2/4-George Berkeley y el idealismo subjetivo (por Jan Doxrud)

2/10-George Berkeley y el idealismo subjetivo (por Jan Doxrud)

En este sentido me adhiero en parte al realismo filosófico integral de Bunge, que se verá más adelante. Bertrand Russell, en su crítica a Berkeley, escribe que es un signo de debilidad el combinar argumentos empíricos y lógicos ya que, si el argumento lógico es correcto, el empírico pasa a ser superfluo.  Así explica que no valdría el esfuerzo probar empíricamente que un cuadrado no puede ser un círculo. Berkeley señala que el calor no puede estar en el objeto, ya que el más intenso grado de calor es una gran dolor y sólo una cosa que percibe es capaz de experimentar dolor o placer. De esta forma Filonús señala a Hilas,

“…el fuego te afecta únicamente con una idea simple o no compuesta, se sigue que esta misma idea simple es tanto el intenso calor percibido inmediatamente como el dolor; y, en consecuencia, que el intenso calor percibido inmediatamente no es distinto de una clase particular de dolor”[1] .

Más adelante continúa:

“Puesto que, por consiguiente, tanto esos grados de calor no son dolorosos como los que lo son pueden existir en una sustancia pensante, ¿no podemos concluir que los cuerpos externos son absolutamente incapaces de cualquier grado de calor”[2].

En palabras más simples, el calor no es causa del dolor. Russell señala la ambigüedad de la palabra dolor de la cual  Berkeley  se aprovechó. A lo que se refiere Russell es que podría significar por un lado, la cualidad dolorosa de la sensación o la sensación que tiene esta cualidad. Russell escribió que el quebrarnos las piernas es sin duda doloroso, pero esto no significa que la piernas estén en la mente. Russell critica a Berkeley mediante el ejemplo de la dulzura. La dulzura es un placer y la amargura un disgusto, por consiguiente ambos son mentales. O, como también dice el filósofo, que una cosa me puede parecer dulce cuando me encuentro bien, pero amarga cuando me siento enfermo.

Finalmente, Russell concluye que Berkeley asume que lo que no es inherente a la materia debe ser inherente a una sustancia mental, y que nada puede ser ambas, es decir, mental y material. Otras limitaciones de la filosofía de Berkeley tiene que ver con lo que hice alusión anteriormente: ¿qué sucedería si cada individuo que habita el mundo se volviese ciego, sordo y mudo? ¿Todo en cuanto existe desaparecería? Recordemos que según Berkeley ser es ser percibido, por lo que se necesita de una mente que perciba pero, a falta de esta, ¿que sucedería? Berkeley respondería que el Espíritu Eterno lo percibe todo y nosotros subsistiríamos en este Espíritu Eterno.

 Como acertadamente señala Bunge:

“Sin este supuesto, que puede confiarse en Dios para que mantenga al mundo funcionando mientras el sujeto está ausente o dormido, la filosofía de Berkeley no hubiese sido intelectualmente respetable. O sea, una versión secular de la filosofía de Berkeley hubiera sido aún más extravagante”[3].

En el segundo diálogo de la obra aludida, se abordan temas como el alma, la supuesta armonía del mundo que haría pensar la existencia de un diseñador y sobre la inexistencia de la materia. El lector podrá percatarse a través de fragmentos del diálogo, me refiero a la que se refiere a la materia, la futilidad de discutir y exponer pruebas para demostrar la inexistencia de algo, en este caso la materia. Ser es ser percibido y sólo percibimos ideas, el mundo se reduce a eso y la materia queda descartada, ahora cabe preguntarse: ¿Cómo somos afectados por las ideas? ¿Quién las percibe?

Hilas explica el cómo somos afectados por las ideas. Dice que el alma reside en el cerebro, desde donde los nervios comienzan y se extienden hacia todo el cuerpo. Por otra parte, los objetos exteriores provocan impresiones en nosotros por medio de los sentidos y que ciertas vibraciones son propagadas por los nervios hacia el cerebro o como dice, el asiento del alma. Por su parte, Filonús le recuerda a Hilas sobre lo que habían estado de acuerdo anteriormente: “Las cosas sensibles son todas perceptibles inmediatamente; y esas cosas que son perceptibles inmediatamente son ideas; y estas existen sólo en la mente”[4].

