1/4-George Berkeley y el idealismo subjetivo (por Jan Doxrud)

1/4-George Berkeley y el idealismo subjetivo (por Jan Doxrud)

Abordaremos a un clásico de la filosofía europea, representante del empirismo y de una teoría del conocimiento extravagante pero que aún continúa ejerciendo influencia en nuestros tiempos, no sólo en subjetivistas extremos, sino que en ámbitos como la física. En primer lugar, examinaré la historia de este pensador y su filosofía y al final revisaremos como el pensamiento de Berkeley aún persiste específicamente en el campo de la física cuántica con personajes como Heisenberg, Schrödinger, de Broglie o Jeans. También haré referencia a otros autores como Bunge y sus Nuevos Diálogos entre Hilas y Filonús.

George Berkeley (1685-1753) nació en Kilkenny, Irlanda. Fue ante todo un fiel cristiano, pastor protestante irlandés educado en el Trinity Collage de Dublín que se empeñó en llevar a cabo una ofensiva contra el materialismo y el ateísmo de la época. Estudió lógica, los grandes clásicos y filosofía. Fue también un misionero, vivió tres años en las colonias en Norte América. Dejó su granja y librería en Rhode Island a la universidad de Yale, fundada en 1701, recibiendo el nombre de uno de sus principales benefactores, Elihu Yale. Así se explica que uno de sus colleges lleve el  nombre de “Berkeley”. La ciudad de Berkeley en California también lleva ese nombre en su honor.

Nuestro pensador se doctoró en Teología y enseñó hebreo y griego en el Trinity College de Dublín. Se convirtió en obispo en 1734 de la pequeña diócesis de Cloyne en Irlanda. Murió en Oxford y fue enterrado en el Christ Church Cahedral. Obras importantes de Berkeley son: “Ensayos para una nueva teoría de la visión” (1709), “Tratado sobre el entendimiento humano” (1710) y los “Tres Diálogos entre Hilas y Filonús” (1713). En su ensayo sobre la visión, Berkeley se propuso mostrar la manera en que percibimos por medio de la vista la distancia, la magnitud y la situación de los objetos.

La distancia en sí misma no es vista ya que es una línea que se proyecta como un punto único en la retina. Cuando percibimos visualmente el tamaño de algo, hay que distinguir entre la magnitud visible y la magnitud tangible. De esta manera los objetos tienen su correspondiente magnitud, siendo unos tangibles, esto es, percibida y medida y los otros visibles. La estimación que se hace de la distancia de los objetos que se encuentran lejanos, señala Berkeley, se hace a través de un juicio basado en la experiencia de conexiones entre sensaciones.

Berkeley era un tanto pesimista en lo que se refería al futuro moral de Europa. Consideró que el Nuevo Mundo podría transformarse en el lugar para fundar una nueva sociedad basada en los principios cristianos amenazados en Europa por el materialismo y el mecanicismo de Newton. Ahora bien, cabe que aclarar que Newton (1642-1727) no era ateo. La relevancia de Newton, más allá de la gravedad, es que hizo pedazos años de tradición, puesto que rechazó el Dios antropomorfo de las escrituras, al Dios teísta que mantiene contacto con sus seguidores a través de las plegarias.

Ese Dios no es el Dios de Newton y el científico no era un partidario de los misterios ya que para él eran sinónimo de ignorancia e irracionalidad, que era lo que caracterizaba a las muchedumbres supersticiosas y autoridades eclesiásticas que se conformaba con cubrir a Dios con un velo de misterio para no tener que dar explicaciones sobre las múltiples contradicciones entre el mundo, las escrituras y Dios.

La Verdad no debía ser algo oscuro y menos aún Dios, que debía ser justamente lo más diáfano, lo más racional y comprensible para el ser humano. Es aquí donde Newton rompe con la tradición ya que para él correspondía a la filosofía natural argumentar desde los fenómenos y deducir las causas de los efectos hasta que se llegara hasta la verdadera Causa Primera. Para Newton, a diferencia de la tradición, la mecánica universal podía explicar los atributos de Dios. Esto no era así para la tradición cristiana ya que los teólogos señalaban que la creación no podía decirnos nada acerca de Dios.

Santo Tomás y sus “cinco vías” podían demostrar lo que las personas denominaban Dios, pero no lo que Dios es. La existencia de Dios era una consecuencia racional acerca de cómo estaba diseñado este universo mecánico, la divinidad se manifestaba en las fuerzas que animaban la naturaleza, siendo la gravedad una actividad de Dios. Berkeley estaba en contra de este universo mecánico y la nueva imagen que se tenía de Dios. Incluso emprendió un proyecto de fundar un colegio en las islas Bermudas para evangelizar a los salvajes de la región. Terminó en un fracaso.

