6/6-Apuntes sobre Aristóteles (por Jan Doxrud)
Política
Procederé a abordar brevemente el tratado político de Aristóteles que se conoce bajo el título de Política. Específicamente haré alusión lo que Aristóteles entiende por Estado, ciudadanía, el papel que juega la ley en la vida de la polis, las formas de gobierno y otros temas como la esclavitud, la familia y la educación. Pero antes de entrar a explicar estos temas hay que precisar algunos aspectos de la obra en sí. La Política no ha llegado como un libro acabado. No es una obra unificada y menos aún ordenada. En pocas palabras, la Política tal como se nos presenta no estaba lista para salir a la luz y no se publicaron hasta siglos después de su muerte.
De acuerdo con Werner Jaeger la Política pertenece a dos etapas diferentes. En primer lugar tenemos la parte que trata sobre el Estado ideal que comprende el libro II, que realiza un estudio histórico de las teorías más antiguas y en donde efectúa una crítica a Platón. En el libro III realiza un estudio de la naturaleza del Estado y de la ciudadanía pero, como señala George H. Sabine, este trata de ser más bien una introducción a una teoría del estado ideal”. Por último, tenemos los libros VII y VIII que se refieren a la construcción del Estado ideal.
Por otra parte, tenemos el estudio de los Estados reales, constituidos por los libros IV, V y VI que tratan principalmente de la democracia y la oligarquía, las causas de su decadencia y cómo lograr su estabilidad. Jaeger atribuye a esta segunda parte una fecha posterior a la apertura del Liceo, suponiendo que representa una vuelta a la filosofía política hecha después de la investigación de las ciento cincuenta y ocho constituciones griegas o durante ellas. Los libros IV, V y VI fueron insertados por Aristóteles en medio de la redacción original, con lo que la obra sobre el estado ideal se amplió hasta convertirse en un tratado general de ciencia política, afirma Sabine.
En cuanto al libro I, fue el último escrito y sirvió como una introducción general al tratado ampliado y está unido de forma apresurada e imperfecta al libro II. En palabras de Sabine:
“Por consiguiente, con arreglo a la concepción de Jaeger, la Política trataba de constituir un tratado sobre una sola ciencia, pero no fue sometida nunca a la revisión que hubiese sido necesaria para dar a las diversas partes, escrita a lo largo de un período de acaso quince años, una forma bien unificada”[1].
Voy hacer alusión a las diferencias y semejanzas que había entre discípulo (Aristóteles) y maestro (Platón) en torno al tema de la política. Ambos coinciden en que la finalidad del Estado es mejorar moralmente a sus ciudadanos y lograr, de esa forma, que una asociación de hombres dada logre una convivencia armónica y alcancen la mejor vida posible. Aristóteles escribió sobre el Estado autárquico ya que sólo este proporcionaba el marco dentro del cual los hombres podían alcanzar el grado más alto de desarrollo moral. Ambos también limitaron su ideal a la polis, a las ciudades-estado.
Como escribió Bertrand Russell, no se toma en consideración los métodos de gobierno de estados no helénicos y sólo se hace alusión a Cartago, Babilonia, Egipto, pero no se menciona a Alejandro Magno y los efectos que el conquistador estaba generando en la región. Por lo tanto, las ciudades-estado fueron las protagonistas dentro del pensamiento de Platón y Aristóteles, siendo los laboratorios para llevar a cabo teorizaciones y experimentos políticos. El teórico político, Sheldon S. Wolin[2] escribió que en el pensamiento griego, el pensamiento de “lo político”, es decir, lo relativo a la polis, se había identificado con una determinada dimensión espacial de la polis. Añade Wolin que los límites rígidos establecidos por Platón y Aristóteles para la población y tamaño de sus ciudades ideales, y su detallada atención a temas tales como el control de la natalidad, la riqueza, el comercio o la expansión militar, eran parte de su creencia de que la vida de la polis, que la consideraban sinónima a su carácter político, podía articularse sólo dentro de los estrechos márgenes de la pequeña ciudad-estado.
