ViktorVastensov, finales del siglo XIX)

Con el tiempo, la Rus de Kiev no sólo iría cambiando su fisonomía, sino que también se iría fragmentando en distintos principados que irían evolucionando de manera independiente y en donde se generarían diversas pugnas territoriales. En el plano religioso se produciría el gran cisma entre la Iglesia de Roma y la Iglesia ortodoxa (1054).

Como señalé más arriba, actualmente Rusia se considera como la única heredera de la Rus de Kiev. Esta es la razón de que Putin o el patriarca Kiril consideren que los rusos son aquellos a los que hace referencia la “Crónica de tiempos pasados” (la de Néstor) y que, por ende, la Rusia moderna es la heredera y depositaria de la Rus de Kiev. Jean Meyer comenta en el libro citado sobre estas pretensiones de Moscú y lo que implica para naciones como los ucranianos y bielorusos:

“Hasta la fecha sigue el pleito para determinar a quién pertenece la formación del primer Estado. Moscú mantiene hoy las pretensiones de sus grandes príncipes de los siglos XV y XVI sobre «todas las Rusias»; considera que su historia comenzó en Kiev, se vio interrumpida en 1240 por los mongoles y en los siglos XIV y XV por los lituanos y los polacos, para continuar finalmente bajo la égida de los zares. En esa lectura de la historia no hay lugar” para los ucranianos y los bielorrusos”.

En el capítulo XX del libro dirigido por Stéphane Courtois y Galia Ackerman titulado “El libro negro de Vladimir Putin” podemos leer las palabras del patriarca en donde utiliza la religión con fines (geo) políticos e imperialistas:

”Que el Señor preserve nuestra Iglesia, fortalezca a nuestro pueblo y nos ayude a todos, al pueblo ortodoxo ruso. Repite, cuando digo “rusos”, me refiero a aquellos que “provienen de la tierra rusa” de la “crónica de tiempos pasados” (…) Si sobrevivimos, entonces nuestra tierra rusa, que ahora incluye Rusia, Ucrania y Bielorrusia, así como nuestra Iglesia, cuyos hijos viven en diferentes Estados en casi todas las partes del planeta, serán preservados”

En el capítulo 12 del mismo libro, Mikola Riabchuk e Iryna Dymytrychyn explican que la invención de esta “tradición” junto con el mito de la continuidad entre la Rus y la actual Rusia, ha tenido como consecuencia el deslegitimar a otros herederos más directos y legítimos como es el caso de Ucrania y Bielorrusia. No solo eso, el autor añade que también hubo otra consecuencia: rechazar y deslegitimar la existencia misma de ucranianos y bielorrusos “relegados a la categoría de subgrupos étnicos regionales de la “Gran Rusia””.

Sobre este tema de la identidad rusa, Anne Applebaum explica en su libro “Entre Este y Oeste” que los rusos, confrontados a naciones occidentales “más avanzadas y seguras de sí mismas” (…), se preguntaron quiénes eran y qué tipo de nación formaban? Como señala la misma autora, los rusos llegaron a una respuesta histórica:

“(…) somos los herederos de la Rus de Kiev; nuestros zares son los descendientes de los príncipes de la Rus de Kiev; tenemos el derecho histórico a conquistar los pueblos del sur y el oeste de Moscovia, porque su tierra es el antiguo patrimonio de la Rus de Kiev; aunque los eslavos de esas regiones sean distintos de nosotros, aunque sean más cultos, tenemos derecho a gobernarlos porque somos los herederos de sus antepasados históricos”.

Steven Lee Myers en su libro “El nuevo zar: ascenso y dominio de Vladimir Putin” explica que, en el caso de Ucrania, para Putin este país tiene profundos lazos étnicos, culturales y económicos con Rusia. Añade que constituye la raíz histórica de Rusia misma: la Rus de Kiev. En suma llegamos a un conocido tema que enfrenta a dos bandos: eslavófilos y occidentalistas que veremos más adelante cuando lleguemos a pedro el Grande.

El mismo Putin publicó un artículo en el 2021 titulado “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”, en donde habla del surgimiento de un “muro” entre Rusia y Ucrania en un espacio que él considera como “esencialmente el mismo” desde el punto de vista histórico y espiritual, lo cual ha constituido una desgracia y una tragedia. Luego Putin retrocede al pasado lejano remontándose a la Rus, en donde rusos, ucranianos y bielorrusos eran todos descendientes de la antigua Rus, “el estado más grande de Europa”. Putin hace alusión al período mongol (que veremos más adelante), la fragmentació de la Rus y las tensiones con gobernantes occidentales, tensión que ha perdurado hasta nuestros días pero con otros actores.

