¿Qué es la Democracia? (7) hacia una definición (por Jan Doxrud)
En el capítulo XXII de su obra, Schumpeter expone su teoría de la democracia, entendiendo por esta última un método, esto es, el método democrático, que consiste en un “sistema institucional para llegar a las decisiones políticas, en el que los individuos adquieren el poder de decidir por medio de una lucha de competencia por el voto del pueblo”[1]. Tenemos entonces que Schumpeter elimina de su concepción los conceptos de bien común y voluntad del pueblo, concibiendo así el método democrático como un sistema que se fundamenta en la lucha competitiva por el voto de los ciudadanos.
Así, la política se asemejaría al mercado, donde los políticos profesionales (empresario político), secundados por sus partidos políticos, competirían entre sí para ganar el voto de sus electores (clientes). Esta competencia se caracteriza por el uso de slogans, propaganda y promesas, así como la búsqueda, por parte del político, del apoyo de los grandes empresarios para financiar sus campañas, tal como sucede en Chile, ya sea por medio de aportes reservados, anónimos o privados de carácter público. Esta imagen de la política sería desarrollada posteriormente por otros autores y presenta un panorama en donde el votante es un consumidor de bienes y servicios públicos, pagan impuestos y eligen a aquel candidato que considere más eficiente en la provisión de esos bienes y servicios.
Por su parte, los candidatos invierten capital monetario y político con el objetivo de obtener votos. Los dos ingredientes dentro de este mercado político competitivo sería la disponibilidad de distintas fuentes de información, que sería el caso de las democracias (no el de las dictaduras y totalitarismos donde existe un monopolio) y la capacidad de elegir libremente. Sobre esto concluye Schumpeter:
“El principio de la democracia significa entonces simplemente que las riendas del gobierno deben ser entregadas a los individuos o equipos que disponen de un apoyo electoral más poderoso que los demás que entran en la competencia. Y esto, a su vez, parece asegurar la permanencia del sistema de mayorías dentro de la lógica del método democrático…”[2].
En la misma línea de Schumpeter, el sociólogo francés Raymond Aron (1905-1983) definía sociológicamente la democracia como la organización de la competencia pacífica con miras al ejercicio del poder. Aron se aleja de aquellas definiciones de democracia que apelan a conceptos tales como soberanía del pueblo, ya que los considera oscuros y objeto de múltiples malabarismos ideológicos. En palabras de Aron:
“No busquemos en las nubes las virtudes sublimes de la democracia, sino en la realidad: la esencia de la democracia es la aceptación de la competencia pacífica….sólo hay democracia cuando los individuos, grupos y clases sociales aceptan las reglas de la competición así como su desarrollo pacífico. Cuando un grupo quiere llegar al poder a través de la violencia para hacer cambios que no pueden ser aceptados pacíficamente por otros grupos, salimos de la democracia para entrar en la guerra civil o en la revolución”[3].
El sociólogo, al igual que Schumpeter, se aleja de aquellas enfoques que definen la democracia haciendo referencia a ideas trascendentes tales como la libertad, la igualdad, soberanía popular, justicia, etc. En lo que respecta a la idea de la “organización de la competencia” contenida en la definición de Aron, el autor señala que tal organización es la Constitución, que es la encargada de fijar las reglas de acuerdo a las cuales los ciudadanos escogen a sus representantes. Ahora bien, esta competencia pacífica no está exenta de problemas que se traducen en una potencial desestabilización de la democracia. Como explica Aron, una de las causas de la inestabilidad de las democracias es la ambición de los seres humanos y la apelación a las masas. La ambición en sí misma no es negativa, ya que sin esta no tendría sentido hacer política, pero puede suceder que tal ambición no sea útil a la comunidad.
