La obsesión antiestadounidense (por Jan Doxrud)

La obsesión antiestadounidense

¿Por qué algunas personas odian a Estados Unidos? ¿Cuándo comenzó este odio? ¿Es acaso un fenómeno espontáneo o fruto de de una tradición acumulativa? ¿El odio hacia Estados Unidos ha obedecido siempre a las mismas razones a lo largo del tiempo? ¿Por qué ciertas personas parecen tener una fijación obsesiva por esta nación y tienden a ignorar las aberraciones cometidas por otras naciones? Se ha escrito mucho respecto a este tema y lo que escribo a continuación es sólo un mero resumen sobre un debate que es más amplio.

Tenemos un hecho concreto y es que Estados Unidos fue en el pasado, lo es hoy y lo será en el futuro objeto de odio. Este objeto de odio se ha transformado para muchos intelectuales monotemáticos (que han convertido a EEUU en su obsesión y blanco único y exclusivo de sus críticas) en una obsesión, un buen negocio y una generosa fuente de ingresos. El intelectual francés Jean Francoise Revel llegó a afirmar que si se eliminase el antiamericanismo, no quedaría nada del pensamiento político francés, ni en la izquierda ni en la derecha. 

Las razones del anti-norteamericanismo (“Ant-Americanism”) son de diversa índole y han invocado distintas razones, donde Estados Unidos = degeneración cultural y racial = capitalismo rapaz = "katestrophenhaft" o el lugar de la catástrofe como afirmó Martin Heidegger.  El intelectual europeo mira con desdén la cultura superficial y materialista norteamericana. El ecologista radical o aquel perteneciente a algún grupo anti-globalización verá a Estados Unidos como la quintaesencia o la encarnación misma del capitalismo explotador de la naturaleza y de un neoliberalismo salvaje y opresor. Un musulmán con la mentalidad de un Ruhollah Jomeini condenará los perversos valores y la moral de la sociedad norteamericana. Aquel comunista que quedó huérfano de discurso o narrativa ideológica tras la caída del muro de Berlín continuará criticando a Estados Unidos en nombre de algún nuevo grupo explotado que pueda instrumentalizar para su causa, como pueden ser los palestinos. Mientras guardaba silencio e incluso justificaba la existencia del muro en Berlín, ahora el viejo comunista protesta contra el “nuevo muro” israelí. Otros odian a Estados Unidos por su estrecha alianza con Israel. También algunos critican a Estados Unidos por su estrecha alianza con la monarquía saudita. Otros muchos odian a Estados Unidos por todo lo que representa: consumismo, superficialidad, materialismo, individualismo, mercado, competencia, frivolidad, hedonismo, etc. Estados Unidos ha sido odiado también por ser considerado como una potencia imperialista (los romanos, persas, e ingleses no escaparon a esta clase de odios cuando fueron grandes imperios) y el protagonismo que cobró a partir del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Países de Europa, del Caribe, de América central y sur, países pertenecientes al mundo islámico, todos han tenido razones para odiar a Estados Unidos.

                                                                      &nbs…

                                                                             Mural (Irán)

Dentro de esta cantidad de acusaciones que pesan sobre EEUU ciertamente hay mucho de verdad, eso está fuera de la discusión. Estados Unidos ha desestabilizado gobiernos, ha llevado a cabo (y continúa haciéndolo) guerras ilegales, ha establecido recintos penitenciarios ilegales, ha lanzado bombas atómicas contra población civil  inocentes, utiliza drones y realiza ataques ilegales en países donde muchas veces mueren inocentes. ¿Pero acaso Rusia no ha realizado guerras sucias e ilegales tal como lo hizo contra los chechenos y más recientemente en Ucrania? ¿Acaso China no continúa en la actualidad reprimiendo a los disidentes tibetanos? Veíamos en el pasado a un Hugo Chávez despotricando palabras contra George W. Bush, pero a su vez entregaba la espada de Bolívar al excéntrico dictador y asesino libio Gadafi (recordemos las palabras de Chávez: "Los que es Bolívar para nosotros, Gadafi lo es para Libia"). Por lo tanto este artículo no apunta ha a realizar una apología de EEUU por medio de una "teoría del empate", sino que llamar la atención sobre la inconsecuencia e inconsistencia que existe entre el discurso y las prácticas de líderes políticos, intelectuales y activistas.

