(Parte III) ¿Por qué el socialismo nunca funcionará? El problema del cálculo económico (por Jan Doxrud)
Con Carl Menger y Eugen von Böhm-Bawerk vimos que la teoría del valor trabajo (ver mis siguiente artículos sobre el tema del valor: valor 1, valor 2, valor 3) es una falacia que no tiene espacio para la economía mundial actual. El tema de la supuesta existencia de un valor objetivo de las cosas es crucial para entender la idea de la planificación central. Tal creencia tuvo como consecuencia que los economistas se centraran en resolver un falso problema y desviaron su atención de lo que era realmente medular, que era entender cómo las interacciones de millones de individuos, con escalas valorativas subjetivas generaban cambios en los precios. Hayek destaca la figura del economista holandés Nicolaas Pierson (1839 - 1909) quien puso de manifiesto los eventuales problemas que tendría que afrontar la sociedad socialista. Ni siquiera Kautsky pudo rebatir los argumentos de Pierson, pero lamentablemente su escritos tuvieron poca difusión fuera de su país.
En cuanto a la condena de la “producción para obtener un beneficio”, es cierto que el capitalista produce con miras a obtener un beneficio, es decir, generar un excedente sobre el gasto. Ni siquiera la sociedad socialista escapa a este objetivo. Para Mises esta separación que se hace entre producir para el lucro y producir para satisfacer necesidades es un falso dilema. En palabras del economista austriaco:
“En la economía capitalista no se puede obtener un lucro sino a condición de que la producción se anticipe a una necesidad relativamente urgente. Si el que produce no se guía por las condiciones de la oferta y la demanda, no llega al resultado que busca. La organización de la producción con fines de lucro no significa más que la adaptación de la producción a las necesidades de todos los miembros de la sociedad…Entre la producción con vistas al beneficio o lucro y la producción con fines de necesidad no hay, pues, oposición alguna”[1].
Más recientemente, el economista norteamericano, Thomas Sowell, afirmaba que el concepto de ganancia o lucro es el peor entendido en economía, ignorando así la importancia de las ganancias y los incentivos que esta genera:
“La esperanza de obtener un lucro y la amenaza de perderlo es lo que fuerza al dueño de un negocio, en una economía capitalista, a producir al costo más barato y vender al coste que los consumidores están más dispuestos a pagar”[2].
Fue justamente por causa de la condena del lucro o beneficio que en los países comunistas innovar podía ser una decisión que podía poner en peligro la vida de una persona, por lo cual era más seguro no arriesgarse. En resumen, el lucro es el precio que se paga por la eficiencia pero, como afirma Sowell, el incremento de la eficiencia debe ser mayor que el lucro, “o de lo contrario el socialismo habría provocado, en la práctica, precios más asequibles y mayor prosperidad, como sus teóricos esperaban, pero esto nunca se materializó en el mundo real”[3]. Por lo tanto la ganancia no es la plusvalía (pv) que el empresario se apropia de manera ilegítima. Ya vimos con Böhm-Bawerk la razón por la cual es erróneo el razonamiento que dice que al trabajadores le debe pagar la integridad de su trabajo. La teoría de la explotación de Marx es también falsa. Esta última se genera, como explica Sowell, a partir de la “mística del trabajo”, la creencia de que existe una suerte de trabajo “de verdad” que crea todo aquello con lo que vivimos. Escribe Sowell:
“Según esta visión, son los agricultores los que nos alimentan y los trabajadores de la industria los que nos visten y nos proveen de muebles y televisores, mientras que otros trabajadores construyen las casas en las que vivimos”[4].
Existiría así un trabajo real y verdadero, es decir, productivo, y una especie de pseudotrabajo que parasita del primero. Acá nuevamente debemos recordar a Frédéric Bastiat y “Lo que se ve y lo que no se ve”. Sowell explica lo anterior de la siguiente manera:
“Lo que puede verse físicamente siempre es más real que lo que no se puede ver. Aquellos que visiten una fábrica en funcionamiento podrán ver a los trabajadores creando un producto. Pero no podrán ver la inversión que hizo dicha fábrica posible, mucho menos la planificación, el análisis y la experiencia de prueba y error que hicieron posible la tecnología y la organización con la que los trabajadores trabajan, o las vastas cantidades de conocimiento y perspectivas que se necesitan para lidiar con mercados permanentemente cambiantes en una economía y sociedad permanentemente cambiantes. Si ignoramos o hacemos caso omiso de estas realidades, creemos que sólo aquellos que manipulan objetos tangibles frente a nuestros ojos están creando la riqueza, y pensaremos que el hecho de que alguna parte de esta riqueza se vaya a otros representa una «explotación« de sus productores «reales»”[5].