Luego, el cerebro al ser una cosa sensible existe solo en la mente, por lo que una idea que existe en la mente es causa de todas las demás ideas. Para Berkeley hay algo que conoce o percibe ideas y ejerce sobre éstas, actos como imaginar recordar o querer. A este ser que percibe lo denomina espíritu, mente o yo, distinto de todas las ideas.  El cerebro no ocasiona las ideas, además, si Hilas concibiera ese cerebro, significaría, como le hace ver Filonús, que  habrían ideas impresas en una idea, causando esa misma idea lo que sería absurdo. Las ideas sensibles no tienen una existencia real. Luego Filonus comienza a relatar la perfección del mundo natural, de su belleza, el asombro que causa:

“¡Qué placer tan sincero el de contemplar las bellezas ¡naturales de la tierra! Para preservar y renovar nuestro entusiasmo por las mismas, ¿no cubre su rostro a intervalos regulares el velo de la noche, y no cambia su vestimenta con las estaciones? ¡Qué acertadamente están dispuestos los elementos!...¡Qué delicadeza, qué belleza, qué disposición en los cuerpos animales y vegetales! ¡Con qué primor están adaptadas todas las cosas tanto a sus fines particulares como para constituir partes apropiadas del todo!” [5].

Luego continúa describiendo el mundo supraterrenal, su gran perfección y magnificencia. Habla sobre  el movimiento y situación de los planetas, y su finalidad y orden con que están dispuestos:

“¿Se ha tenido jamás noticias de que esas esferas (mal llamadas erráticas) se pierdan en sus repetidos viajes a través del vacío carente de senderos?...Así de fijas, así de inmutables son las leyes por las que el invisible Autor de la Naturaleza impulsa el universo”[6].

Más adelante continúa:

“Aunque la esforzada mente ejerza y ponga en tensión cada uno de sus poderes hasta su alcance máximo, todavía queda sin captarse un excedente inmensurable”.

Siguiendo nuestra frase clave “Ser es ser percibido”, ¿cómo habla Filonús de aquellos mundos tan diversos y algunos lejanos que apenas captan a través del telescopio y otros que escapan a tal instrumento? Se debe aceptar que no existen, ya que no son percibidos por nosotros. O, si yo percibo un cuerpo celeste  a través del telescopio, ¿no existiría este para aquellos que carecen de aquel instrumento? Ya mencioné como responde Berkeley a esto, y a través de Filonús señala:

“Para mí es evidente…que las cosas sensibles no pueden existir de otra manera que en una mente o espíritu. De lo que concluyo, no que no tengan existencia real, sino que visto que no dependen de mi pensamiento y que tienen una existencia distinta de ser percibidas por mí, debe haber alguna otra mente en la que existen. Por lo tanto, es igual de seguro que existe realmente el mundo sensible como que hay un espíritu omnipresente e infinito que lo contiene y sostiene”.

Filonús concluye la necesaria existencia de Dios por qué todas las cosas sensibles deben ser percibidas por él y así se distancia de aquellos que creen que Dios percibe todas las cosas porque creen en la existencia de Dios. Haciendo eco de las palabras de Emmerich Coreth, “experimentamos nuestro cuerpo como receptivo, no como productivo”, pasivo ya que es Dios es el que creó los seres espirituales infinitos, las representaciones que se producen en ellos, las conexiones y correspondencia entre estas.

Es importante notar que Filonús no pretende demostrar a Dios a través de la existencia de las cosas sensibles, por ejemplo, cuando afirma: “¿no es diferente decir: hay un Dios, por lo tanto percibe todas las cosas, y decir: las cosas sensibles existen realmente; y, si existen realmente, son necesariamente percibidas por una mente infinita; por lo tanto hay una mente infinita o Dios? Esto último te proporciona una demostración inmediata y directa, a partir de un principio de lo más evidente, de la existencia de un Dios”[7].

Y esa no es una prueba sólo para Hilas, sino que para los “instigadores de la impiedad”, como denomina Filonús a los ateos. Hilas hace notar a Filonus la semejanza de sus ideas con las de algunos pensadores contemporáneos de “ver todas las cosas en Dios todo”, haciendo alusión a Nicolás Malebranche y el ocasionalismo. Pero en palabras de Coreth:

“Berkeley va más lejos todavía: no sólo los conceptos universales y las leyes necesarias (veritates aeternae), sino también todas las representaciones sensibles concretas proceden directamente de Dios. Pero nosotros –en contra de Malebranche- no contemplamos las ideas en el Espíritu de Dios, sino que él produce en nuestro espíritu todas las representaciones. Difícilmente nos sorprenderá que Malebranche (ya bastante anciano), después de una fuerte discusión con Berkeley, muriera de un ataque al corazón (1715)”[8].

Ya que he mencionado a Nicolás Malebranche (1638-1715), me referiré brevemente a este pensador. Malebranche profundiza en un aspecto fundamental de la filosofía de Descartes que es la relación entre sustancia extensa y la sustancia pensante ¿Cómo se da esta interacción?, los ocasionalistas, comenzando por Arnold Geulincx (1624-1669), rechazan esta interacción, siendo esta una ilusión. La interacción sólo puede ser explicada a través de la intervención de la voluntad de Dios. Como señala Geulincx, Dios sería un relojero que construyó dos relojes independientes, pero que funcionan sincrónicamente.

