6) Michel Foucault: Estado y Biopoder (por Jan Doxrud)
La policía juega un papel central, y Foucault advierte que este concepto, al menos desde el siglo XVII hasta fines del siglo XVIII, tenía un significado muy diferente al que tiene en nuestros días. Por ejemplo, lo que hasta el final del Antiguo Régimen en Francia se denominaba policía, esto quería decir algo más que la institución policía, para querer significar “el conjunto de mecanismos por medio de los cuales se aseguran el orden, el crecimiento canalizado de las riquezas y las condiciones de mantenimiento de la salud «en general»”[1].
El autor señala que en los siglos XV y XVI se entendía por policía a una forma de comunidad o asociación regida por un a autoridad pública. También se entendía por policía al conjunto de los actos que rigen a esas comunidades bajo la autoridad pública. Por último, el tercer sentido de la palabra policía era el resultado positivo y valorado de un buen gobierno. A partir del siglo XVII este concepto experimenta una transformación, y se entenderá por policía el
“conjunto de los medios a través de los cuales se pueden incrementar las fuerzas del Estado a la vez que se mantiene el buen orden de éste. Para decirlo de otra manera, la policía será el cálculo y la técnica que van a permitir establecer una relación móvil, pero pese a todo estable y controlable, entre el orden interior del Estado y el crecimiento de sus fuerzas”[2].
Foucault se refiere a la policía como el arte del esplendor del Estado en cuanto orden visible y fuerza resplandeciente, de manera que el buen uso de las fuerzas del Estado es el objeto de la policía. Quizás quien concibió este Estado policía en su máximo esplendor, proponiendo una suerte de utopía del staatpolizei alemán fue el médico suizo que Foucault examina: Théodore Turquet de Mayerne (1573-1654/55) y su obra “La Monarquía antidemocrática”. En esta obra el autor define la policía como “todo aquello que debe dar ornamento, forma y esplendor a la ciudad” o como “el orden de todo lo que podría verse” en la ciudad, por lo que la policía sería entonces el arte de gobernar, en otras palabras, policía y arte de gobernar vendrían a ser una misma cosa.
Turquet de Mayerne imagina toda una organización para llevar a cabo lo anterior, proponiendo que en todo buen gobierno hubiese cuatro grandes oficinas y cuatro oficiales mayores: el canciller, quien se ocupa de l a justicia; el condestable, que se ocupa del ejército; el superintendente, que se ocupa de la hacienda; el conservador y general reformador de la policía, quien debía fomentar en el pueblo la puesta en práctica de la caridad, modestia, lealtad, industria y buenas migas. Este cuarto oficial mayor tendrá, a su vez, cuatro oficinas en cada provincia. La primera oficina, llamada Oficina de Policía, tiene a su cargo la instrucción de los niños y jóvenes, así como la profesión que querrán estos mismos desempeñar.
En segundo lugar está la Oficina de Caridad, que se ocupa de los pobres y de la salud pública en tiempos de epidemia y contagio. En tercer lugar tenemos aquella oficina que se ocupa de los comerciantes, de la regulación de los problemas de mercado, problemas de fabricación, modos de elaboración, así como el deber de favorecer el comercio en toda la provincia. En cuarto y último lugar está la Oficina de la Propiedad, que se encarga de los bienes inmuebles, específicamente el velar por la compra y venta de los bienes raíces, la vigilancia de los precios, mantención de los registros de herencias, velar por las propiedades del rey, etc.
Al respecto Foucault explica que la policía se presenta como la totalidad del gobierno, como una función estatal que existe paralela a las de la justicia, el ejército y hacienda. Para Foucault lo esencial y característico, vale decir, lo que constituye el corazón mismo de la policía guarda relación con aquello que se ocupa, principalmente el tema de la educación y la profesión. Foucault distingue cinco objetos de la policía:
1) La cantidad de hombres, el desarrollo cuantitativo de la población en relación con los recursos y posibilidades del territorio que es ocupado.
2) Las necesidades de la vida, ya que no es suficiente con existen seres humanos, sino que además estos deben efectivamente vivir, por lo que la policía debe ocuparse de tales necesidades inmediatas. Esto entraña no solamente la vigilancia de la comercialización de víveres y otros productos, sino que también su calidad.