Es importante tomar en consideración  aspectos personales de este pensador, ya que su filosofía y epistemología están ligadas con sus creencias religiosas. Berkeley estaba en contra del deísmo, sobre todo contra el materialismo y la concepción mecanicista de la naturaleza. Mario Bunge señala al respecto:

“No todo el mundo aceptó la cosmovisión mecanicista que reemplazo el organicismo de Aristóteles. Después de todo, la concepción de que el mundo es un reloj parecía opaca y gris al excluir todo aquello que hace que la vida merezca ser vivida, desde los colores, sabores, texturas y perfumes, hasta los sentimientos, pasiones, ideas y valores. En consecuencia, era seguro que la mayoría de los artistas, teólogos y humanistas iban a reaccionar vehementemente contra el mecanicismo”[1].

Bunge señala que el ataque al realismo vino, no del Romanticismo, sino que desde antes y de un flanco inesperado que es el fenomenismo radical de Berkeley, Hume y Kant. Para algunos, incluyendo a quien escribe, estas teorías constituyen un verdadero desastre en la historia de la filosofía ya que estos y otros personajes lanzaron una ofensiva contra el realismo directo. El filósofo estadounidense, John Searle, escribió al respecto:

“La mayoría de los grandes filósofos en la historia del tema están convencidos de que es falso. Creen (y cuando en plural me refiero a filósofos tan grandes como Descartes, Locke, Berkeley, Hume y Kant) que no vemos el mundo real”[2].

De acuerdo con el idealismo, no percibimos objetos materiales sino que datos de los sentidos, en el caso de Berkeley, percibimos ideas. En resumen, no percibimos objetos materiales sino que mentes, ideas, esto es en síntesis el idealismo. No hay sustancias materiales, Dios es el responsable de todas nuestras percepciones, “ser es percibido” y si nos encontramos durmiendo o en estado de coma, ¿quién nos garantiza que el mundo existe? La respuesta: Dios. No hay nada más allá de la percepción. De acuerdo con Locke, podemos tener la idea de una montaña pero, ¿cómo puedo saber si hay algo detrás de esa idea, un objeto físico? Berkeley responde que todos los objetos son percepciones en la mente causados por Dios.

Este inmaterialismo parece socavar las bases de la ciencia física. Para Bekerley la ciencia es necesaria y su misión es la de descubrir las leyes que generan predicciones verdaderas sobre los fenómenos. Dios arregla los fenómenos observados para que actúen de una manera determinada y nos permita predecir que es lo que sucederá. Al respecto Searle es categórico:

“A mi entender, toda esta manera de concebir la percepción es desesperadamente errónea (…) creo que es la más desastrosa teoría de la historia de la filosofía en los últimos cuatro siglos”.

¿Por qué? Porque hace imposible dar una descripción veraz de la relación de los seres humanos y otros animales con el mundo real”[3]. Ya se analizarán las críticas al idealismo pero ahora nos adentremos con mayor detalle en la filosofía de Berkeley. Se explicará su filosofía y también se recurrirá constantemente a los Tres Diálogos escritos en 1713 para explicar la filosofía de Berkeley en boca de sus personajes.

Analicemos algunos pasajes de los Tres Diálogos entre Hylas y Philonus. La pregunta clave la formula Philonus, que representa a Berkeley en su obra: ¿Consiste la realidad de las cosas sensibles en ser percibidas? ¿O es algo distinto de su ser percibidas y que no guarda ninguna relación con la mente? E Hilas le responde: “Existir es una cosa, y ser percibidas otra”[4].

Berkeley coincidía con Locke en que conocer es percibir, pero a diferencia de Locke, sostenía que existir es percibir o ser percibido. Berkeley rechaza la concepción del dualismo sujeto-objeto, entre el sujeto que percibe por un lado y por otra parte lo que es percibido.

Para Berkeley ser es ser percibido y rechaza la existencia de una substancia material existente por sí misma e independiente de las distintas mentes. Para Berkeley sólo existen mentes y eventos mentales, la materia, por ende, no existe independientemente del sujeto, sino que existen en la medida que son percibidas. En su Tratado sobre los principios del conocimiento humano, Berkeley expone qué es el conocimiento humano. Este resulta de dos cosas distintas: los espíritus, que son sustancias activas, indivisibles e incorruptibles, y las ideas, que son pasiones transitorias e inertes. El Espíritu es el sujeto que percibe las ideas, estas últimas no existen fuera de una mente que las perciba.

Estas ideas son sensaciones y son los sentidos los que nos dan la información sobre las sensaciones. El proyecto de Berkeley es indagar las causas de error y dificultad en las ciencias, y las bases del escepticismo, del ateísmo y la irracionalidad. Berkeley ataca a Newton y a Locke, específicamente la concepción newtoniana de una sustancia material independiente de la mente y la noción de ideas abstractas de Locke. Como ya se señalé, para Berkeley sólo conocemos ideas y estas ideas provienen de nuestros sentidos, ya que las ideas son sensaciones.