El funcionamiento depende completamente de la voluntad del relojero. Geulincx va más allá de rechazar la acción del alma sobre el cuerpo y viceversa, rechaza también la acción de un cuerpo sobre otro cuerpo. Un cuerpo no actúa sobre otro sino que es Dios el que actúa sobre ambos. De esta manera Dios es causa de todo, las causas naturales no son más que ocasiones para que Dios manifieste su intervención. Malebranche también resuelve el problema de la interacción entre alma y cuerpo con la intervención divina.

Como señala Ludovico Geymonat, “subraya de manera particular el aspecto gnoseológico del ocasionalismo: al no poder entrar en relación con la substancia extensa, no conocemos las cosas sino las ideas de las cosas. Estas ideas representan la inteligibilidad del mundo; y se captan al dirigirnos a Dios. La visión en  Dios termina, pues  por absorber todo nuestro conocimiento”[9]. Tenemos que cada vez que la mente humana interviene en el mundo material, en realidad es Dios el que aprovecha la ocasión e interviene. Lo que hicieron los ocasionalistas como Malebranche fue solucionar lo que no podían solucionar a través de malabarismos, que desembocaron en que Dios es la causa de todo, deus ex machina y el ser humano ve restringida su libertad frente a este Dios que es el verdadero motor de la historia. Malebtanche tratara de hacer compatible sus ideas con la libertad del alma, pero no convence en nada.

Volviendo a la obra de Berkeley, Hilas realiza una comparación entre lo que dice Filonús y el ocasionalismo. Hilas no espera en marcar la diferencia:

“No comprendo cómo nuestras ideas, que son cosas completamente pasivas e inertes, pueden ser la esencia o una parte (o parecidas a una parte) de la esencia o sustancia de Dios, que es un ser sin ninguna pasividad…”[10].

Filonús no cree que veamos las cosas en la esencia divina:

“De todo lo cual concluyo que hay una mente que me afecta en todo momento con todas las impresiones sensibles que percibo. Y, a partir de la variedad, orden y aspectos de éstas, concluyo que su Autor es sabio, poderoso y bueno más allá de toda comprensión. Fíjate bien; no digo que veo cosas mediante la percepción de aquello que la representa en la sustancia inteligible de Dios. Esto no lo entiendo; sino que digo que las cosas percibidas por mi son conocidas por el entendimiento y producidas por la voluntad de un espíritu infinito”[11].

Para los espíritus finitos son causas reales y no ocasionales, aunque no se puede descartar ciertas semejanzas entre la filosofía de Berkeley y la de Malebranche en cuanto a la relevancia Dios. Las ideas que poseemos no son imaginaciones dispuestas al azar en nuestra mente, sino que presentan un funcionamiento coherente y uniforme que está destinado a que la vida se conserve. Dios es la explicación del orden, la estabilidad y coherencia de las ideas. Vemos que el mundo mental de Berkeley no deja lugar para la materia, idea exravagante que la deja clara a través de su personaje Filonús, quien se enfrasca en un tedioso debate tratando de convencer al pérfido Hilas que la materia no existe de ninguna forma.

Además de ser un debate tedioso es también inútil ya que Hilas, definiendo su postura negativamente, no afirma nada y finalmente sin ningún argumento a favor de la existencia de la materia, continúa diciendo que esta existe de alguna forma. Filonús se empeña en demostrar la no existencia de la materia. ¡Cómo se puede mantener un diálogo con alguien como Hilas cuando dice que: “Sea como sea, todavía insisto en ello; el que no seamos capaces de concebir una cosa no es un argumento en contra de su existencia”[12]. ¡Excelente forma de razonamiento!, ¡Todo existe a menos que probemos lo contrario! Volviendo al diálogo, tenemos a Hilas que postula la existencia de la materia.

Al verse afectado por varias ideas que no dependen de él ni de las ideas mismas (no son causas de sí mismas), concluye que dependen de la materia, a través del movimiento. Filonús se concentra en el significado de la palabra materia, que en su acepción usual significa algo inactivo, no pensante, extensa, como la concebía Newton. El punto de Filonus es que los que es inactivo no puede ser causa del pensamiento. En nuestros días el debate continúa, ¿cómo es posible que algo etéreo o mental pueda ser causa de que, por ejemplo, levante un brazo? Y viceversa: ¿Cómo es posible que algo material tenga consecuencias mentales, como lo puede ser un golpe en la mano? Continuemos para ver como abordan este tema.

