11) Cuba: de la revolución a la dictadura (por Jan Doxrud)
Continuando con la oposición a Castro, tenemos que hubo levantamientos guerrilleros durante la primera mitad de la década de 1960 en contra de Castro. Muy poco conocida fue la insurrección en el Escambray (en la Sierra), combates que se prolongaron desde 1959 hasta 1964. Uno de los símbolos de esta resistencia fue la de Zoila Águila “la Niña de Placetas” quien luchó como guerrillera en la Sierra, pero que finalmente fue capturada y torturada de la peor manera imaginable, falleciendo en prisión.
El régimen la sometió a una fuerte tortura psicológica privándola del sueño, la mantenían además drogada para que testificara y la sometieron a simulacros de fusilamiento, lo que terminó por quebrarla psíquicamente. El régimen incluso difundió noticias en la opinión pública noticas falsas – para liquidar su imagen como combatiente – como que Zoila había asesinado a su hija, pero resulta que no tuvo una hija, pero sí había perdido embarazos estando en la Sierra del Escambray. El régimen no solo combatió a los guerrilleros, sino que también reprimió a los campesinos de la región en donde muchos fueron desarraigados de sus tierras, en otras palabras, fueron desplazados forzosamente.
En 1962 se levantaron en la Sierra los hermanos Martínez Andrade, creando focos guerrilleros en el norte de Las Villas y Camagüey. Una de las grandes victorias de Castro fue la muerte – en 1963 – del “Brazo fuerte del Escambray”, el líder guerrillero opositor Tomás San Gil. Junto a estas guerrillas opositoras, también operaron redes de conspiradores urbanos afiliados al Movimiento Revolucionario del Pueblo y al Movimiento de Recuperación Revolucionaria.
En 1962 Cuba fue expulsada de la OEA en su reunión en Punta del Este por haber adoptado un régimen marxista el cual era incompatible con el sistema interamericano[1]. En la Segunda Declaración de La Habana (4 de febrero de 1962) Castro desplegó aquella retórica que aún resuena en nuestro continente y que apela a la demonización del conquistador europeo y sus sucesores, y a la victimización de los pueblos del denominado Tercer Mundo. Pero Castro va más allá y pretende rechazar y traza toda una historia de ocupación y explotación, es decir, una historia de América en clave marxista, muy en la línea de ese lamentable éxito editorial de 1971 titulado “Las venas abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. Por ejemplo, en un pasaje, Castro afirma lo siguiente:
“Los pueblos de América se liberaron del coloniaje español a principios del siglo pasado, pero no se liberaron de la explotación. Los terratenientes feudales asumieron la autoridad de los gobernantes españoles, los indios continuaron en penosa servidumbre, el hombre latinoamericano en una u otra forma siguió esclavo, y las mínimas esperanzas de los pueblos sucumbieron bajo el poder de las oligarquías y la coyunda del capital extranjero. Esta ha sido la verdad de América, con uno u otro matiz, con alguna que otra variante. Hoy América Latina yace bajo un imperialismo más feroz, mucho más poderoso y más despiadado que el imperio colonial español”.
La estrategia de Castro era hacer creer que su causa era también la de América Latina. El enemigo era el “imperialismo”, el cual se encontraba representado, claro está, por Estados Unidos y algún país europeo que no estuviese bajo el “imperio” soviético (el imperialismo nunca se aplicaba a la esfera comunista). En cuanto a la resolución de la OEA Castro afirmaba que en Punta del Este se había librado una gran batalla ideológica entre la Revolución Cubana y el imperialismo yanqui. Añadía, el añejo discurso populista que, mientras Cuba representaba al pueblo y a las masas explotadas, Estados Unidos representaba a los monopolios y a los intereses oligárquicos explotadores.
En suma, estamos ante un documento cuyo contenido es mediocre desde un punto de vista histórico e intelectual, que apela más bien a las emociones del lector, aunque claro está, es una retórica paranoica y victimista que hasta nuestros días continúa utilizando la izquierda latinoamericana. Pero como sabemos, finalmente la OEA anularía esta resolución y en el 2009, es decir, 47 años después Cuba se le permitiría , bajo ciertas condiciones, regresar a este organismo. Mientras que los Presidentes de aquellas naciones habían abandonado el poder e incluso fallecido, en Cuba se mantenía en el poder el dictador Fidel Castro.
En el año 1963 surgió un debate en torno al modelo económico que debía adoptar Cuba. Es decir, estaba claro que era el socialista, pero habían divergencias en relación con este modelo. Por ejemplo Ernesto Guevara, en un desplante de ignorancia económica vergonzosa (puesto que no sabía nada de economía, puesto que era marxista), opinaba con toda autoridad sobre lo que, él concebía, debía ser una verdadera economía socialista. Guevara, por ejemplo, criticaba el que Cuba tuviese que pagar con divisas las importaciones de materias primas de la URSS, que se dieran estímulos materiales a los trabajadores y, por ende, se mostraba en contra de la utilización del dinero.
