1/2-Daniel Mansuy: Allende, el laberinto y el enigma (por Jan Doxrud)
En este artículo examinaré algunos pasajes e ideas centrales del libro del académico y columnista chileno Daniel Mansuy, titulado “Salvador Allende. La izquierda chilena y la Unidad Popular”. Por ende, este artículo no será una historia del período por lo que al final dejaré los links en donde he abordado el tema de la Unidad Popular y la figura de Allende y la política económica para aquellos lectores que no estén familiarizados con el tema.
Tampoco abordo todos los temas abordados por Mansuy por lo que recomiendo al lector que lea el libro porque es uno bien escrito, claro, preciso, documentado y fundamentado. Mansuy en, una entrevista en “última Mirada”, frente a la pregunta de por qué escribió el libro señala – entre otras cosas – que cree la figura de Allende es desconocida. A pesar de todo lo que se ha escrito de él, Mansuy afirma que aún existe un misterio en torno a la “personalidad política” de Allende, la cual ha sido en cierta medida distorsionada por los mitos construidos por detractores y adherentes.
Entremos en materia. En la primera parte de su libro el autor aborda y narra los acontecimientos que llevaron al golpe del 11 de septiembre de 1973 en donde también destaca figuras históricas, el rol de los partidos que conformaron la Unidad Popular y las relaciones de Allende con este conglomerado político formado en 1969. En la segunda parte aborda las razones del “fracaso” de la Unidad Popular (apelando a los escritos de Tomás Moulián y Manuel Antonio Garretón) la cual se contrapone frente a aquella narrativa que enfatiza la idea de una “derrota”.
En otras palabras, los miembros de la UP deben reconocer su responsabilidad en el quiebre del Estado de Derecho y no apelar a una explicación en virtud de la cual solo fueron víctimas pasivas de fuerzas externas (léase EE.UU, FF.AA y el Mercurio) las que conspiraron y derrotaron a la UP. En la segunda parte del libro, el autor aborda el tema en torno a la causa de muerte de Allende, trayendo a la palestra la tesis del asesinato que se impuso por un tiempo (frente al suicidio) y cómo la figura de Allende – devenida en mito – ha mutado a lo largo del tiempo, desde la década de 1970, pasando por la Concertación hasta llegar al examen de lo que denomina como el “neoallendismo” del Frente Amplio.
Mansuy utiliza dos conceptos medulares, estrechamente relacionados y que están presentes a lo largo de todo el libro: el de “enigma” y “laberinto” (como la película de Miguel Littín de 2014). Con el primero el autor hace referencia (siguiendo la observación de Pedro Vuskovic) a que, en las últimas intervenciones radiales de Allende, no hubo mención de los partidos ni de los militantes de la UP, pero sí de los campesinos, la mujer y el pueblo.
La razón de esto lo develando en la primera parte del libro en donde se nos presenta un panorama en donde apreciamos a un Salvador Allende con poco margen de maniobra (frente al comité político), contrariado e ignorado dentro de su propia coalición, llegando a un estado final de profundo abandono y soledad en sus últimos momentos de vida que termina con su suicidio. Por ejemplo, podemos citar el siguiente pasaje del libro cuyos protagonistas son Allende y Hernán del Canto (1940-2013), militante del PS y quien se desempeñó como ministro del Interior y posteriormente Secretario General de su gobierno:
“Así se explica su respuesta a Hernán del Canto, quien le pide aquella mañana instrucciones para el Partido Socialista (PS): «Nunca antes me han pedido mi opinión. ¿Por qué me la piden ahora? Ustedes, que tanto han alardeado, deben saber lo que tienen que hacer»”.
No obstante lo anterior, actualmente la izquierda chilena (desde el PS al PC) no ha abandonado a esta potente figura que es al de Salvador Allende aun cuando es consciente de que es una que divide a los chilenos y que representa un conglomerado político (la UP) con el cual mantuvo relaciones tensas tratando de cuadrar el círculo de realizar una revolución socialista respetando las instituciones políticas y el Estado de Derecho. Como escribió Mansuy: “Allende es un mito, mito contradictorio, pero mito al fin y al cabo”.
