(1) La crítica de Murray Rothbard al marxismo (por Jan Doxrud)
Otro autor perteneciente a una de las ramas de la Escuela austriaca de economía que llevó a cabo una crítica del sistema marxista fue el economista anarcocapitalista y discípulo de Ludwig von Mises: Murray Rothbard (1926-1995). Con este autor volveremos a un tema antes planteado en otros artículos, que es la conexión entre el mesianismo y milenarismo por un lado, y las ideas del comunismo primitivo por el otro. El economista norteamericano se remonta a personajes como Joaquín de Fiore, los anabaptistas y sectas que surgieron durante la Guerra civil inglesa de mediados del siglo XVI, como los Diggers, los Ranters y los Hombres de la Quinta Monarquía.
Rothbard se refiere a la figura del fundador de los Diggers - Gerrad Winstanley (1609-1660) - quien comenzó a redactar panfletos con contenidos que dejaban claro los rasgos de mesianismo y de comunismo igualitario universal. Winstanley desarrolló todo un relato explicativo del curso del mundo, donde señalaba que su Dios panteísta favorecía la cooperación frente, frente al egoísmo individualista que representaba el Diablo. Winstanley fue uno de los precursores en mostrar la relación existente entre libertad política e igualdad económica, al igual que en proponer un proyecto de cambio social radical basado en esas ideas. Dentro de sus principales medidas estaba la abolición tanto de la propiedad privada como del trabajo asalariado. De acuerdo a este reformador, Inglaterra había gozado de un régimen de propiedad comunista, hasta que la invasión de los normandos en 1066 implantó la institución de la propiedad privada.
En el capítulo primero su escrito, “The Law of Freedom in a Platform, or the True Magistracy Restored”(1652), dirigida a Oliver Cromwell, Winstanley explica que desde Guillermo el conquistador hasta el reinado de Carlos, todos habían sido herederos de esas conquistas y todas las leyes fueron hechas para confirmarlas. Esas acciones se oponían a las escrituras mosaicas donde la libertad era identificada con el libre uso de la tierra. Winstanley estableció su utopia personal enumerando en el capítulo VI, una serie de leyes que regulasen la Commonwealth, por ejemplo, se refiere a las instalaciones destinadas al almacenamiento o a cómo se trabajaría la tierra. Interesante es su opinión sobre el oro y la plata, que deberían usarse como ornamentos y otros elementos útiles para el hogar, pero no como monedas de intercambio. Podría haber alguna excepción cuando se tratase del comercio con otras naciones. En el mismo capítulo Winstanley define lo que para él es la libertad. Esta consiste en el disfrute de las bondades de la tierra y de los frutos del trabajo, en no pagar rentas a los señores y tener derecho a disfrutar de los bienes guardados en los almacenes. Al respecto escribe Rothbard:
“…toda venta o compra de bienes se castigaría con la muerte por constituir una traición al sistema comunista. Dado que no existía ningún género de comercio, el dinero sería evidentemente innecesario, por lo que es probable que también fuese prohibido. El gobierno crearía almacenes para las recogidas y distribución de todos los bienes, y se impondrían severos castigos a los «holgazanes»”[1].
Así, Winstanley concibió la estrategia de ocupar pacíficamente los eriales o tierras comunales para construir en estas su sociedad soñada. Rothbard se traslada al continente europeo destacando otros dos personajes. El primero es al del aristócrata Gabriel Bonnot de Mably (1709-1785), hermano mayor de Etienne Bonnot de Condillac, claro que el primero no compartía con su hermano menor los ideales del laissez-faire. Mably consideraba que los hombres eran todos perfectamente iguales y uniformes. Como señala Rothbard, Malby, creyendo ser el intérprete de la “Naturaleza”, lanzó sus invectivas contra la teoría libertaria de los derechos naturales de Mercier de la Rivière (1720 - 1793). Pero Mably tuvo que enfrentar los problemas propios de la sociedad comunista, problema que también tuvieron que abordar los comunistas posteriores. Pero como era de esperar, las respuestas estaban lejos de ser satisfactorias.
El problema radicó en la falta de estímulos, de incentivos de trabajar en un régimen de propiedad colectiva, donde el que se beneficiaba no era el trabajador individual. La primera respuesta de Malby fue la austeridad, es decir, ajustarse el cinturón y moderar las necesidades. La segunda respuesta escribe Rothbard: “consistía en plantear lo que el Che Guevara y Mao Tse-Tung llamarían más tarde «incentivos morales»: sustituir los crasos premios monetarios por el reconocimiento fraterno de los méritos de cada cual, en forma de bandas, medallas, etc…”[2]. Pero Mably, señala Rothbard, era realista y, por lo tanto, pesimista respecto al triunfo del comunismo, al menos por la vía voluntaria.
