3/5-Arthur Schopenhauer: su filosofía (la Voluntad) (por Jan Doxrud)

3/5-Arthur Schopenhauer (por Jan Doxrud)

En resumen, tenemos una existencia subjetiva y otra objetiva, en donde la primera se nos da de manera inmediata y la segunda mediatamente. En nuestro cerebro se abstraen conceptos universales a partir de las representaciones intuitivas. Los conceptos tienen su credencial de existencia en la representación intuitiva que, como señala Schopenhauer, es el conocimiento originario, lo que realmente importa. Cuando se aborde el tema de la voluntad veremos la relevancia de la intuición por sobre el pensar. Tenemos conceptos que remiten directamente al conocimiento intuitivo y que Schopenhauer denomina como “concretos”,  y otros que lo hacen de manera indirecta por medio de uno o varios concretos. A estos  el autor los denomina abstractos.

Los conceptos, como representaciones abstractas, contraintuitivas e indeterminadas, tienen un entorno o “esfera de acción”. Las esferas de un concepto puede tener algo en común con la esfera de otro concepto y cuando los conceptos son distintos, “aquel o o al menos unos de los dos tiene algo que no tiene el otro; en esta relación se halla todo sujeto con su predicado”[1]. Reconocer esta relación, dice Schopenhauer, se denomina juzgar. El filósofo, por medio de círculos (diagramas de Venn), muestra las diversas relaciones entre conceptos. Las esferas de dos conceptos son enteramente iguales como el de “vertebrado” y “sangre roja”, tratándose en este caso de conceptos intercambiables.

En segundo lugar, señala que la esfera de un concepto incluye por completo la de algún otro como, por ejemplo, la esfera “animal” incluye la de “caballo”. En tercer lugar, tenemos que una esfera incluye dos o más que se excluyen y al mismo tiempo colman la esfera como el de ángulo agudo, ángulo obtuso y ángulo recto. En cuarto lugar, dos esferas incluyen cada cual una parte de la otra, como la esfera “flor” con la esfera “roja”. Por último, dos esferas están en una tercera que sin embargo no colman, como es el caso de la gran esfera “materia” que contiene a dos esferas pequeñas: la de “agua” y “tierra”.

En la obra de Schopenhauer están ilustradas estas cinco relaciones entre conceptos y escribió al respecto: “La presentación de tales esferas mediante figuras espaciales es una idea muy feliz”. Fue el matemático y físico suizo, Leonhard Euler (1707-1783) el primero en utilizar los círculos para representar conjuntos y sus relaciones.

El mundo como voluntad

Ahora se esclarece paulatinamente el título de la principal obra de Schopenhauer: El mundo como voluntady representación. Si el mundo como representación es el mundo fenoménico, entonces el mundo como voluntad es el mundo real, la cosa en sí de Kant. Para Schopenhauer hay un doble aspecto en el ser, por un lado es un organismo biológico intuido por nosotros y también por los demás. Por otro lado el ser humano intuye la voluntad, necesidades, impulsos que apuntan a conservar la vida. La Voluntad es la única realidad del mundo, como dice él, la verdad filosófica por excelencia.

Esta Voluntad se manifiesta en diversos grados que van desde los seres inorgánicos, plantas, animales hasta el ser humano. Es en la Voluntad donde hay que buscar la realidad última, la realidad de cualquier ser. La Voluntad como fuerza impersonal, ciega, está más allá de las formas de espacio, tiempo y causalidad, ya que estas tres operan en el mundo fenoménico, por ende, en el mundo de la pluralidad y las apariencias.

Esta Voluntad, como cosa en sí, no consiste en algo divino. De esta manera Schopenhauer no construye su filosofía sobre la base de una creencia en un Dios personal, no propone una filosofía teísta, sino que postula esta Voluntad que, en el mundo fenoménico, se fragmenta en voluntades particulares. El interminable querer del hombre lo lleva a un estado de eterno sufrimiento, el querer implica una carencia y al momento de que se satisface un deseo, inmediatamente comienza otro y así sucesivamente. Tenemos entonces que  Schopenhauer se jacta haber encontrado la cosa en sí de Kant.

