3/3- Salvador Allende: “De la vía chilena a la vía insurreccional” (por Jan Doxrud)
También hubo otros problemas relacionados con la reforma agraria que generó oposición por parte de sindicatos campesinos que no comulgaban con la modalidad de la UP y la creación de Centros de Reforma Agraria. Por lo demás no está de más decir el clima de inseguridad en ciertas zonas rurales donde el MIR y el MAPU incitaban a la violencia y tomas ilegales de predios agrícolas. Esto, sumado al paro de los camioneros y el “Pliego de Chile” se tradujo en que las capas medias de la sociedad chilena se enemistaran con el gobierno, sumado a la existencia de las Juntas de Abastecimiento y control de precios (JAP) que terminó pro enfrentar a la UP con los comerciantes.
Pero la UP incluso logro dividir y enfrentar a la propia “clase obrera”. Solo las fantasías y delirios ideológicos de los miembro de la UP los hacía creer que el proletario y los marginados – solo por el hecho de serlos – constituía su base electoral. Resulta que tal no fue el caso, ya que producto de las expropiaciones de empresas y predios agrícolas, hubo trabajadores que se opusieron a tales políticas. Además algunos se preguntaba cuál sería el papel de los sindicatos en esta nueva modalidad y qué sucedería con sus reivindicaciones. A esto sumaba el cuoteo de las empresas entre los partidos de la UP tal como lo señala Arriagada: “(…) entonces los cuadros técnicos, y por supuesto también los obreros calificados, comenzaron a temer que la politización de las jerarquías técnicas y administrativas condicionara sus ascensos y hasta eventualmente la estabilidad de sus ocupaciones”.
Las elecciones de la Central única de Trabajadores (CUT) de junio 1972 fue otros baño de realidad para la UP: el PC obtuvo 173.068, el PS 148.140 y la Democracia Cristiana 147.531 (sin contar los sindicatos que no estaban afiliados a la CUT en donde la DC tenía mayor predominio). Sobre estos resultados comenta Arriagada: “Los resultados de las elecciones de la CUT estallaron en el interior de la izquierda como una bomba. Ellos afectaban al más inconmovible de los dogmas de la Unidad Popular: el de la solidaridad del proletariado con “su” gobierno”. En el mes siguiente vino otro golpe que fue la derrota de la izquierda en la elección de la Federación Nacional de Salud.
También se generaron tensiones con las FF.AA debido a ciertas acciones que adoptaron los miembros de la UP. Por ejemplo, Arriagada destaca que la prensa y grupos de parlamentarios de esta coalición comenzaron a sindicar públicamente con nombres y apellidos a aquellos uniformados que consideraban como sediciosos, enemigos del gobierno o golpistas. También se comenzó a intervenir en la estructura interna de las FF.AA con objetivo de introducir tensiones y divisiones. Esto se basaba simplemente en aplicar la teoría de la lucha de clases al interior de las FF.AA y para ello, se necesitaba también infiltrar estas instituciones.
También se tensionaron las relaciones con las FF.AA cuando estas fueron integradas al gobierno. Recordemos que, por ejemplo, el Comandante en Jefe del Ejército, Carlos Prats se desempeñó tanto como Ministro del Interior como de Defensa, lo que terminó distanciándolo de su propia institución y terminar por jubilarse lo cual significó que Pinochet asumiera la comandancia en jefe. Otro hecho puntual fue que tensionaron los ánimos fue cuando el Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, César Ruiz (1918-1990), decidió renuncia la Ministerio de Obras Públicas y Transportes (1973) frente a lo cual Allende le exigió que debía renunicar a la comandancia en jefe.
El deterioro de la economía, las transgresiones al Estado de Derecho, la polarización social y la falta de mayorías para que la UP pudiese implementar su programa, solo vino a radicalizar los ánimos de la extrema izquierda. Esta incluso se opuso a las medidas del sucesor de Vuskovic, Orlando Millas, que contemplaba la posibilidad de la devolución de ciertas empresas. En lo que respecta a las causas, Arriagada descarta cualquier tipo de teoría conspirativa o el querer explicar la crisis interna por factores externos, por ejemplo, la disminución o bloqueo de ayuda económica. El autor cita cifras de la CORFO de acuerdo a la cual la deuda externa neta del país aumento entre diciembre de 1970 y septiembre de 1973 de 2.275 millones de dólares a 3.195 millones de dólares.
De acuerdo con el autor el grueso de ese endeudamiento fue con países del “mundo capitalista”, Arriagada comenta que el gobierno de la UP aprendió que, respecto al “área socialista”, esta se ajustó a las peores prácticas del mundo capitalista, por ejemplo, créditos atados a tecnologías menos a tecnologías menos desarrolladas y contratos que, en virtud de cláusulas, estaban sometidos a la jurisdicción de tribunales extranjeros. En relación con este nivel de endeudamiento de la UP escribió Arriagada: “No hay en la historia de Chile un Gobierno que haya tenido un endeudamiento siquiera similar”.