En suma, para Putin existen lazos “espirituales , humanos y civilizatorios” que fueron formados durante siglos y que hacen que Ucrania sea una parte inseparable de Rusia y añade:  “Juntos siempre hemos sido y seremos muchas veces más fuertes y exitosos. Porque somos un solo pueblo”.

Pero en realidad sería forzar la historia el pretender que existió una continuidad inquebrantable entre la Rus de Kiev, la fragmentación posterior del territorio, el período del “yugo mongol”, luego el surgimiento del principado de Moscú, el ascenso de los Románov, el período de la Rusia soviética y la Rusia que emergería tras el colapso de la URSS. Por lo demás, la Crónica de Néstor no es una fuente histórica confiable. Como explica Orlando Figes:

“La Crónica de Néstor se lee más como un cuento de Hadas que como un. Libro de historia. Es un mito fundacional típico, escrito para establecer la legitimidad política de la dinastía Ruríkida, que gobernaba en Kiev como la elegida por Dios para cristianizar todo el territorio de la Rus. Gran parte de la crónica es pura ficción, una mezcla de canciones épicas y poemas narrativos de transmisión oral (…), sagas nórdicas, folclore eslavo(…)”

Más adelante añade:

“La escala temporal de la crónica es bíblica. Traza la historia de la rus’ a partir de Noé, en el libro del Génesis, y afirma que son los descendientes de su hijo Jafet, por lo que debe entenderse que la Rus de Kiev había sido creada como parte de un plan divino”

Continuemos con la historia de la Rus. Sin duda, un episodio crucial y humillante para la cultura rusa fue el período de la invasión y dominio mongol. Como señala la Primera Crónica de Novgorod, citado por Figes:

“No sabemos ni de dónde llegaron ni  adónde se fueron (…) Solo Dios lo sabe, porque él los lanzó sobre nosotros a causa de nuestros pecados”

Figes cita otro fragmento de “El cuento de las destrucción de Riazán por Batu, 1237”

“Y las Iglesias de Dios fueron destruidas, y mucha sangre derramada en los sagrados altares. Y no quedó un solo hombre vivo en la ciudad, pues todos murieron (…) Y tampoco quedaba nadie para llorar a los muertos”.

Por su parte Serhii Plokhy en su libro “Las puertas de Europa. Pasado y presente de Ucrania” señala:

“Las Rus de Kíiv, una entidad política sin fecha de nacimiento oficialmente reconocida, sí tiene una fecha de defunción definida. Se produjo el 7 de diciembre de 1240 cuando una nueva oleada de invasores procedentes de las estepas euroasiáticas, los mongoles, conquistaron la ciudad de Kíiv””

Sin entrar en detalles la unificación de las tribus de la estepa asiática fue realizada por Temujin, también conocido como Gengis Khan. Con el tiempo, este imperio se dividiría en diversos zonas administrativas y la que nos interesa a nosotros es la Horda de Oro, gobernada en un inicio por Batú Khan (1227-1255), nieto de Gengis Khan quien instaló la capital de la Horda en Sarai. Con el tiempo mongoles y “tártaros” (a quienes los mongoles sometieron y también asimilaron) pasarían a ser sinónimos aunque en estricto rigor sea un error, ya que los mongoles provienen de Mongolia y no así los tártaros.

Por lo demás la palabra correcta es tátaro y la segunda “r” solo vino a imponer una carga negativa ya que se asociaba con el inframundo, así como también con la brutalidad y violencia. Hasta nuestros días existe población tártara en Crimea. De hecho su líder en Crimea, Refat Chubarov, acusó a Putin en 2014 de tener las mismas pretensiones que el dictador georgiano Stalin: reprimir a los tártaros y su cultura.

En relación con el “yugo mongol”, estos arrasaron con ciudades de la Rus, saquearon y asesinaron a todos quienes se opusieron a su dominio y, una de sus víctimas fue la ciudad de Kiev la cual perdería toda relevancia dentro de la Rus. Así, los príncipes del Rus se sometieron a la autoridad mongola y viajaban a Sarai a pagar tributos en distintas especies. A cambio de su sometimiento y lealtad se les otorgaba una “patente” por medio de la cual podían ejercer el poder en un determinado territorio y podían quedarse con parte de los impuestos. Otro aspecto importante es que los mongoles es que permitieron a los habitantes de los diversos territorios de la Rus practicaran su religión. En palabras de Jean Meyer:

“La Rus no estaba ocupada por los mongoles, pero dependía totalmente de ellos y pagaba un gravoso tributo (…) Los rusos tenían que poner sus ejércitos a disposición de la Horda de Oro cuando era necesario. Les tocaba a los príncipes cobrar el tributo para entregárselo al kan; lo hacían perfectamente, porque, además de quedarse con cierta cantidad, dependían de su favor. Era él quien concedía el iarlík, documento que otorgaba el título de gran príncipe, o sea la soberanía sobre la Rus. Por eso, los príncipes lo buscaban para triunfar sobre sus rivales y el kan apoyaba siempre al que mejor convenía a sus intereses (…)”.

