(I) Algunas palabras sobre el status científico de la Economía (por Jan Doxrud)
“(…) ¿podía la economía aspirar realmente a la precisión y certidumbre de la física? ¿No es verdad que la precisión posible en el mundo e los átomos se extiende muy rara vez a la esfera de la voluble conducta humana ¿No era la la expresión “ciencia económica” otra cosa que un oxímoron?”
(Philip Ball. Masa crítica. Cambio, caos y complejidad)
¿Qué es la economía? ¿Una ciencia social? ¿Una “disciplina”? ¿Una ciencia “dura”? ¿Es acaso una ciencia social pero la más “exacta” de estas? ¿Puede la economía formular leyes? Pareciera que la discusión se mueve entre estos dos polos (para complementar este escrito puede consultar mi artículos sobre ciencias y pseudociencia y la temática de la racionalidad). Tenemos en un polo a economistas con una fuerte “pasión” por las matemáticas pero que son ignorantes en temas como la historia o sociología, ya que serían innecesarias. En el peor de los casos, estos economistas piensan que la historia económica no tiene ninguna utilidad, de manera que en los manuales y papers técnicos está todo lo que hay que saber sobre el tema. En el otro polo tenemos a quienes parecen querer una economía purgada de cualquier ecuación. En otras palabras, para estas personas la economía involucra a seres humanos y no átomos, y los seres humanos no pueden ser reducidos a ecuaciones, funciones o gráficos. Esto es lo que el filósofo de la ciencia, Mario Bunge, denomina como “objeción romántica”.
Ahora bien, si algo es claro es que la economía no es una ciencia dura. Ya Alfred Marshall había advertido que la economía no podía aspirar a la exactitud de las ciencias duras como la física, puesto que su objeto de estudio era el ser humano cuya naturaleza era cambiante y movida por fuerzas sutiles
Por su parte el economista Dani Rodrik señala en su libro “Las leyes de la economía”que los modelos hacen de la economía una ciencia, pero añade que con esto no quiere dar a entender que la economía sea una ciencia como la física o la química. Debemos comprender que en las “ciencias sociales”, como la economía, no se pueden encontrar “leyes fundamentales” de la misma clase que la de las ciencias duras. En lo que respecta al concepto de ciencias económicas, Rodrik destaca dos sentidos de este término. En primer lugar tenemos las ciencias económicas entendidas como una ciencia social dedicada a la comprensión del funcionamiento de la economía. En segundo lugar tenemos una definición que se centra más en el método, de manera que la ciencia económica vendría a ser “una forma de hacer ciencias sociales sirviéndose de unas determinadas herramientas. Continúa explicando el autor que en este segundo sentido (al cual del se adhiere) esta disciplina se asocia a un sistema de modelos formales y análisis estadístico, los cuales se pueden aplicar a distinta áreas de la economía.
Veamos algunas definiciones y concepciones sobre la economía. Tenemos a Carl Menger, quien escribió en sus “Principios de Economía”:
“Los esfuerzos hasta ahora emprendidos para trasladar acríticamente las peculiaridades del método de las ciencias naturales a la investigación de las teorías de la economía política han desembocado en graves errores metodológicos y han creado un espacio vacío en el que sólo existen analogías extrínsecas entre los fenómenos de la economía y los de la naturaleza”[1].
Por otro lado, tenemos a un contemporáneo de Menger, el economista León Walras, quien escribió:
“…es cierto que la mecánica pura debe preceder a la mecánica aplicada. De igual forma, existe una economía política pura que debe preceder a la economía política aplicada, y la primera es una ciencia semejante a las ciencias físico-matemáticas en todos sus aspectos”[2].
Eric D. Beinhocker cita la siguiente anécdota entre Walras y el matemático francés Henri Poincaré. Resulta que n 1901 Poincaré envió una copia de sus Elementos de Economía Política Pura para consultar la opinión de Poincaré al respecto. Este último respondió que, a priori, no era hostil a la aplicación de las matemáticas a la ciencia económica, siempre y cuando no se traspasaran ciertos límites. En otra carta, continúa explicando Beinhocker, Poincaré llamaba la atención sobre la existencia de “funciones arbitrarias” en el trabajo de Walras, es decir, de suposiciones, como por ejemplo, la ilimitada capacidad de previsión de los agentes económicos. A esto añade Beinhocker: “As Poincaré put it, «you regard men as infinitely selfish and infinitely farsighted. The first hiphotesis may perhaps be admitted in a first approximation, the second may call for some reservatio»”[3].
