Una introducción a la economía financiera: inversión, especulación y el valor del dinero en el tiempo (por Jan Doxrud)
Ahora continuaremos preguntándonos en qué consiste la economía financiera pero antes debemos diferenciarla de la llamada “economía real”. Esta última, que podemos llamarla “tradicional”, hace referencia a todas aquellas actividades y todos los recursos utilizados para la producción y distribución de bienes y servicios “reales”. Por su parte, el sector financiero es uno sistema virtual, vinculado con la compra y venta de instrumentos financieros: acciones, bonos, divisas y derivados entre otros. Ahora bien, estos “dos mundos” están estrechamente vinculados. Sin ir más lejos, tenemos que las acciones que se venden y compran en los mercados financieros reflejan el desempeño de una empresa específica (economía real). También que podemos solicitar un préstamo a una entidad financiera (economía financiera) para llevar a cabo un proyecto, como el de construir una fábrica la cual creará empleos y producirá bienes (economía real)
Regresemos a la pregunta sobre qué es la economía financiera. La pregunta lleva implícita una idea y es que la economía, como disciplina, tiene diversas ramas como por ejemplo: financiera, conductual, laboral, matemática, medioambiental, Institucional, del desarrollo, etc. ¿Qué nos dice el manual de Economía Financiera de José M. Marín y Gonzalo Rubio en su capítulo I? Podemos leer que la economía financiera constituye el “estudio del comportamiento de los individuos en la asignación intertemporal de sus recursos en un entorno incierto, así como el estudio del papel de las organizaciones económicas y los mercados institucionalizados en facilitar dichas asignaciones”.
Dicho en simple, la economía financiera es una rama de la economía que estudia el comportamiento no solo de los individuos, sino que también de las familias, empresas, bancos e instituciones gubernamentales. Este comportamiento se refiere a la asignación intertemporal de sus recursos. Junto con esto debemos añadir que lo anterior se da dentro de un entorno incierto y riesgoso, y en donde la psicología, el tiempo y la planificación juegan un rol central. Examinemos lo anterior a la luz del siguiente experimento mental:
Podemos apreciar que lo central es como vamos a asignar y distribuir un recurso específico en el tiempo, en este caso el dinero ganado. Las máquinas son simplemente una forma de representar la idea de que si pones un billete, recibirás en el futuro ese billete más otros billetes. En un depósito a plazo el monto futuro es conocido, pero en el caso de las acciones podremos obtener dinero por medio de los dividendos o beneficios que reparte la empresa o por medio de la venta de la acción a un precio superior al de compra (apreciación de la acción). En las otras máquinas tenemos los bonos o deuda que puede ser de un Estado o corporativa y que, como cualquier deuda, devuelve en un plazo establecido el principal y los intereses.
Por último están los fondos mutuos donde, por medio de compra de cuotas, el dinero es asignado a diversos activos con distintos plazos y riesgo (más adelante me referiré con más detalle a estas alternativas de inversión). Pero la idea central que debemos entender ahora es como asignamos recursos en el tiempo, puesto que el DINERO TIENE UN VALOR EN EL TIEMPO. Es por ello que 1000 hoy no valen lo mismo que en 5 años (pregúntele a un argentino). Si el dinero no tuviera valor en el tiempo no tendría sentido ahorrar e invertir nuestro dinero en un plazo determinado y no habría riesgo en guardar un millón de dólares por 5 años en una maleta en nuestra casa.
Cabe aclarar que este ejemplo no incorpora elementos del mundo real como el riesgo, la incertidumbre y que, de hecho, no todos los vehículos de inversión “prometen” una rentabilidad específica. Por ende podría suceder que la maquinita no le devuelva su dinero o le devuelva menos debido, por ejemplo, a que cayó el precio de las acciones. El punto es que dejar nuestro dinero en la cuenta bancaria solo significará que sea, con el tiempo, afectado negativamente por la inflación lo que significará una pérdida del poder adquisitivo de nuestro dinero (nuevamente vemos la relevancia del tiempo). Es por ello que es importante invertir nuestro dinero, de manera que nos detendremos en este concepto: ¿qué es invertir? ¿es lo mismo que especular?
Invertir significa mantener y aumentar tu patrimonio a lo largo del tiempo. Un inversor no debe simplemente “ganar dinero”. Para ser más precisos, debes como mínimo, lograr preservar capital en términos reales (descontando la inflación), lo que se traduce en batir a la inflación, de manera que si invertí $100 “al menos” debo mantener esos $100 en términos “reales” a lo largo del tiempo. Por su parte, la palabra “especular”, que goza de mala propaganda, en realidad no es una actividad negativa. Si bien hay especuladores profesionales, también podemos afirmar que todos somos en alguna medida especuladores, ya que queremos obtener una ganancia tras un minucioso análisis costo-beneficio (dentro de un contexto de un futuro incierto y riesgoso). Especular es convertir poco dinero en mucho en un breve lapso de tiempo
Por ejemplo, importas artículos porque sabes que podrás venderlo más caros en tu país porque, tras hacer algunos estudios, sabes que habrá demanda. También tenemos casos de personas que acaparan (con justa razón) sus artículos porque el gobierno los obliga a venderlos a un precio que no genera beneficios (precios máximos). Por último tenemos a profesionales que compran la cosecha al agricultor para venderla en el futuro a un precio superior en donde escasea (recordar: dentro de un contexto de incertidumbre y riesgo). En suma, la especulación es una actividad que implica la redistribución de bienes en el tiempo y en el espacio. Tal como explica André Kostolany (1906-1999) en el mencionado libro, el arbitraje es la especulación en el espacio (comprar barato en el país A para vender caro en el país B) y especular en el tiempo implica comprar hoy para vender más caro en una fecha futura.