En su carta de 1965 a Fidel Castro, Guevara realiza una exposición en donde analiza lo que el concibe como “dos Lenin”, aquel de “El Estado y la Revolución” y posteriormente, aquel otro Lenin que tuvo que hacer frente con los problemas reales de la nación. En el escrito también hace referencia al tema de los estímulos no materiales para los trabajadores:
“Nosotros tenemos una gran laguna en nuestro sistema; cómo integrar al hombre a su trabajo de tal manera que no sea necesario utilizar eso que nosotros llamamos el desestímulo material, cómo hacer que cada obrero sienta la necesidad vital de apoyar a su revolución y al mismo tiempo que el trabajo es un placer; que sienta lo que todos nosotros sentimos aquí arriba”.
En 1963 Castro profundizó su relación con la URSS y tomó distancia de China, llegando incluso a tildar a Mao de “monarca absoluto” y “viejo senil”. Este año fue testigo de la una nueva Ley de Reforma Agraria que se inspiraba en la colectivización soviética aunque no llegando a los excesos cometidos por Stalin. Como explica Rafael Rojas esta nueva ley “ponía en práctica la idea de un plan único para toda la economía nacional, desarrollada por los comisariados de agricultura en la Unión Soviética”. Este acercamiento no debió haber agradado a Guevara quien era un crítico del rumbo tomado por la URSS.
Fue justamente tras su regreso de Estados Unidos en 1965, su figura comenzó a experimentar un declive lo cual podría explicarse por su oposición al bloque pro-soviético, lo cual lo enfrentaba al propio Fidel. Recordemos que ya había tenido roces por sus palabras en contra de la URSS en el Congreso de Argel en donde representaba a Cuba. Finalmente Guevara renunciaría a todos sus cargos y entregaría una carta a Fidel, para dirigirse a otros destinos: el Congo y Bolivia. Incluso Guevara no tuvo presencia y protagonismo en la fundación del Partido Comunista de Cuba en 1965…para ese año había desaparecido.
En opinión de Huber Matos – quien nunca se refirió en términos negativos sobre Guevara (salvo que era un guerrillero mediocre) Castro hizo simplemente lo que sabía hacer mejor (y lo que es propio de un narcisista): “exprimir a la gente, sacarle el jugo y después desecharla”. Guevara, que era antisoviético, tampoco resultaba ser de gran ayuda y menos aún fue un aporte como encargado del Banco Nacional de Cuba y del Ministerio de Industria (dos asuntos sobre los que no sabía absolutamente nada). Finalmente Guevara fue capturado en Bolivia y el código secreto enviado por teléfono 500-600, marcó su sentencia a muerte, (500 = Guevara y 600 =ejecutar). Regresando a Matos, el ex guerrillero comentaba lo siguiente sobre este tema:
"Lo más triste es que el Che estaba consciente de ese abandono. Y Fidel luego lo usó como pasquín internacional de la revolución, representando una causa de la que él fue víctima".
Habíamos señalado más arriba que el nuevo régimen comenzó a discriminar a ciertos grupos a los cuales calificaban de “enfermitos”, “antisociales”, “parásitos”, “gusanos”, “diversionistas” o “desviados”. Dentro de los grupos mencionamos algunos como los homosexuales, lo cual incluía a las lesbianas, así como también a sectores por motivos religiosos e incluso los admiradores de la música estadounidense.
El mismo Castro afirmaba que un homosexual no podía personificar las condiciones y requisitos propios de un buen revolucionario. Estos grupos fueron internados en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) que, como explica Rafael Rojas, eran “granjas de trabajo concebidas como centros de producción agropecuaria, pero también como instituciones que corregirían aquellas desviaciones morales”. Como comenta Carlos Alberto Montaner, cuando el “gran-macho” se convierte en el conductor de la empresa revolucionaria, entonces cualquier actitud y comportamiento que se “desvíe” del suyo, sería tildado de contrarrevolucionario.
Continúa explicando el autor que centenares de estudiantes fueron acusados de homosexualismo y expulsados de la universidad. Este tipo de persecuciones estaban dirigidas por la Unión de Jóvenes Comunistas y la Federación Estudiantil Universitaria. Ejemplos de acusaciones podían ser “escribe poemas raros”, “se le ve siempre juntos” o “lleva el cabello largo”. Esto se tradujo en múltiples sectores en donde se reunían jóvenes homosexuales y heterosexuales, como fue el caso de La Rampa. Solo por el hecho de vestirse de acuerdo a modas occidentales, cabello largo y apariencia desaliñada, bastaba para que fuesen detenidos. A esto se sumaba el lenguaje teológico de las fuerzas de seguridad, como el de “expiar culpas” o “pagar el mal comportamiento”
[1] Resolución de 1962 (http://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1962/01/06/pagina-3/32710876/pdf.html )