El movimiento no es acción, sino que, como dice Filonus, una cualidad sensible, es una idea, por tanto, inerte y  pasiva. En el diálogo se insiste en que la materia es un instrumento subordinado al agente supremo, pero sobre este instrumento no se sabe nada. Además de considerar innecesario recurrir a este instrumento para que Dios actúe, Filonús recurre al significado de instrumento en general y hace ver a Hilas que los instrumentos se utilizan para realizar cosas que no pueden hacerse mediante el acto de nuestra voluntad, por ejemplo, derribar un edificio. ¿Cómo Dios va a necesitar de un instrumento si es omnipotente?

Hilas se cuelga del ocasionalismo a lo cual ya nos referimos. Ante las pregunta de qué entiende por ocasión, Hilas responde, “entiendo por ocasión un ser no pensante e inactivo, ante cuya presencia Dios provoca ideas en nuestras mentes”[13]. Hilas admite que Dios es la única causa de nuestras ideas. Filonus ataca la idea de Hilas:

“…te pregunto si el orden y la regularidad observables en la serie de nuestras ideas, o el curso de la naturaleza, no se explica suficientemente por la sabiduría y el poder de Dios; y si no resta valor a esos atributos el suponer que Él está influido, dirigido, u obligado a pensar por una sustancia no pensante que le indica cuando ha de actuar y que ha de hacer”[14].

Dios no está sometido por esta sustancia que le indica cuando y en qué ocasión actuar. En adelante, Hilas demuestra carecer de argumentos racionales para defender la existencia de la materia y comienza a pronunciar frases como: “Pero todavía no puedo evitar suponer que existe la materia en un sentido u otro”[15]. Posteriormente continúa:

“…permíteme que te diga que en el momento presente no entiendo por la materia ni una sustancia ni un accidente, ni un ser pensante ni un ser  extenso, ni un instrumento, ni una ocasión, sino algo enteramente desconocido, distinto de todo”.

¿Qué hacer con tales respuestas? ¿Es necesario extenderse en el diálogo frente a alguien que no quiere reconocer que lo que afirma carece de evidencias?  Me recuerda a aquellos que exclaman “no puedes probar que Dios no existe” a lo cual habría que responder afirmativamente (ya que el peso de la prueba está en el otro) y ahí termina la discusión. No es que Dios no exista, pero desde un punto de vista científico no tiene relevancia, es como si le dijera al lector que tengo un unicornio invisible en mi casa que sólo yo puedo verlo. A la pregunta de Filonus sobre dónde existe la materia Hilas responde,

No sé dónde existe; sólo estoy seguro de que no existe en un lugar. Es una respuesta negativa para ti; y no debes esperar otra a todas las preguntas que plantees en el futuro sobre la materia[16].

Puede que sea una pregunta irrelevante, pero ¿por qué Berkeley no dio gradualmente un término al diálogo? ¿Por qué continuó desarrollándolo? Podría haber finalizado con la frase de Filonus,  “…donde no hay  siquiera la pretensión de tener la idea más débil e inadecuada; de todo esto no concluiré ciertamente nada en contra de la realidad de una noción o la existencia de una cosa; pero mi inferencia será que no dices nada en absoluto”[17]. El obispo Berkeley quería dejar claro la inexistencia de la materia.  Lo último que intenta Hilas es nada más que fundar la realidad en la materia, en algo que él no sabe qué es.

Al final del segundo diálogo, Filonus pregunta acerca de cuándo se demuestra que una cosa imposible, e Hilas responde: “Cuando se demuestra que hay una contradicción entre las ideas comprendidas en su definición[18]. Pero ¿sobre qué definición? Hilas no ha proporcionado ninguna, y Filonus señala: ,“por lo tanto, no debes esperar que pruebe una contradicción entre ideas donde no hay ideas; o la imposibilidad de la materia tomado en un sentido desconocido, es decir, sin ningún sentido en absoluto[19].


[1] George Berkeley, ibid. , p. 53.

[2] Ibid. , p. 55.

[3] Mario Bunge, op. cit. , p. 77.

[4] George Berkeley, op. cit. , p. 103.

[5] Ibid. , p. 105.

[6] Ibid. , p. 107.

[7] Ibid. , p. 108.

[8] Emerich Coreth, Dios en la historia del pensamiento filosófico, España, Ediciones Sigueme, 2006, pp. 210-211.

[9] Ludovico Geymonat, op. cit. , p. 319.

[10] George Berkeley, op. cit. , p. 110.

[11] Ibid. , p. 112.

[12] p. 123.

[13] p. 118.

[14] p. 119.

[15] p. 121.

[16] p. 122.

[17] p. 124.

[18] p. 127.

[19] p. 128.