2/5- Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

2) Libro: La historia olvidada del liberalismo de Helena Rosenblatt (por Jan Doxrud)

Como señalé, Rosenblatt comienza su relato con la figura de Cicerón. En la antigua Roma “liber” significaba tanto “libre” como “generoso” y “liberalis” significaba “propio de una persona nacida libre” (que no es esclavo), esto es, un ciudadano que vivía dentro de una república bajo un Estado de Derecho. En esta época las personas no se autodenominaba como “liberales” y se hablaba, más bien, de “liberalidad”. Rosenblatt se concentra en explicar este concepto de “liberalidad” (liberalitas) que denotaba “una manera noble y generosa de pensar y tratar a los conciudadanos” , de manera que su contrario era el egoísmo. Este egoísmo era lo que los romanos conocían bajo el nombre de servilismo, esto es, pensar y actuar teniendo como referencia sólo a uno mismo. 

Paso seguido, Rosenblatt trae a la palestra a Séneca quien en su tratado “De los beneficios”, daba a entender que la liberalidad se vinculaba a la reciprocidad, es decir, al dar, recibir y devolver favores y servicios. Sumado a lo anterior tenemos que la liberalidad era una virtud aristocrática en el sentido etimológico del término. En palabras de Rosenblatt, si la liberalidad era una virtud de la aristocracia y los gobernantes, entonces esta debía estar presente en la educación: en las artes liberales. En palabras de la historiadora:

“Su propósito primordial no era enseñar a los estudiantes a enriquecerse o formarlos para una profesión, sino prepararlos como miembros activos  y virtuosos de la sociedad. Su objetivo era enseñar a los futuros dirigentes a pensar correctamente y hablar con claridad en público, lo que les permitía participar eficazmente  en la vida civil. Los ciudadano no nacían, se hacían”.

El suicidio de Séneca. Manuel Domínguez Sánchez (1871)

Con el advenimiento de la (mal) llamada “Edad Media”, la liberalidad comienza a permearse de valores cristianos como la caridad, amor y la compasión, pero igualmente mantenían la importancia de la reciprocidad así como también el rol central de las artes liberales dentro de la educación. De acuerdo a Rosenblatt los diccionarios de la época definían la “liberal” como la cualidad de alguien “al que le gusta dar” y la “liberalidad” como una “cualidad de dar o gastar alegremente”. Avanzando en el tiempo tenemos que en la primera edición del Diccionario de la Academia Francesa (1694) se definía “liberal” como a quien que “le gusta dar…a personas de mérito”. 

Con el advenimiento de la época marcada por la reforma protestante, Rosenblatt señala que las biblias protestantes ayudaron “a difundir la idea de que la liberalidad no era solo un valor principesco o aristocrático, sino también un imperativo cristiano universal”. La autora trae a la palestra al poeta John Donne (1672 - 1631) para quien, si bien la liberalidad era esencial en la nobleza y los gobernantes, también debía ser una cualidad del pueblo. Añadía que ser liberal no consistía únicamente en dar riquezas, sino que también conocimiento y sabiduría.

John Locke en su “Pensamientos sobre la educación” afirmaba que a los niños se les debía enseñar, entre otras cosas, principios morales como ser amables, liberales y corteses. También enfatizaba en la importancia de compartir junto al rechazo del egoísmo. De acuerdo a Rosenblatt habría sido Locke el primero en establecer la relación entre la virtud de la liberalidad y la tolerancia religiosa la cual queda evidenciada en su Carta sobre la tolerancia (1685). A esto añade Rosenblatt:

Locke amplió mucho el mandato de ser liberal, al menos para su época. Incluía a todas las sectas protestantes e incluso a los paganos, los musulmanes y los judíos. Pero la liberalidad para Locke seguía teniendo límites; dejaba a fuera a la mayoría de los católico y ateos”.

John Locke

Durante la era de la Ilustración, el Dictionary of the English Language de Samuel Johnson (1755) definía la palabra liberal como “no humilde, no de clase baja, vinculada a convertirse en un gentleman”. En virtud de esta definición se volvía enfatizar el carácter elitista de la liberalidad: el de estar destinado a la aristocracia o una élite . Ahora bien, Rosenblatt explica que se dieron nuevos usos a la liberalidad durante la Ilustración, ampliando su alcance y democratizando el término. En palabras de la historiadora: “Para entonces era posible hablar no solo de individuos liberales, sino también de opiniones, ideas y maneras de pensar liberales”. Para 1772 el Oxford English Dictionary establecía que el término liberal significaba “libre de sesgos, prejuicios y intolerancia; de mente abierta, tolerante”. 

