(II) Immanuel Wallerstein economía y Sistema-Mundo (por Jan Doxrud)
En un artículo titulado “Crisis estructural en el sistema-mundo. Dónde estamos y a dónde nos dirigimos”, Wallerstein explica su postura a partir de una serie de premisas. En la primera ,el autor explica su visión de que todos los sistemas, como el universo astronómico, los sistemas sociales, así como el más pequeño de los fenómenos físicos, comienzan su existencia en un cierto momento y presentan lo que el autor denomina como una vida «normal». Ahora bien, durante el desarrollo de la vida normal de estos sistemas existe una tendencia a alejarse del equilibrio, lo que a la larga significa que entran en una situación de crisis estructural y en un momento temporal determinado cesan de existir. El autor propone analizar el funcionamiento de la vida normal de los sistemas en términos de ritmos cíclicos y tendencias seculares. Por ritmos cíclicos el autor entiende los conjuntos de fluctuaciones sistémicas, ya sea ascendentes o descendentes con las que el sistema (regularmente) retorna a una situación de equilibrio. Tal equilibrio tiene un carácter dinámico ya que, al terminar un ciclo a la baja, el sistema no retorna nunca exactamente al lugar donde se encontraba al iniciarse un ciclo ascendente. “Esto ocurre porque las tendencias seculares ( que implican incrementos lentos y a largo plazo de algunas características sistémicas) empujan la curva a un parsimonioso movimiento ascendente que se puede medir por un cierto porcentaje de esas características del sistema”[1].Continúa Wallerstein explicando que el sistema empieza a fluctuar violenta y repetidamente en su camino hacia una bifurcación, hacia una situación caótica en la que no puede mantenerse un equilibrio estable.
La segunda premisa del autor trata de la descripción de los rasgos centrales sobre cómo opera economía - mundo capitalista considerada como un sistema social histórico. Como ya señalamos anteriormente, Wallerstein explica el principio rector que guía a los capitalistas en un sistema de mercado, es la acumulación sin fin de capital, sin importar de dónde y cómo se alcance tal acumulación. A ello añade que, como dicha acumulación tiene como condición de existencia la apropiación de plusvalía, tal impulso produce entonces a su vez, la lucha de clases. No haré alusión nuevamente a las fases A y B, y a las situaciones monopolísticas mencionadas anteriormente. Sólo cabe mencionar dentro de esta segunda premisa lo que Wallerstein denomina como segundo ritmo cíclico fundamental de la economía - mundo capitalista, el cual involucra al sistema interestatal. A pesar de que ningún Estado es totalmente soberano, ha habido episodios en nuestra historia donde los Estados han alcanzado un considerable nivel de hegemonía mundial. Wallerstein destaca tres ocasiones en el transcurso de quinientos años de historia del moderno sistema-mundo: las Provincias Unidas o Países Bajos, a mediados del siglo XVII; el Reino Unido, a mediados del siglo XIX, y los Estados Unidos, a mediados del siglo XX.
En la tercera premisa el autor explica su lectura de lo que ha acontecido en el moderno sistema mundial entre 1945 y 2010. Para ello, Wallerstein divide este lapso en dos períodos. El primero, que va aproximadamente de 1945 a 1970 y el segundo, de 1970 a 2010. Sintetizo aquí, nuevamente, lo que he argumentado con anterioridad. El primer período constituye para el autor uno de los grandes momentos de expansión en la economía-mundo, o lo que es lo mismo, “la más expansiva fase A de Kondratiev de la historia de la economía-mundo capitalista”. Tenemos que en el transcurso de este primer período finaliza la Segunda Guerra Mundial (1945), comienza el proceso de descolonización y el mundo se divide progresivamente en dos esferas ideológicas antagónicas. De acuerdo a Wallerstein, los capitalistas, desde la década de 1970, reorientaron su actividad central desde el área productiva a la financiera. Un marxista heterodoxo como Rudolf Hilferding no se hubiera sorprendido de esta preponderancia creciente del mundo de las finanzas, ya que se había percatado de esta tendencia en la Alemania de Weimar. Recordemos además que la década de 1970 está marcada por el advenimiento por lo que se conoce como “reformas neoliberales”, con los Chicago Boys en Chile, Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, que implementaron políticas de desregulación de los mercados financieros. Debemos recordar también que la crisis petrolera de 1973 vino a desestabilizar los pilares del sistema keynesiano que había prevalecido desde finales de la Segunda Guerra Mundial, para abrir paso a la economía monetarista, principalmente representada por los economistas de la Escuela de Chicago de economía como Milton Friedman y George Stigler.
