16-Hablemos del Lenguaje. Antropología y lingüística (por Jan Doxrud)
“Más el pensar no depende solo del lenguaje en general, sino que hasta cierto punto depende de cada lengua determinada y particular”
(Wilhelm von Humboldt, Escritos sobre el Lenguaje)
Finalicemos con las idea por los ya mencionados autores: el antropólogo y lingüista Edward Sapir (1884 -1939) y Benjamin Whorf. Sapir nació en Lauenburg, antigua región en Prusia (actualmente Polonia). Cuando era pequeño su familia emigró hacia Estados Unidos donde Sapir cursaría sus estudios y desarrollaría su carrera en las universidades de Columbia, Chicago y Yale.
Benjamin Lee Whorf (1897-1941), a diferencia de Sapir, obtuvo su grado académico de ingeniero químico en el Massachusetts Institute of Technology, dedicándose posteriormente como ingeniero en prevención de riesgos. Al parecer fue su lado religioso y espiritual el que lo llevó ale Studio de las lenguas y manuscritos de otras creencias y sectas, especialmente la Teosofía que constituía una mezcla de diversas creencias como la cristiana buddhista e hinduista. Además realizó algunos estudios de campo, lo que hizo de Whorf un verdadero autodidacta. Pero fue en Yale donde Whorf tuvo contacto con las enseñanzas de Sapir quien ya era un prestigioso lingüista y antropólogo. Si bien Whorf no persiguió un grado académico, si logro integrar el círculo intelectual de Sapir. Pasemos ahora a examinar la denominada tesis “Sapir-Whorf”.
Cabe señalar que estos autores son continuadores (pero también innovadores) de una tradición que se remonta a Giambatista Vico, J. G. Herder, Wilhelm von Humboldt hasta el influyente antropólogo Franz Boas que influyó directamente a Sapir. Los autores son parte de una de las corrientes lingüísticas que predominó en Estados Unidos a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX y que fue aquella liderada por principalmente por Boas y continuada por Sapir. Esta escuela ponía un especial interés en la diversidad cultural y antropológica, de manera que centraron sus estudios de lenguas que no provenían del indoeuropeo. La pregunta es ¿cómo aquellas comunidades perciben el mundo? ¿Acaso su lengua influye de alguna manera en cómo perciben la realidad? Así llegamos al concepto de relativismo lingüístico.
En su versión fuerte tenemos el “determinismo” lingüístico en virtud del cual el lenguaje determina completamente la visión de mundo que poseen las personas, de manera que el lenguaje sería una suerte de prisión en la que las comunidades humanas se encontrarían atrapadas y, más aún, los diferentes sistemas lingüísticos serían inconmensurables, en el sentido de que serían sistemas herméticos incomunicables entre sí ya que conceptualizan y estructuran sus respectivos mundos de manera radicalmente diferente. Por otro lado tenemos el relativismo lingüístico en su versión débil en donde el lenguaje conduce y determina hasta cierto punto el pensamiento de los hablantes. Sea como fuere, en su versión fuerte o débil, el lector podrá percatarse que nos encontramos pisando los terrenos de las “Investigaciones Filosóficas” de Wittgenstein en donde, en este caso, los juegos de lenguaje y las formas de vida a los cuales pertenecen serían radicalmente diferentes. También podrá notar que esta aproximación cultural y antropológica también se aleja de la idea de Chomsky de una Gramática Universal que sería compartida por todos los seres humanos. Por último, estamos también en las antípodas del citado “Círculo de Viena” y su proyecto de aspirar a una purificación del lenguaje de todos sus elementos ambiguos, difusos e imprecisos.
Sigamos con Sapir. En lo que respecta a este autor, existen quienes han querido defender la idea de que este nunca defendió el “determinismo lingüístico” ya que, más bien, defendió la interacción entre lenguaje y pensamiento, una relación compleja d retroalimentación entre ambas. Lo que sí se puede afirmar es que para Sapir y Whorf, el lenguaje no era un mero instrumento para simplemente rotular la realidad que nos rodea, ya que el lenguaje también influye en cómo observamos y moldeamos esa realidad. Se da, en definitiva, una interacción entre pensamiento, lenguaje y mundo. Cabe añadir además que para Sapir el lenguaje, más que limitar y a actuar como una cárcel de nuestro pensamiento, lo orienta y conduce. Si no fuese así el sistema lingüístico sería totalmente rígido y, por ende, no sería flexible y adaptativo como realmente es el lenguaje en la realidad.
