8/8-Estructura de mercado: La competencia monopolística (por Jan Doxrud)

8/8-Estructura de mercado: La competencia monopolística

Ya adelanté algo sobre este concepto de competencia monopolística a propósito de las ideas de Chamberlin. Es importante el esfuerzo intelectual de algunos economistas de desafiar ciertas ideas establecidas por sus antecesores y potentes figuras como Alfred Marshall (1842-1924).  Como señalan Robert B. Ekelund y Robert F. Hébert en su libro “Historia de la teoría económica y de su método”, la teoría económica estaba atrapada en lo que podemos denominar como “bipolaridad de modelos mercado” en donde existía la competencia “perfecta” y el “monopolio”:

“En estos dos modelos, cuyos elementos esenciales se desarrollaron bastante al principio del siglo XIX, son extremos polartes. Marshall, aunque mostró cierta conciencia de un campo intermedio entre los dos extyremos, perpetuó el cultivo de estos dos modelos de la empresa, y los economistas, hasta 1933 y con unas pocas excepciones importantes, no se molestaron en analizar el precio y la cantidad de equilibrio de las empresas cuyas decisiones tenían un efecto en las políticas de otras”.”

Por su parte Staney L. Brue y Randy R. Grant en su libro “Historia del pensamiento económico” también describen un panorama económico donde el modelo de competencia perfecta se estaba volviendo insuficiente:

“El interés en la competencia imperfecta surgió debido a que en la teoría económica  existía la brecha entre los modelos de competencia perfecta y de monopolio y a que la teoría de la competencia perfecta se estaba volviendo cada vez más insostenible,. La competencia perfecta aplicaba en una forma más completa a la agricultura, pero incluso allí era cada vez menos adecuada para las condiciones modernas de lo que había sido en épocas anteriores. Cuando solo unos cuantos compradores  se ofrecían para adquirir los productos agrícolas en un mercado local, como en el caso del tabaco, la carne, el grano y la leche, ya no implicaba la competencia perfecta (…) Según muchos economistas, la teoría neoclásica de la competencia perfecta tenía todavía menos aplicabilidad directa en la producción industrial y en el comercio moderno que en la agricultura”

Ya Piero Sraffa (1898-1983) había cuestionado el modelo de Marshall del equilibrio parcial pasando a llevar algunos de los supuestos como la homogeneidad de los productos. Como explica Eric Roll (1907-2005) en su libro “historia de las doctrinas económicas” sobre las implicancias de lo anteriormente señalado:

“Si esto puede demostrarse, el mercado único donde rige la competencia se subdivide en muchos mercados especiales para los productos de cada empresa, separados uno de otro por las murallas más o menos fuertes y más o menos estables de las preferencias especiales de los compradores (…) Teóricamente, su política puede consistir en reducir el precio para quitarles compradores a los competidores, o en reforzar su posición monopolística manteniendo el espesor de la muralla aislante entre ella y las otras empresas por medio de un aumento continuo de los costos de venta”.

Regresando a la competencia monopolística, esta se situaría entre los dos extremos puros que son el monopolio y la competencia (“perfecta”). Por ende, la competencia monopolística nos invita a trascender esa dicotomía anterior que plantea un falso dilema para centrarnos en los matices en donde los mercados incorporan elementos de monopolio pero también de competencia. De acuerdo con esto también sería útil dejar de clasificar la competencia como perfecta o imperfecta ya que no son términos claros y preciso. Por lo demás, la competencia perfecta en realidad no tiene nada de perfecta y el hecho de que existan mercado con un número limitado de productores, con productos diferenciados no lo hace más o menos perfecto.

Como señala el mismo Chamberlin el uso de la palabra imperfecta para rotular a la competencia solo perpetúa la idea de que competencia y monopolio son términos mutuamente excluyentes, esto es, donde esta uno el otro simplemente no puede estar, algo que es incompatible con el concepto de competencia monopolística. El autor también rechaza el de utilizar como sinónimos  los concepto de ”competencia imperfecta” y competencia monopolística. Pero la realidad es que el resultado de la libre empresa, señala Chamberlin,  no es la competencia “pura” o “perfecta” , sino que la competencia monopolística. Incluso afirma que no sería deseable estandarizar los productos más allá de cierto punto, puesto que existe por parte de los consumidores un deseo de variedad. A esto añade el economista:

“(…) una parte esencial de la libre empresa es el intento de todo hombre de negocios de construir su propio monopolio, ampliándolo donde sea posible y defendiéndolo contra los intentos de otros de extender el suyo. ser competido fuera de la imagen; por el contrario, forman parte de él tanto como la competencia que los restringe”.