Ludwig von Mises distinguía entre los “economistas lógicos” y “economistas matemáticos”. Tal diferenciación no era algo meramente anecdótico ya que ponía de relieve diferencias metodológicas, esto es, cuál era la metodología más apropiada para el estudio de la economía. Para Mises lo anterior constituía una controversia que guardaba relación con el fundamento mismo de la economía política. Para el economista austriaco, la economía matemática era estéril, un sistema vicioso que partía de falsos supuestos y que llegaba a conclusiones erradas. El principal defecto de la economía matemática no era solamente el hecho de que ignoraba el cambio, el desequilibrio y el tiempo, sino que era su total desconocimiento del funcionamiento del sistema de mercado, mientras que la economía lógica es esencialmente una teoría que examina los procesos y mutaciones.
Más recientemente tenemos a Nassim Nicholas Taleb que, en su estilo habitual, no deja de atacar en sus libros a los economistas matemáticos. Por ejemplo escribe en uno de sus libros:
“¿Qué ha salido mal en el desarrollo de la economía como ciencia? Respuesta: había un grupo de personas inteligentes que se sintieron obligadas a utilizar las matemáticas para poderse decir que estaban siendo rigurosos en su forma de pensar, que lo suyo era una ciencia. Alguien con mucha prisa decidió introducir las técnicas de modelación matemática (acusados: León Walras, Gerard Debreu y Paul Samuelson) sin tener en cuenta el hecho de que, o bien el tipo de matemáticas que estaban utilizando era demasiado restrictivo para el tipo de problemas que estaban intentando resolver, o que, tal vez, debían ser conscientes del hecho de que la precisión del lenguaje de las matemáticas podría hacer creer a la gente que tenían soluciones, cuando, de hecho, no tenían ninguna……En efecto, las matemáticas que utilizaron no funcionaban en el mundo real, posiblemente porque necesitaban tipos de procesos más ricos, y se negaban a aceptar el hecho de que, probablemente, fuese mejor no utilizar las matemáticas en absoluto”[4].
En otros de sus libros escribe Taleb:
“Lamentablemente, eran Samuelson y la mayoría de sus seguidores quienes no sabían matemáticas, o no sabían como utilizar las que pudieran saber, cómo aplicarlas a la realidad. Sólo sabían las matemáticas suficientes para que los cegaran”[5].
Por otro lado, Milton Friedman escribió en “La metodología de la economía positiva” las siguientes palabras:
“…la economía positiva es o puede ser una ciencia «objetiva», precisamente en el mismo sentido que cualquiera de las ciencias físicas. Desde luego, del hecho de que la economía trate de las relaciones mutuas entre los seres humanos y de que el investigador sea a su vez parte del asunto a investigar en un sentido mucho más íntimo que en las ciencias físicas, surgen dificultades especiales al pretender lograr objetividad, al mismo tiempo que proporciona al investigador de lo social una serie de datos que no son accesibles al físico. Pero ni lo uno ni lo otro es, en mi opinión, una distinción fundamental entre los do s grupos de ciencias”[6].
El economista Gregory Mankiw escribió en su manual que los economistas intentan abordar su sujeto de estudio con objetividad científica y , tal manera de afrontar el conocimiento, es similar a la que utilizan los físicos cuando abordan el estudio de la materia, o los biólogos cuando abordan el estudio de la vida. Señala el economista estadounidense que tales disciplinas proceden a agrupar diferentes teorías, recabar datos y analizarlos tratando de verificarlos o refutarlos. El autor reconoce que, en una primera instancia, podría resultar raro considerar a la economía como una ciencia, puesto que los economistas no trabajan en laboratorios ni con telescopios. No obstante lo anterior, Mankiw añade que la esencia de la ciencia radica en el método científico, consistente en el desarrollo objetivo y la comprobación de teorías acerca de cómo funciona el mundo. A esto agrega:
“Este método de investigación puede aplicarse tanto al estudio de la economía como a estudiar la fuerza de la gravedad de la Tierra, o a la evolución de las especies”[7].
