1) Libro: La guerra del retorno. Cómo la indulgencia occidental con el sueño palestino ha obstaculizado el camino hacia la paz. (por Jan Doxrud)
En este artículo examinaremos el libro titulado “La guerra del retorno. Cómo la indulgencia occidental con el sueño palestino ha obstaculizado el camino hacia la paz”. Sus autores son el periodista israelí Adi Schwartz y Einat Wilf. Schwartz es especialista en temas relacionados con el problema de los refugiados palestinos y la historia de los judíos de los países árabes. Actualmente es candidato a doctorado y becario en el centro de comunicaciones internacionales de la Universidad de Bar-Ilan. La otra autora es la política del partido laborista israelí Wilf, quien curso sus estudios en la Universidad de Harvard y Cambridge. En el prefacio del libro los autores explican que son políticamente de izquierda y que su postura frente al conflicto, es la de establecer dos Estados y que, por ende, los palestinos puedan tener su propio Estado en Cisjordania y la Franja de Gaza.
Si bien los autores comentan que se sentían bastante optimistas en la década de 1990 y comienzos del siglo XXI respecto a la evolución del conflicto, finalmente terminaron por perder la esperanza puesto que se percataron de que había un problema medular al cual no se le había dado suficiente cobertura: el del retorno de los refugiados palestinos a sus antiguos territorios tras la expulsión y huida una vez finalizada la guerra de 1948 entre Israel y los Estados árabes. Cabe aclarar que el libro no es una historia del conflicto árabe-israelí, de manera que el lector podría con anterioridad leer alguna obra introductoria en donde se explique cómo evolucionó a lo largo del tiempo y también se familiarice con algunos de los nombres de los protagonistas.
Por ultimo es importante tener presente que estamos ante un conflicto de larga data y complejo. Como señala Shlomo Ben-Ami, no se trata de una simple disputa por fronteras o territorios, sino de una lucha por recuerdos y derechos. Por lo tanto, se trata de una guerra por el pilar más fundamental de la existencia nacional: recuerdo y legitimidad.
El libro tiene una serie de ideas clave que los autores van explicando a lo largo de su obra y que tiene como protagonistas a los refugiados palestinos, la idea del derecho de retorno (repatriación), el papel jugado por los países árabes y la comunidad internacional, principalmente la United Nations Relief and Works Agency for Palestine Refugees in the Near East (UNRWA). Los autores argumentan que el surgimiento de los refugiados fue producto de la naturaleza de la guerra de 1948 (más que acontecimientos específicos), guerra que tuvo como causa el rechazo por parte de los países árabe de la creación del Estado de Israel, tal como lo estableció la resolución 181 de la Organización de la Naciones Unidas.
En virtud de esta resolución, los judíos obtuvieron el 55% de cerca de 24 mil km2 de Palestina. En cuanto a la guerra, esta fue una una ofensiva conjunta pero desorganizada de los ejércitos de Egipto, Siria, Jordania, Irak y Arabia Saudita (sin mencionar que estos países también actuaban bajo un interés propio de ensanchar sus fronteras). Por ende, y como veremos más adelante, el vaciamiento de una gran cantidad de población palestina no fue fruto de un plan preconcebido de limpieza étnica por parte de Israel, de manera que los autores rechazan que el denominado Plan Dalet constituyera un plan maestro de expulsión de los palestinos.
Dicho sin rodeos, fueron las consecuencias de la guerra de 1948 lo que dio inicio al tema de los refugiados tal como ha sucedido en otras guerras y no fue la partición establecida por la ONU. En segundo lugar, los autores responsabilizan a los países árabes de perpetuar la condición de refugiados de los palestinos con fines políticos, es decir, se negaron (salvo Jordania) a integrarlos en su territorio para mantener abierto el conflicto con Israel y se negaron a cooperar desde un comienzo con la UNRWA si esto significaba reconocer la existencia de Israel. Así, el tema de los refugiados estuvo desde un comienzo subordinado a un objetivo superior: eliminar el Estado de Israel. Por ende no podrá haber paz si el derecho a la autodeterminación de los Palestinos significa violar la soberanía del Estado de Israel. En suma, los palestinos tiene derecho a su propio Estado siempre y cuando este se establezca en la franja de Gaza y Cisjordania.
En tercer lugar los países árabes promovieron y defendieron la idea de que los miles de refugiados debían retornar a sus tierras tras la derrota de 1948, pero sin siquiera atemperar el tono belicoso de su discurso y su rechazo explícito a la existencia del Estado de Israel. Por ende Israel no podía aceptar a enemigos potenciales al interior de su propio territorio, ya que podían transformarse en una “quinta columna” que podía poner en peligro la existencia de Israel como Estado soberano.
Los autores explican que en 1948 surgieron en realidad dos pueblos de refugiados. Por un lado tenemos a los palestinos tras la derrota de los países árabes en 1948 y, por otro, los de miles de refugiados judíos que fueron expulsados de países árabes tras la guerra de 1948. Ahora bien las comunidades judías ya habían sido víctimas de hostigamiento y de persecuciones (pogromos) antes de 1948, pero después de la guerra de ese mismo año, la situación empeoró. Así, entre 1948 y 1972 Israel absorbió a cientos de miles de refugiados israelíes. De acuerdo a los autores, entre 1947 y mediados de los 50’, las antiguas comunidades judías de Egipto, Irak, Siria, Libia y Yemen que habían precedido al nacimiento del Islam y las conquistas árabes, habían desparecido de Oriente Próximo.