Lo importante es que los mercados funcionen dentro de un marco político-jurídico y en donde se respeten las leyes, de manera que no existan acuerdo secretos que derive, por ejemplo, en colusiones que perjudiquen al consumidor. Por ende debemos abandonar tales rótulos como el de competencia perfecta e imperfecta.  Sobre el concepto de competencia monopolística escribió Chamberlin en el último capítulo de su libro:

“La “competencia monopolística” es un desafío al punto de vista tradicional de la economía de que la competencia y el monopolio son alternativas y que los precios individuales deben explicarse en términos de uno u otro. Por el contrario, se sostiene que la mayoría de las situaciones económicas son una combinación de competencia y monopolio, y que, dondequiera que sea este el caso, se da una visión falsa al ignorar cualquiera de las dos fuerzas y considerar que la situación está completamente inventada (incluso aunque “imperfectamente”) del otro. Esto parece ser una idea muy simple”.

https://www.slideserve.com/homer/monopolistic-competition

Más adelante añade el mismo economista:

“El peso de la tradición de que el monopolio y la competencia son alternativas mutuamente excluyentes es realmente pesado, y es muy posible que uno pierda la esperanza de obtener un reconocimiento realmente serio de la idea de que las situaciones reales son típicamente una combinación de los dos (…)”

El modelo de competencia monopolística se caracteriza por el hecho de que cada empresa venden productos únicos y diferenciados (componente monopólico) pero igualmente compiten entre ellas empresas puesto que ofertan productos que son sustitutivos cercanos aunque no perfectos. La diferencia entre este tipo de competencia y la competencia pura, es que en la primera el producto es diferenciado y, por ende, el productor no se limita a ser un “precio aceptante” y puede influir en el precio. Como explicaba Rothbard, para los teorizantes de este modelo existían dos elementos que saboteaban las posibilidades de la competencia pura: la diferenciación del producto y el oligopolio o escasez de empresas.

Al igual que el monopolio, en la competencia monopolística la curva de demanda es negativa y la elasticidad de esta dependerá del producto en cuestión. Así, el ingreso marginal también tendrá una pendiente negativa y por lo que no coincide con el precio como es el caso de la competencia “perfecta”. La cantidad maximizadora de beneficios de la empresa será nuevamente el punto en donde se produce la intersección entre la curva de coste marginal e ingreso marginal y el precio será fijado en la curva de demanda (ver el gráfico obtenido del Manual de Parkin y Loría). A diferencia del monopolio, aquí la empresa se enfrenta a la competencia, de manera que la demanda será más elástica.

Tenemos que en este escenario entran en juego elementos que están ausentes en la competencia “perfecta” como la inversión por parte de la empresa en campañas de marketing, en crear logos y diseños atractivos, en crear una imagen de responsabilidad y confiabilidad ante el cliente, en crear espacios que sean cómodos para el cliente y en buscar una localización espacial estratégicos que signifiquen una ventaja comparativa (monopolio espacial). En suma la diferenciación del producto es medular dentro de este tipo de mercados. Como explica Edward Chamberlin en el capítulo. IV del libro citado, una clase general de producto se diferencia “si existe alguna base significativa para distinguir los bienes (o servicios) de un vendedor de los de otro”.

Pero ¿qué significa específicamente este concepto de diferenciación? En primer lugar Chamberlin afirma que tal diferenciación puede ser real o imaginada. En segundo lugar la diferenciación puede tener diferentes fuentes como las patentes, marcas, calidad del producto, diseño y color del envase o paquete, la localización espacial, la cortesía de los vendedores, la reputación de la empresa, etc. En virtud de este modelo tenemos que la existencia de elementos monopólicos no excluye la existencia de la competencia.

Como señala Chamberlin,  solo se alcanza un monopolio puro o extremo  en el caso de que una empresa controle la oferta de todos los bienes económicos y en donde toda competencia de los sustitutos están excluidos por definición. Ahora bien, Chamberlin no pretende eliminar estos extremos que están siempre presentes y entre los cuales se dan gradaciones, todo lo contrario, afirma que estos dos polos deben ser siempre ser reconocidos.

