12-Hablemos del Lenguaje. El “segundo Wittgenstein” y sus sucesores (por Jan Doxrud)
“No hay en el lenguaje nada que esté aislado, cada uno de sus elementos se presenta únicamente como parte d una totalidad”
Wilhelm von Humboldt, Escritos sobre el Lenguaje
Mario Bunge critica al “Circulo de Viena” (y también del primer Wittgenstein)y autores como Schlick y Carnap por caer en el idealismo y reduccionismo lingüístico, así como también de ser fenomenistas ontológica así como gnoseológicamente. Lo anterior se traduce en que todo lo existente (ontología) es aparente (fenómenos = lo que se nos presenta a los sentidos) y todo lo que podemos conocer (gnoseología) son los fenómenos (los colores y nolas longitudes de onda)También critica este “panlogismo” o imperialismo lógico en virtud del cual la lógica puede estudiar el mundo sin siquiera mirarlo y valiéndose sólo de las herramientas que suministra la lógica. Con la ironía y humor que lo caracteriza, Bunge afirma que quienes no son capaces de distinguir entre existencia real y conceptual, son diagnosticados como esquizofrénicos en la vida diaria y como “lógicos” en la comunidad académica. En relación con la diferenciación entre existencia real (material) y conceptual (ideal) añade Bunge:
“Esta diferencia explica que, mientras las pruebas de existencia formal son puramente conceptuales, las de existencia real son empíricas. Por ejemplo, varios miles de físicos están actualmente haciendo mediciones delicadas e intentando encontrar elementos de prueba a favor de la existencia de gravitones, bosones de Higgs y otras partículas conjeturadas por los teóricos. No se les diga a ellos que hay un solo concepto de existencia, porque saben que hay un abismo entre la existencia en papel y la real” .
En virtud de lo anterior, Bunge no concuerda con los lógicos en lo que respecta a que la “existencia” no sea un predicado. De acuerdo al filósofo argentino se puede utilizar, tal como se hace en las ciencias, un predicado existencia que no guarda relación con el cuantificador existencial. Así, al parecer, no habría ninguna objeción contra el razonamiento de San Anselmo: 1) Dios es perfecto; 2) Todo cuanto es perfecto existe realmente; 3) Ergo, Dios existe realmente, al parecer, no tendría.
Lo anterior puede ser criticado desde otra óptica y no desde el imperialismo lógico. Así por ejemplo se puede señalar que todo cuanto existe es imperfecto y está sujeto al cambio, de manera que para ser inmutable, Dios tendría que pertenecer a un mundo ideal, lo que significaría que Dios no es real, puesto que un objeto es conceptual o material, pero no ambos. En suma, para Bunge los enunciados existenciales pueden ser de dos tipos: los que comienzan con un cuantificador existencial y aquellos que comienzan con un predicado de existencia.
Bunge también lanza sus dardos contra el Wittgenstein de las “Investigaciones Filosóficas” y su idea de “juegos de lenguaje”. Afirma Bunge que la teoría del austriaco es típicamente funcionalista y que fracasa por completo en la matemática, las humanidades, la ciencia y la tecnología. En estas, explica Bunge, no sólo se habla, sino que se realiza una investigación y se encuentran significados para analizar las ideas expresadas por las expresiones lingüísticas. Añade con sarcasmo: “(…) la expresión élite de poder se define en la sociología política, no en los juegos de lenguaje a los que juegan los ciudadanos cuando hablan de política a la ligera”.
Karl Popper (1902-1994), en una entrevista con el filósofo Jesús Mosterín (1941-2017)también lanzó sus dardos contra esta suerte de obsesión por el análisis lingüístico. En palabras de Popper:
“Esos filósofos tratan de solucionar el problema del conocimiento analizando la palabra conocimiento a partir de la forma verbal – yo conozco – y preguntándose por cuales son las condiciones para decir que yo conozco algo. Pero eso no lleva a ninguna parte, ni a la comprensión del conocimiento animal, ni a la del conocimiento científico, ni a la de ningún tipo de conocimiento”
Por su parte, Jesús Mosterín destaca la labor de los filósofos analíticos en el sentido de que se “rebelaron contra lo oscuridad, la arbitrariedad, el dogmatismo y la palabrería de gran parte de la filosofía tradicional, sobre todo la que venía del idealismo alemán”. Destaca el hecho de que estos autores previnieran de las trampas que tiende el lenguaje y de intentar limpiarlo de sus imprecisiones. El problema, añade Mosterín, es que la filosofía afiló sus armas pero se le olvidó entrar en combate, es decir, se quedaron estancados en los preparativos. Peor aún, posteriormente la tradición analítica habría perdido y su vigor, puesto que le dio la espalda a los problemas de su tiempo y comenzó, en cambio, a producir una cascada de artículos sobre otros artículos y comentarios sobre otros comentarios. En palabras de Mosterín:
“Es cierto que hay que analizar los conceptos que usamos en nuestra cosmovisión, y que hemos de evitar caer en las trampas que nos tiende el lenguaje. Pero la filosofía no se limita al análisis conceptual ni al lingüístico (…) como un ejército ducho en táctica y bien ejercitado en puntería, pero que nunca llega a entrar en combate; así también los sutiles y competentes filósofos analíticos actuales con frecuencia desertan de su tarea principal”.