De acuerdo a lo anterior, Aron se pregunta: “¿Qué hacer respecto a aquellos que dicen: llegaremos al poder sólo mediante la vía legal, pero una vez que ocupemos el poder apartaremos a los partidarios del sistema democrático?”[4]. La respuesta es que cualquier régimen que quiera defenderse y no ser destruido debe necesariamente establecer límites al ejercicio de las libertades democráticas, de manera que la democracia misma no se transforme en el instrumento de su propia destrucción, o como escribió James M. Buchanan (1919-2013): “La democracia puede convertirse en su propio Leviatán a menos que se impongan límites constitucionales y se los haga cumplir”[5].
Como se pudo ver en uno d emis artículos sobre las elites, el modelo pluralista-competitivo de la democracia se opone a los planteamiento de autores como Gaetano Mosca o Robert Michels para quienes la dirección real de la política se encontraría en una reducida elite sobre la cual el electorado no tendría control alguno. Por el contrario, si bien en un régimen democráticos existe efectivamente una elite, esta no es una de carácter homogénea y estable, es decir, una de las características de los regímenes democráticos es que las elites circulan y se renuevan. En otras palabras, la democracia sería un sistema para elegir elites, en donde los votantes no tienen una efectiva influencia sobre las cuestiones políticas y se limitan a escoger a aquellas personas que sí tendrán el poder para deliberar y decidir sobre tales cuestiones políticas. Profundizaremos más en esto en el capítulo dedicado al tema de las elites.
La teoría de Schumpeter está lejos de ser aceptada. Por ejemplo, Alain Touraine señala que Schumpeter retomó la idea del elitismo republicano y la desconfianza en relación a las masas. Continúa explicando el sociólogo francés:
“Como no cree en la racionalidad de los individuos, en su conocimiento de los problemas y en su voluntad de ocuparse del bien común y hallar soluciones racionales, Schumpeter redefine a la democracia como la libre elección de un equipo de gobierno”[6]. De acuerdo a Touraine, la teoría de la democracia del austriaco elimina casi todos los contenidos reales de la democracia.
El cientista político canadiense, Crawford Brough Macpherson (1911-1987), insertabaeste modelo de democracia de Schumpeter en su“Modelo n.º3”, esto es, el “modelo pluralista elitista de equilibrio”. Es un modelo pluralista debido a que la sociedad es plural, está compuesta por individuos con distintos valores e intereses. Es elitista en el sentido de que se asigna el papel principal dentro del proceso político a grupos de dirigentes que se escogen a sí mismos. Por último, es un modelo de equilibrio ya que se presenta el sistema democrático como uno que mantiene el equilibrio entre la oferta y la demanda de mercaderías políticas. Macpherson explica que este modelo elimina deliberadamente el contenido moral de lo que Macpherson denomina como “modelo n.º2”, que es la “democracia como desarrollo”. Al respecto escribe el canadiense:
“Nada de tonterías de que la democracia es un vehículo para mejorar la humanidad. La participación no es un valor en sí misma, ni siquiera un valor instrumental para lograr que los seres humanos, como un todo, sean más elevados y tengan más conciencia social. El objetivo de la democracia es tomar nota de los deseos de la gente como es, no contribuir a lo que podría ser o quizá deseara ser. La democracia es sencillamente un mecanismo de mercado: los votantes son los consumidores; los políticos son los empresarios. No es de sorprender que quien primero propuso este modelo fuera un economista que había trabajador toda su vida profesional con modelos de mercado”[7].
Para Macpherson este modelo es en cierta medida el reflejo de una época, esto es, de una sociedad occidental que ha hecho suyo el sistema económico que conocemos con el nombre de capitalismo de mercado. Es más, el autor señala que este modelo se presenta como una descripción, explicación, y a veces, como justificación del sistema político existente en las democracias occidentales*. Así, la dinámica política pasó a ser una imitación de la dinámica de la economía de mercado junto a muchos de sus componentes: oferta, demanda, equilibrio, incentivos, monopolio, oligopolio, maximización de utilidades, soberanía del consumidor, etc. Añade Macpherson que este modelo continuaría siendo el aceptado mientras las sociedades occidentales continuasen prefiriendo la abundancia por sobre la comunidad, y a su vez, mientras continuaran aceptando la retórica de la Guerra Fría de que la única alternativa a este “modelo n.3º” era el Estado totalitario. Lo que Macpherson hace es llevar a cabo una crítica de la democracia liberal con el objetivo de perfeccionarla y hacer de esta una democracia genuina. La razón de lo anterior consiste en que las democracias occidentales son democracias oligárquicas, es decir, que existen sólo unos pocos oferentes de mercaderías políticas y unos pocos partidos como opciones para los ciudadanos. Al respecto escribe el autor:
“Cuando hay tan pocos vendedores no necesitan responder, y no responden, a las demandas de los compradores igual que deben hacerlo en un sistema plenamente competitivo. Pueden fijar los precios y establecer la gama de mercaderías que se van a ofrecer. Además, en gran medida pueden crear ellos mismos la demanda. En un mercado oligopólico la demanda no es autónoma, no es un dato independiente”[8].