De acuerdo a Sapir sería muy ilusorio por nuestra parte imaginar que las personas se adaptan a la realidad prescindiendo del uso de la lengua, reduciendo esta última a un medio para resolver problemas específicos concernientes a la comunicación o la reflexión. Añadía Sapir que el hecho era que lo que nosotros denominamos como “mundo real”, se construía a partir de nuestros hábitos lingüísticos. Así, para el autor, tanto lo que percibimos así como lo que escuchamos y experimentamos de una u otra manera debido a nuestros hábitos lingüísticos de nuestra comunidad, los cuales nos predisponen hacia ciertas selecciones interpretativas.
Quizás fue Whorf quien se acercó más a lo que denominamos como “determinismo linguístico” en el sentido de que algunas de sus frases e ideas apuntaría a esta dirección. Así, para este autor, el sistema lingüístico o la gramática de cada lengua no constituía un mero instrumento que reproducía las ideas. La razón es que, para Whorf, la gramática era en sí misma la formadora de ideas, una suerte de programa que guiaba la actividad mental del individuo. De esta manera, la formulación de ideas formaba parte de una gramática específica y difiería de todas las otras diferentes gramáticas. Incluso Whorf afirmaba que conceptos como los de espacio y tiempo no se daban sustancialmente de la misma manera entre todos los seres humanos, puesto que estos estaban condicionados por la naturaleza del idioma y su uso en una comunidad específica. Un ejemplo de esto serían los indios Hopi quienes no tendrían los conceptos “occidentales” de espacio y tiempo, de manera que la temporalidad y especialidad serían percibidas de manera diferente por ellos y no harían uso de los tiempos verbales con los que estamos familiarizados. Es importante aclarar que no es que los Hopi no tuvieran una noción de tiempo y espacio, sino que difieren a la de otras civilizaciones puesto que su temporalidad dependería de los ritmos de la naturaleza como los movimientos del Sol y otros astros.
Tomemos el caso de un libro más reciente titulado “No duermas con serpientes. Vida y lenguaje en la Amazonia”, en donde el lingüista, Daniel Everett, relata su experiencia de convivir con la tribu amazónica de los pirahã. Cabe realizar una breve precisión. Cuando se trata del estudio del lenguaje de comunidades indígenas, ¿es correcto hablar en este caso de lenguaje? ¿sería más preciso hablar de dialécto? Los lingüistas tienen una respuesta para esto.
Por ejemplo, el y a mencionado académico de la universidad de Berna (Suiza), Fernando Zuñiga, explica que la idea de considerar el lenguaje como superior al dialecto y que las comunidades indígenas de los diversos continentes sólo tienen dialectos, constituye un mito y resabios de una ideología decimonónica que es preciso abandonar. Junto a esto también hay que renunciar a aquella visión lineal del desarrollo de la lengua en donde estas deben atravesar diferentes etapas en donde el paso de una a otra simboliza un “progreso” de aquella lengua. En palabras de Zuñiga:
“Ya no se cree que exista algo así como una meta universal a la cual deban llegar los idiomas; la lengua de una comunidad determinada evoluciona de modo lento y complejo, moldeada por un gran número de influencias extralingüísticas (conquistas, migraciones, telecomunicaciones, modas, etc.) y adaptándose a las nuevas —a menudo inesperadas— necesidades comunicativas y expresivas de sus hablantes, o bien cediendo su sitio a otras lenguas, muchas veces influyendo a su vez sobre ellas a medida que desaparece. Así como el castellano contemporáneo no es una lengua “atrasada” si se lo compara con el inglés, el alemán o el francés, el mapudungun tampoco lo es si se lo compara con cualquier otra lengua”.
Por su parte, el también mencionado etnolinguista chileno, Adalberto Salas, señalaba, a propósito de los mapuche:
“Ahora, hablando como lingüísta, reclamo para el mapudungu el respeto que toda lengua humana merece, como el rasgo conductual objetivo más claro que separa al hombre de los animales”.