Tenemos la dualidad entre sujeto y objeto, la existencia subjetiva que se nos da inmediatamente o ser para sí, y la existencia objetiva o ser para otro, la consciencia del propio yo y la consciencia de las cosas que nos rodean. Como escribió nuestro autor, Locke había negado a los sentidos el conocimiento de las cosas como son en sí, de la sustancia, y Kant, le negó al entendimiento el conocimiento de la cosa en sí. Así, escribe Schopenhauer:

“Ambos llevan razón y resulta evidente la contradicción implícita en afirmar que una cosa pueda ser conocida según lo que es en sí y para sí, es decir, al margen del conocimiento. Pues como ya se ha dicho todo conocer es esencialmente un representar, pero mi representar, justamente por ser mío, nunca puede identificarse con la esencia en sí de la cosa fuera de mí. El en-sí y para-sí de cualquier cosa ha de ser necesariamente algo subjetivo…”[2].  

Novela

La realidad como es en sí, por tanto, nos queda oculta, fuera del alcance de nuestra capacidad cognoscitiva, queda velada, por lo que el trabajo es el de quitar los velos que ocultan la cosa en sí, pero no con el instrumento del entendimiento, ya que la cosa en sí está más allá de las formas a priori de la sensibilidad. Nuestra capacidad cognoscitiva es la que nos aleja de la realidad como es en sí y la cubrimos con el velo de la ilusión, y tomando tal ilusión como lo real. La frase clave de Schopenhauer (y que implica la superación de la filosofía kantiana) es cuando escribe que somos nosotros la cosa en sí. La cosa en sí no puede conocerse como objeto ya que lo es representación cerebral, por lo que la cosa en sí llega a nuestra consciencia de un modo inmediato, “haciéndose consciente de sí misma”.

Todos los conceptos que no tengan como fundamento una intuición de espacio y tiempo son vacías, por lo que no nos proporcionan conocimiento (la intuición nos proporcionan los fenómenos). Debemos preguntarnos ahora: ¿todo tipo de conocimiento está destinado al fracaso de conocer la cosa en sí? Para Schopenhauer hay una forma de conocimiento que constituye la excepción y este es el conocimiento que cada cual tiene de su propio querer, que no es un conocimiento que está vacío ni tampoco es intuición, sino que es un conocimiento a posteriori, tal como podemos leer en el volumen 2 :

“En realidad nuestro querer es la única oportunidad que tenemos para comprender al mismo tiempo desde su interior un proceso que se presenta externamente, o sea, es lo único que nos es inmediatamente conocido y no, como todo lo demás, meramente dado en la representación. Aquí está el único dato válido para convertirse en clave de todo lo demás…”.

El punto de partida para Schopenhauer, sorpresivamente para aquella época y para la historia de la filosofía occidental, no va a ser la razón, sino que la voluntad. De acuerdo con él, el ser humano debe comprender la naturaleza a partir de sí mismo, a través de la percepción interna que tiene de su propia voluntad. ¿A qué se refiere Schopenhauer cuando habla de voluntad?

“No (es) sólo el querer, y el decidir en sentido estricto, sino también todo anhelar, desear, regir, esperar, temer, amar, odiar, en suma, todo lo que constituye inmediatamente el provecho el malestar propios, el placer y el displacer, es tan sólo afección de la voluntad, es agitación, modificación del querer y el no querer, es aquello que cuando obra hacia el exterior se presenta propiamente como acto de la voluntad”[3].  

Ahora bien, esta percepción interna no proporciona al ser humano un conocimiento exhaustivo de la cosa en sí, ya que “en el conocimiento interno también tiene lugar una diferencia entre el ser en sí de su objeto y la percepción del mismo en el sujeto cognoscente”[4]. Aún en la autoconsciencia del yo existe una escisión entre el intelecto que conoce y la voluntad que es conocida. La consciencia es siempre consciencia de algo ya que, de no ser así, no habría autoconciencia señala Schopenhauer. A pesar de lo anterior, este conocimiento interno carece de formas inherentes al conocimiento externo, dos formas a priori de la sensibilidad: el espacio y la causalidad.

Schopenhauer señala que ya se ha quitado un velo a la cosa en si, como si la realidad se tratase de una cebolla a la cual hay que quitarle las capas para llegar al noúmeno. De esta manera, “el acto de la  voluntad es sólo el fenómeno más próximo y nítido de la cosa en sí…En este sentido mantengo que la esencia interior de cada cosa es voluntad y llamo voluntad a la cosa en sí”[5]. El filósofo alemán creyó haber modificado la doctrina kantiana de la incognoscibilidad de la cosa en sí, quedando reemplazada por el más próximo de sus fenómenos,

“cuya inmediatez le diferencia radicalmente de todos los demás, habiendo de retrotraerse todo el mundo de los fenómenos a este fenómeno en el que la cosa en sí se presenta con su velo más transparente y sólo sigue siendo fenómeno en cuanto mi intelecto, lo único capaz de conocer, siempre se distingue del yo volitivo y tampoco se despoja de la forma cognoscitiva del tiempo incluso en la percepción interna”[6].