Para Macpherson, el sistema político de la década de los setenta no era una democracia participativa o era apenas participativo. Peor aún, el “modelo n.º3” se adapta sin problemas a una sociedad desigual de consumidores y apropiadores en conflicto. En esta democracia participativa no se trata únicamente de que todos los ciudadanos efectivamente participen, sino que también implica tener en consideración quiénformulará las preguntas, quién definirá los principales temas y problemas que deben abordarse y, además, cómo se responderá a estas preguntas que pueden requerir, en algunos casos, de la experticia y conocimientos técnicos de las personas. Además una democracia participativa requiere que los seres humanos se vean a sí mismos no como consumidores, sino que como personas que deben desarrollar sus capacidades y que gocen con el ejercicio de estas. Por último, añade Macpherson, para alcanzar una democracia participativa se requiere de una reducción de la desigualdad social y económica. El problema es quetal desigualdad es compatible e incluso requiere de un sistema no participativo, o lo que es lo mismo, del “modelo n.º3”. En palabras del canadiense: “Y mientras se acepte la desigualdad, también es probable que el sistema político no participativo sea el que sigan aceptando todos los miembros de las clases que prefieren la estabilidad a la perspectiva del derrumbamiento social”[9].
Pasemos a examinar a uno de los principales teóricos políticos de nuestro siglo, Robert A. Dahl (1915-2014), para quien la democracia es, tal como hemos insistido a lo largo de este escrito, un fenómeno relativamente nuevo, es decir, la democracia nació en Grecia para posteriormente desaparecer por un largo período de tiempo y luego resurgir bajo nuevos ropajes, distintos a los de aquellos de la Grecia antigua. Dahl es consciente que la democracia no es una panacea o remedio para todos los males políticos y sociales de nuestra época. Pero lo que sí cree el autor es que la democracia, en comparación con otras formas de gobierno, es la más deseable. Para el autor, la democracia hace referencia a gobiernos reales que satisfacen al menos cinco criterios.
En primer lugar, la participación efectiva, es decir, que todos los miembros deben poseer oportunidades iguales y efectivas para manifestar su opinión sobre como debe ser la política. En segundo lugar está la igualdad de voto, vale decir, que todos deben tener igual y efectiva oportunidad de votar y que, por lo demás, que cada voto tenga el mismo peso. En tercer lugar tenemos lo que Dahl denomina como “compresión ilustrada” de las políticas y acciones gubernamentales, esto es, que dentro de ciertos límites razonables, las personas puedan instruirse sobre las políticas alternativas relevantes y sus posibles consecuencias. Esta comprensión ilustrada va de la mano con la libertad de expresión, fuentes alternativas de información, así como la existencia de asociaciones independientes. En cuarto lugar tenemos el control efectivo de la agenda política por parte de la ciudadanía, y por último, la inclusión de los adultos. Un concepto importante que Dahl contribuyó a popularizar es el de poliarquía, que significa el “gobierno de los muchos”. Por democracia poliárquica Dahl entiende un sistema político dotado de seis instituciones democráticas que son las siguientes:
1-Cargos públicos electos.
2-Elecciones libres, imparciales y frecuentes.
3-Libertad de expresión.
4-Acceso a fuentes alternativas de información.