Uno de los célebres colaboradores de los mongoles es un personaje histórico relevante dentro de la historia rusa:  Alexander Nevski ,Príncipe de Novgorod (1236-1240). Es conocido por ser un héroe que defendió a “Rusia” de la ofensiva occidental, derrotando al rey sueco (río Neva) y a la Orden Teutónica (lago Peipus). Incluso la Rusia comunista bajo Stalin usó la figura Nevski cuando Hitler invadió la Unión Soviética. El 7 de julio de 1942 se creó la Orden de Alexander Nevsky, la cual continuó siendo otorgada más allá de los servicios en materia militar, por ejemplo, a funcionarios civiles. En 2023 Putin otorgó esta condecoración al Presidente de Bosnia-Herzegovina: Milorad Dodik.

En suma, el colaboracionismo de Nevski le habría permitido protegerse de otros príncipes, tener una relativa autonomía, libertad religiosas y concentrarse en sus enemigos en el lado occidental. Sumado a esto tenemos que Kiev terminó por desaparecer como centro de poder y la Rus continuó fragmentada en múltiples principados. Incluso, la zona donde está la actual Ucrania estaría por siglos bajo la influencia de la Mancomunidad Lituana-Polaca, específicamente, a partir de finales del siglo XIII, siguiendo así otra camino cultural distinto a la nueva Rusia que emergería posteriormente con Moscú como centro de poder.

Otro punto relevante es que sería un pequeño e irrelevante territorio el que sabría sacar provecho para ir ganando y concentrando poder: Moscú (del río Moskva). Con el tiempo comenzaría una nueva etapa en la historia de Rusia. En palabras de Jean Meyer Rusia es un nombre que, en el idioma latino, da cuenta de dos realidades históricas distintas. Por un lado está la ya mencionada Rus que formó un cuerpo constituido alrededor de Kiev, al menos, entre los siglos X y XIII. Por otro lado, Meyer habla de la palabra “Rossia” que aparece en el siglo XV y que no tardó a aplicarse en el siglo XV “a un Estado moscovita que se transforma en un imperio cuya expansión consigue su apogeo territorial en el siglo XIX, en detrimento  de otros pueblos”.

Los gobernantes moscovitas, donde destaca el primer príncipe de Moscú (1283-1303),  Daniil Aleksándrovich, se irían ganaron el favor de los mongoles realizando alianzas matrimoniales con ellos y nobles del Rus, y expandiéndose territorialmente.

Sobre el período de centralización del poder (político y espiritual) en torno a Moscovia, Tamara Djermanovic explica que es clave para comprender la relación existente entre Rusia y Occidente:

“Con los ataques mongoles, que se prologaron durante los siglos XIII y XV, se agudizó la separación política y cultural entre la Europa latina y los eslavos orientales ortodoxos. Europa occidental empezó a interesarse más por los imperios de China o de Mongolia que por la gran Rus. Moscovia, asimismo, se preocupaba más por las cuestiones geopolíticas de la estepa asiática que por el Occidente católico”.

Con el tiempo el dominio tártaro iría mermando. Una batalla no decisiva pero sí simbólica fue la de Kulikovo (1380) en donde los rusos, liderados por Ivan I derrotaron por primera vez a los mongoles, lo cual implicó un importante estímulo a la moral y ver que finalmente sus enemigos podían ser vencidos. Con el tiempo Moscú irían ganando cada vez más poder y la Horda de Oro terminaría por desmembrarse hasta llegar a su fin a comienzos del siglo XVI.

Son variadas y contrapuestas las opiniones sobre el legado mongol. Por ejemplo, Fernando Figes cita al historiador ruso, Nikolái Karamzín (1766-1826) autor de una influyente historia de Rusia (1766-1826) quien escribió: “Cómo podría (…) un pueblo civilizado haber aprendido algo de semejantes nómadas?”.

El también historiador Dimitri Lijachov (1906-1999) afirmó: “De Asia recibimos notablemente poco”. El mismo Karamzín a afirmó:

“La sombra de la barbarie oscureció el horizonte de Rusia y la disimuló a Europa en el momento preciso en que aquella despertaba a la civilización”

Por su parte, el crítico literario y lingüista Visarión Belinski (1811-1848) destacó el aislamiento de Rusia respecto de los avances de Europa durante el dominio mongol:

“La reclusión de las mujeres, el hábito de enterrar el dinero en el suelo y de vestir harapos por temor a revelar la propia riqueza, la usura, el asiatismo en las formas de vida, la pereza mental, la ignorancia el desprecio de uno mismo (…) todo lo que no nos era nativo sino que nos fue injertado por los tártaros”