1/4-Libro: Los orígenes intelectuales del Tercer Reich (por Jan Doxrud)
En este artículo examinaré las ideas de un historiador al cual ya he hecho referencia en otros de mis artículos: George Lachmann Mosse (1918-1999). Mosse nació en Berlín en el seno de una familia judía de buen pasar económico, pero que tuvo que huir de Alemania en 1933 tras el ascenso de Hitler al poder. Tras pasar por Suiza, se dirigió a Inglaterra en donde estudió en el Downing College de la Universidad de Cambridge (1937-1939). En 1939 la familia se trasladó a los Estados Unidos en donde Mosse obtuvo su B.A en el Haveford College de la Universidad de Pensilvania (1946) y un Doctorado en la Universidad de Harvard.
Entre los libros de Mosse traducidos al español – que se centran en la historia de Europa, así como también aspectos históricos, intelectuales, sociológicos y estéticos del nazismo y el fascismo –podemos mencionar “la nacionalización de las masas”, “Hacia la Solución Final. Una historia del racismo europeo", “La imagen del hombre. La creación de la moderna masculinidad” y, por último, el libro que examinaremos en estos artículos: “Los orígenes intelectuales del Tercer Reich”.
Comencemos con el análisis del libro. Uno de los conceptos medulares que atraviesa el libro de Mosse es el de “völkisch” el cual es uno bastante peculiar (y difícil de traducir al español) y puede resultar un tanto confuso de entender, particularmente para el lector no familiarizado o que no comulga con ideas que carecen de respaldo científico, y que descansan en la irracionalidad y en las emociones. Pero eso es justamente lo interesante, es decir, ¿por qué razón este pensamiento y cosmovisión logró gradualmente infiltrarse en parte de la sociedad alemana?
Sumado a esto, y como señala Mosse, la razón de estudiar y comprender el contenido e historia de esta ideología, es que nos permite comprender, en parte, a la cosmovisión de Hitler y del partido nacionalsocialista. Ahora bien, este escrito no trata sobre Hitler y la ideología del nazismo, sino de cómo en Alemania se desarrolló una ideología que – en opinión de Mosse – fue “sui generis” y que significó una huida de la realidad y un desprecio del legado europeo como era el de la Ilustración, y el racionalismo entre otros. No deja de ser asombroso que tantos alemanes se dejaran llevar por esta cosmovisión e hicieron suya una percepción de la realidad que no guardaba conexión con la realidad misma.
Entrando en materia, es importante tener comprender el pensamiento “völkisch” ya que fue una característica particular de Alemania y que hizo que se diferenciara, por ejemplo, del fascismo italiano. Mosses señala que este fenómeno “völkisch”, si bien es uno propio y específico de Alemania, se ha expandido su alcance y puede adaptarse y adaptarse a otras realidades nacionales. Como algunos lectores sabrán, la palabra “volk” en alemán significa “pueblo”, de ahí el deseo de Hitler y su partido de crear auto del pueblo o Volkswagen, cuyo quedó a cargo de Ferdinand Porsche. Ahora bien, Mosse explica que la palabra “völkisch” es una cuyas connotaciones trasciende el mero concepto de “pueblo”. Es aquí donde nos adentramos en todo un mundo que mezcla el Romanticismo, la irracionalidad, el utopismo, el idealismo, el bucolismo y un cierto misticismo. El pensamiento “völkisch” – comenta el autor – es fruto de una larga evolución del pensamiento germano que tendía hacia un racionalismo abstracto y el idealismo
Mosse
Resulta que este concepto da a entender que existe un grupo de personas que tiene una esencia trascendental y que se encuentra conectada tanto con su entorno como un todo más amplio. Así tenemos, por un lado, al individuo en el mundo material y, por otro lado, “una unidad mayor, fuera de la sociedad, donde el hombre podía hallar una identidad universal”. Como explica Mosse sería el concepto de “Volk” el que operaría como un intermediario entre estos dos polos representados por la individualidad y la identidad cosmológica que trasciende a este mundo material.