No era así la visión de otro personaje: Étienne-Gabriel Morelly (1717-1782). Morelly, en su “Código de la naturaleza” expone ideas tales como “nada en la sociedad pertenece a nadie”, ya sea como una posesión personal o como bienes de capital. También se mostró partidario de un sistema de cooperación basado en el célebre “a cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus obras.” Para Morelly, cada ciudadano realizaría contribución particular a las actividades de la comunidad de acuerdo con su capacidad, su talento y su edad.
Otras ideas era que nada se vendería ni se cambiaría entre los ciudadanos. Así, si alguien tenía necesidad de legumbres o frutas, iría a tomarlo lo de la plaza pública, ya que ahí serían llevadas esa clase de cosas por aquellos quienes las cultivaban. Morelly continúa explicando que si alguien necesitaba pan, podría proveersede este para un tiempo limitado a casa del que lo ha hecho, y éste, a su vez, encontraría en el almacén público la cantidad de harina para el pan para poder prepararlo, sea para un día o para varios. Morelly, como buen utopista, pretende diseñar la sociedad a su capricho, de acuerdo a lo que él considera que es bueno para el género humano.
Podemos encontrar leyes referentes al matrimonio, al gobierno, sobre la educación, etc. También como buen utopista, la propiedad es, en el sistema de Morelly, el origen de todos los males. El francés concluía que podía ser matemáticamente demostrado que todo reparto de bienes, toda propiedad particular de las porciones, producía en cualquier sociedad lo que Horacio llamaba objeto de mal supremo. Morelly estaba convencido que, aboliendo la propiedad, se aniquilaría para siempre los mil accidentes que llevan al hombre a la extrema desesperación, ya que la primera causa de todos los males era la propiedad.
Otro autor que destaca Rothbard es el periodistay funcionario notarial de Picardía, François-Noël Babeuf (1760-1797), quien se vio influenciado por los dos autores mencionados anteriormente. Hacia 1793, Babeuf fundó la secreta “Conspiración de los Iguales”, organizándola en torno al periódico denominado “La Tribuna del Pueblo”, donde se defendía la igualdad absoluta. En el “Manifiesto de los plebeyos” (1795) afirma que la perfecta igualdad era un derecho primitivo y que el pacto social, lejos de atentar contra tal derecho natural, tenía que dar a cada individuo garantías de que ese derecho no sería nunca violado y que nunca deberían existir instituciones que favorecieran la desigualdad y la codicia. Pero el curso de la historia no favoreció tal situación, y sucedió completamente lo contrario. De acuerdo a Babeuf, eran las convenciones absurdas las que habían introducido en la sociedad la desigualdad, además la habían protegido, permitiendo que las riquezas se concentraran en unas pocas manos.
En cuanto al derecho de propiedad, al derecho de disponer, Babeuf lo asociaba con la “ley del más fuerte”. En el Manifiesto se proclamaba el “primer código de la naturaleza”. En uno de sus puntos se pretende probar que la tierra no es de nadie. Se pretende probar también que el individuo que acapara más allá de lo que es necesario para su alimentación constituye un robo. También se intenta probar que la herencia por familia es un error, ya que aísla a todos los miembros de la asociación, haciendo de cada familia una pequeña república.
Otra idea interesante es la de una administración común, lo que significaría la eliminación de la propiedad particular. Las personas deberían depositar sus frutos en una suerte de almacén común. De acuerdo a Babeuf todo lo anterior permitiría dar origen a un estado de cosas donde desaparecerían todos los límites, los muros, las cerraduras de las puertas, las disputas, los procesos, los robos, los asesinatos, todos los crímenes; los tribunales, las cárceles, las horcas, las penas, el ansia, la envidia, la escasez, el orgullo, los engaños, vale decir, todos los vicios. En su otro escrito, “La conspiración de los iguales” (1796), Babeuf expone otras ideas que anticipan las de Marx, por ejemplo, afirma que la verdadera revolución aun no había ocurrido ya que en una verdadera sociedad no debían haber ni ricos ni pobres. Sobre este autor escribe Rothbard:
“El objetivo comunista igualitario de Babeuf no fue lo único de este autor que influyó de modo notable en el marxismo-leninismo posterior: lo mismo puede decirse de su teoría y práctica estratégica de organización concreta de la actividad revolucionaria. Hay que expoliar a los no iguales, proclamaban los seguidores de Babeuf, los pobres deben alzarse y saquear a los ricos”[3].
[1] Murray N. Rothbard, Historia del pensamiento económico, vol. 2, La economía clásica (España: Unión Editorial, 2006), 330.
[2] Ibid., 333.
[3] Ibid., 338.