Finalmente estos refugiados, con el tiempo lograron integrarse a su sociedad, y nunca fueron compensados por los gobiernos que forzaron su huida. De hecho se sabe muy poco de la historia de estos refugiados judíos que habitaron en el Medio Oriente y que fueron forzados a marcharse. En cambio, como apuntan los autores, “los cientos de miles de refugiados palestinos huidos o expulsados de lo que después fue Israel (…) siguen siendo, setenta años más tarde, refugiados desplazados, generación tras generación”.
Como ya he señalado, la decisión de la ONU – por medio de la resolución de 181 – de crear dos Estados en lo que había sido el mandato británico de Palestina fue la causa inmediata de la guerra de 1948 entre Israel y los desorganizados ejércitos de Siria, Transjordania, Egipto y Líbano entre otros. La victoria israelí significó el inicio de la “nakba”, “catástrofe” o “desastre” para los palestinos que habían sido completamente desarraigados de sus tierras y que, desde ese momento, lucharían por retornar a esta. Schwartz y Wilf señalan que los palestinos no habrían sufrido tal desarraigo de no ser por aquella guerra que los árabes insistieron en liberar y su rechazo de que los judíos tuviesen algún derecho en aquellas tierras. A esto añaden los autores:
“En los primeros años posteriores a la guerra, Israel. defendía que no había expulsado a nadie y que aquellos que habían perdido sus hogares habían huido, o seguido la llamada de los líderes a abandonar sus casas hasta que la guerra terminase con una victoria árabe. En cambio, los palestinos todavía creen que el Yishuv judío (comunidad judía pre-estatal en Palestina) ejecutó una expulsión planeada y deliberada de la población árabe y lo llaman limpieza étnica”.
Los autores destacan que la historiografía moderna rechaza ambas versiones y, en cambio, presenta una cadena más compleja de hechos. De acuerdo con lo anterior, la guerra se desarrolló en dos fases principales. La primera es aquella que se extiende desde finales de noviembre de 1947 con la votación de la ONU sobre la partición del territorio, hasta el 14 de mayo de 1948 con la declaración de independencia de Israel. La segunda fase de la guerra va del 15 de mayo de 1948 a mayo de 1949, cuando se firmaron los armisticios. Fue aquí donde las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF) lucharon contra los ejércitos árabes tras la declaración de independencia.
De acuerdo con esto – y aquí los autores siguen al historiado Benny Morris – el surgimiento de la crisis de los refugiados también debe entenderse de una manera menos simplista. De hecho, Morris divide la huida de los palestinos de sus hogares en varias fases. Una primera fase se extendió desde noviembre de 1947 – a partir de la aprobación del plan de partición – hasta marzo de 1948 en donde unos cien mil palestinos se marcharon. En palabras de Schwartz y Wilf:
“La mayor parte eran familias palestinas de clase media-alta, médicos, abogados, personalidades importantes y profesores, y su partida perjudicó seriamente la moral palestina y sentó un precedente para partidas posteriores. La gente se quedó, en la práctica, sin líder: al llegar marzo de 1948, casi todos los miembros del Alto Comité Árabe habían salido del país”.
La segunda fase tuvo lugar en mayo de 1948 fruto de un cambio de estrategia del Yishuv: pasar de la defensiva a la ofensiva. De acuerdo con Schwartz y Wilf, las milicias árabes hasta ese entonces habían tenido el control de la situación aislando el Néguev (parte sur asignada a los judíos) de la zona costera, así como también de la zona de Jerusalén y la mayor parte de Galilea occidental. Junto con esto habían también aislado entre sí a las comunidades judías y atacado convoyes para alimentar a los kibutz (comuna agrícola) como el de Yehiam. Incluso Estados Unidos, al ver la situación que prevalecía en la zona, decidió retirar su apoyo a la creación del Estado judío mostrándose a favor de un régimen internacional de administración fiduciaria (régimen e supervisión internacional).
Por ende, fue el constante asedio árabe y la sensación de amenaza y riesgo existencial de los judíos lo que llevó al Yishuv a adoptar una estrategia ofensiva y es aquí donde entra en escena el ya mencionado Plan Dalet. Explican Schwartz y Wilf que el plan instruía a los mandos locales a que aseguraran el control del territorio que había sido destinado al Estado judío y reforzar su capacidad para defenderlo por medio de la captura de comisarías de policía y otros servicios clave. A esto añaden los autores:
“Respecto a los árabes en su territorio, el plan instruía a los mandos locales para que distinguiesen entre árabes hostiles y no hostiles. Como los criterios eran militare, los árabes no se presuponían hostiles a priori. Los que no eran hostiles y no ponían en peligro a las fuerzas de combate judías podían quedarse estaban, según lo planeado, y muchos así lo hicieron”.