La democracia en Chile: ¿un proyecto inconcluso?
El eminente historiador Marc Bloch escribió: “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero, no es, quizás, menos vano esforzarse por comprender el pasado si no se sabe nada del presente”. Eso es lo que se viene a la mente al leer el libro de Felipe Portales. Una vez que se comienza a leer este libro se entenderá claramente la evolución política, económica y social de nuestro país. Además no nos sorprenderemos de los escándalos de corrupción de los que hemos sido testigo a propósito de Penta, Caval y Soquimich. Es más, el lector se percatará que estas son viejas prácticas que sólo han cambiado de forma durante los años.
Desde el capítulo primero el autor nos habla del “origen traumático de la sociedad chilena”. Nuestra sociedad se erigió a partir de la conquista española y, junto a esta, la violencia, la represión, la violación, expropiación de tierras y exterminio masivo de la población indígena que vivía en lo que vendría a ser conocido posteriormente como “América”. El autor comienza su relato llevándonos a la “Guerra de Arauco” y las distintas estrategias empleadas por los españoles para someter al indómito pueblo al sur de la frontera del Biobío. También examina cómo se fueron desarrollando posteriormente las relaciones de poder en la nueva sociedad que se estaba formando. La conclusión de Portales es que esta nueva sociedad que iba tomando forma, iba a estar marcada por una contradicción entre teoría y práctica. Al respecto escribe el autor:
“De este modo, la cultura de la contradicción extrema y flagrante entre la teoría y la práctica, y particularmente en un país católico como Chile, entre la doctrina cristiana del amor fraternal y la práctica del autoritarismo, la explotación social, el racismo y el clasismo, iban a constituirse en un sello característico de nuestro ser nacional escindido y disociado. Un sello que, lamentablemente, nos ha marcado profundamente hasta el día de hoy”.
Sin rodeos y directo al grano, el autor pronuncia esta sentencia al final del capítulo primero. El clasismo, racismo, la discriminación y el “europeísmo” serán las características emblemáticas de la sociedad chilena naciente. En cuanto al proceso de Independencia, esta fue obra de una buena parte de la elite oligárquica criolla que se fue formando durante la Colonia (1598-1810) y que fue acaparando el poder político y económico (concentración de las tierras en manos de unos poco). De esta manera, el proyecto independentista fue un proyecto oligárquico que tenía como objetivo satisfacer los intereses de aquella elite en desmedro del “pueblo” o el “roto” chileno, que sólo fue utilizado y movilizado por los dos bandos en pugna, pero que no tuvo influencia alguna en la orientación del proceso independentista. Posteriormente en 1830, con la victoria de los pelucones en Lircay, se inicia lo que conocemos como la “República” Conservadora donde emergería la poderosa figura de Diego Portales quien sólo vino a continuar con el proyecto oligárquico. En cuanto a la Constitución de 1833 (tras otros ensayos constitucionales previos), Portales sólo la concebía como un instrumento más para consolidar el absolutismo gubernamental. El sociólogo afirma que el período que va de 1831 a 1861 estuvo marcado por la constante represión y por estar, al menos un tercio del período, bajo algún tipo de estado de excepción constitucional. En cuanto a los sectores no pertenecientes a la oligarquía, estuvieron excluidos de la participación política por medio del sufragio censitario. La “República Liberal” (1861-1891) estuvo marcada por el conflicto en torno a la influencia de la Iglesia en la sociedad, guerras civiles y el surgimiento de partidos políticos, de manera que la autocracia se fue debilitando progresivamente. Como resultado, la Iglesia Católica perdió gran parte de su influencia, se introdujeron reformas progresistas en materia de libertad de prensa, libertad de culto religioso, derechos de reunión y asociación, sufragio universal alfabeto masculino, etc. Interesante es el capítulo dedicado al “mito de Balmaceda y la contrarrevolución de 1891”. Portales cuestiona la historia oficial que nos presenta al Presidente Balmaceda (1886-1891) como el gran promotor de la nacionalización del salitre, defensor del cambio del modelo de desarrollo económico basado en la exportación de bienes primarios a uno fundamentado en la industrialización y como propulsor de medidas a favor de las clases populares. Así, Balmaceda se habría enemistado con la oligarquía política-económica. ¿Es cierta esta imagen que se nos ha presentado sobre la figura de José Manuel Balmaceda? Portales cuestiona esta interpretación y procede a desmontar los tres mitos en torno a la figura de Balmaceda: el mito nacionalista, el mito industrialista y el mito popular y revolucionario. Con la derrota del bando balmacedista se instaura la república oligárquica dominada por el “Parlamento” como reacción ante el sistema “cuasimonárquico anterior. En palabras de Portales:
“El Congreso y la elite de los diversos partidos oligárquicos se convirtieron en los detentores prácticamente exclusivos del poder. Así, en los marcos formales de una república con sufragio universal alfabeto masculino incluido, se desarrolló un régimen que de democrático sólo tenía el nombre; pero que logró abolir el absolutismo presidencial del siglo XIX”.
El régimen parlamentario se caracterizó por el mantenimiento de distintas formas los elementos autoritarios, clasistas y racistas. También se caracterizó por el fraude electoral, inmovilismo político y la corrupción, rasgos que no deben sorprendernos ni ser visto como fenómenos de otros tiempos, menos tras los casos de Soquimich, Penta y Caval. En aquellos primeros años del siglo XX teníamos a ilustres ministros y parlamentarios que a su vez eran abogados consultores de bancos y empresas. El gran magnate y “rey del salitre”, Thomas North, tenía como abogados a dos parlamentarios liberales: Julio Zegers y Adolfo Guerrero. El ocaso de la “República Oligárquica” y el agotamiento del modelo económico producto de los shocks provenientes desde el exterior, dieron inicio a un nuevo escenario político, con un nuevo candidato, con una nueva forma y estilo de hacer política, pero proveniente de la elite: Arturo Alessandri Palma. A Chile le quedaría varios años para consolidar el sistema democrático, ya que Alessandri también sería víctima de la ineficiencia del parlamento, lo que traería como consecuencia la intervención de los militares en escena para agilizar la legislación, especialmente en materia social. Todo esto lo desarrolla Portales en su segundo volumen que va de 1925 a 1938, período en que el país experimentaría una dictadura militar, un breve experimento socialista y el retorno de Arturo Alessandri al poder junto a su polémico ministro, Gustavo Ross.
En resumen, quien quiera leer una historia crítica de Chile que realmente arroje luz y ayude a comprender nuestra sociedad actúa, no debe dejar de leer este interesante libro.