El autor continúa explicando que a partir de ese período, el sistema mundial entró en la más extensa y sostenida serie de burbujas especulativas de la historia del moderno sistema mundial, unido a enormes niveles de endeudamiento. Otro acontecimiento importante es el “Consenso de Washington”, término acuñado por el economista John Williamson para describir el conjunto de medidas económicas implementadas a comienzos de la década de 1990. Tales medidas eran: disciplina fiscal, liberalización financiera, liberalización del comercio, reorientación del gasto público, privatización, desregulación, reforma tributaria, tipos de cambios unificados y competitivos, y apertura a la inversión extranjera directa. Desde la perspectiva de Wallerstein lo anterior obedeció al intento de invertir el avance de los estratos bajos durante la fase A de Kondratieff, donde la derecha mundial buscó reducir la totalidad de los costes principales de producción, así como destruir el Estado de bienestar en todas sus versiones y reducir el ritmo del declive del poder norteamericano en el sistema-mundo. Producto de la especulación, del excesivo apalancamiento y el clima de confianza de que los problemas fruto de la volatilidad económica habían cesado, fruto, en parte, a la creación de nuevos instrumentos financieros, finalmente la burbuja inmobiliaria estalló. Pero la crisis del 2008 no fue un acontecimiento del todo no previsto, ya que ya habían existido algunos síntomas como la crisis asiática, la crisis de deuda de Rusia, el fraude de Enron y el colapso LTCM.
En la cuarta y última premisa Wallerstein describe la situación actual del sistema mundial, el cual se encuentra en una crisis estructural, que, de acuerdo al autor, ha estado presente al menos desde los años de la década de 1970 y que continuará presente hasta probablemente alrededor de 2050. Wallerstein señala que la característica primordial de una crisis estructural es el caos. Que consiste en “una situación de fluctuaciones rápidas y constantes que afectan a todos los parámetros del sistema histórico, lo que incluye no solo a la economía mundial, el sistema interestatal y las corrientes cultural-ideológicas, sino también la disponibilidad de recursos vitales, la naturaleza adversa de las condiciones climáticas y la presencia de pandemias”[2]. La incertidumbre prevalece y afecta a los productores, por lo que también terminarán siendo afectados los trabajadores y consumidores. Tal incertidumbre genera movimientos en busca de mayor seguridad y protección, lo que puede abrir paso a movimientos de corte extremistas, como ocurre, por ejemplo, en Grecia con “Amanecer Dorado”. En relación al aumento del nivel de vida de los segmentos de la población de los países BRIC (Brasil, Rusia, India, China y algunos otros), Wallerstein afirma que esto sólo ha venido a agravar los problemas de acumulación de los capitalistas ya que, al diseminar la plusvalía, se reduce con ello el monto disponible de plusvalía para la delgada capa superior de la población de las sociedades mundiales.
Así el crecimiento de los países de este bloque guarda una estrecha relación con lo que el autor cree que es una crisis estructural del capitalismo. “El desarrollo de las denominadas «economías emergentes» agrava de hecho la tensión sobre los recursos existentes en el mundo y, en esa medida, agrava también el problema de demanda efectiva de esos países, con lo que amenaza su capacidad de mantener el crecimiento económico de la última o dos últimas décadas”[3]. Al parecer las alternativas que ve Wallerstein ante lo que él considera la crisis del sistema actual es el “Espíritu de Davis” o el “Espíritu de Porto Alegre”. Para ser mas precisos, si bien el autor reconoce que el comunismo es una utopía, una mitología o un ávatar de todas nuestras escatologías religiosas, por otro lado piensa que el socialismo es un sistema histórico realizable, capaz de maximizar la equidad y la igualdad, y que incremente el control de la humanidad sobre su propia vida, es decir, la democracia.
[1]Immanuel Wallerstein, Crisis estructural en el sistema-mundo. Donde estamos y a dónde nos dirigimos. Instituto de Ciencia Social Crítica (InCiSo)
Monthly Review. Selecciones en castellano no. 12 Noviembre de 2011, 2-3.
[2]Ibid., 9.
[3]Ibid., 10.