*Al final del artículos dejo los links con los demás artículos sobre este tema.
Consideraciones críticas finales sobre la Renta Básica Universal (6): un error político, económico y social (por Jan Doxrud)
Lo señalado en el artículo anterior, esto es, el análisis del concepto de trabajo, es sólo un ejemplo de la relevancia que tiene comprender los usos conceptualesque hacen los defensores de la RBU, ya que de esa manera se logra tener una mejor comprensión de su propuesta aunque, por supuesto, no implique que deban ser aceptadas. Todas las críticas que se han realizado a esta propuesta se agrupan en dos: las de carácter ético o normativo y la de carácter técnico. Estoy de acuerdo con algunas de las ideas planteadas por los autores en torno al trabajo. Pero pienso que la capacidad de hacer un buen diagnóstico acerca de los males que afectan a la sociedad es una cosa e idear medidas para palear el problema es otra. Quiero decir con esto que algunos pueden criticar varios aspectos de nuestras sociedades: el consumismo extremo, las guerras, las condiciones inhumanas en las que viven millones de personas, la envidia, las frivolidades, la cultura, etc. El problema es uno simple y es que tales problemas no tienen causas simples, sino que sistémicas, de manera que su solución no puede adoptar un enfoque reduccionista.
Cuando se lee con detención las ideas de algunos autores que defienden la RBU, no se puede más que llegar a la conclusión de que la única manera de lograr su proyecto de sociedad es por medio de un ejercicio de ingeniería social radical. No basta con erradicar las desigualdades, sino que también el materialismo, la ambición, la envidia y por supuesto, el sistema capitalista de libre mercado, esto es, aquel sistema que ha permitido concebir la posibilidad de instaurar una renta básica universal. Quiero enfatizar que tal postura planificacionista extrema sólo representa a algunos de los autores que he consultado.
Tendremos que esperar y ver cómo evoluciona el debate. De acuerdo a los partidarios de la RBU el único obstáculo que queda es un cambio en la mentalidad de las personas ya que, al parecer, los temas éticos y técnicos ya estrían resueltos. Como señalaba Harold Demsetz, resulta fácil y cómodo comparar situaciones reales contra situaciones utópicas que sólo funcionan en artículos académicos, libros y en la mente de algunos intelectuales.
Existen varias interrogantes sobre la aplicación de la RBU. En primer lugar cabe preguntarse qué tipo de países estarían preparados o estarían en condiciones de llevar a cabo tal proyecto. La propuesta de estos autores claramente no hubiese podido funcionar en la Rumania de Ceaușescu, en la Etiopía de Mengistu o en la Cambodia de Pol Pot. Debemos partir entonces de la base de que la idea de un ingreso básico garantizado sólo es posible en países desarrollados, es decir, que han prosperado bajo el sistema de libre mercado, tal como se pueden apreciar en aquellos indicios que miden la prosperidad o el índice de desarrollo humano. Pero cuando hablo de libre mercado no excluyo la relevancia de la existencia de instituciones, respeto del estado de derecho, la existencia de una constitución que limite el poder de quienes nos gobiernan, la presencia de un Estado que mantenga sus límites claramente delimitados frente a la libertad de los individuos, que garanticen los derechos de estos, respete la autonomía de asociaciones intermedias , garantice la separación e independencia de los poderes, etc. El World Justice Project ha elaborado un interesante índice que mide el Estado de Derecho en diversos países.
Por lo tanto, para que ese ingreso básico garantizado sea un proyecto viable, necesitará en primer lugar de una fuente de financiamiento, siendo para ello necesario la creación de riqueza, ya que si no se genera riqueza entonces no hay ni siquiera la posibilidad, ni tendría sentido proponer la idea de este ingreso básico garantizado. Por lo tanto necesitamos un sistema que genere la suficiente riqueza necesaria como para poder mantener la política de un ingreso básico garantizado y además que tal política no genere una serie de incentivos que vayan en contra de aquel sistema que es capaz de generar la riqueza necesaria para hacer posible la idea de un ingreso básico garantizado. De manera que a la hora de instaurar esa clase de política y omitiendo el hecho de no saber si las personas estarían de acuerdo en aplicarla, debemos tener en consideración las consecuencias que esta podría traer consigo, es decir, centrarnos no sólo en la bondad de los objetivos, sino que también, en los INCENTIVOS que se generarían.
Sus defensores apelan a un “patriotismo solidario”, que no es más que un eufemismo que sólo escondeel ejercicio coercitivo del Estado sobre una parte de la población para forzarlos a que adopten conductas solidarias. Los defensores de la RBU sólo asumen que tal política sería viable, pero en realidad no sabemos cuáles serían sus consecuencias. Recordemos que las buenas intenciones no bastan y que lo que es deseable no necesariamente significa que funcione en la realidad. La economía del desarrollo nos da numerosos ejemplos de políticas bienintencionadas que han resultado en un fracaso.