¿Y qué sucede con el “segundo Wittgenstein”, el de las Investigaciones Filosóficas? Las Investigaciones es un escrito póstumo publicado en 1953. Wittgenstein ya había fallecido en Cambridge en 1951 producto de un cáncer de próstata. En el prólogo, Wittgenstein afirma debió reconocer graves errores en lo que había suscrito en el Tractatus. También reconoce su deuda con críticos a su obra como el ya mencionado matemático y filósofo Frank Ramsey, así como también con el economista italiano Piero Sraffa (1898-1983). En palabras de Wittgenstein: “A este aguijón le debo las ideas más ricas en consecuencias de este escrito”. El Wittgenstein de las investigaciones ya no andará tras la búsqueda de un lenguaje lógico-simbólico ideal y perfecto, y abandona su teoría figurativa del lenguaje. Toma distancia de la búsqueda de un lenguaje ideal que sería proporcionado gracias a la ayuda de la lógica. Así, en el parágrafo 81 el autor considera como desorientadora el concebir un lenguaje “ideal”, puesto que daría a entender que tales lenguajes ideales serían mejores y más perfectos que el lenguaje corriente y “como si le tocase al lógico mostrarle finalmente a los hombres que aspecto tiene una proposición perfecta”.
El autor se vuelca al lenguaje ordinario y se centra , principalmente, en el “uso” del lenguaje en la cotidianidad, de manera que el espectro semántico se nos abre radicalmente en una red de posibilidades infinitas. Célebre es la expresión “juegos de lenguaje” que emplea Wittgenstein en las Investigaciones y que la define como “al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido”. Más adelante el autor añade que la expresión “juegos de lenguaje” pone de relieve que el hablar un lenguaje forma parte de una actividad o una forma de vida, por lo que estos juegos son múltiples, nacen, envejecen, renacen y se olvidan. Ejemplos que da Wittgenstein de “juegos de lenguaje”:dar órdenes,, formar y comprobar una hipótesis, relatar un suceso, describir un objeto por su apariencia o por sus medidas, actuar en teatro, cantar en coro, contar un chiste, suplicar, agradecer, rezar, saludar, maldecir, etc.
En cuanto al concepto mismo de juego, Wittgenstein se pregunta qué tienen en común distintos juegos como el ajedrez, juegos de carta, de pelotas o de luchas: ¿son entretenidos? , ¿existe una competencia donde uno gana y otro pierde? El autor añade que el concepto de juego es uno con bordes borrosos y carentes de delimitaciones claras. Finalmente Wittgenstein nos dirá que lo propio de un juego son sus reglas, de manera que quien desee jugar uno de estos juegos (incluido los “juegos de lenguaje”) tendrá que aceptar una serie de normas que lo rigen. En palabras del filósofo (parágrafo 85), una regla “está ahí como un indicador de caminos”.
Wittgenstein menciona casos en donde el “tono” que emplea una persona puede alterar el significado de una orden. Así también tenemos casos de preguntas como “¿No hace hoy un tiempo espléndido?” la cual es una pregunta que se usa como una aserción. También ejemplifica con la pregunta ¿Querrías hacer esto?” que, señala Wittgenstein, tiene la forma de una pregunta, pero realmente es una orden. En síntesis para Wittgenstein el lenguaje es uso y este uso dependerá en contexto en que nos encontremos insertos. Famosa es la sentencia del parágrafo 43:
“El significado de una palabra es su uso en el lenguaje”.
Un tema interesante asociado a esta filosofía del lenguaje dice relación con la verdad y la axiología, es decir, ¿acaso la verdad y los valores son relativos a los distintos juegos de lenguaje? ¿Podemos postular la existencia de verdades objetivas y valores universales ? ¿Acaso los Derechos Humanos sólo son aplicables y respetados en aquellos lugares en donde se “juega” tal juego de lenguaje? ¿Se pueden trazar puentes entre las distintas formas de vida en donde se juegan diversos juegos de lenguaje?