Con el tiempo liberalismo lograría abrirse paso en la religión cristiana de manera que se comenzaría a hablar de una “teología liberal” y “cristianismo liberal”. ¿Qué se quería a dar a entender con estos términos? De acuerdo a Johann Salomo Semler (1725-1791) – quien utilizó pro primera vez en 1774 el concepto de teología liberal – esta perspectiva liberal se traducía en un enfoque interpretativo de la Biblia menos dogmático y abierto al examen crítico. En cuanto al concepto de “cristianismo liberal”, la autora señala que posiblemente fue por primera vez utilizado por clérigos protestantes en Estados Unidos, específicamente Boston. Estos adoptaron el rótulo de “Unitarios” donde destacó la figura de William Ellery Channing (1780-1842), quien se caracterizó por su enfoque y aproximación racional de las Sagradas Escrituras, lo que lo llevó a cuestionar ciertos dogmas de fe.

William Ellery Channing

Otro famoso autor – que no podía estar ausente – fue Adam Smith, considerado ( aunque no unánimemente) como el padre de la economía liberal. Adam Smith fue un crítico del mercantilismo y el proteccionismo económico, y era partidario de la libertad de exportar e importar. Lo que nos interesa aquí es el sentido del liberalismo de Smith y que de acuerdo a Rosenblatt, incluí los conceptos d reciprocidad y generosidad. Rosenblatt también nos recuerda aquella otra obra de Smith, “Teoría de los sentimientos morales”, omitida – por ignorancia o deliberadamente – por aquellos que buscan distorsionar y caricaturizar la figura de Smith como el promotor del individualismo y egoísmo económico. En esta obra Smith destaca la relevancia de la cooperación y la importancia de que los ciudadanos promuevan el bienestar conjunto de la sociedad. En palabras de la autora: “Smith defendía el libre comercio argumentando que incrementaría el bienestar de las clases más bajas del pueblo y  obraría en beneficios de los pobres e indigentes”.

Lo dicho anteriormente vendría a ser antecedentes del liberalismo o la historia de una “tradición centenaria que exhortaba a los hombres a ser liberales”. Como pudimos apreciar, Rosenblatt destaca que la liberalidad designaba cualidades ideales de una aristocracia y la clase gobernante, para posteriormente ir ampliándose a otros ámbitos y grupos sociales. Como señalé anteriormente sería la Revolución Francesa el punto de partida en el sentido de que la palabra “liberal” adquiriría, bajo la influencia de personajes como La Fayette, un significado que trascendería el de ser un ideal, cualidades o atributos. A partir de 1789 se hablaría de constituciones liberales o sistemas liberales, de manera que el liberalismo adquiriría un fuerte significado político. 

Ahora bien, para quienes han estudiado la revolución francesa, tenemos que esta atravesó por una serie de fases en donde llegó a un cénit de violencia bajo el régimen de Maximilien Robespierre, por lo que el liberalismo sería asociado al terror revolucionario y criticado como fue el caso del conservador Edmund Burke. Como explica Rosenblatt, Burke se veía a sí mismo como un liberal entendido en su sentido tradicional y no veía en los sucesos acontecidos en Francia rastros de los ideales propios del liberalismo. Para Burke – y a diferencia de la revolución de las colonias en Norteamérica – en Francia las masas ignorantes pretendían construir ideales y derechos nuevos. 

Burke

A corto y mediano plazo los ideales revolucionarios no lograrían arraigar del todo en Europa pero lograrían echar raíces en el largo plazo. Es en este capítulo sobre la Revolución Francesa en donde Rosenblatt aborda las figuras de Staël y Constant quienes, por lo demás, no utilizaron el término “liberalismo” puesto que no se había acuñado hacia finales del siglo XVIII. Para ese entonces ser liberal era defender a la república de la contrarrevolución representada por las monarquías extranjeras. Un precisión importante realizada por la autora es que ser liberal no era lo mismo que ser demócrata siendo incluso opuestos entre sí.

Robespierre

En palabras de Rosenblatt:

“Las multitudes politizadas habían demostrado en repetidas ocasiones ser irracionales, indisciplinadas y propensas a la violencia. Al igual que la Constitución de 1791, la Constitución de 1795 que defendían Constant y madame Staël incluía unos requisitos de propiedad rígidos tanto para poder votar como para poder desempeñar un cargo. Según madame de Staël, se defendía así el gobierno de los mejores, que no debía confundirse con la democracia”.

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