5-Autonomía de asociaciones.
6-Ciudadanía inclusiva.
Señalé más arriba que Dahl, a pesar de reconocer las imperfecciones del sistema democrático, por ejemplo, el de la tiranía de las mayorías o la perversión y distorsión misma de la democracia llevada a cabo por los políticos desde su interior, igualmente cree que la democracia es la forma de gobierno más deseable. Al respecto escribe el cientista político:
“…prácticamente toda ley o política pública, ya sea adoptada por una mayoría democrática, una minoría oligárquica o un dictador benigno, está llamada a provocar algún año a algunas personas. Dicho llanamente, la cuestión no es si un gobierno puede diseñar todas sus leyes de forma que ninguna de ellas lesione los intereses de algún ciudadano. Ningún gobierno, ni siquiera un gobierno democrático, puede estar a la altura de tal pretensión. La cuestión es si, a largo plazo, un proceso democrático tenderá a producir menos daños a los derechos e intereses de sus ciudadanos que cualquier otra alternativa no democrática. Aunque sólo sea porque los gobiernos democráticos impiden que lleguen a gobernar autocracias abusivas, satisfacen este requisito mejor que los gobiernos no democráticos”[10].
Así, Dahl enumera las siguientes consecuencias deseablesque produce la democracia:
1-Evita la tiranía.
2-Derechos esenciales.
3-Libertad general.
4-Autodeterminación.
5-Autonomía moral.
6-Desarrollo humano.
7-Protección de intereses personales esenciales.
8-Igualdad política.
Añade el autor otros dos puntos y es que las democracias modernas promuevenla búsqueda de la paz y estimulan la prosperidad. Teniendo en consideración algunos de estos puntos, tenemos que para Dahl la democracia no constituye únicamente un procedimiento de gobierno, ya que a su vez es también intrínsecamente un sistema de derechos. Ahora bien, a la luz de la experiencia histórica, hemos señalado que la democracia puede degenerar en gobiernos dictatoriales y totalitarios o simplemente puede ser rechazada a favor de otra clase de gobiernos. Teniendo presente lo anterior, Dahl identifica una serie de condiciones que favorecen y preservan las instituciones democráticas.
Comencemos por las condiciones que son “esenciales” para la democracia. En primer lugar señala que las instituciones democráticas tienen menor posibilidad de desarrollarse en un país sujeto a la intervención de otro Estado que se muestra hostil al gobierno democrático en aquel país. En segundo lugar es crucial que exista un control sobre el ejército y la policía. En tercer lugar es necesario la propagación de los valores democráticos y la cultura política. En cuanto a las condiciones favorables para la democracia tenemos dos: la economía de mercado y un débil pluralismo subcultural.
Dahl tambiéntoma en consideración los factores que explican la razón por la cual la democracia se ha extendido por todo el mundo. El primer factor se refiere a la erosión del peligro de intervención de potencias extranjeras hostiles a la democratización en otros países, tal como sucedió con los imperios coloniales, con la imposición de regimenes comunistas a lo largo del mundo e intervenciones de países democráticos en otros países, favoreciendo regímenes dictatoriales, como fue el caso del apoyo de Estados Unidos al régimen de Augusto Pinochet en Chile. A esto hay que añadir el consenso mundial a favor de la democratización y la libre determinación de los pueblos tal como lo establece el Artículo 1 de la Organización de las Naciones Unidas.