3) El problema de la salud. Aquí afirma que la salud se convierte en un objetivo de la policía por ser una de las condiciones necesarias para que la multitud de seres humanos que subsisten gracias a los víveres y los artículos de primera necesidad, puedan además trabajar, tener actividades, ocuparse. A esto añade que la salud no será para la policía un problema salvo en caso de epidemias,
“cuando se declara la peste o se trata simplemente de apartar a personas contagiosas…la salud cotidiana de todo el mundo, será en lo sucesivo un objeto permanente de cuidado e intervención para la policía. En consecuencia, habrá que vigilar todo lo que puede propiciar las enfermedades en general”[3].
4) Velar por la actividad, es decir, no permitir la ociosidad. Cabe señalar que el economista estadounidense, Murray Rothbard, se refiería a esta obsesión mercantilista por mantener una suerte de “pleno empleo” por medio de la prohibición de la holgazanería, holgazanes, vagabundos y mendigos sanos. Rothbard cita el cas del personaje que habría acuñado el concepto de “economía política”, el poeta Antoine de Montchétien (1575-1621). Al respecto escribe Rothbard:
“La ociosidad, según Montchrétien, es perjudicial y tiene que ser extirpada, por la fuerza si fuese necesario. El hombre, según él, nace para vivir trabajando constantemente; por lo tanto, la política de Estado debe orientarse a asegurar a que ningún sector de la población permanezca jamás ocioso. Las manos holgazanas son las manos del diablo; la holgazanería corrompe la fuerza de los hombres y la castidad de las mujeres. En suma, la holgazanería es la madre de todos los pecados”[4].
5) La circulación de las mercancías y aquellos productos originados por la actividad de los hombres. Esto incluye las rutas de circulación, su estado de desarrollo, navegabilidad de los ríos, canales, etc. Añade Foucault:
“Pero por «circulación» no hay que entender únicamente esa red material que permite la circulación de las mercancías…sino la circulación misma, es decir, el conjunto de los reglamentos, restricciones, límites o, por el contrario, facilidades y estímulos que permitirán el tránsito de los hombres y las cosas en el reino y eventualmente allende a sus fronteras”[5].
Más adelante Foucault cita otro documento, esta vez de siglo XVIII y que consiste en una recopilación de ordenanzas policiales del magistrado francés Nicolás Delamare (1639-1723). Esta recopilación establece que la policía debía ocuparse de los siguientes ámbitos:
1) Religión.
2) Disciplina de las costumbres.
3) Salud.
4) Víveres.
5) Seguridad y tranquilidad pública.
6) Vialidad.
7) Ciencias y las Artes Liberales.
8) Comercio, manufacturas y artes mecánicas.
9) Servidores domésticos.
10) Peones y pobres.
11) Teatro y juegos.
Tenemos pues, siguiendo a Foucault, que la policía se ocupa de la “bondad de la vida” (religión y costumbres), de la “conservación de la vida” (salud y elementos de subsistencia), de la “comodidad de la vida” (seguridad, tranquilidad) y de los “encantos de la vida” (teatro y juegos). Foucault explica que la policía es esencialmente urbana y civil. Urbana en el sentido de que lo objetos que se definen como correspondientes a la práctica, intervención y reflexión de la policía, son objetos urbanos, que sólo existen en la ciudad: calles, plazas, edificios, mercado, comercio, manufacturas, artes mecánicas, etc.
Es mercantil, debido a que la policía se ocupa de problemas relacionados con el mercado, la compra y la venta. Así, de acuerdo al intelectual francés, existen ciudades porque existen policías, “y porque hay ciudades tan perfectamente policiadas, surgió la idea de trasladar la policía a la escala general del reino”[6]. La policía y el comercio, así como la policía y el desarrollo urbano y de todas las actividades del mercado constituirían, de acuerdo a Foucault, una unidad esencial en el siglo XVII y hasta comienzos del siglo XVIII.
