Política y politización (8): Observaciones críticas sobre el concepción socialista de politización (II) (por Jan Doxrud)
En cuanto a las ideas de Fernando Atria percibo el mismo fenómeno, es decir, la creencia de que la política debe permearlo todo, donde las actividades humanas quedan todas subordinadas a la política, pero subordinadas a una visión política “socialista” de cómo debería ser una sociedad. El mismo Atria afirma que la politización está internamente vinculada al socialismo y al parecer sería el socialismo la única ideología capaz de erigir un proyecto social en donde no predominen los intereses egoístas de los individuos o la persecucióndel interés propio a expensas del resto, como lo defiende el neoliberalismo. Lo central que debemos tener en consideración es que para Atria, el núcleo de la idea democrática es la politización de las relaciones sociales y por otro lado tenemos que la politización está vinculada internamente con el socialismo, de manera que podríamos pensar que las relaciones sociales deberían ser politizadas bajo la lógica socialista, por lo que la politización de la que hablamos acá sería más bien una ideologización y no una politización que estimule al ciudadano a interesarse y a hacerse partícipe de la política.
A Atria le preocupa que lo que está politizado, esto es, lo que está al alcance de la discusión pública, es cada vez menor. La pregunta es qué es, de acuerdo a Atria, lo que debería estar “al alcance” de la discusión pública. Otro aspectos que llaman la atención es cuando Atria se pregunta qué es lo que enseña el mercado. Al menos, personalmente, nunca he considerado que el mercado deba enseñarnos algo, ni el mercado de verduras ni el mercado financiero. Pero resulta aun más curiosa la comparación que realiza Atria entre mercado y familia, resaltando los valores de esta última frente aun mercado que saca lo peor de cada uno de nosotros. En otras palabras la comparación de Atria entre mercado y familia no tiene ningún sentido. Más absurdo considero el querer extender el modelo familiar a las relaciones entre ciudadanos. Atria escribe: “La pregunta…es cómo podemos hacer que la manera en que entendemos las relaciones entre hermanos sea la manera en que entendemos las relaciones entre ciudadanos”[1].
Atria señala que “el neoliberal” dirá que esto es una ingenuidad, pero la verdad es que no hace falta “ser neoliberal” para ser al menos escéptico frente a esta idea de Atria. Quizás su ingenuidad se deba a su idea de que el ser humano es “más que un dato biológico caracterizado por 46 cromosomas…”[2]. Para Atria, ser humano es vivir con otros. Otra afirmación de Atria, siguiendo a Sartre, es que “la existencia precede a la esencia”. Sartre escribía que al principio el hombre no es nada y que sólo después llega a ser algo. Sartre negaba la naturaleza humana, ya que el hombre es lo que quiere ser una vez que es arrojado a la existencia. La acción era fundamental, tan así, que Sartre afirmaba que no había más realidad que en la acción.
Por supuesto que no sugiero que Atria sea un existencialista amante de Heidegger o Sartre, por lo demás, el existencialismo, además de antiesencialista, es también individualista, concepto con el que no comulgan los socialistas. Cuando abordamos el tema de la libertad señalamos desde un comienzo que la libertadde la que hablaba no era la de Sartre, ya que es una filosofía que da completamente la espalda a la biología. No se trata de caer en un “neodarwinismo” ni caer en la falacia naturalista, decir que la naturaleza “es cruel” por lo tanto los seres humanos son crueles, ya que el ser humano tiene algo que conocemos como cultura. Son omitir la importancia de la cultura, igualmente no se puede omitir algunas verdades científicas, ya que ignorarlas o negarlas, nos lleva a postular esos mundos fantasiosos de Juan Carlos Monedero, Álvaro García Linera y Fernando Atria, de establecer una sociedad donde predomine el amor infinito, el altruismo sin límites o el querer transformar la sociedad en un espacio de “realización recíproca”. Como señalé antes, no porque algo sea natural o porque ocurra en la naturaleza, entonces debemos aceptarlo como normal. Prueba de ello es que los seres humanos vivimos en sociedades, algo que llevó millones de años. Hemos logrado someter nuestros instintos.
Resulta que el ser humano sí posee una naturaleza. La conducta del ser humano, si bien tiene un gran componente de libertad, también existe un componente genético. Esta idea no ha sido muy popular, especialmente en aquellos con una mentalidad igualitarista. Caso emblemático fue la reacción a la publicación de “Sociobiology” de Edwards O. Wilson. Los ataques (incluso físicos) obedecieron a distintas razones. Los científicos sociales se opusieron ya que las ideas planteadas por Wilson venían a contradecir su idea en el progreso social y la mejora de la sociedad por medio de la cultura y la educación. Además las ideas planteadas por Wilson parecían ser incompatibles con la idea de la igualdad que predominada en la década de 1960 y 1970.
Ahora bien, la naturaleza humana es flexible y es posible “rebelarse” ante nuestro programa genético. El ser humano a través del uso de su razón se ha elevado por encima de las demás especies animales. A través de su curiosidad, su creatividad y su inteligencia, el ser humano inventa y crea artefactos, y se va adaptando a la naturaleza e incluso es ahora la naturaleza la que también tiene que adaptarse al ser humano. En este sentido, todos estos progresos, el desarrollo de la ciencia, el desarrollo de la civilización y la posibilidad de convivir juntos, han sido fruto de la libertad. Entonces, en relación a la naturaleza humana, decir que el ser humano no posee una, mientras que otras especies sí, sería caer un antropocentrismo ingenuo. Ya señalé que lo que subyacía a los diversos regímenes socialistas consistía en la visión del ser humano como una “tábula rasa”.