El segundo factor fue el desplome de las dictaduras militares y su pérdida de atractivo debido a que no eran capaces de enfrentar las exigencias de la sociedad moderna. Un tercer factor se refiere al desprestigio general de los autoritarismos y totalitarismos, independiente del espectro político, y de cualquier credo antidemocrático, tal como había acontecido en el período de entreguerras. Por último, Dahl destaca que las instituciones del capitalismo de mercado y su expansión a lo largo del orbe no sólo generó un mayor crecimiento económico y bienestar general, “sino que también alteró fundamentalmente la sociedad de cada país al crear una amplia e influyente clase media que simpatizaba con las ideas e instituciones democráticas”[11]. Podemos ver que Dahl no reduce la democracia a la democracia formal, a un mero procedimiento donde los ciudadanos votan cada cierto período de tiempo por personas que compiten por el poder político. En esta misma línea de pensamiento se sitúa el economista Amartya Sen, para quien la democracia es esencialmente razón pública y, por lo tanto, es algo que trasciende el énfasis que se pone en el aspecto procedimental-electoral. Escribe Sen:
“Los votos, por supuesto, tienen una función muy importante incluso para la expresión y la efectividad del proceso de razonamiento público, pero esto no es lo único que importa, pues se trata tan sólo de una parte – aunque muy relevante – de la forma en que la razón pública opera en una sociedad democrática. En efecto, la efectividad de los votos depende de manera decisiva de lo que se juega en las urnas, como la libertad de expresión, el acceso a la información y el derecho a disentir. Votar a secas puede ser en sí mismo completamente inadecuado, como lo muestran con elocuencia las insólitas victorias electorales de tiranías en ejercicio o regímenes autoritarios del pasado y del presente…”[12].
Por su parte, el filósofo de la ciencia y epistemólogo, profesor Frothingham de Lógica y Metafísica en la Universidad McGill, Mario Bunge, opina que la democracia política es necesaria pero insuficiente. En el caso de Estados Unidos los votos pueden ser comprados indirectamente, de manera que lo que existe en la práctica en Estados Unidos es lo que Sheldon Wolin bautizó como “Democracia S.A”. Bunge explica el influyente filósofo John Rawls no logró dar respuesta sobre cómo alcanzar el orden social justo, salvo que deberías ser una empresa a cargo de un Estado fuerte. Esto hace de la concepción de justicia social del filósofo estadounidense una de carácter apolítica y por ende, utópica. Lo anterior se explica debido a que Rawls presenta un liberalismo sin acción política, en otras palabras, pasa por alto temas que son medulares en la política: la lucha, los intereses, la participación y el gobierno.
Bunge agrega que Rawls además apela a ficciones innecesarias como el de contrato social, posición original, velo de ignorancia y elección racional. En suma, para Bunge, Rawls fracasó en su tentativa por insistir en el estatismo y excluir el autogobierno. En cuanto a la propuesta de Dahl, Bunge la considera más realista, pero es insuficiente por dos razones. En primer lugar se limita al aspecto contencioso de la política, pasando por alto el aspecto de la gobernanza. Lo anterior se traduce en que un gobierno podría ser elegido satisfaciendo la lista de condiciones de Dahl, pero este gobierno podría gobernar hasta las siguientes elecciones con pleno desinterés de la voluntad de la mayorías, es decir, de manera poco democrática. En segundo lugar, Bunge señala que existe otro aspecto ausente en la teoría de Dahl que es el de la agenda, esto es, el conjunto de temas que la ciudadanía debe debatir. La agenda termina por ser establecida por los partidos o los funcionarios estatales y no por la ciudadanía. Frente a esto, Bunge propone su concepción de democracia integral.
El filósofo distingue entre la democracia formal o débil, esto es, un mecanismo de consulta y arbitraje, yla democracia sustantiva o fuerte, que implica la participación, un aspecto que refuerza la cohesión social, fomenta la estabilidad y fortalece la democracia. Bunge critica el hecho de que la corriente dominante de la ciencia política sólo trate la democracia formal o débil, de manera que llega a calificar como democracias a gobiernos represivos que sirven a una pocas familias que gobiernan repúblicas bananeras. Por lo demás, se finge que los ciudadanos son todos políticamente iguales cuando en verdad la desigualdad de poder económico se traduce en una desigual influencia política. Bunge también critica la economía ortodoxa y el sistema capitalista tal como lo conocemos, que permite la existencia de una aristocracia económica. Bunge rechaza una serie de mitos que circulan en la ciencias sociales:
1-Sólo el crecimiento económico puede erradicar la pobreza.
2-El desarrollo económico engendra democracia.
3-El mercado es autocorrectivo.