Por su parte, Jean Tirole (Premio Nobel 2014), señala que la economía es una ciencia en el sentido de que las hipótesis se explicitan claramente haciéndolas de esa manera vulnerables a la crítica. Añade Tirole que las conclusiones y su ámbito de validez se obtienen mediante un razonamiento lógico, de acuerdo al método deductivo. Ahora bien, Tirole agrega que la economía NO es una ciencia exacta en el sentido de que sus predicciones no tienen la precisión de, por ejemplo, la mecánica celeste. Por último, Tirole explica que, como sucede con la mayor parte de las disciplinas científicas, la investigación en economía exige combinar lo teórico con lo empírico. La teoría proporciona un marco de pensamiento o, en otras palabras, constituyen una pauta de interpretación de los datos. A su vez, señala Tirole, en economía, la teoría se nutre de lo empírico. En suma, la teoría propone y la realidad dispone. En lo que respecta a las matemáticas, Tirole señala que, efectivamente, la economía es la que más hace uso de esta herramienta en comparación con la ciencia política, derecho, sociología, antropología o la historia.
Esta matematización de la economía, explica el mismo autor, es un fenómeno relativamente reciente y se remonta, como ya señalamos, al siglo XIX. Autores relevantes en este proceso fuero Antoine-Agustin Cournot, Jules Dupuit y Joseph Bertand, León Walras, Wilfredo Pareto,Francis Edgeworth, William Stanley Jevons y, más recientemente, Paul Samuelson, Kenneth Arrow y Gerard Debreu. Las matemáticas en economía, explica Tirole, intervienen en dos niveles: la modelización teórica (representaciones simplificadas de la realidad) y la validación empírica. Sin embargo, Tirole señala que la matematización de la economía tiene costes, como el que la economía se transforme en una disciplina extremadamente abstracta y que las matemáticas se transformen en un fin en sí mismo y el consiguiente afán de esteticismo por parte de la comunidad de investigadores
Robert Shiller señala que no toda las matemáticas en economía son “charlatanería” como lo piensa Taleb. Afirma que existe un lado cuantitativo en economía del cual no se puede escapar. Por su parte, el filósofo de la ciencia, Mario Bunge ecribió al respecto:
“En cuanto a la mensurabilidad, al par que algunas propiedades de un sistema económico son en efecto cualitativas – o en todo caso aún no han sido cuantificadas – la mayoría son cuantitativas. (Más aún, la economía política podría definirse como la ciencia social que se ocupa de las propiedades cuantitativas de los sistemas económicos, tales como números de personas empleadas o desocupadas, cantidades de bienes producidos, intercambiados o consumidos, etc”[8].
El reto, de acuerdo a Shiller, es el de saber combinar aquellos conocimientos matemáticos con el tipo de ajustes que sean necesarios para que los modelos puedan ajustarse a una economía en donde interactúan seres humanos. Por lo tanto, este escrito no constituye una crítica y un rechazo “total” al uso de las matemáticas en economía. Más bien se trata de buscar los límites de las matemáticas dentro de una disciplina en donde interactúan miles de millones de personas, dentro de un sistema económico con propiedades emergentes.
Por lo tanto, pienso que el dilema no es si debe o no aplicar las matemáticas en economía, sino que, más bien, la pregunta debe ser ¿matemáticas para qué? Es decir, ¿matemáticas para derivar y expresar teorías económicas? ¿Para poner a prueba cuantitativamente hipótesis o teorías económicas? ¿Para predecir el comportamiento humano? ¿Para calcular la satisfacción de las personas?