La idea del significado como “uso” del lenguaje y la idea de “juegos de lenguaje” sería retomado y desarrollado por autores posteriores como el británico John L. Austin (1911 - 1960) y el estadounidense John Searle. Estos autores vendrían a representar, en contraste a la Escuela de Viena,la Escuela de Oxford que, como explica Oswald Ducrot, son filósofos del lenguaje ordinario. A esto añade:
“La tesis central de los filósofos de Oxford está condensada en el lema Meaning is Use (“el sentido es el empleo”): describir el sentido de una palabra es dar su modo de empleo, indicar cuáles son los actos de lenguaje que permite cumplir”
Más adelante añade Ducrot:
“Por lo tanto, no debe decirse que la lengua es ilógica; posee una lógica particular que se acerca más a la lógica de la acción que a la de las matemáticas, y que los filósofos no distinguieron”
Por ejemplo Searle señala en su obra, “Actos del habla”, una idea que se encuentra en armonía con lo planteado por Wittgenstein en sus Investigaciones. De acuerdo al filósofo estadounidense hablar un lenguaje consiste en realizar actos de habla, esto es, realizar actos tales como dar órdenes, hacer promesas o plantear preguntas. John Langshaw Austin (maestro de Searle en Oxford) también profundizó lo que Wittgenstein dejo en la superficie. Sin entrar en mayores detalles, Austin distinguió entre enunciados descriptivos o constatativos , que se limitan a describir el mundo y, por ende, pueden ser verdaderos o falsos. Por otro lado tenemos los enunciados preformativos que quieren dar a entender la idea de que en y por medio del lenguaje se puede llevar a cabo un tipo de acción (ejemplo de Austin: “Yo te bautizo”).
Austin también introdujo una distinción dentro del acto lingüístico mismo aunque, se deben considerar estos tres componentes (o actos) como realizados de manera simultánea, que tienen una intencionalidad y, por ende, producen un cierto efecto. El primer acto es el locucionarioque es aquel realizado por el hecho de decir algo. En segundo lugar está el acto ilocucionarioque es aquel que se realiza al decir algo o, en otras palabras, es aquel acto que se encuentra determinado por el modo en que se usa la locución (¿siempre llegas tarde? = reproche o llamado de atención). Por último tenemos el acto perlocucionario que se refiere a los efectos generados (convencer, persuadir, intimidar, calmar). Searle continuaría desarrollando, corrigiendo y completando las ideas de Austin. El punto es que estos autores pueden ser considerados como aquellos quienes desarrollaron las ideas planteadas por Wittgenstein en su segunda obra póstuma en donde lo que importa es el uso que se da a las palabras en diversas formas de vida y, por lo tanto, el abandono del proyecto del Tractatus así como también la filosofía del lenguaje del Círculo de Viena.
Cabe preguntarse cuál es el límite entre la semántica y la denominada “pragmática”que parecía hacerse difuso y no se sabía donde comenzaba y terminaba cada uno de estas, ni cuál era su objeto de estudio. Es claro que la pragmática supone la semántica y la sintaxis, pero no se reduce a estas dos. Tenemos que el significado de una palabra depende también de factores extralingüísticos o factores pragmáticos, de manera que se hablará de una “pragmática del significado”. ¿Pero que se quiere dar a entender con esto? La idea medular que debemos tener presente es que existen enunciados cuyos significado no podemos conocer solamente analizando sus componentes y la relación de estos en el enunciado del que forman parte. Un alemán de la década de 1920 o un venezolano en la actualidad podrán decir “mi país es un desastre”. Pero nosotros no entenderemos esta frase a cabalidad si no entendemos el contexto, es decir, la hiperinflación alemana y la actual hiperinflación en Venezuela. Es por esto que le corresponderá a la pragmática la que se ocupe de dimensiones tales como el contexto lingüístico, la intención del emisor, así como también a factores extralingüísticos.
Para ser más claros consideremos los principales elementos dentro del acto de comunicación. Tenemos, en primer lugar, al emisor o hablante quien emite un mensaje con una intención, es decir, con una finalidad. En segundo lugar tenemos al destinatario que no es un mero oyente pasivo. El destinatario es a quien va dirigido el mensaje del emisor, y quien tendrá que interpretar y elucidar las intenciones de este. En tercer lugar tenemos el enunciado que constituye la expresión lingüística y, en cuarto lugar, el entorno.
Pasemos a examinar este último aspecto que es el que nos interesa. ¿Qué quiere decir el contexto o el entorno dentro del acto comunicativo? La idea es bastante sencilla y de sentido común y es que el significado de un enunciado e, incluso, el de una palabra, no resulta ser diáfano si ignoramos el contexto en el cual se pronunció. Ahora bien ¿qué entendemos por contexto?
Dentro de esta categoría se puede incluir el contexto social y cultural, también el papel del emisor, quién es que rol juega dentro del acto comunicativo y, por último, podemos incluir también la situación local misma en el que sucede el acto comunicativo. Así, podemos decir que la pragmática se ocupa del significado no literal de un enunciado o una palabra. Por ejemplo podemos hablar de “la pena de X”, pero debemos preguntarnos a que nos referimos con la palabra pena. ¿ Debemos tomarla como un castigo impuesto por la ley? ¿Debemos interpretarla como un dolor interno que experimenta X? ¿Acaso pena vendría a significar, como en México y Colombia, “vergüenza ? Como tendremos oportunidad de ver hacia el final de esta serie de artículos, este enfoque en el lenguaje ordinario, la concepción de que el significado de una palabra u oración es su “uso” en el lenguaje y la noción de juegos de lenguaje, se muestran compatibles con los estudios lingüísticos realizados por antropólogos, como Sapir, Whorf o Everett.