 Como señalé anteriormente, la innovación filosófica de Schopenhauer fue la de fundamentar su sistema en la voluntad y no tanto en  la razón. Esto es algo que él mismo reconoce y critica a los filósofos que lo han precedido por colocar “la auténtica esencia o el núcleo del hombre en la consciencia cognoscitiva y conforme a ello el yo, o su hipóstasis trascendente que muchos llaman alma es concebido ante todo y esencialmente como cognoscitivo, como pensante, con lo que a consecuencia de ello sólo es presentado de un modo secundario y derivado como volitivo”[7].

Schopenmhauer aboga por aniquilar este antiquísimo error en el que todos los filósofos han errado y proceder a invertirlo. Este error se explica, en parte, por los intentos de los filósofos cristianos de establecer la razón como límite entre el ser humano y los animales. El intelecto era la barrera infranqueable entre estas dos especies, siendo el querer una mera función del intelecto. Schopenhauer rechaza el concepto de alma como unidad indivisible del conocimiento y con su habitual ironía escribió:

“Así pues, ese concepto no debe aparecer más en la filosofía, sino que debe ser relegado a los médicos y fisiólogos alemanes, que en cuanto dejan el bisturí y la espátula se ponen a filosofar con los conceptos recibidos en la primera comunión”[8].

En la autoconciencia, la consciencia (subordinada al cerebro) no es lo primario, sino que es accesorio. El autor escribe, con cierta soberbia, que su filosofía es la primera en anunciarlo, “al ser la primera que coloca la auténtica esencia del hombre no en la consciencia, sino en la voluntad, que no está ligada con la consciencia…”[9]. Schopenhauer dice que la relación de la consciencia con la voluntad es como la de la sustancia con el accidente, “como la cuerda con la caja de resonancia también escribió. La voluntad es lo primario e imperecedero y, a diferencia del cerebro y la consciencia que desaparecen con la muerte, la voluntad constituye nuestro núcleo es indestructible.

La voluntad es el camino que nos abre desde dentro un corredor subterráneo y nuestro filósofo lo compara con la entrada secreta a una fortaleza que resultaba imposible vencer desde el exterior. Recurramos a otra analogía de Schopenhauer, la de la planta, para entender la importancia que asigna a la consciencia y la voluntad en la autoconciencia. Escribe el autor:

 “También podemos considerar a la planta como símbolo de la consciencia. Como es sabido, esta tiene dos polos, la raíz y la corona: aquella tiende hacia la oscuridad, la humedad y el frescor, mientras ésta busca la claridad, la sequedad y el calor; el rizoma, a ras de tierra, es el punto de indiferencia donde se partan. La raíz es lo esencial, lo originario, lo perenne, lo primario, cuya necrosis arrastra tras de sí a la corona; en cambio la corona es lo ostensible, lo originado, lo perecedero, lo secundario, que sin la raíz, muere”[10].

De esta manera la corona o copa de la planta es la razón, representa el sujeto racional cartesiano, mientras que en la raíz se encuentra la voluntad, pero esta voluntad está en la oscuridad, siendo una voluntad que se mueve por otros caminos o mejor dicho, donde no hay caminos, donde esos caminos se van construyendo, donde no hay nada dado sino que hay que descifrarlo todo: “La voluntad como cosa en sí, constituye la verdadera e indestructible esencia íntima del hombre: pero en sí misma es inconsciente.”

Aquí tenemos a Schopenhauer como antecesor de Sigmund Freud, ejerciendo una influencia  que Freud reconoció, aunque con cierta distancia como veremos más adelante.  En otra parte de su segundo volumen escribe el filósofo:

“La voluntad está a oscuras en el mundo externo donde están sus objetos y alborota como un preso contra las paredes y los barrotes de su calabozo. Paulatinamente se hace la luz: de inmediato se dan los rasgos del querer humano y al mismo tiempo se pone de manifiesto su modificación individual presente aquí”[11].  

El hombre es movido por fuerzas ciegas que se le escapan completamente a su conocimiento. Recordemos que la voluntad es esperar, temer, amar, odiar, es decir la vida interior del ser humano, sus motivaciones, acciones, decisiones que no responden a razones conscientes como se creía desde Descartes. Ese espacio oscuro, críptico, será en el futuro, el objeto del psicoanálisis, que se ocupará en descifrar esta nueva área que Schopenhauer abre y la aborda desde el punto de vista filosófico.