Por su parte, Dani Rodrik señala que el formalismo matemático puede transformarse en una barrera de comprensibilidad entre la economía y las demás ciencias sociales. A su vez incrementa la desconfianza y cierto escepticismo de los no economistas hacia aquella profesión, en el sentido de que los economistas estaría dándole la espalda al mundo real. Frente a este tema, Rodrik explica que la razón por la cual los economistas se sirven de las matemáticas son 2. En primer lugar tenemos la claridad, es decir, que todos los elementos que son parte de un modelo queden claramente fijados y sean transparentes. Así, una vez que el modelo queda formulado en términos matemáticos, lo que este dice o hace resulta obvio para aquello que sepan interpretarlo. A esto añade el autor:
“La claridad posee un enorme valor, y nunca es apreciada como se debiera. Por ejemplo, aún hoy siguen abiertos interminables debates sobre lo que Karl marx, John Maynard Keynes y Joseph Schumpeter realmente quisieron decir en sus teorías, pues, aunque los tres son considerados como gigantes de la economía, los tres formularon sus modelos principalmente (aunque no exclusivamente) de forma verbal”
La segunda razón que señala Rodrik sobre el uso de las matemáticas eeconomía es la coherencia interna de un modelo, es decir, que las conclusiones se deriven de los supuestos. En suma, y como señala el mismo Rodrik , los economistas utilizan las matemáticas precisamente porque no son lo bastante listos como para expresarlos de otra forma más comprensible. No obstante lo anterior, Rodrik tiene en consideración también el que los economistas se enamoren demasiado de las matemáticas y olviden su naturaleza instrumental, lo cual puede tener como consecuencia una formalización excesiva y descontrolada. En palabras del autor:
“(…) al contrario de lo que sugiere la percepción más extendida, las matemáticas por las matemáticas no llevan muy lejos en la profesión económica. Lo que realmente se valora es la inteligencia: la capacidad para arrojar nueva luz sobre un tema antiguo, solucionar un problema hasta el momento inextricable o diseñar un nuevo e ingenioso enfoque empírico para tratar una cuestión relevante”.
Tenemos, al parecer, que la economía continúa estando en una suerte de limbo, claro que este no es el limbo de la teología, un espacio entre los vivos y los muertos, sino que un limbo académico, un espacio entre las ciencias sociales y las ciencias duras. Robert Schiller se pregunta por qué existe un Premio Nobel “in economic science” y no “in economics”. En cambio, el Premio Nobel de “Química” o “Medicina” no llevan adherido el término “ciencia” (es decir, Nobel Prize in Chemistry, no “chemical science” y Nobel Prize in Physiology, y no en “Physical science)
Por su parte el economista estadounidense Robert Solow se muestra en contra de aquellos profesionales de la economía quienes creen que la economía es como la física y que existe un único modelo universalmente válido. De acuerdo con este perfil de economistas, Solow señalaba que podríamos colocarlos dentro de una máquina del tiempo y estos, ciegos al contexto histórico en el cual se encuentran, se limitarían a usar su ordenador personal y teorías para adentrase en la faena económica.
Fin parte 1
Artículos complementarios
1) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
2) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
3) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
4) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
5) De las Ciencias Sociales a la Sociología (por Jan Doxrud)
1) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)
2) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)
3) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable (por Jan Doxrud)
4) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)
5) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)
6) El Cisne Negro El impacto de lo altamente improbable. El caso chileno (por Jan Doxrud)
[1] Carl Menger, op. cit., 100-101.
[2] León Walras, Elementos de economía política pura (o Teoría de riqueza social) (España: Alianza Editorial, 1987), 162.
[3] Eric. D. Beinhocker, The origin of wealth. Evolution, complexity, and radical remaking of economics (USA: Harvard Business School Press , 2006), 49.
[4] Nassim Nicholas Taleb, ¿Existe la suerte?: Las trampas del azar(Argentina: Editorial Paidós SAICF, 2013), 224.
[5] Nassim Nicholas Taleb, El cisne negro: el impacto de lo altamente improbable(Argentina: Editorial Paidós SAICF, 2009),, 265.
[6] Milton Friedman, La metodología de la economía positiva (documento en línea: http://microeconomia.org/guillermopereyra/wp-content/uploads/RECP_021_033.pdf), 357.
[7] N. Gregory Mankiw, Principio de Economía (México: Cengage Learning Editores, 2009), 22.
[8] Mario Bunge, Economía y Filosofía (Madrid: Tecnos, 1985), 54.