Por lo tanto la teoría de la explotación, la apropiación injusta de la plusvalía por parte del capitalista y la teoría del valor trabajo resultan ser falsas, y son aspectos que debemos tener en consideración en el debate sobre el cálculo económico. Si sólo fuese el trabajo humano el que crease valor entonces sería lógico entonces que, aquellos países con enormes ejércitos de trabajadores y que trabajaran durante muchas horas diarias, serían más ricos que aquellos países con menos trabajadores pero que producen más y en condiciones laborales más humanas. Es este error lo que indujo a Marx a pensar erróneamente que en el sistema capitalista se producía la Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (LTDTG).
En cuanto a las repúblicas soviéticas (socialismos reales) que existían y funcionaban “normalmente” cuando Mises redactaba su escrito, su mera existencia no probaba absolutamente nada acerca de la viabilidad del socialismo. Mises señala que estas no se enfrentaron a este problema ya que en la práctica, estos regímenes no adoptaron la teoría del valor trabajo para calcular el precio de los bienes de consumo y los bienes de capital, por el contrario, operaban utilizando dinero y guiándose por el sistema de precios. Al respecto escribe Mises:
“Es un hecho conocido que la explotación socialista en algunos sectores de producción sólo es posible por la ayuda que proporciona el entorno no socialista…En Rusia habría fracasado desde hace largo tiempo el socialismo, abandonado a sí mismo, si no hubiese estado sostenido financieramente por los países capitalistas. Las empresas de Estado o municipales no pueden estar a salvo sino gracias a que sus pérdidas de explotación se cubren por vía de los impuestos que pagan las empresas capitalistas. Pero el apoyo intelectual que la economía capitalista presta a la dirección de la explotación socialista es mucho más importante todavía que este apoyo material. Sin la base de cálculo que el capitalismo pone a disposición del socialismo, bajo la forma de precios de mercado, la dirección socialista de la economía…sería impracticable”[6].
Peter Boettke señala que, a pesar de que el sistema soviético estaba fuertemente controlado, igualmente existía un mercado. El economista norteamericano afirma que el modelo soviético se asemejaba o era más bien consistente con el modelo mercantilista, en el sentido de que el gobierno estaba regido por un autócrata, esto es, el Estado autócrata intervenía en la propiedad privada y fomentaba la existencia de una gran cantidad de monopolios y carteles. El autócrata también empleaba una burocracia especializada que se encargaba de monitorear las diversas franquicias monopolísticas para asegurarse de que estas no se comportaran de manera “competitiva” unas con respecto a las otras. Al respecto escribe Boettke:
“Once an economy becomes encrusted with legal monopolies and cartels, and where legal institutions are directly controlled by the autocrat (a further self-protection device), a transition to a less-restricted, more productive economy becomes increasingly difficult . A rational revenue - maximizing autocrat will recognize that the optimal revenue-maximizing device is an open economy combined with an efficient tax system. But, existing monopolists, who are unable to cash-in on the capital value of their privileged positions, will oppose any such transition to an open economy. Moreover, an open market economy is a riskie r internal environment to the autocrat anyway, in which domestic opposition to their rule is more likely to coalesce and lead to their overthrow. Thus it is rational for an autocrat –whether Louis XIV or Leonid Brezhnev– to favor the perpetuation of an economic system that sacrifices global economic efficiency in exchange for their enhanced security”[7].
Añade Boettke que no era del todo cierto que los precios en la economía soviética funcionaban solamente como una herramienta de contabilidad y no como una herramienta que reflejaba la escasez relativa de recursos.
[1] Ibid., 149.
[2] Thomas Sowell, Economía Básica, 136.
[3] Ibid., 140.
[4] Ibid., 314.
[5] Ibid., 315.
[6] Ludwig von Mises, Socialismo, 145.
[7] Peter Boettke, Calculation adn Coordination, 145.