En virtud de lo anterior, el “Volk” representaba tanto la vía como la unidad que podía elevar al individuo más allá de sus circunstancias histórico-terrenales. De acuerdo con Mosse esta ideología no puede ser rotulada de “apolitica” por el hecho de rechazar – y esto no era algo exclusivo de este pensamiento – la democracia liberal, el parlamentarismo y el sistema de partidos. Por ende, más que “apolítico” la ideología “völkisch” era antipolítica puesto que buscaba barrer con el orden político existente incluyendo el Estado de Derecho (Rechtsstaat)
Este tipo de pensamiento – al igual que el movimiento romántico – presentaba una tendencia hacia lo irracional y emocional, un rechazo del proceso industrializador junto con todas las bruscas transformaciones que trajo en el continente europeo en los ámbitos económico, social, político y espacial. Así, dentro de esta ideología, al igual que el marxismo, había una “alienación” dentro de este panorama caracterizado por las transformaciones socioeconómicas y, junto con esto, un sentimiento de nostalgia de un supuesto pasado glorioso. La unificación alemana de 1871 no era suficiente, puesto que era meramente política y económica, y no e un nivel más profundo.
El retorno a las raíces, a la “tierra” era central y es por ello por lo que el espacio no era un telón de fondo newtoniano en donde los seres humanos se desenvolvían. Para el pensamiento “völkisch” lo que podemos denominar espacio geográfico estaba cargado de significado. Por ejemplo, Mosse aborda la importancia del “paisaje autóctono el cual constituía “una parte vital de la definición del Volk, que, a través de él, podía mantenerse en continuo contacto con la vida espiritual del cosmos trascendente”.
En virtud de la cosmovisión de esta ideología, el ser humano no era un conquistador de la naturaleza, puesto que tenía que vivir en armonía con esta. Junto con la idealización de la naturaleza se encontraba el concepto de “arraigo” y el sentido de pertenencia del Volk a un paisaje determinado. Mosse cita algunas obras literarias en donde queda reflejado esto, además de la idealización del paisaje rural. Tenemos el caso del novelista Otto Gmelin (1886-1940) quien, en su obra “Die Tat” (1925), escribió que para cada pueblo y raza el campo se transformaba en un paisaje particular para estos. Mosse cita también las palabras de la novelista Elizabeth Kriegelstein sobre la experiencia paisajística en donde afirma que el paisaje era algo objetivo y neutral, pero que adquiría valor por medio del espíritu de las personas. Mosse cita también el caso de uno de los padres de la geopolítica, Friedrich Ratzel (1844-1904), para quien el paisaje no era mera naturaleza en donde los seres humanos figuraban como adornos. Todo lo contrario, el Volk estaba indisolublemente vinculado a la naturaleza y, como añade Mosse, sus raíces históricas eran una parte integral de esa naturaleza.
Friedrich Ratzel
Otro autor citado es el historiador Heinrich von Sybel (1817-1895) para quien la religión germánica no bebía “sino de un profundo y afectuoso sentido de la naturaleza que por sí solo introdujo este Volk en la historia y la cultura humanas”. Otro autor que cabe mencionar es el folclorista, novelista y académico de la Universidad de Münich, Wilhelm Heinrich Riehl (1823-1897) y su obra “Land und Leute” (La tierra y sus gentes).
De acuerdo con Mosse, Riehl propugnaba la idea de alcanzar la naturaleza orgánica del Volk por medio de su fusión con el paisaje autóctono. Riehl idealizaba, en primer lugar, lo rural que era concebido como lo “natural” frente a esos espacios artificiales representados por las ciudades y elementos “perturbadores” como la burguesía. Como escribió Mosse:
“(…) la ciudad simbolizaba el progreso industrial y la modernidad que rechazaban todos los adeptos de la ideología völkisch. Era todo lo contrario al arraigo en la naturaleza, y por ende, antitético al espíritu del Volk. Peor aún, representaba los logros del proletariado; era la expresión concreta de la agitación proletaria”.