El economista del desarrollo, William Easterly, ha examinado las distintas panaceas que hechizaron a distintos economistas y a él mismo en algún momento de su carrera. La lección del libro de Easterly no es que la economía del desarrollo sea una pérdida de tiempo, sino que no existen fórmulas mágicas para el desarrollo de las naciones: por ejemplo el enfoque de Solow y la creencia de que la inversión era la clave del crecimiento o los préstamos condicionados a los países subdesarrollados. Así como Easterly titula un capítulo “Solow en el trópico” (inversión en capital como solución a la pobreza en tales regiones), lo mismo podríamos decir de nuestro autor, “Van Parijs en Venezuela o en Liberia” (es decir, ¿sería posible la RBU en tañes países?).
Las instituciones que han sido claves para el desarrollo económico y el bienestar social deben ser resguardadas, ya que a veces se pierde la perspectiva y se da por hecho la existencia de la riqueza y el bienestar en algunos países europeos, como si tal riqueza hubiese sido un destino manifiesto de la historia y no como algo que fue producto de instituciones determinado específicas que nacieron y evolucionaron a lo largo de nuestra historia. Los venezolanos han aprendido la lección y es que la riqueza no puede ser dada por hecho, como algo natural. La riqueza, los bienes de los supermercados y la seguridad personal pueden verse erosionados si llegan al poder personas con ideologías nefastas como el socialismo chavista. A esta alteración negativa de los incentivos que han posibilitado el crecimiento económico, podemos añadir que autores como Van Parijs cortan el vínculo entre esfuerzo y recompensa, y socava también el trabajo, que es uno de los pilares que sostienen a una sociedad, no sólo por su aporte a la riqueza material, sino que también por lo que puede aportar al sujeto en términos de realización personal, relación con otras personas, disciplina, responsabilidad, etc.
Economistas liberales españoles como Francisco Cabrillo o Juan Ramón Rallo han realizado certeras críticas a esta idea, las cuales resumiré a continuación. Juan Ramón Rallo explica que la renta básica es una mera redistribución de la riqueza y, como ya hemos señalado, afectará negativamente los incentivos de las personas, y por lo tanto, su comportamiento. Rallo señala que los perceptores de la RBU no se sentirían necesariamente motivados a producir los bienes y servicios más valorados por el resto de las personas, aunque sí desearían consumirlos. El problema es que si cada uno de los productores se dedicase su tiempo a fabricar solamente lo que a él individualmente le apetece en lugar de lo que los demás individuos demandan, la calidad de los bienes por redistribuir se deterioraría gradualmente y el sistema terminaría a la larga por colapsar. De manera que la RBU en lugar de promover la solidaridad, sólo promueve el egoísmo y el hedonismo en las personas.
El mensaje de fondo de la RBU es que cada persona puede subsistir a costa de las demás, que cada una de las puede dedicarse a trabajar en aquello que más lo “autorealice” y sus preocupaciones pueden dejarlas de lado por que el Estado (o cualquier otra entidad) se ocupará siempre de financiar su “existencia”. Podemos decir que los defensores de la RBU fomentan un estilo de vida que terminaría por minar el mismo proyecto de la RBU. Francisco Cabrillo se pregunta
“¿en qué lugar quedarían aquellos que quieran triunfar en la vida mediante el esfuerzo y la asunción de riesgos? Su papel no sería brillante ciertamente. No sólo serían gravados con unos impuestos muy elevados; corrían, además, el peligro de ser tachados de individuos egoístas e insolidarios”[1].
Los defensores de la RBU parecen no tomarle el peso al hecho de que la riqueza no es algo dado en una sociedad, sino que tiene que ser generada y, para ello, se necesitan, entre otras cosas, capital humano, tecnología, bienes de capital, empresarios y, por sobre todo, el funcionamiento de instituciones transparentes y respetuosas de las libertades. Sucede entonces que si se introduce un sistema con medidas coactivas, como es el caso de la RBU, se alterará negativamente el funcionamiento del sistema económico que ha sido responsable de generar la riqueza actual, la misma riqueza que los defensores de la RBU pretenden apropiarse para llevar a cabo su proyecto. El economista austriaco, Ludwig von Mises, escribió:
“Los defensores de la igualdad en la distribución de la renta olvidan el punto esencial: que la suma global que se puede distribuir – el producto anual del trabajo social – no es independiente de la manera en que la distribución se realiza. El hecho de que esa producción sea hoy tan grande no es un fenómeno natural o técnico, independiente de las condiciones sociales, sino consecuencia de nuestras instituciones sociales”[2].