Esta voluntad no proviene del conocimiento ni tampoco es una modificación de este, algo secundario, deducido y condicionado por el cerebro (como es el caso del conocimiento). La voluntad es anterior al conocimiento. Para entender la metafísica de Schopenhauer hay que, por una parte, concebir la voluntad como el núcleo de nuestro ser, “la fuerza originaria que crea y conserva el cuerpo animal, en cuanto ejecuta sus funciones inconscientes tan bien como las conscientes…”[12]. Por otra parte, la voluntad es el fundamento de todas las fuerzas inorgánicas de la naturaleza, “actúa en sus múltiples fenómenos, confiere poder a sus leyes y se da a conocer como gravedad en la masa más tosca…”.

¿Qué se puede decir de la consciencia? Para Schopenhauer, la consciencia es una propiedad de los seres animales, de manera que hay que pensarla como consciencia animal. Sin importar la diferencia entre los distintos animales humanos y no humanos, existe algo en común que es el “querer”, “apetecer” y “desear”. El animal quiere, es voluntad de existir, de propagar su especie, de tener bienestar. Estos son inherentes, constituyen la base de la consciencia:

 “El abismo entre nosotros y ellos se origina única y exclusivamente por la diversidad del intelecto. Acaso entre un animal muy astuto y un hombre muy limitado no haya tanta diferencia como entre un idiota y un genio…”[13].  

Siendo la voluntad lo sustancial en todos los animales, el intelecto es lo accesorio y está al servicio de la voluntad, y el grado de exigencia de tal servicio, dice Schopenhauer, hace que el instrumento sea más o menos perfecto y complejo. De esta manera se entiende el primado de la voluntad en la autoconciencia.

¿En qué descansa la identidad de la persona?, se pregunta el filósofo de la voluntad. El yo no es la materia ni tampoco forma, ya que la primera se renueva cada año y la segunda cambia en su conjunto y en todas sus partes. ¿Existe algo que permanece a la largo del tiempo? Schopenhauer rompe con la tradición filosófica al rechazar la idea de que la identidad de la persona descansa sobre la consciencia. En palabras del filósofo:

“…estamos acostumbrados a considerar como nuestro auténtico yo al sujeto del conocer, al yo cognoscitivo, que se cansa al atardecer y desaparece mientras dormimos, para brillar con renovadas fuerzas por la mañana…Nuestro verdadero yo, el núcleo de nuestro ser, es lo que se halla tras ello y no conoce propiamente nada salvo el querer y el no querer, el estar satisfecho o insatisfecho…”[14].  La identidad de la persona descansa sobre la voluntad o, como escribió Schopenhauer: “El hombre se halla en el corazón, no en la cabeza”.

Otro tema interesante en el pensamiento de nuestro autor es el tema del sueño. Para él es la demostración del carácter secundario del pensamiento y que, por tanto, los seres humanos estamos lejos de definirnos como seres conscientes. La consciencia, como lo plantea la famosa analogía, es la punta del iceberg. El corazón jamás se detiene, ya que es la expresión originaria de la voluntad:. “Sólo el cerebro, y con él, el conocer, descansa por completo en el sueño profundo”[15].

La voluntad es lo infatigable, inmutable e indestructible, pero ¿no depende a su vez la voluntad del ser que quiere o que desea? ¿Existe la voluntad como una fuerza independiente, existente por sí misma y que se manifiesta en el mundo a través de sus fenómenos, desde seres animales hasta sistemas galácticos? ¿No podríamos decir que existe más bien una relación de interdependencia y que la voluntad precisa del mundo fenoménico para manifestarse y que sin este no existe? Schopenhauer se pregunta: ¿puede haber digestión sin estómago? o planteando la pregunta en términos contemporáneos, ¿existe la mente sin el cerebro?

Schopenhauer creyó haber despejado la cosa en sí kantiana. Para él no existía una cosa en sí en plural, y aquello que subyace al mundo fenoménico es Unidad, de manera que la multiplicidad se da solo en el mundo de los fenómenos bajo las formas a priori de la sensibilidad. La voluntad humana pertenece a un amplio espectro que abarca la voluntad en sentido general. Esta “Voluntad” abarca, además de las voliciones humanas, los apetitos animales, las fuerzas que mueven a nuestro planeta, las fuerzas que rigen el universo, las galaxias, es una Voluntad cósmica que lo abarca todo, anima al conjunto de la naturaleza. Schopenhauer escoge el término voluntad y no fuerza, ya que esta última, está estrechamente relacionada con las ciencias, y las ciencias sólo puede ser aplicadas dentro del mundo fenoménico.