Pero en la postura antinorteamericana hay que establece matices.  Hay que tener en consideración, y en esto la comunidad internacional debe ser menos hipócrita, que lo que hace Estados Unidos, como por ejemplo el espionaje, no es algo característico y exclusivo de esta nación. Además este país ha sido fundamental a la hora de definir conflictos claves como la Segunda Guerra Mundial contra el nacionalsocialismo y en mantener a raya las ambiciones imperialistas del comunismo. El hecho es que mucho de lo que ha hecho Estados Unidos lo han hecho otros países, con lo cual no se pretende justificar tales acciones, pero sí terminar con la hipocresía de líderes políticos, intelectuales y activistas que sólo son capaces de ver los crímenes y excesos de Estados Unidos. En el caso de intelectuales y activistas, parece ser que sus apasionadas protestas, movilizaciones y discursos sólo se activan apasionadamente cuando se trata de conflictos donde EEUU esté involucrado.

El lector y quien escribe podrá criticar la política exterior de Estados Unidos y todos los aspectos negativos de la sociedad norteamericana, pero el hecho es que el grado de libertad que en ese país se vive es mayor que en países tales como Irán, Pakistán, Arabia Saudita, Iran, Bangladesh, India, China, Cuba, Corea del norte o Venezuela. No hay lapidaciones a homosexuales, hay libertad de criticar otra postura política y a otras religiones sin temer que la vida o libertad de la persona esté en peligro. Hay libertad de prensa y, sí, es cierto, puede ser que la prensa esté controlada por las elites económicas, pero sacar de ese hecho la conclusión de que la libertad de prensa en Estados Unidos es igual a la de Cuba o la de Corea del Norte es simplemente estar ciego ante los hechos.

¿Qué sucedería si los activistas antinorteamericanos se enterasen que el gobierno norteamericano condenó a un ciudadano a 1.000 latigazos y 10 años de prisión por defender el laicismo y la secularización? Eso es lo que sucede en Arabia Saudita con Raif Badawi. ¿Cómo reaccionaría los activistas antiestadounidenses si se enterarán que un juez norteamericano dictaminó que una persona gay fuese condenado a la horca por su condición sexual? Eso sucede en Irán como fue el caso de Abdullah Ghavami Chahzanjiru y Salman Ghanbari Chahzanjiri (entre otros muchos). ¿Imagine el lector qué sucedería si Estados Unidos prohibiera manejar a la mujeres? Eso sucede en Arabia Saudita. ¿Cómo reaccionarían los apasionados antonorteamericanos si el Presidente Obama apoyara la detención del alcalde de California y al opositor Ron Paul y los encerrara en la cárcel por sospechas sobre un presunto “golpe” o “conspiración”? Ron Paul ha atacado públicamente a la FED y aboga para que esta alguna vez sea abolida, ¿no sería eso atentar contra la seguridad económica del país? Bueno, eso sucede ahora en Venezuela

El punto de lo anterior no es defender ni exculpar al Estado norteamericano, ni hacer una apología o hagiografía de esta nación, ya que es bien conocida la historia “oscura de este país”, pero también la de los demás países. El punto es llamar la atención sobre aquellas personas que tan apasionadamente denuncian a este país, sus excesos y abusos, y que de una vez por todas sean consecuentes con sus ideas y critiquen a todos aquellos países, con igual pasión y fuerza, que cometan violaciones a los derechos humanos. En otras palabras, está muy bien que usted proteste por las condiciones en que viven los palestinos, sobre eso no hay nada que discutir. La pregunta es: ¿condena usted con la misma fuerza y pasión otros hechos similares, como por ejemplo, la masacre en Baga (Nigeria) por Boko Harám o la masacre de yazidíes por los asesinos del Estado Islámico o sólo condena aquellos conflictos donde esté involucrado Israel y Estados Unidos?

Un personaje como Noam Chomsky ha podido criticar por años a su país y a sus políticos, y defender, durante la guerra Fría, regímenes como el camboyano, vietnamita, chino y de países de Europa del este. Sucede que sería inconcebible la existencia de un Noam Chomsky en Irán, en Arabia Saudita, en la Cambodia de los Jemeres Rojos, en la Rumania de Ceaucescu o en la cleptocracia cubana de los hermanos Castro. Chomsky podrá criticar la política exterior norteamericana, el espionaje a la población y la manipulación de los medios de comunicación, pero él es libre de escribir lo que quiera sin que su vida peligre, puede dar conferencias y mantener su puesto como profesor en el MIT.