La especulación puede generar sin duda rechazo en parte de la población. Por ejemplo tenemos el caso de las consolas de videojuego de última generación las cuales fueron adquiridas por especuladores lo que causó que prácticamente fuese imposible comprarlas y su precio se disparó (además estábamos en pandemia). Pero con el tiempo los beneficios fueron menguando cuando, por ejemplo, Sony, anunció el reabastecimiento de consolas
Regresando al tema de la inversión, tenemos que esta implica realizar gastos en el presente que producirán un flujo de ingresos en el futuro. Lo anterior no se circunscribe únicamente al ámbito financiero, puesto que también invertimos tiempo en educación, hacer Magister o un Doctorado, puesto que buscamos una retribución futura (que puede ser la satisfacción personal, aumentar nuestro valor en el mercado laboral o para acceder a un cargo que requiere de un título específico). También invertimos tiempo para aprender a tocar un instrumento musical o desempeñarnos de mejor manera en algún deporte. Toda inversión implica un sacrificio (monetario o tiempo), pero también una ganancia futura (que no siempre está asegurada). También involucra tiempo, incertidumbre y riesgo (las cosas no siempre van a resultar como lo planificamos)
A la hora de invertir debemos tener presente el llamado “triángulo de la inversión”. Tal como vemos en la imagen, la idea es aumentar rentabilidad, minimizando el riesgo y contar con liquidez en caso de emergencia
La pregunta que debemos realizar es ¿por qué hay personas que, pudiendo ahorrar, no lo hacen y, por ende, no invierten? Aquí entra en juego el importante concepto de preferencia temporal que es fácil de entender. Por ejemplo, en la década de 1970 la Universidad de Stanford llevó a cabo un experimento en donde se ve reflejado este concepto de preferencia temporal. El experimento consistía en ofrecer a unos niños (de entre 4 y 6 años de edad) un dulce y posteriormente le ofrecían 2 opciones: comerse uno en ese momento o esperar y, dado un cierto tiempo, recibiría otro dulce de recompensa. Bueno, en el nuestro caso hablamos de dinero y no dulces, y la pregunta es por qué hay personas que no están dispuestos a posponer su consumo presente para ahorra e invertir y obtener una rentabilidad futura. La respuesta es la preferencia temporal en virtud de la cual una persona con alta preferencia temporal postergará el consumo del dulce solo si le recompensa con 9 dulces en el futuro (y no 1) y otra con una preferencia temporal aun mayor, postergará su consumo solo si le dan 15 dulces en el futuro. Es por ello que los ya mencionados Ariely y Kreisler afirman que la falta de autocontrol se explica porque tendemos a menospreciar el futuro y caer ante la tentación del presente.
El lector ya se habrá percatado que para postergar el consumo presente debo recibir un incentivo y es aquí donde entra el concepto de interés que examinaremos más adelante. Por otro lado tenemos que una persona con baja preferencia temporal postergará el consumo del dulce exigiendo menos de 9 dulces (digamos 5), por lo que mientras más orientado al presente se exigirá un mayor “interés” en compensación para postergar su consumo. Así, el concepto de preferencia temporal es parte de la naturaleza humana, por ejemplo considere las siguientes preguntas donde cada una involucra este concepto:¿Ahorrar e invertir o gastar?¿Comprar un auto barato y funcional o endeudarme en comprar uno más caro? ¿Prestar atención durante las clases y estudiar 20 minutos en la casa o estudiar todo antes de la prueba?
No está de más señalar que si un gran meteorito fuese a caer inevitablemente en nuestro planeta, la orientación temporal de las personas se enfocaría en el presente ya que nadie querría ahorrar si el planeta va a dejar de existir (incluso el dinero perdería su razón de ser). Pero no debemos ser tan drásticos en el ejemplo, puesto que hay otros fenómenos que afectan las preferencia temporal de las personas como es el caso de una hiperinflación o un gobierno corrupto que no respeta el derecho de propiedad y no garantiza una seguridad mínima a sus ciudadanos No está de más señalar que la inversión no es una ciencia dura. A diferencia de los electrones y átomos los protagonistas de la economía financiera tienen emociones, sentimientos, lo cuales se traduce en que tenemos una racionalidad imperfecta o limitada (desconfiar de los “pronosticadores”) y que somos víctimas de diversas clases de sesgos, de exceso de confianza, optimismo, miedo, pánico y euforia.
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