La voluntad es con lo que estamos más íntimamente relacionados, claro que se trata de una voluntad carente de inteligencia, personalidad y metas. Esta voluntad es una bestia terrible que no hace otra cosa más que querer, desear y seguir deseando, y nosotros y todo lo demás somos parte de este escenario trágico donde el fuerte prevalece sobre el débil, donde un animal muere y es reemplazado por otro, y a la voluntad eso le tiene sin cuidado. Todo lo que sucede está fuertemente determinado por la causalidad pero, al provenir del actuar de la voluntad sin motivos y porqués, todo es libre. La necesidad le compete sólo el fenómeno y no conoce excepción alguna, desde, como dice Schopenhauer, el movimiento de un átomo hasta las acciones humanas. Añade nuestro autor:

“Con arreglo a ello sólo se tiene la elección de ver al mundo como una mera máquina que marcha necesariamente o reconocer el ser en sí del mismo como una voluntad libre, cuya manifestación no es inmediatamente el actuar, sino ante todo la existencia y la esencia de las cosas. Así pues, esta libertad es trascendental y coexiste con la necesidad empírica...”[16].

La voluntad de vivir es la expresión de la esencia más íntima del mundo. Schopenhauer no se adhiere a quienes utilizan palabras como “alma del mundo” ni a ideas planteadas por  los panteístas. Con respecto a los primeros, se opone al concepto de alma ya que pretende que el querer y el conocer estén vinculados inseparable pero independientemente en el organismo animal. Pero recordemos que Schopenhauer rechaza la idea de que la voluntad se encuentre sometida al conocimiento como había afirmado la tradición filosófica.

Lecturas complementarias

I-Kant

1/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: introducción (por Jan Doxrud)

2/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: breve biografía (por Jan Doxrud)

3/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: breve biografía (por Jan Doxrud)

4/15-Apuntes sobre Immanuel Kant: la filosofía crítica y los juicios (por Jan Doxrud)

5/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía crítica: espacio , tiempo y la lógica (por Jan Doxrud)

6/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía categorías, el  Yo y los esquemas trascendentales (por Jan Doxrud)

7/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía crítica: la dialéctica trascendental y la existencia de Dios (por Jan Doxrud)

8/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía crítica:  síntesis de la Crítica a la razón pura (por Jan Doxrud)

9/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La ética (por Jan Doxrud)

10/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La ética: la fundamentación de la metafísica de las costumbres (por Jan Doxrud)

11/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)

12/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)

13/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica de la razón práctica (por Jan Doxrud)

14/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. La Crítica del juicio (por Jan Doxrud)

15/15-Apuntes sobre Immanuel Kant. Filosofía de la historia y años finales de Kant(por Jan Doxrud)

II-Hegel

1/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel (por Jan Doxrud)

2/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel. (por Jan Doxrud)

3/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel (por Jan Doxrud)

4/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La dialéctica (por Jan Doxrud)

5/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La fenomenología  (por Jan Doxrud)

6/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: La lógica (por Jan Doxrud)

7/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía de la Naturaleza y del Espíritu. (por Jan Doxrud)

8/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía de la Historia (por Jan Doxrud)

9/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: Filosofía del Derecho (por Jan Doxrud)

10/10-Apuntes sobre la filosofía de Hegel: algunas críticas(por Jan Doxrud)

III-Romanticismo

1/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

2/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

3/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

4/4-La influencia del Romanticismo alemán en el pensamiento occidental (por Jan Doxrud)

IV-Religión

Maya o el velo de la ilusión (por Jan Doxrud)

Buddhismo: breve introducción (1) (por Jan Doxrud)

Buddhismo: ¿Qué es (o no es) el Nirvana? (2) (por Jan Doxrud)








[1] Ibid., 126.

[2] Arthur Schopenhauer, vol. 2, 188.

[3] Ibid., 197.

[4] Ibid., 192.

[5] Ibid., 193.

[6] Ibid.

[7] Ibid., 194.

[8] Ibid., 195.

[9] Ibid. 195.

[10] Ibid., 197-198.

[11] Ibid., 229.

[12] Ibid., 285.

[13] Ibid., 199.

[14] Ibid., 233.

[15] Ibid., 235.

[16] Ibid., 312.