En segundo lugar, parecía idealizar también los tiempos del medioevo feudal defendiendo así ele establecimiento de una sociedad jerarquizada al estilo de los estamentos medievales. Añade Moses que Riehl “veía al campesinado y a la nobleza como los dos estamentos que seguían viviendo según las costumbres prescritas y que, además, eran parte integral del paisaje de cuya tierra obtenían su sustento”.
En virtud de lo anterior, Riehl no veía con buenos ojos el mundo urbano junto con aquellas profesiones propias de ese entorno: el proletariado agitador, nómade y desarraigado, los periodistas, los polemistas e iconoclastas que se oponían a las antiguas costumbres. Junto con estos existía otro enemigo simbolizaba también el nomadismo y, por ende, el desarraigo, pero también simbolizaba la usura, el internacionalismo, el cosmopolitismo y el materialismo: el judío.
Como escribió Mosse, dentro del pensamiento “völkisch”, el “desarraigo” – asociado con el mundo urbano – constituyó un criterio para excluir a los extranjeros del Volk. A esto añade el mismo autor: “En consecuencia, la persona sin raíces era estigmatizada por carecer de fuerza vital y, por tanto, de un alma en las debidas condiciones- El desarraigo condenaba por completo al hombre, mientras que el arraigo equivalía a la pertenencia del Volk, que proveía al hombre su humanidad”. Como lo representa Wilhelm von Polenz (1861-1903) en su obra Der Büttnerbauer (El campesino de Büttner) publicada en 1895, el judío era símbolo de la avaricia, el materialismo y un enemigo existencial del campesino.
La razón de esto es que el judío como prestamista, termina por embargar la propiedad del campesino, es decir, atenta contra una de las dimensiones vitales del pensamiento “völkisch”: desarraigar a alguien de su entorno. No bastando esto, el campesino se suicida mirando por última vez su tierra, campesino que simbolizaba para ciertos autores “völkisch” la sencillez, honradez, portador y custodio de la tradición,
Comenta Moses que el pensamiento “völkisch”, a pesar de ser una ideología que guardaba una vaga relación con los verdaderos problemas de Alemania, igualmente acabó siendo la norma para resolver tales problemas. Esta fue una ideología propugnada por personajes marginales y organizaciones pequeñas con ideas extravagantes pero que, como afirma el autor, lograron infectar instituciones y extender un estado de ánimo determinado. Y, si bien, tal ideología ya operaba antes del desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, esta logró construir una base política de masas con el derrumbe y derrota del imperio y la instauración de la República de Weimar (1919-1933), sucesora del Segundo Reich de la dinastía de los Hohenzollern (1871-1918).
Recordemos que Alemania recién se había unificado como nación en 1871 de manera que sus habitantes nunca habían experimentado con un sistema de gobierno como el de Weimar. Sumado a esto, tal República simbolizaba, para ciertos sectores, la derrota y la traición. En palabras del historiador:
“Cual gusanos que destruyen un queso, los profetas y movimientos völkisch partieron desde la periferia de la política y lograron llegar al centro por el camino más débil del organismo político y por donde había empezado a descomponerse: en este caso, la República de Weimar”
El artífice de la unificación alemana y el establecimiento del Segundo Reich
Kaiser Guillermo II
En opinión de Mosse, el pensamiento “völkisch” era una parte integral del nacionalismo alemán, especialmente ese nacionalismo que se vio humillado tras la derrota en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y que, como consecuencia, significó la incubación del odio y la rabia durante la República de Weimar (1919-1933). Pero este contexto no era suficiente ya que, como se señaló, esta ideología marginal que parecía inofensiva (y extravagante para el lector) logró penetrar en la sociedad, puesto que pudo infiltrarse en instituciones clave instituciones, siendo una de las más importantes – como señala Mosse – la educación.
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