Otro punto importante es que la combinación de ideas da origen a los objetos. Así tenemos que todas las ideas, que son sensaciones, provienen de los sentidos y, de la combinación de ideas, surgen las cosas. Recordemos también que Berkeley rechaza la existencia de una sustancia material independiente de una mente que la perciba. Rechaza, y esto es importante para comprender su nominalismo, las ideas abstractas tales como “hombre”, “extensión” o “perro”. Para Berkeley existen este hombre y no “el hombre”, de manera que cada idea es sólo una sensación singular. Para nuestro filósofo las ideas abstractas son ilusiones y son peligrosas ya que crean sustancias que van más allá de nuestras sensaciones y eso es inadmisible en su epistemología.

Por lo tanto, no hay esencias más allá de nuestras percepciones, no hay ideas platónicas, sólo existen ideas particulares que son tomadas para representar aquellas ideas que comparten semejanzas y a esto se la denomina idea general. Si a Berkeley le hubiésemos señalado que ese edificio no existiría si nadie lo estuviese observando, él hubiese respondido que Dios está percibiendo todo siempre, así el mundo queda intacto mientras dormimos. Vemos que la base de este argumento no es válido, al menos para aquellas personas que consideran que Dios no tiene ningún rol dentro de sus vidas cotidianas o que simplemente rechazan la existencia de tal idea divina o incluso para adeptos a otras religiones que carecen de Dios.

¿Es posible conocer “algo” más allá de la realidad indiscutible de nuestras percepciones? Berkeley nos respondería que no hay un más allá en el sentido de que no existe una sustancia material tras las sensaciones. Esto nos lleva al mencionado nominalismo y al rechazo de los universales: yo veo hombres y mujeres, pero no veo a la humanidad. Geymonat señala

“El empirismo y el nominalismo constituyen el gran marco en el que se encuadran todas las decisiones filosóficas de este autor, en especial su crítica de la noción de espacio y materia”[5].

No podemos formarnos una idea de ser humano sin pensar si es blanco, asiático, mapuche, mujer, hombre, alto, bajo, etc.  Las ideas son imágenes mentales y están imágenes son particulares. No puedo formarme una imagen de un hombre en general independiente de características concretas. Para que el lector realice un ejercicio, cuando vea el océano, la arena, el sol, las  montañas, la nieve, lagos, ríos, su auto y casa, en realidad todo eso que observa, existen en cuanto son percibido, de ahí la célebre frase, “ser es ser percibido”. Ninguna de las cosas antes mencionadas son materiales y no se encuentran más allá de nuestras percepciones. Veamos como se niega la existencia de la materia en algunos pasajes de sus “Tres Diálogos entre Hilas y Filonús".

Sus argumentos en contra de la materia, que es la enemiga del cristianismo, se encuentran en boca de los protagonistas. “Filonús” quiere decir “amante de la mente” y el otro personaje, Hilas quiere decir materia. Filonús dice, “Mi único propósito es que me enseñes la forma de llegar al conocimiento de los seres materiales”[6]. Hilas considera un escéptico a Filonús por tamaña opinión:

“¡Qué! ¿Puede ser más fantástico, mas contrario al sentido común o un ejemplo más manifiesto de escepticismo que creer que no hay una cosa tal como la materia?”[7].

Para Hilas, las cosas reales tienen una naturaleza real y estable, algo que permanece independientemente de cualquier cambio en nuestros sentidos.  Lo que Filonús quiere probar es que toda la realidad es mental, lo que se percibe son cualidades y no cosas (objetos, todo lo que está sujeto a cambios sensibles, sino que cualidades sensibles.) Esas cualidades son relativas a quien percibe. Recordemos la célebre fórmula alrededor de la cual gira todo este asunto: que la realidad de las cosas sensibles consiste en ser percibidas. Para Berkeley, las cualidades primarias (extensión, forma, reposo, movimiento) no tienen una existencia inherente, independientes de nosotros. Como las cualidades primarias son modelos de cosas que existen fuera de la mente, estas no pueden existir.

Recordemos el proyecto de Berkeley contra el materialismo y el ateísmo: sucede que si existía una materia independiente de la mente, el ateísmo estaba fundamentado. Berkeley coloca en el mismo plano las cualidades primarias y secundarias. Cuando Filonus pregunta a Hylas “Entonces, ¿todavía eres de la opinión de que la extensión y la figura son inherentes a las sustancias externas no pensantes?[8], Hilas responde que si, y Filonús continúa: “Pero, ¿qué ocurriría si los mismos argumentos que se emplean contra las cualidades secundarias fueran también válidos contra éstas?[9], Hilas responde. “Entonces me vería obligado a pensar que también existen sólo en la mente”[10].