Esta absorción total en una pequeña y compacta comunidad, explica Wolin, imprimió en el pensamiento político griego una intensidad nerviosa que contrastaba agudamente con el pensamiento estoico. Otra característica que compartían estos dos sabios, explica Wolin, fue la falta de discusión dedicada a materias de política exterior y relaciones interestatales, que tomaron la forma de advertencia sobre las consecuencias morales de la guerra y expansión, especialmente cuando estas eran dirigidas contra otros griegos. Lo anterior constituye una evidencia de la profunda cualidad introspectiva del pensamiento político griego.
El miedo y la sospecha hacia lo extraño, ajeno a ellos, fue, de acuerdo con Wolin, el acompañamiento psicológico para inhabilitar a los griegos a pensar en términos políticos en un área más amplia que la polis. Si bien hubo algunas similitudes entre maestro y discípulo, hay que decir que las diferencias entre estos mismo fueron más relevantes. Aristóteles llevaó a cabo una crítica a la concepción de la política que tenía Platón. Podemos señalar, como escribió George H. Sabine, que Aristóteles,
“creía que las obras de Platón, y acaso también su filosofía general, son brillantes y sugestivas, pero demasiado radicales y especulativas. Como dice Aristóteles, nunca son vulgares y siempre son originales. Pero la interrogación que se plantea en su mente parece ser ésta: ¿son fidedignas?”[3].
Por su parte, Aristóteles confesaba que el sistema de Platón tenía una apariencia “verdaderamente seductora de filantropía. A primer golpe de vista encanta por la maravillosa y recíproca benevolencia que parece deber inspirar a todos los ciudadanos…”[4]. Más adelante agrega: “Lo que decimos de la República de Platón sería aún mucho más evidente si existiese un gobierno semejante en la realidad”[5]. La crítica va dirigida a lo que podríamos tildar de “exceso de especulación” que sucede cuando el pensamiento corta las amarras que lo atan a la realidad y a la experiencia.
También este exceso de especulación puede llevar a crear mundos extremadamente perfectos que terminan por chocar y desintegrarse contra el muro de la realidad. También puede suceder lo contrario y se trate de derribar ese muro (la realidad) para que las ideas puedan prevalecer sobre la realidad, claro que, a un precio muy elevado, tal como sucedió con los experimentos de los socialismos reales. En palabras de George Sabine:
“En resumen, el genio de Aristóteles es más sobrio aunque menos original. Siente que un alejamiento demasiado grande de la experiencia común contiene probablemente una falacia, en alguno de sus puntos, aunque en apariencia sea de una lógica irreprochable”[6].
Ejemplo de este interés en la comprensión de la realidad empírica y no en la mera elaboración de un Estado ideal compuesto por seres perfectos, es el estudio y descripción que realizó Aristóteles sobre ciento cincuenta y ocho ciudades griegas y su exposición y examen sobre las constituciones en Calcedonia, Mileto, Lacedemonia, Creta y Cartago.
Otra idea que separa al discípulo del maestro es el tema de la propiedad. Aristóteles se va a mostrar en contra de la abolición de la propiedad privada y la familia, así como la idea de ejercer a perpetuidad los cargos políticos. Escribió que la unidad extrema de la asociación lleva a la desaparición de la ciudad: “Sin duda, el Estado y la familia deben tener una especie de unidad, pero no una unidad absoluta. Con esta unidad, llevada a cierto punto, el Estado ya no existe; o si existe, su situación es deplorable porque está siempre en víspera de no existir”[7].
Recordemos que, de acuerdo con Platón, los hijos eran comunes y nadie debía saber quién era el padre o la madre. Esto es muy confuso y de acuerdo a Aristóteles es complejo evitar que algunos ciudadanos no sospechen de quienes sean sus hermanos, hijos, padres o madres. También observa otros inconvenientes en esta comunidad carente de familia, como es el caso de la violencia, ya que en caso de que ocurran asesinatos, robos u otros actos de violencia, “son mucho más graves si se cometen contra un padre, una madre, o parientes muy próximos, que contra extraños”.