La construcción de un estereotipo

“Estados Unidos” y “norteamericano” se han transformado en estereotipos. La palabra estereotipo vendrían a significar desde el punto de vista etimológico algo así como “molde duro”. Un estereotipo es un conjunto de creencias fijas que se tiene sobre algo o alguien. Esto se traduce en una representación  inalterable en el tiempo y que es compartido por una gran número de personas. Así tenemos el tristemente célebre estereotipo del “judío errante”, sinónimo de avaricia, materialismo, apátrida y conspiración. Pero tenemos que, al igual como sucede con Estados Unidos, el judío pasó a ser algo abstracto, una fuerza que lo permeaba todo y que estaba constantemente conspirando, de manera que el judío fue descorporizado y deshumanizado, era una fuera maligna. El capitalismo también se ha transformado en un estereotipo más y lo mismo sucede con Estados Unidos. Los estereotipos son moldes rígidos que simplifican groseramente términos o conceptos, de manera que los estereotipos son más bien representaciones distorsionadas de conceptos (los inmigrantes roban puestos de trabajo a los nacionales) que puede ser potencialmente muy peligrosos en la práctica, tal como sucedió con el genocidio nacionalsocialista contra la población judía.

El mito de la conspiración mundial Judía y el libelo creado por la Rusia zarista titulado "Los Protocolos de los Sabios de Sión", utilizado por los nazis y en la actualidad por grupos islámicos como Hamás.

El mito de la conspiración mundial Judía y el libelo creado por la Rusia zarista titulado "Los Protocolos de los Sabios de Sión", utilizado por los nazis y en la actualidad por grupos islámicos como Hamás.

Hay que decir que el discurso antiestadounidense tiene una historia y ha mutado a lo largo del tiempo. El académico de la Universidad de Stanford, Josef Joffe, destaca cinco aspectos del anti-norteamericanismo. El primero es que existe operación de reducir a los “Americanos” a meros estereotipos. En segundo lugar se fomenta la imagen de que Estados Unidos tiene una naturaleza irremediablemente maligna. En tercer lugar, se atribuye a Estados Unidos un vasto poder de conspiración que apunta a dominar de manera absoluta el mundo. En cuarto lugar, se establece que Estados Unidos es el responsable por todos los males del mundo. En quinto y último lugar, se busca limitar el poderío de Estados Unidos ya sea destruyéndolo o cortando todo lazo con sus productos y prácticas típicamente norteamericanas. Por su parte, el intelectual francés Jean Francoise Revel señalaba que el anti-norteamericanismo era el resultado del sentimiento anticapitalista, sistema económico vinculado estrechamente con esta nación.