El esfuerzo de estos y otros autores que he omitido, fueron una contribución a la hora de relajar ciertos supuestos que no se daban en el mundo real. Como comentaba Eric Roll:

“Ahora hay que adoptar supuestos especiales acerca del mundo real para que una situación teórica del mercado produzca un determinado equilibrio y pueda describirse como conducente a la mejor distribución posible de los recursos”

Pero otros autores como Kirzner consideran que este modelo de competencia monopolística no supera la gran limitante que tiene la competencia perfecta: el concebir al competencia como una situación y no común proceso, y el de ser (ambos) modelos de equilibrio. Así, de acuerdo con Kirzner, la teoría de la competencia monopolística se limitó a denunciar el utilizar como norma o referente la competencia perfecta para juzgar la eficiencia de los mercados reales, lo que significó flexibilizar los supuestos propios de la competencia perfecta, como por ejemplo, el que los productos sean diferenciados.  Tampoco concuerda el autor con la palabra monopolio, es decir, ¿por qué razón el elemento monopolista sería el hecho de tener un producto diferenciado y por ende tener cierto margen para influir en el precio de éste? En palabras de Kirzner:

“Es muy lamentable que lo que puede estimarse, simple y claramente, como una señal de identificación del proceso competitivo haya venido a considerarse, por el  planteamiento chamberliniano, como nada más que una característica del monopolio. La diferencia del producto que hemos visto es un aspecto natural de la actividad competitiva, ha llegado a ser casi sinónima de la falta de competencia”.

Otra crítica es la contradicción entre el supuesto equilibro de mercado y la existencia de productos diferenciados. De acuerdo a Kirzner la teoría de la competencia monopolística no explica cómo puede persistir tal diferenciación de los productos en condiciones de equilibrio. Así, afirmar que el equilibrio es compatible con un producto único por cada empresa, afirma el autor, es argumentar que “durante el curso del proceso competitivo del mercado, en el que se van eliminando los beneficios, los empresarios se encuentran, en cierta forma, impedidos de reproducir las calidades de algunos productos rentables”. Para Kirzner no pueden haber curvas de demanda previamente definidas y conocidas como es el caso de la competencia perfecta y monopolística. En virtud de lo anterior, el autor concluye que esta clase de teorías no pueden reconocer “las fuerzas de tipo competitivo-empresarial generadas por los esfuerzos de las empresas para determinar la verdadera situación de la demanda a la que deben enfrentarse”.

Si duda estamos ante un tema fascinante y complejo, en donde existen razones suficientes para cuestionar el uso de ciertos conceptos así como también la pertinencia de ciertos modelos económicos. Junto con esto tenemos también el peso y apego de la tradición con la consecuencia de continuar utilizando manuales de economía que requieren de cierto enriquecimiento que no debería postergarse para cursos avanzados. Con enriquecimiento se quiere dar a entender que dichos textos deberían presentar las objeciones que se han realizado a los modelos que presentan así como también a los conceptos utilizados en la teoría económica.

Para ello es necesario que tales textos de estudio introduzcan las visiones de otras escuelas económicas así como también una mayor presencia de la historia del pensamiento económico, de manera que los manuales de economía estimulen el pensamiento crítico de los futuros economistas. Celebre fue la carta enviada por unos estudiantes de Harvard (2011) a su profesor de economía Gregory Mankiw. En esta los estudiantes expresan su descontento con “el sesgo inherente” al curso de introducción a la economía.  Expresan su insatisfacción con el curso debido a que adopta una visión específica y limitada de la economía, dejando fuera la discusión crítica sobre los beneficios y defectos de los diferentes modelos económicos simplificados, así como también otras escuelas de pensamiento económico. Más allá de si uno puede o no estar de acuerdo con la totalidad del contenido de la carta, lo cierto es que esos estudiantes están en lo cierto al denunciar la estrechez de miras de los cursos de economía universitarios.

Como escribió el economista checo Tomáš Sedláček en el libro ya citado, al  construir modelos debemos desviar nuestros ojos de la realidad y al aplicar estos modelos a la realidad, debemos desviar los ojos de los modelos. Resulta que en la economía, apunta el mismo autor, las suposiciones non pueden ser derribadas ni siquiera ex post, puesto que se destruiría toda la construcción. Por ende, lo que se debe examinar la disciplina no está construyendo una “catedral de andamios”, catedral que, por lo demás, permanece hueca. A esto añade el autor: “Si derribamos nuestro andamio den suposiciones, se caerá nuestra catedral entera…o se mostrará que la magnificente catedral no existe en primer lugar, como en la historia del traje nuevo del emperador”.

Sistemas y sistemismo (por Jan Doxrud)

(I) Algunas palabras sobre el status científico de la Economía (por Jan Doxrud)

(II) Algunas palabras sobre el status científico de la Economía (por Jan Doxrud)

1) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)2) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)

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4) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)

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