8) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
Para terminar, quisiera hacer referencia al concepto de biopoder y biopolítica, tal como lo expuso Foucault en su lección del año 1976 en el Collège de France. Explica que uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX fue lo que denomina la consideración de la vida por el poder, un ejercicio del poder sobre el ser humano en cuanto ser viviente. Foucault se refiere también a este fenómeno como una “estatización de lo biológico”. A lo largo del siglo XVIII habría surgido una tecnología de poder que no excluye a la otrora técnica disciplinaria, sino que la engloba, integra y modifica parcialmente.
Como señala el historiador e intelectual italiano, Enzo Traverso – en su libro “La historia como campo de batalla” –, el biopoder no consiste en un mero aparato de dominación. El biopoder no se reduce a una mera dominación entendida en un sentido marxista o weberiano, puesto que este consiste en un mecanismo “difuso” de gestión de vida a través de medios impersonales. El biopoder se aleja del modelo clásico del poder, puesto que “es una administración, control y regulación de la vida, y no un ejercicio de dominación exclusivo del Estado”. El biopoder es así, siguiendo a Traverso, polimorfo, capilar omnipresente y, a menudo, invisible e imperceptible.
Por lo tanto esta nueva tecnología no es una que se dirija a los cuerpos, ya que es una tecnología de poder no disciplinario que tiene como objeto al ser humano vivo, al hombre/especie y no al ser humano-cuerpo. Cuando Foucault asevera que esta nueva tecnología de poder tiene como objeto al “hombre/especie” quiere decir con ello que la disciplina va dirigida a la multiplicidad de los hombres, siendo este, por ende, un ejercicio masificador (no individualizador). Cuando el ejercicio del poder iba dirigido al hombre/cuerpo, entonces Foucault habla de una anatomopolítica del cuerpo humano, pero con la irrupción de esta nueva tecnología de poder, Foucault habla ahora de biopoder, es decir, de una biopolítica de la especie humana.
En cuanto al interés central de esta biopolítica, existen una serie de campos: mortalidad, natalidad, morbilidad, fecundidad, vejez, higiene y la longevidad. También es objeto de este Nuevo saber la relación entre la especie humana y su medio de existencia, el medio natural, y también los medios artificiales que ha creado el ser humano, modificando así el medio natural. La biopolítica abordará pues, fenómenos colectivos, aleatorios e imprevisibles, que deben considerarse en un límite más o menos largo. En relación al objeto de la biopolítica, explica Foucault:
“…a diferencia de las disciplinas, no se trata de un adiestramiento individual efectuado mediante un trabajo sobre el cuerpo mismo. No se trata, en absoluto, de conectarse a un cuerpo individual, como lo hace la disciplina. No se trata en modo alguno, por consiguiente, de tomar al individuo en el nivel del detalle sino, al contrario, de actuar mediante mecanismos globales de tal manera que se obtengan estados globales de equilibrio y regularidad; en síntesis, de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre/especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización”[1].
Este nuevo poder es el poder de “hacer vivir y dejar morir”, siendo un ejemplo la descalificación progresiva de la muerte en virtud de la cual, la gran ritualización pública de la muerte desaparece, transformándose así en uno de los fenómenos más privados e incluso en un tema tabú. La muerte ya no es percibida como antaño, esto es de acuerdo a Foucault, una “transferencia de poder”, es decir, del poder del soberano ( poder temporal) al soberano del más allá. Recordemos que estamos ante el poder de hacer vivir, vale decir, un poder que es cada vez menos el derecho de hacer morir. Este Nuevo poder interviene para hacer vivir, sobre la manera de vivir y sobre el cómo de la vida. Sobre esto explica el autor:
“…a partir del momento, entonces, en que el poder interviene sobre todo en ese nivel para realzar la vida, controlar sus accidentes, sus riesgos, sus deficiencias, entonces la muerte, como final de la vida, es evidentemente el término, el límite, el extremo del poder…El influjo del poder no se ejerce sobre la muerte sino sobre la mortalidad”[2].
Más adelante Foucault sintetiza lo que hemos estado exponiendo que desde desde fines del siglo XVIII contamos con dos tecnologías de poder que se introducen con cierto desfase cronológico y que se encuentran superpuestas. Una primera técnica es disciplinaria y está centrada en el cuerpo, generando efectos individualizadores, manipulando el cuerpo como foco de fuerzas que hay que hacer útiles y dóciles a la vez. Una segunda técnica es aquella que no se centra en el cuerpo sino en la vida, que reagrupa los efectos de masas propios de una población y que procura controlar la serie de acontecimientos riesgosos que pueden producirse en una masa viviente.
A esto añade el autor que tal tecnología
“(…) procura controlar (y eventualmente modificar) su probabilidad o, en todo caso, compensar sus efectos. Es una tecnología, en consecuencia, que aspira, no por medio del adiestramiento individual sino del equilibrio global, algo así como una homeostasis: la seguridad del conjunto con respecto a los peligros internos”[3].
