(I) El debate en torno a la Naturaleza Humana (por Jan Doxrud)
En mi primer artículo dedicado al transhumanismo abordé trangencialmente el tema de la naturaleza humana. En este artículo expondré brevemente el debate en torno a si existe o no como la naturaleza humana. ¿Existen acaso una serie de rasgos universales que nos definan como seres humanos? ¿Existen a caso un conjunto de propiedades que caracterizan a la humanidad frente a otras especies animales? La respuesta a esta pregunta dependerá de la visión antropológica que tengamos, es decir, nuestra visión que tengamos del ser humano (que pueden ser múltiples). Al ser humano lo podemos concebir como (cada uno de estos puntos no son necesariamente mutuamente excluyentes)
a) Ser social
b) Ser racional.
c) Ser histórico.
d) Ser dotado de lenguaje.
e) Ser dotado de creatividad.
f) Ser dotado de libre albedrío.
g) Ser creado a imagen y semejanza de Dios.
h) Ser dotado de conciencia y autoconciencia.
i) Ser dotado de la capacidad de distinguir el bien del mal.
j) Ser compuesto de sistemas y subsistemas físicos-biológicos.
k) El ser humano como habitante de dos reinos (material y espiritual), un “horizonte entre dos mundos como señaló Tomás de Aquino.
Una persona religiosa podrá tener una visión particular del ser humano, es decir podrá tener una visión dualista de este, esto es, concibe al ser humano como una entidad que está compuesto de materia y de otro elemento que escapa del mundo material: el alma. En virtud de lo anterior, lo que nos hace realmente humanos es estar dotados de un alma y de haber sido creados por Dios. Para otros el concepto de "humano" sólo hace referencia al hecho de que pertenecemos al mismo género al cual pertenecen otras especies: al género Homo. Por otro lado, los marxistas, existencialistas y conductistas extremos verán al ser humano como una entidad carente de una naturaleza humana fija e inalterable. De acuerdo a esto, el ser humano sería potencialidad pura y, por ende, infinitamente maleable. Esto es lo que conocemos como la tábula rasa o pizarra en blanco (concepción presente también en Locke), vale decir, que el ser humano es una suerte de lienzo sobre el cual podemos pintar lo que se nos de la gana y hacer del ser humano lo que exactamente nosotros queremos que sea. Esta fue la concepción que tuvieron Stalin (URSS), Mao (China), Pol Pot (Cambodia) o el Che Guevara cuando hablaba de un “hombre nuevo” (o el superhombre de Trotsky, aquel que ascendería al nivel de un Aristóteles, o Goethe).
Pero también la tuvieron otros muchos intelectuales, filósofos y antropólogos. Por ejemplo la antropóloga Margaret Mead consideraba la naturaleza humana como la “materia prima ” más prima de todas las materias primas indiferenciadas, mientras que Ortega y Gasset consideraba que el ser humano no tenía naturaleza, sino que historia. En suma estamos ante el clásico problema nature vs nuture o naturaleza vs cultura. Ahora bien, como señala Mario Bunge, no hay que exagerar esta separación puesto que son justamente los “seres vivos” (humanos) quienes producen y consumen la cultura
En base a esto debemos preguntarnos lo siguiente:
-¿Es el ser humano una entidad infinitamente plástica?
-¿Tiene alguna relevancia la biología a la hora de explicar qué es el ser humano?
-¿Es acaso el ser humano una construcción social o cultural en donde la biología poco o nada tiene que decir?
-¿Reconocer la existencia de una naturaleza humana implica caer en alguna clase de determinismo y reduccionismo?
En este escrito se defiendo lo siguiente:
1) El hecho de que existan conductas arraigadas en la biología del ser humano no implica que estemos justificándolas o normalizándolas y, menos aún, que no puedan ser cambiadas.
2) Como escribió Steven Pinker, el debate no radica en si podemos o no cambiar la conducta humana, sino que ¿a qué precio?
¿Qué queremos dar a entender con el concepto de naturaleza? En este tema me guiaré por lo señalado por elfilósofo de la ciencia Jesús Mosterín, vale decir, que la naturaleza, en el sentido de phýsis, se refiere aquellos objetos y aspectos del Universo que NO dependen de nuestra voluntad o nuestro acuerdo. Por ejemplo, una montaña existe independiente de nosotros, de nuestra voluntad, lo mismo sucede con el Sol y las placas tectónicas. Por otro lado tenemos las convenciones, por ejemplo el dinero, las leyes o el matrimonio, que dependen de nuestra voluntad, es decir, que carecen una existencia propia o natural. Ahora bien, si una persona cree que los genes, átomos y las células son “construcciones sociales”, es decir, que su existencia depende de nosotros, eso ya es un problema de ignorancia y un relativismo no solo gnoseológico (de conocimiento) sino que ontológico grave. El relativismo ontológico nos viene a decir que los objetos, como los planetas y los leones, son construcciones sociales, de manera que los astrónomos han construido los planetas mediante sus observaciones y los cazadores (asesinos) de leones deberían salir sin armas puesto que pueden “deconstruir a los leones” y así dejan de existir. Parece una postura demencial, pero existen autores que han adoptado esta perspectiva subjetivista y antropocéntrica que constituye un obstáculo para el desarrollo científico.