Y qué decir sobre las relaciones amorosas, hay que asegurarse de que no ocurran relaciones entre parientes cercanos, en otras palabras, relaciones incestuosas. En relación a la propiedad y cómo debe organizarse, Aristóteles es tajante:
“Es por tanto evidentemente preferible que la propiedad sea particular, y que sea sólo mediante el uso se haga común. Guiar a los espíritus en el sentido de esta benevolencia compete especialmente al legislador”[8].
El Estagirita advierte sobre la inestabilidad que puede generar el que no estén bien repartidos el trabajo y el goce que puede generar. Aristóteles postula la explotación separada de la tierra, para poder evitar así contiendas y fomentar la prosperidad, ya que las personas tendrán un incentivo para trabajar, puesto que la propiedad le pertenece y conciben su trabajo como un asunto de interés personal. ¿Qué hay de ese uso común del que habla Aristóteles? Para el filósofo griego era la propiedad privada la que proporcionaba la satisfacción de poder socorrer y favorecer a los amigos y cercanos. Aristóteles, criticando a Platón, señaló que este encanto desaparece “cuando se quiere establecer esa exagerada unidad del Estado”.
También atenta contra otras dos virtudes como la continencia, “puesto que es una virtud respetar por prudencia la mujer de otro” y la generosidad, “que es imposible sin la propiedad individual, porque en semejante república el ciudadano no puede mostrarse nunca liberal, ni ejercer ningún acto de generosidad, puesto que esta virtud sólo puede nacer con motivo del destino que se dé a lo que se posee”[9]. Los diversos problemas que puede sufrir la ciudad no se deben a la posesión individual de los bienes, sino a la perversidad de los hombres. Aristóteles se pregunta acerca de la relación entre los labradores y guerreros, y acerca de si la propiedad de los primeros debía ser particular o común, lo mismo con respecto a sus hijos.
Además, se preguntaba sobre la compensación a los labradores por su obediencia a los guerreros y cómo se les enseña a obedecer, ya que los labradores no eran ilotas, penestes (esclavos de Tesalia) o esclavos dóciles a los cuales podían someter. Platón en su obra, escribió Aristóteles, se había olvidado señalar si los labradores y artesanos debían estar excluidos de los asuntos del Estado, de las armas y la participación en expediciones militares. Como resultado, Aristóteles ve una pugna entre labradores y guerreros: “
Se habrán creado necesariamente en el Estado dos Estados, enemigo el uno del otro; porque de los labradores y artesanos se habrán formado ciudadanos, y de los guerreros se habrán hecho guardadores encargados de vigilarlos perpetuamente”[10].
Como señalé más arriba, Aristóteles también se muestra contrario al ejercicio perpetuo de los cargos políticos. Al respecto escribió:
“El establecimiento de las autoridades tal como lo propone Sócrates, ofrece también muchos peligros: las quiere perpetuas, y esto sólo bastaría para ocasionar guerras civiles hasta en los hombres menos celosos de su dignidad, y con más razón entre los belicosos y de corazón ardiente”[11].
Como escribió Sabine, el ideal de Aristóteles no era el comunismo, ni el gobierno basado en el despotismo del filósofo-rey. El soberano último debía ser la ley y no una persona. Aristóteles defendía la relevancia de las normas jurídicas como parte intrínseca del buen gobierno. En palabras de Sabine:
“La autoridad desapasionada de la ley no ocupa el lugar del magistrado, pero da a la autoridad del magistrado una cualidad moral que no podría tener de otro modo…La propiedad precisa que Aristóteles trata de señalar es tan evasiva como el consentimiento de los gobernados de las teorías modernas, pero nadie puede dudar de su realidad”[12].
¿Qué es el Estado para Aristóteles? Es una asociación en vista hacia algún bien, ya que los hombres no se juntan sino en vista de alcanzar algo que les parece ser bueno. En palabras de Aristóteles:
“La ciudad no es más que una asociación de seres iguales, que aspiran en común a conseguir una existencia dichosa y fácil”[13].