Así, el autor señala que por un lado tenemos la serie cuerpo-organismo-disciplina-instituciones, esto es el conjunto orgánico institucional u órgano-disciplina, y por otro tenemos la serie problación-procesos biológicos—mecanismos reguladores - Estado, que constituye un conjunto biológico y estatal, es decir, la biorregulación del Estado. Ahora bien esta no es una separación absoluta y no constituye un dualismo donde ambos poderes se excluyen uno de otros. Al ser estos mecanismo, el disciplinario y el regularizador, de distintos niveles, les permite articularse uno sobre el otro, donde opera sobre los cuerpos y el otro sobre la población.
Foucault ejemplifica lo anterior por medio de la ciudad obrera del siglo XIX. Se tiene, por una parte, los mecanismos disciplinario de control del cuerpo a través del corte mismo de la ciudad, la localización de las familias (cada una en sus casas) y de los individuos (cada uno en su habitación). Por otro lado están los mecanismo regularizadores que recaen sobre la población y que inducen a conductas de ahorro, ligadas a la vivienda o el alquiler, sistema de seguros de enfermedad o de vejez, “ reglas de higiene que aseguran la longevidad optima de la población; presiones que la organización misma de la ciudad aplica a la sexualidad y, por lo tanto, a la procreación; las presiones que se ejercen sobre la higiene de las familias; los cuidados brindados a los niños; la escolaridad, etcetera”[4].
La sexualidad es otro ejemplo que rescata Foucault, por ejemplo el control de la masturbación en los niños a fines del siglo XVIII y, a su vez, el control de los procesos biológicos, claro que no a nivel del individuo, sino que a nivel de población. La sexualidad está, según Foucault, en la encrucijada entre el cuerpo y la población y, por ende, le compete tanto a la disciplina como a la regularización. El elemento que circula desde de lo disciplinario a lo regularizador, que se aplica al cuerpo y a la población, y que permite controlar tanto el orden disciplinario del cuerpo como los acontecimientos aleatorios de una multiplicidad biológica, es la “norma”. Sobre este elemento continua explicando el filósofo francés:
“La norma es lo que puede aplicarse tanto a un cuerpo al que se quiere disciplinar como a una población a la que se pretende regularizar. En esas condiciones, la sociedad de normalización no es, entonces, una especie de sociedad disciplinaria generalizada cuyas instituciones disciplinarias se habrían multiplicado como un enjambre para cubrir finalmente todo el espacio; ésta no es más, creo, que una primera interpretación e insuficiente, de la idea de sociedad de normalización”[5].
Foucault dedica algunos párrafos al tema del racismo y su relación con la bipolítica. De acuerdo al autor fue el surgimiento del biopoder lo que inscribió el racismo en los mecanismos del Estado. Foucault entiende el racismo como un corte en el ámbito de la vida, un corte entre lo que debe vivir y lo que debe morir. El racismo también viene a fragmentar el campo o continuum biológico, mediante la introducción de distinciones, jerarquías y calificaciones. El caso del régimen nacionalsocialista en Alemania fue paradigmático para Foucault, ya que generalizó de manera absoluta el biopoder y generalizó el derecho soberano de matar.
Continúa explicando el autor:
“El Estado nazi hizo absolutamente coextensos el campo de una vida que ordenaba, protegía, garantizaba, cultivaba biolóticamente y, al mismo tiempo, el derecho soberano de matar a cualquiera, no solo a los otros, sino a los suyos. En los Nazis se produjo la coincidencia de un biopoder generalizado con una dictadura a la vez absoluta y retransmitida a través de todo el cuerpo social por la enorme multiplicación del derecho de matar y la exposición a la muerte”[6].
En suma, el biopoder es una tecnología del poder y tiene como objeto central al cuerpo sobre el cual ejerce fuerza por medio de una red de dispositivos que lo disciplinan y controlan, como es el caso de las cárceles o institutos psiquiátricos. Pero la biopolítica ha ido más allá de estas instituciones en donde se recluyen a personas, puesto que se manifiesta también en temas públicos como el aborto, en donde en algunos países se penaliza y en otros se promueve, o legislación sobre los tratamientos para el cambio corporal, como es el caso de los transexuales.
Quizás el caso límite guarda relación con la vida y la muerte, como es el caso de la pena capital y la eutanasia, donde estaríamos ante una suerte de tanatopolítica. La biopolítica puede así ejercer el poder sobre los cuerpos tanto a nivel individual, así como también a una escala global como la regulación de la vida sexual de las personas, la inhibición o promoción de la natalidad o políticas sanitarias que pueden llegar a intervenir en la vida cotidiana de las personas, como puede ser una cuarentena
[1] Michel Foucault, Defender la sociedad (Argentina: FCE, 2014), 223.
[2] Ibid., 224.
[3] Ibid., 225.
[4] Ibid., 227.
[5] Ibid., 229.
[6] Ibid., 235.