4-Existe una tasa natural de desempleo, por debajo de la cual se desata la inflación.
5-Hay una negociación entre eficiencia e igualdad.
6-El bienestar induce a la igualdad.
7-El Estado de bienestar se encuentra en crisis.
8-La globalización beneficia a todo el mundo.
El filósofo propone el desarrollo de una democracia integral en donde la libertad no se fundamente en la riqueza y no esté limitada a la libertad de consumir en el mercado, y en donde el PIB no sea el único criterio para medir el progreso de las naciones. La democracia integral de Bunge implica el imperio conjunto de:
1-“la democracia ambiental: acceso igual, pero gestionado, a los recursos naturales y su aprovechamiento sostenible;
2-la democracia biológica: indiferente al género y al color;
3-la democracia económica: predominio de compañías autogestionadas (empresas familiares, cooperativas y organizaciones sin fines de lucro) en lugar de firmas de propiedad y administración de la riqueza o bien privadas o bien estatales;
4-la democracia cultural: igual acceso al patrimonio artístico, humanístico, científico y tecnológico;
5-la democracia política: libertad para elegir funcionarios públicos y presentarse como candidato a cargos públicos, así como la administración idónea, justa y honesta de los bienes comunes;
6-la democracia jurídica: isonomía efectiva (las mismas leyes para todos) y
7-la democracia global: «el respeto al principio de igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos» (Carta de Naciones Unidas, 1.2)”[13].
Algunas aclaraciones. La democracia ambiental no se limita a proteger el medioambiente, sino también al poder disfrutar de bienes básicos como el agua potable y el aire limpio, así como el derecho de todos, no sólo de algunos empresarios, a explotar las riquezas naturales. La democracia biológica incluye la igualdad de género y etnia, así como derechos territoriales por parte de pueblos originarios y a ser representados en el Congreso. La democracia económica se traduce, dentro de la teoría de Bunge, en la adopción del denominado “socialismo de mercado”, que consiste una economía en donde todas las empresas son gestionadas por los trabajadores. La democracia cultural incluye el derecho a la educación en tres niveles, la libertad para investigar y publicar y la propiedad pública de recursos culturales como laboratorios, museos, zoológicos, acuarios, bibliotecas, etc. Para medir la desarrollo de las sociedades Bunge propone un Índice de Desarrollo Humano (IDH) alternativo al postulado por las Naciones Unidas en 1989:
C = (1/5) (H + K + SE + D + S)
A los cinco indicadores de calidad de vida se les asigna el mismo peso, es decir, 1/5 en este caso. H es la esperanza de vida al nacer, K es la alfabetización de adultos y matricula escolar, SE es el índice de seguridad económica, D es el índice de desarrollo democrático (grado de participación e influencia tanto en la política como en la gobernanza) y S el índice de desarrollo ambiental sostenible. En cuanto a SE, el índice de seguridad económica, Bunge la define de la siguiente manera
SE = índice de PIB x Tasa de desempleo x (1 – Índice de Gini)
El índice de Gini va de 0 a 1 , que es la medida estándar de la desigualdad económica.
[1] Ibid., 358.
[2] Ibid., 363.
[3] Raymond Aron, Introducción a la filosofía política. Democracia y revolución (España: Editorial Paidós, 1999), 61.
[4] Ibid., 111.
[5] James M. Buchanan, Los límites de la libertad. Entre la anarquía y el Leviatán (España: Katz Editores, 2009), 235
[6] Alain Touraine, op. cit., 124.
[7] C. B. Macpherson, La democracia liberal y su época (España: Alianza Editorial), 2009), 104.
* Macpherson escribía dentro del contexto de la Guerra fría, su libro fue publicado en 1977.
[8] Ibid., 117.
[9] Ibid., 129.
[10] Robert A. Dahl, op. cit., 57.
[11] Ibid., 189.
[12] Amartya Sen, La idea de la justicia (Colombia: Taurus, 2009), 357.
[13] Mario Bunge, Filosofía política. Solidaridad, cooperación y democracia integral (España: Editorial Gedisa, 2009), 529.