En cuanto a esta imagen del “laberinto”, esta se refiere a algo que ya he abordado en otro artículo y guarda relación con el programa ideológico de la Unidad Popular: la “Vía chilena al socialismo”. La pregunta es qué significaba esto y, para dar una respuesta satisfactoria, se debe analizar el proyecto político, económico y social que tenían en mente los partidos que conformaban la Unidad Popular: cuál era su fin último. Cuando uno se adentra en este terreno se encuentra con que dentro de la UP existía una hiperideologización que llevó a partidos y sus miembros a cortar amarras con la realidad, con la tradición y con la historia de nuestro país. Así, era la realidad la que se debía someter a la teoría a como diera lugar. Junto con esto, dentro de la UP existía en realidad muy poca “unidad” y con el tiempo perdería su también su “popularidad” dentro del país.
Ahora bien, es posible establecer que los fines de estos grupos eran claros e implicaba la realización de una profunda y radical transformación que llevaría al país a transitar desde una sociedad capitalista a una socialista. Los medios para tal fin podían cambiar, puesto que estaba el Partido Socialista o el MAPU (y el MIR) que deseaban acelerar el proceso y recurrir a la violencia (la cual era inevitable y parte del proceso de transformación) y desechar la democracia liberal. Por otro lado, estaban los comunistas – más disciplinados y realistas – quienes eran conscientes de que no estaban dadas las condiciones objetivas como para “asaltar el Palacio de invierno” (menos siendo ellos quienes ocupaban el palacio). Pero el PC igualmente aspiraba a instaurar una dictadura del proletariado y el canon marxista-leninista era claro que la violencia sería inevitable en el futuro.
En suma, y como señala Mansuy, este es un laberinto que se construyó durante un largo período y fue Allende uno de sus principales arquitectos. Allende insistía en sus discursos que lo que estaba ocurriendo en Chile era algo inédito y que no asemejaba a ninguna de las otras experiencias socialistas, ya sea en Cuba o la de Europa, de manera que se estaba entrando en un terreno inexplorado: eso era la “Vía chilena al Socialismo”.
El problema con lo anterior es que esta vía pacífica, gradual y legal hacia el socialismo contradecía el canon marxista-leninista que predicaban los miembros de la UP como el PS, MAPU o PC, y movimientos como el MIR. El mismo Allende constituía hacía como una suerte de péndulo en donde en ocasiones coqueteaba constantemente con la retórica revolucionaria y en otras emergía el líder respetuoso de las instituciones. El hecho es que ese vago socialismo democrático y humanista era una quimera puesto que ni los miembros de la UP lo aceptaban y la UP no contaba con el apoyo popular como para implementar tal proyecto transformador.
El mismo Carlos Altamirano comentaría en una entrevista con Patricia Politzer que en la frase de Allende de qué buscaba el mismo fin que el Che Guevara, pero por distintos medios, era un error, puesto que “medios distintos llevan a fines diferentes”. En suma, sobre el proyecto de Allende comenta Mansuy:
“Salvador Allende terminaría ofreciendo una especie de socialismo en la medida de lo posible, que tenía el dudoso mérito de ser inaceptable tanto para la izquierda más radical (que rechazaba todas las versiones del reformismo) como para la oposición (que nunca creyó en la sinceridad de su coalición ni de sus propósitos. La revolución ofrecida por Allende era demasiado institucional para los revolucionarios y demasiado revolucionario para los institucionales.”
Así, parte del enigma de Allende es también su ambigüedad y su falta de definición entre el Allende revolucionario y reformista. Describía un socialismo etéreo, poco concreto que parecía buscar dejar contentos tanto a reformistas como a revolucionarios, pero que a la larga no dejó satisfecho a ninguno de los dos. Mansuy cita las palabras que Aylwin dirigió a Allende en 1973 en donde lo llamaba a definirse y tomar una decisión política, puesto que no podía estar bien con Altamirano y la Marina y con el MIR y con la DC. A esto añadía Aylwin: “Hasta ahora, usted parece querer conciliar lo inconciliable y, con su capacidad de persuasión, cree ir superando los obstáculos, pero eso es solo transitorio. Para lograr soluciones reales, tiene que definirse”.