Sin duda un punto de inflexión fue la aprobación del proyecto de Ley Hamilton-Fuentealba, ambos parlamentarios de la DC. El proyecto aprobado por el parlamento constituía una amenaza para el proyecto de la UP puesto que establecía límites al ejecutivo en su proceso de expandir el área de propiedad estatal. Si Allende no promulgaba la reforma (dentro de un lapso de 30 días) tendría que convocar un plebiscito pro sucedió que el presidente decidió jugar dos cartas. En primer lugar decidió redirigir el tema al Tribunal Constitucional para que dirimiera el conflicto ante lo cual el TC se declaró incompetente.
En segundo lugar Allende recurrió a la Contraloría enviando un decreto promulgando parcialmente la reforma constitucional, dejando fuera las normas que habían sido objeto de veto. Frente a esto, la Contraloría, el 2 de julio de 1973, “cerró definitivamente el círculo no solo sobre la vía político-institucional sino también sobre la imagen de constitucionalidad de los actos del Gobierno”, comenta Arriagada. Es por ello que la Contraloría no tomó razón del decreto de Allende puesto que no concordaba con las normas políticas de la Constitución Política del Estado. En palabras de Arriagada: “Allende había saltado fuera de la Constitución” y, peor aún, se abría la puerta a la “vía insurreccional”. Con esto se quiere dar a entender que la reforma quedó sin promulgarse dentro del plazo reglamentario, por lo que la UP y Allende se situaban al margen de la Constitución.
En el capítulo VI Arriagada aborda el tema de la teoría y práctica chilena de la vía insurreccional. Para ello se detiene en la teoría insurreccional de Lenin y Trotsky y la teoría de la dualidad de poderes que se dio en la Rusia de 1917. No es el objetivo de abordar el tema de Rusia aquí, ya que he abordado en varios artículos el tema de la revolución así como también sobre el leninismo. Lo que puedo decir en resumen es que, tras la revolución de febrero de 1917 la dinastía Romanov fue removida del poder y asumió un Gobierno provisional frente al cual emergió otro poder paralelo: el de los Soviets. Así se enfrentaban dos poderes siendo el primero el que representaba los intereses de la burguesía y, el segundo, el que representaba los intereses del proletariado.
El tema es que esta dualidad no era sostenible en el tiempo y tanto Lenin como Trotsky establecían que este poder burgués debía ser destruido. Volviendo a Chile, tenemos que los miembros de la Unidad Popular comenzaron a preguntarse de si acaso se estaba dando en el país la misma situación que se había dado en Rusia: la dualidad de poderes. El tema es ¿cuáles serían estos dos poderes en Chile? ¿Era acaso la Asamblea del Pueblo? Pero entonces ¿qué representaría el gobierno de Allende? ¿Qué papel jugaban los cordones industriales surgidos tras el paro de octubre de 1972 así como también los comandos comunales?
Había una primera visión – como la de Sergio Ramos – que tal dualidad se daba al interior mismo del Estado. Otros grupos que destaca Arriagada, planteaban la creación de un contrapoder que debía surgir al margen del gobierno y que enfrentaba a toda la institucionalidad burguesa. Tal era la postura de Rodrigo Ambrosio, Secretario General del MAPU (1941-1972, fallecería en un accidente automovilístico). Joan Garcés adoptó una postura que buscaba conciliar las anteriores, pero enfatizó en que Chile no era la Rusia de 1917 puesto que el gobierno de Allende no era el equivalente al gobierno Provisional y burgués de Kerensky. Pero igualmente Garcés vaticinaba que en algún momento futuro habría un enfrentamiento entre el poder popular y la vieja institucionalidad.
¿Era posible el diálogo y, por lo tanto negociaciones para salir de la crisis institucional? A esas alturas era complejo, puesto que desde ambos bandos ya se creía que no había nada más que hacer. Parte el PC, el MAPU, el PS o de la IC rechazaban cualquier negociación con la Democracia Cristiana. Como señala Arriagada, el Comité Central del PS, en un intercambio de cartas con el PC declaraba: “toda tendencia a buscar entendimiento con grupos políticos de la burguesía, como la Democracia Cristiana, para resolver mediante el juego político tradicional los conflictos que genera la lucha de clases, dañan el curso ascendente del proceso, inevitablemente sujeto a las leyes generales de la Revolución”.
Arriagada cita también las palabras de Joan Garcés quien, en un escrito posterior al golpe escribió:
“cuando a menos de tres semanas del golpe militar, conversando con el Presidente Allende, le manifesté mi temor de que se encontrara abocado a la disyuntiva de estrellarse – por falta de respaldo militar – o de claudicar ante el Partido Demócrata Cristiano – algunas voces insinuaban que fuera llamado como Partido del Gabinete – Allende me respondió tajante: “eso último jamás. Provocaría la división de la Unidad Popular y el término, por consiguiente, del movimiento revolucionario.
Artículos complementarios:
La política económica de Salvador Allende y la Unidad Popular (por Jan Doxrud)
Tomás Moulian: Salvador Allende y la izquierda chilena (por Jan Doxrud)