Aquí abogaré por la idea de que sí existe una naturaleza humana y que esto no necesariamente significa la defensa de un esencialismo abstracto o sobrenatural. Así, por ejemplo, Jesús Mosterín señala que “la totalidad de nuestras características ancladas en el genoma humano constituyen la naturaleza humana”. Como señala el National Human Genome Research Institute, el genoma humano “es una colección completa de ácido desoxirribonucleico (ADN) de un organismo, o sea un compuesto químico que contiene las instrucciones genéticas necesarias para desarrollar y dirigir las actividades de todo organismo”. Las moléculas de ADN están compuestas por dos hélices torcidas y emparejadas (compuestas de fósforo y azúcar) como las escaleras del castillo de Chambord. Entre estos filamentos o escaleras helicoidales se encuentran una suerte de "puentes" constituidos por moléculas denominadas nucleótidos (formadas a partir de carbón, oxígeno, hidrógeno y nitrógeno). De acuerdo a su combinación quñimica, tales nucleótidos se denominaba adenina (A), timina (T), guanina (G) y citosina (C).
El genoma humano contiene cerca de 3.000 millones de los pares de bases mencionados anteriormente, los cuales se encuentran en los 23 pares de cromosomas dentro del núcleo de todas nuestras célula. Como ya sabemos, los científicos han sido capaces de secuenciar el genoma humano, lo que se traduce en que han determinado el orden exacto de los pares de bases en un segmento de ADN. Los cromosomas humanos tienen entre 50.000.000 a 300.000.000 pares de bases. Desde este punto de vista, si no existiese una “naturaleza humana” entonces no nos diferenciaríamos en nada de otros seres vivos. Pero el hecho es que el ser humano posee muchos más pares de ADN en comparación con un ratón, una mosca o un gusano y los mismo sucede con el número de genes. En el caso del chimpancé, compartimos un 99% de la secuencia básica del ADN, pero las diferencias son suficiente para que seamos radicalmente diferentes. Así, y para descartar cualquier temor de determinismo genético, Mosterín señala que el genoma humano no describe los detalles cambiantes de nuestra biografía personal, sino que aquellos rasgos permanentes y compartidos que constituyen nuestra naturaleza
El antropólogo Michael Ghihlieri critica a los autores que conciben a los seres humanos como pizarras vacías y que, por ende, somos productos exclusivos del adoctrinamiento cultural. Para Ghiglieri esta idea ha impedido de forma sistemática la exploración de la naturaleza humana, al negar que disponemos de una psique dotada de instintos. Los biólogos, en cambio, defienden la idea de que los seres humanos disponen de un arsenal de instintos – una naturaleza humana – que procede de nuestro pasado remoto. No podemos caer en un dualismo radical en donde el ser humano se reduce a un solo polo, esto es, la cultura, y que el mundo biológico sea desterrado a la hora de brindar cualquier explicación sobre los seres humanos. Somos fenómenos biológicos, debemos alimentarnos, respirar y alimentarnos para poder sobrevivir. Por su parte, Jesús Mosterín señala que negar la naturaleza humana es simplemente dar la espalda a la ciencia. Todos los animales poseen una naturaleza y el ser humano, que también es un animal, posee asimismo una naturaleza. Así el ser humano no es “pura acción” ni tampoco es existencia que precede la esencia, como señalaba Jean Paul Sartre. En suma, debemos mantener nuestra distancia tanto de la falacia genocéntrica así como también de la tábula rasa. El ser humano posee dos formas de transmitir la información. Una es intergeneracional que es por medio de los genes. Pero existe otra clase de información que es transmitida intrageneracionalmente. Como explicaba Jesús Mosterín, la primera forma de traspasar la información es por medio de la reproducción, esto es, la información que se encuentra contenida en el genotipo de la especie humana. En el segundo caso, la información se transmite por medio de la enseñanza, la educación formal, la imitación, en otras palabras, a través de los "memes"(termino acuñado por Richard Dawkins)
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