Mansuy destaca el hecho de que Allende no era un teórico que conocía en profundidad los escritos de la tradición marxista (algo que él mismo reconoció) lo que se habría traducido en la práctica era que el socialismo de Allende era uno maleable e impreciso, y que fue el modo en que el presidente “fue ajustando su acción y discurso a las diversas presiones y coyunturas”. Pero como decía anteriormente, parte del enigma de Allende es su ambigüedad y, como bien señala Mansuy, la adhesión entusiasta de Allende a modelos no democráticos plantea una interrogante legítima sobre su compromiso con las instituciones.
Los modelos socialistas en todas sus versiones distaban de lo que eran las democracias liberales basadas en un Estado de Derecho. Al respecto escribe Mansuy:
“En su estadio final, el socialismo con empanadas y vino tinto, ¿contemplaría estos rasgos propios de toda democracia occidental? ¿Se permitiría algo tan elemental como la alternancia en el poder? ¿Cómo integrar el concepto de dictadura del proletariado en el diseño criollo?”
Uno de los problemas que tenía Allende, y que mencioné anteriormente, es su falta de liderazgo dentro de su coalición. Sucede que al interior de la UP las decisiones debían ser tomadas por unanimidad lo cual, en palabra de Mansuy, era una regla “contraria al espíritu de las instituciones chilenas y de la Constitución de 1925 (…)”. Más adelante añade: “Es duro decirlo, y es duro admitirlo después de su gesto el día del golpe, pero a ojos de los dirigentes de la UP, Salvador Allende era un funcionario más, sin ninguna importancia especial. En definitiva, un mero ejecutor de voluntades ajenas”. De hecho, Mansuy señala en la entrevista anteriormente mencionada que existe un Allende antes del golpe – aquel dirigente importante pero no un líder que se impusiera en su colectividad – y el Allende post 11 de septiembre, que deja de ser ese primus inter pares, para transformarse en ese gran mito.
Otro problema que mencioné anteriormente era la hiperideologización con la que operaban los miembros de la UP, en el sentido de querer aplicar ideas abstractas importadas de fuera a la realidad chilena. Como explica Mansuy en el capítulo 17, la UP pasó por alto la importancia del apoyo de las capas media de la sociedad chilena y la trayectoria del Estado chileno en el siglo XX (el cual despreciaron). El punto central del autor es que resulta “imposible aplicar un programa de izquierda sin asumir – y comprender – la cultura específica de la sociedad en cuestión”. Así, el Chile de 1970 no era la Rusia de 1917 o la Cuba de 1959.
Como añade el mismo autor, el MIR llegó a sesudas discusiones de si acaso Chile se encontraba en una etapa revolucionaria, prerrevolucionaria o semi- prerrevolucionaria. Al respecto comenta Mansuy: “(…) el MIR no podía entender lo que sucedía porque no tenía ningún aprecio por el pasado ni conocimiento de él”. En relación el tema de las capas medias, Mansuy recurre a Moulián y Garretón, para quienes acá prevaleció la ignorancia, es decir, la izquierda no sabía qué eran ni cuáles eran sus intereses. Así, lo que prevaleció fue la simplista y reduccionista teoría de clases propia del marxismo-leninismo, en donde se enfrentaba la burguesía contra el proletariado y en donde la izquierda creyó que ser el representante de los intereses de este segundo grupo social.
Desde un comienzo la UP despertó una profunda desconfianza en la oposición y ejemplo de esto fue el Estatuto de Garantías Constitucionales. En resumen, Allende no ganó las elecciones con mayoría absoluta y, tal como disponía la Constitución de 1925, era el Congreso pleno el que tenía la última palabra. Pero las negociaciones de la izquierda con la DC implicaron el compromiso por parte de Allende de respetar ciertos mínimos democráticos. Sucedía que existía dentro de la DC dos visiones de Allende, una benevolente y otra escéptica. La primera estaba representada por Radomiro Tomic mientras que en la segunda se encontraban Eduardo Frei y Patricio Aylwin. Como explica Mansuy, para Aylwin conviven 3 sectores dentro de la UP: la ultraizquierda (mayoría del PS y del MAPU), la socialdemocracia (minoría del PS y del MAPU) y los comunistas.
Artículos complementarios:
La política económica de Salvador Allende y la Unidad Popular (por Jan Doxrud)
Tomás Moulian: Salvador Allende y la izquierda chilena (por Jan Doxrud)