Tomemos el ejemplo de las sensaciones visuales. Hilas pregunta: “¿No es cierto que veo cosas a distancia? ¿No percibimos las estrellas y la luna, por ejemplo, como estando muy alejadas?”[11].A esto Filonús responde: “No percibes también en un sueño estos objetos u otros semejantes? y continúa, “ ¿Y no tienen entonces la misma apariencia de estar distantes?’’(ibid) Hilas responde que si, y Filonus le responde: “Pero tú no concluyes de esto que aquello  que aparece en un sueño existe sin la mente”. Hilas responde que “de ninguna manera”.

Acto seguido, así como lo que aparece en el sueño depende de la mente, de la misma manera lo mismo vale para lo que había señalado Hilas en relación con la distancia. La discusión sobre el tema no concluye, Hilas pregunta nuevamente: “¿no crees que la vista sugiere algo así como exterioridad distancia?”[12].A esto Filonus responde que el tamaño y la figura de un objeto cambia a medida que nos acercamos, por lo que hay una serie continua de objetos visibles que se suceden los unos a los otros durante todo el tiempo a medida que uno se aproxima. La distancia o cercanía sería cosa de convenciones, pero no hay duda de que ambos objetos se encuentran localizados en distintas posiciones con respecto a un observador.

Incluso para el ciego de Filonús:

“Ahora bien, ¿no es evidente que si suponemos que un ciego de nacimiento de pronto pudiera ver, al principio no podría tener ninguna experiencia de lo que la vista pueda sugerir?”.

Filonús continúa más adelante planteando diversas preguntas:

 “Entonces, y según tú, ¿no tendría ninguna noción de distancia añadida a las cosas que veía, sino que las tomaría por un nuevo conjunto de sensaciones existiendo en su mente?[13].

Pero, admitiendo que la distancia fuera verdadera e inmediatamente percibida por la mente, de aquí no se seguiría, sin embargo, que exista fuera de la mente. Porque todo lo que es percibido inmediatamente es una idea, y, ¿puede una idea existir fuera de la mente?

Regresemos a la médula del asunto. Berkeley tiene una visión en que todo  tiene que ser o material o mental pero no ambos. Esta visión no es correcta, salvo en novelas y en la ciencia ficción, puesto que existe una realidad objetiva independiente del sujeto. Como escribió Mario Bunge respecto al realismo ontológico:

 “…es la tesis de que el universo, o realidad, existe in se y per se, en sí y por sí…En otras palabras, conocedor o explorador es una cosa real rodeada por cosas reales, la mayoría de las cuales existen desde antes que él y no necesitaron de su ayuda para ser. Además, una vez que ya han surgido, las invenciones o construcciones sociales son tan reales como las montañas”[14].

Por otro lado, Bunge ataca al subjetivismo desde el punto de vista de la biología en la que: “todos los organismos, aún las bacterias y los filósofos subjetivistas, extraen nutrientes y energía de su entorno…Esta es la razón de que los organismos mueran si se los aísla por completo de su entorno…”[15].

La ofensiva de Bunge se extiende a la fenomenología y al pragmatismo cuando escribe:

“En resumidas cuentas, los estímulos ambientales contribuyen intensamente al desarrollo del cerebro. Cuando estos estímulos están ausentes, el cerebro deja de desarrollarse o funcionar de manera normal….En otras palabras, ponga al lector el mundo entre paréntesis, tal como recomienda Husserl a fin de capturar las esencias de las cosas, y acabe probablemente en el manicomio. Así pues, el mítico cerebro en una cubeta de Hillary Putnam no sólo sería solipsista, también estaría loco”[16].

Por otra parte, Bunge aclara:

 “(…) no hay dos individuos que vean el mundo exactamente del mismo modo, puesto que no hay dos cerebros que tengan historias de vida idénticas. Con todo, todas las personas, aún las que sufren autismo severo, coinciden en que hay ciertas cosas a su alrededor que existen por sí mismas, tales como árboles, edificios y otras personas”[17].





[1] Mario Bunge, A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo, Barcelona, Gedisa, 2007, p.76.

[2] John Searle, La Mente. Una breve introducción, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2006, p. 322.

[3] Ibid, p. 332.

[4] George Berkeley, Tres Diálogos entre Hilas y Filonús, España, Espasa Calpe, 1996, p. 51.

[5] Ludovico Geymonat, Historia de la Filosofía y de la Ciencia, Barcelona, Crítica, 2006, p. 373.

[6] George Berkeley, ibid, p. 47.

[7] Ibid.

[8] Ibid, p.70.

[9] Ibid.

[10] Ibid.

[11] Ibid, p. 89.

[12] Ibid, p. 90.

[13] Ibid, p. 91.

[14] Mario Bunge, op. cit., p. 345.

[15] Ibid.

[16] Ibid. , p. 347.

[17] Ibid.