Mientras que para algunos, el desarrollo de la economía de mercado, la activación de la circulación monetaria, así como la intensificación y multiplicación de los intercambios a partir del siglo XVI, habría llevado a que la existencia humana entrase en un mundo abstracto y puramente representativo de la mercancía y del valor de cambio, para Foucault opina que fue otro fenómeno el que se manifestó en el siglo XVII:
“…mucho más que ese ingreso de la existencia humana en el mundo abstracto de la mercancía, en el siglo XVII se manifiesta otra cosa. Es un haz de relaciones inteligibles, analizables, que permiten ligar como las caras de un mismo poliedro una serie de elementos fundamentales: la formación de un arte de gobernar que se ordenaría según el principio de la razón de Estado, una política de competencia con la forma del equilibrio europeo, la búsqueda de una técnica de crecimiento de las fuerzas estatales por una policía cuya meta esencial sería la organización de las relaciones entre una población y una producción de mercancías, y para terminar el surgimiento de la ciudad mercado, con todos los problemas de cohabitación y circulación como cuestiones situadas en la órbita de la vigilancia de un buen gobierno de acuerdo con los principios de la razón de Estado”[7].
Otro autor que cabe mencionar en lo que respecta al tema de la policía es el ya mencionado historiador alemán Lutz Raphael. Explica que la organización de formaciones policiales especiales estuvo estrechamente relacionada con las reformas administrativas generales y las nuevas demarcaciones del ejercicio estatal del poder bajo el signo del Derecho. Ahora bien, el autor advierte que igualmente, durante el siglo XIX, quedaron algunos restos de ámbitos privados para el ejercicio de la violencia, por lo que el monopolio estatal de esta última no era aún completa.
Ejemplos de violencia privada eran los derechos de sanción y disciplinamiento de los padres y jefes de familia patriarcales, los derechos señoriales de campesinos propietarios y señores rurales frente a siervos y jornaleros. La policía ejerció una serie de funciones que tenían como objetivo garantizar la tranquilidad, el orden y la seguridad, lo que se tradujo en que la policía ejerciera su control y vigilancia sobre la prostitución, conductas sexuales (homosexualidad), ateísmo, amancebamiento y el vagabundeo. Como señala Raphael, el control de la moral y el disciplinamiento social constituían el leitmotive del resto de las tareas policiales.
El nacimiento y desarrollo de la fuerza policial significaría también una gradual evolución hacia la desmilitarización de la violencia del Estado, ya que la mayor parte de las tareas ejercidas por la policía eran con anterioridad ejercidas de manera brutal por el ejército. La policía urbana estaban ubicadas principalmente en las capitales y grandes ciudades. Tal policía se remonta a Luis XIV, siendo reorganizada y ampliada en la revolución.
El eslabón más débil dentro de esta cadena de seguridad se encontraba en las zonas rurales, ya que eran funcionarios mal pagados y tenían poca autoridad. En las zonas rurales se adoptó el modelo francés de gendarmería que vigilaba y controlaba las vías de acceso, buscando criminales, vagabundos y desertores. A pesar de que resta policía se difundió a lo largo de Europa, este modelo encontró resistencias en Estados como España, Sicilia y Prusia, donde los terratenientes locales veían amenazado su propio poder.
Ahora bien, esta política interna con objetivos ilimitados terminó por encontrar un cierto límite, es decir, la razón de Estado se encontró con un límite a sus ambiciones, siendo este límite el Derecho. Las leyes fundamentales de los juristas constituyen una objeción a la razón de Estado, por lo que “ninguna práctica gubernamental y ninguna razón de estado pueden justificar su cuestionamiento”[8]. Añade el autor:
“En cierta forma, esas leyes están ahí con anterioridad al Estado, pues son constitutivas de éste y, entonces, por absoluto que sea su poder, dicen algunos juristas, el rey no debe tocarlas. El derecho constituido por esas leyes fundamentales aparecen así al margen de la razón de Estado y como principio de esta limitación”[9].
[1] Michel Foucault, Seguridad, territorio, población, 356.
[2] Ibid., 357.
[3] Ibid., 373.
[4] Murray Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 1, El pensamiento económico hasta Adam Smith (España: Unión Editorial, 1999), 276.
[5] Michel Foucault, Seguridad, territorio, población, 375.
[6] Ibid., 385.
[7] Ibid., 386-387.
[8] Michel Foucault, Nacimiento de la bipolítica, 24.
[9] Ibid.