Volviendo a Rallo, el economista explica, en relación al libre mercado, que éste fuerza a los individuos a establecer una cooperación estructural de carácter económico, vale decir, que si una persona desea tener acceso a los bienes o servicios que han producido otras personas, esta persona deberá ofrecerles bienes o servicios que esas otras personas valoren. Por lo tanto, continúa explicando Rallo, si se adopta la actitud egoísta que promueve la RBU, la cooperación económica se disolvería como un azucarillo. Sucedería que todos nos dedicaríamos a fabricar lo que nosotros queremos y no lo que quieren los demás, en otras palabras, desparecería la división del trabajo, lo cual traería altos costos al mercado libre. Afirmar que las personas podrían dedicarse a desarrollar aquellas tareas que la autorrealizaran es sólo reconocer implícitamente que los receptores de la RBU podrían desentenderse de las necesidades ajenas y concentrarse egoístamente en las propias. En síntesis, como explica Francisco Cabrillo, los defensores de la RBU se enfrentan al mismo problema que enfrentó la socialdemocracia y es el de hacer compatibles un sector productivo controlado por el sector privado y una distribución de la renta igualitaria decidida por el Estado.
Como bien señala el economista español, fue John Stuart Mill quien defendió la posibilidad de dar un tratamiento diferenciado a las esferas de la producción y la distribución y, desde entonces, se haintentado encontrar la fórmula mágica que permita alcanzar un equilibrio en el que las personas y las empresas no modifiquen sus estrategias de trabajo y producción, aunque estas estén en conocimiento de que gran parte de sus ingresos van ser expropiados por el Estado para ser distribuidos a determinados grupos sociales, incluso a aquellos que no quieren trabajar. La propuesta de la RBU enfrenta otros problemas a los que nos se ha dado una repuesta convincente. Por ejemplo, el empresario puede verse en la necesidad de incurrir en altos gastos para crear condiciones de trabajo lo suficientemente atractivas para el trabajador que recibe la RBU.
El empresario podría trasladar los altos costes (por contratar a los exigentes trabajadores que reciben la RBU) a los precios de los bienes, lo que podría traducirse en una creciente inflación. Pero a su vez, los proveedores de este empresario deberían hacer lo mismo. Quien vende productos lácteos no obtendrá beneficio alguno si los distribuidores y los criadores de vacas lecheras no hacen lo mismo. En otras palabras la cadena de suministro terminaría por colapsar, ya que los precios (incluido los salarios) dejarían de funcionar como señales, estando así en un país de ciegos. De manera que el poder adquisitivo de la RBU se vería fuertemente erosionado salvo que el Estado reajustara la RBU a los cambios de precios, aumentase los impuestos o estableciera un control de precios. Siguiendo con este ejercicio mental, tendríamos que la inflación terminaría por devaluar la moneda, el país perdería credibilidad ante la comunidad mundial y se terminaría en una situación igual o peor a la de la Venezuela de Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro.
Otro problema es el de la inmigración, ya que tendríamos a miles de personas migrando a los países desarrollados que son los que ofrecerían una mayor RBU y, lo mejor de todo, a cambio de nada. En síntesis estamos ante un conjunto de problemas que incluye la quiebra del principio de reciprocidad, el fomento de un tipo de vida que se basa en el esfuerzo de otro (parasitismo), por lo que la supuesta “independencia socioeconómica” que alcanzarían las personas en realidad no se cumpliría, ya que continuaría dependiendo de los más ricos para poder vivir “plenamente”. En otras palabras, no es cierto que la RBU se encuentre desvinculada al trabajo, ya que su fuente misma se encuentra en el trabajo de alguien. Puede suceder que el receptor efectivamente considere que la RBU que recibe está desvinculada del trabajo, pero hay que tener en cuenta “lo que no se ve” como advertía Bastiat, y lo que no se ve es que otros están trabajando para pagar esa RBU.
También se inhibe la innovación, el emprendimiento y el esfuerzo. Los autores no explican satisfactoriamente el caso de los países subdesarrollados, es decir, cómo pueden crecer económicamente, crear riqueza y establecer a su vez una RBU. ¿Acaso esta última debería establecerse sólo cuando el país haya alcanzado un nivel de desarrollo “óptimo”? Pero si las personas de países pobres comienza a migrar a países desarrollados para recibir la RBU, esto perjudicaría el desarrollo de los países pobres, ya que la “fuga” podría ser de personas tanto de escasos recursos como también de profesionales altamente cualificados. Por estas razones, el proyecto de una RBU no es viable.
Daron Acemoglu, por su parte también es un critico de esta idea. En primer lugar, resulta ser una política extremadamente cara puesto que, en el caso de EEUU, una RBU de USD1000 mensual le costaría cerca de 4 trillones al año, lo que constituye cerca de la totalidad del presupuesto federal del 2018, de manera que los impuestos debería ser prácticamente doblados, salvo que se quiera caer en la tentación de financiar la RBU mediante el constante endeudamiento del Estado o por medio de la impresión de moneda. Además, para instaurar este sistema, se tendrían que sacrificar otros programas sociales. Además critica el enfoque top-down de los defensores de la RBU que prácticamente buscan imponerla a la sociedad.
3) La idea de una renta o ingreso básico universal (3): la crítica de Daniel Raventós (por Jan Doxrud)
[1] Francisco Cabrillo, La utopía de la renta básica, Revista de Libros, enero de 2008 (artículo en línea: http://www.revistadelibros.com/articulo_imprimible.php?art=3349&t=articulos)
[2] Ludwig von Mises, Liberalismo, 63.