El punto es que el odio a Estados Unidos va más allá del clásico odio que todos los imperios existentes han experimentado a lo largo de la historia. Existe también una construcción filosófica-discursiva en torno a Estados Unidos y a lo que esta nación representa: una suerte de mal abstracto que todo lo penetra, de ahí que se hable de la “americanización” (contaminación) de una cultura, como algo negativo y que hay que evitar. El sociólogo Paul Hollander ha estudiado minuciosamente este tema. Destaca algunas figuras que han participado en esta construcción discursiva sobre Estados Unidos. El poeta austriaco Nicolas Lenau (1802-1850) utilizó el concepto de “Bodenlosigkeit” (“sin raíces”) para referirse a Estados Unidos. Escribió Lenau: “Con el término “Bodenlosigkeit (“sin raíces”) pienso que soy capaz de indicar el carácter general de todas las instituciones norteamericanas…El americano no sabe nada, no busca sino dinero, no tiene ideas”. Así, para Lenau, lo “estadounidense (americanismo) era sinónimo de materialismo, superficialidad (carente de raíces) y frivolidad, en contraposición a la profundidad que representaba la cultura europea. Otro autor es el poeta y ensayista alemán Heinrich Heine (1797-1756). Este autor escribió pasajes donde se refería a América como “esa gigante prisión de libertad…” en donde “la más extensa de todas las tiranías, la de las masas, ejercita su cruda autoridad”. En otro pasaje se puede leer: “Algunas veces piensozarpar para Américaesa pajarera de la libertadhabitada por brutos que viven en igualdad”. Por ende, para Heine Estados Unidos es sinónimo de tiranía de las masas ignorantes. Por su parte, el historiador alemán Arthur Moeller van den Bruck (1876-1925), en un libro titulado “El derecho de las Naciones Jóvenes”, presentó un escenario en donde prevalecían dos potencias que él rechazaba: Unión Soviética y Estados Unidos. Pero estaba Alemania que el autor la presenta como una alternativa  a estas dos opciones ideológicas, ya que el pueblo  alemán y su cultura era superior a las demás. En su libro sobresale además su antiimperialismo y su rechazo de la civilización occidental por su materialismo y consumismo. Interesante es el concepto de “americanización” que ocupa este autor. Para van den Bruck la americanización marca "el paso decisivo por el que pasamos de una dependencia de la tierra a una utilización de la tierra, el paso que mecaniza y electrifica el material inanimado y convierte los elementos del mundo en agencias del uso humano". De acuerdo al novelista y dramaturgo francés Henry de Montherlant (1895-1972) Estados Unidos era una nación que lograba “bajar la inteligencia, la moral, la calidad humana en casi toda la superficie del planeta…Acuso a Estados Unidos de vivir  en un permanente estado de crimen contra la humanidad". Incluso los nacionalsocialistas utilizaron la propaganda para destacar todos los males de Estados Unidos por medio de la figura del “Liberator” donde se destaca el racismo (capucha del Ku Klux Klan), violencia (guante de box), gangsterismo (ametralladora), decadencia cultural (pareja bailando jitterbug en una jaula), la influencia judía, el materialismo (dinero), la laxitud de la mujer (ver pierna derecha de la imagen).

El prestigioso e influyente pensador alemán Martin Heidegger, autor de Ser y Tiempo, también tuvo algo que decir sobre el tema en cuestión. De acuerdo a Heidegger, Europa yacía  cogida en un gran tenaza, apretada entre Rusia en un lado y Estados Unidos en el otro. Añadía el oscuro pensador que desde un punto de vista metafísico, Rusia y Estados Unidos eran lo mismo, es decir, poseían  el mismo triste frenesí tecnológico y la misma organización irrestricta del hombre promedio. El intelectual marxista, que luego se convirtió al catolicismo para finalmente abrazar el Islam, me refiero a Roger Garaudy (1913-2012), explica de la siguiente manera el concepto de anti-norteamericanismo:

El antinorteamericanismo no es una expresión de nacionalismo ni de racismo, ni propugna la exclusión de sus semejantes, o de un pueblo. Es la lucha contra un sistema, contra una concepción del hombre y de un modo de vida. Históricamente, este sistema, nació en el continente que hoy en día trata de imponerlo a todo el mundo, valiéndose del poder de las oligarquías políticas, financieras y militares, que dirigen Estados Unidos. Pueden hacerlo, puesto que cuentan con la complicidad y el servilismo de los dirigentes de muchos países…Tenemos que combatir la ideología norteamericana en todas partes. A veces hasta en nosotros mismos, puesto que este sistema, como lo demostraremos, si finalmente triunfara, nos conduciría al suicidio planetario, al fin del hombre, es decir, al fin de la incesante búsqueda del sentido humano y divino de la vida y de nuestra historia común”.

Hay razones para criticar a la nación norteamericana, pero la verdad es que desde hace tiempo ha habido una construcción discursiva que ha construido una imagen particular de esta nación, similar al fenómeno del “judío errante” y, como tal, se ha convertido en una pasión y obsesión irracional de políticos, movimientos civiles e intelectuales preferentemente (aunque no exclusivamente) de izquierda. Como el judío errante, Estados Unidos también se ha transformado en uno de los chivos expiatorios favoritos, especialmente de los gobiernos populistas latinoamericanos, que por la prensa dan rienda suelta a un discurso antinorteamericano anacrónico pero fuera de cámaras las relaciones comerciales con el país fluyen sin problemas. Hay que tomar distancia de los estereotipos y simplificaciones, así como de las explicaciones monocausales sobre los fenómenos que ocurren en el mundo, donde todos los males de este siempre finalmente se reducen a una causa: Estados Unidos.

Anexo: Datos (pewglobal.com)