Los conductistas, existencialistas y marxistas han creído que no existe una naturaleza humana. Como explica Jesús Mosterín, Pico Della Mirandola (1463-1494) pensaba que Dios había escogido al hombre como obra de “naturaleza indefinida”, mientras que las otras especies estaban dotados de una naturaleza limitada. El ser humano, por el contrario, podría determinar su propia naturaleza sin ninguna barrera. Marx consideraba que la naturaleza humana estaba determinada por las relaciones de producción y Sartre (y Atria), consideraba que la existencia precedía a la esencia. Los autores socialistas deben moderar sus ambiciones, ya que su constructivismo y planificacionismo tiende a ir demasiado lejos. No contentándose con controlar el aparato estatal y la economía, también quieren planificar la cultura, los valores y vidas de las personas. El paraíso altruista a que aspiran los socialistas de hoy es parte de una larga tradición que pretende forzar a los seres humanos a ser caritativos y altruistas. Hayek afirmaba que no debemospretender aplicar una ética tribal a nuestras civilizaciones ya las naciones. Tampoco se puede pretender aplicar una ética que funciona en el microcosmos al macrocosmos, bajo la creencia de que lo que funciona en la familia funciona también en la sociedad. Una ciudad, una nación o un continente no son una “gran familia”. En resumen, pretender trasladar patrones de comportamiento y valores fuera de su contexto es completamente absurdo.
Por último, estos autores deberían saber que la política no lo es todo y los diversos ámbitos en los que se desenvuelven los seres humanos no deben estar subordinados a la política, por lo que no concuerdo con Atria con que la familia sea “un modelo de relación política” por medio de la cual aprendemos a que es posible la realización recíproca y no la realización de cada uno como individuos independientes, que es lo que nos enseña el mercado. Por lo tanto se entenderá que no concuerdo con su pedagogía lenta, ni con la idea de que la ley enseñe al individuo, transparentado para él el sentido de sus decisiones. Las leyes jurídicas son hechas por el hombre, surgen de la experiencia de vivir en sociedad y son convencionales. Las leyes son dispositivos que tienen como objetivo ejercer control dentro de una sociedad, es un instrumento de poder que busca establecer las condiciones para lograr una sana convivencia entre las personas.
Habrá leyes aceptadas por todos y habrán otras que no serán aceptadas, o con las cuales las personas no se identifican, como puede suceder con personas que pertenezcan a un credo religioso. En lo que respecta al enfoque contractualista desde un punto de vista liberal e individualista, este constituye una ficción. Bernard de Mandeville (1670-1733) había criticado el enfoque contractualista señalando que una condición social no podía ser construida por individuos ajenos a esa misma condición social, es decir, los individuos no podían tener necesidad de algo sobre el cual no tenían idea alguna. El estado de naturaleza de individuos atomizados carente de vínculos es una mera ficción, al menos desde el punto de vista de la historia y la antropología cultural.
Michel Foucault aborda la perspectiva anticontractualista de Adam Ferguson (1723-1816) en relación al nacimiento y desarrollo de la sociedad civil. Foucault menciona cuatro características. La primera es que la sociedad civil constituye una constante histórico-natural, en el sentido de que para Ferguson la sociedad civil constituía un dato más allá del cual no había nada que buscar y de existir algo, sería algo absolutamente inaccesible para nosotros. De esta manera no hubo un tiempo en que el hombre se encontraba aislado o en un “estado de naturaleza” particular para posteriormente, por medio de un contrato, entrar a la sociedad civil. Al respecto escribe Foucault:
“En suma, jamás hubo un momento, o en todo caso es inútil imaginar un momento en que se haya pasado de la naturaleza a la historia, de la no sociedad a la sociedad. La condición de la naturaleza humana consiste enser histórica, pues consiste en ser social”[3].
De acuerdo a esta interpretación de Ferguson que comenta Foucault. El lazo social se forma de manera espontánea, de manera que la sociedad no necesita ser instaurada, ya que estamos insertos en ella desde un comienzo. La segunda característica de la sociedad civil es que asegura la síntesis espontánea de los individuos lo que se traduce en que no existe un contrato explícito, “nada de unión voluntaria, nada de renuncia a derechos, nada de delegación de derechos naturales a alguna otra persona; en suma, nada de constitución de soberanía mediante una suerte de pacto de sujeción”[4]. La tercera característica de la sociedad civil es que se trata de una matriz permanente de poder político pero, aclara Foucault, se trata de una formación espontánea del poder por medio de un lazo que une a individuos concretos y diferentes. La cuarta característica es que la sociedad civil representa el motor de la historia. Tal motor no sería la lucha de clases sino que, como señala Foucault: “…la historia de la humanidad ni es otra cosa que la forma perfectamente lógica, descifrable e identificable, la serie de formas que se originan en iniciativas ciegas, intereses egoístas y cálculos que los individuos no hacen sino referir a sí mismos”[5]
[1] Fernando Atria, Veinte años después. Neoliberalismo con rostro humano, 186.
[2] Ibid., 177.
[3] Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica (Argentina: FCE, 2010), 339.
[4] Ibid., 341.
[5] Ibid., 350.