Es en la felicidad – que es el bien supremo y que consiste en el ejercicio y aplicación completa de la virtud –, donde hay que buscar el origen de las diferencias y divisiones entre los gobiernos. Cada pueblo toma distintas vías para buscar ambas y, debido a ello, “organiza también a su modo la vida y el Estado sobre bases asimismo diferentes”[14]. Toda asociación tiene un carácter teleológico, esto es, apunta hacia un fin, y esto para una familia, una aldea hasta la polis.
Como escribió Aristóteles, el más importante de todos los bienes debe ser el objeto de la más importante de todas las asociaciones, aquella asociación que engloba a todas las demás, siendo esta el Estado. Aristóteles, al igual que Platón, no concibe al hombre como una entidad aislada de las demás, sino que es un ser social por naturaleza, es decir que tiende más hacia la unión que hacia la separación. Tenemos el ejemplo de la unión del hombre con la mujer para formar la familia, la casa, la tribu, la ciudad y grandes imperios y, por qué no, la identificación con los demás como pertenecientes a una misma especie.
Es la ciudad-estado el contexto en donde los hombres pueden desplegar sus facultades humanas. Aristóteles se propone llevar a cabo un estudio sobre los elementos del Estado, remontándose a sus orígenes y siguiendo su desenvolvimiento. Aristóteles explica su manera de proceder:
“Aquí, como en los demás casos, conviene reducir lo compuesto a sus elementos indescomponibles, es decir, a las más pequeñas partes del conjunto. Indagando así cuáles son los elementos constitutivos del Estado, reconoceremos mejor en qué difieren estos elementos, y veremos si se pueden sentar algunos principios científicos para resolver las cuestiones de que acabamos de hablar. En esto, como en todo, remontarse al origen de las cosas y seguir atentamente su desenvolvimiento es el camino más seguro para la observación”[15].
Tenemos que la unión de los sexos es para la reproducción, ya que en el hombre “existe un deseo natural de querer dejar detrás sí un ser formado a su imagen”. Una agrupación de familias da origen a los pueblos y la agrupación de varios pueblos da origen al Estado. El Estado está por sobre la familia y por sobre los individuos, ya que el todo es necesariamente superior a las partes (holismo) y si se destruye el todo, ya no existirán partes que cumplan sus funciones. Aristóteles adopta un enfoque holista, en donde se comienza por las totalidades sociales, las cuales serían anteriores a sus componentes individuales, en lugar de ser resultado de estas interacciones individuales.
Así el todo tiene propiedades que las partes aisladas no poseen (propiedades emergentes). Aristóteles es en algún sentido holista en cuanto al énfasis en el todo, la interconexión de todas las cosas y la subordinación de la parte al todo. Así, la comunidad política es la forma más compleja de organización social y el Estagirita lo compara con un organismo dentro del cual cada órgano tiene su función específica, lo cual vendría a significar que sin el cuerpo estas partes dejarían de cumplir esas funciones. De igual forma, es dentro de la comunidad política en la cual los individuos y la familia cumplen con su función.
Aristóteles concluye que el Estado es un hecho natural y que el hombre es un ser social por naturaleza, “y el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es, ciertamente, o un ser degradado, o un ser superior a la especie humana”[16]. Aquel que no puede vivir en sociedad y que en su independencia no tenga necesidades, no puede ser miembro del Estado, por lo que sería un bruto o es un Dios[17].
En relación con el tema de la ciudadanía, Aristóteles ve la necesidad de analizar este tópico ya que son los ciudadanos los elementos constitutivos del Estado. ¿Quiénes son ciudadanos? La respuesta no puede ser una ya que dependerá de la forma de gobierno del que estemos hablando, así el ciudadano en democracia no será el mismo que el ciudadano en la oligarquía, de manera que este concepto varía de acuerdo con la forma de gobierno de la que estemos hablando. Ser ciudadano no depende del domicilio, ya que este puede pertenecer tanto a los esclavos como a los extranjeros domiciliados en la polis. Tampoco se es ciudadano por el derecho a presentarse ante los tribunales como demandante o demandado, porque puede ser conferido por un tratado de comercio.
Entonces, ¿quién es ser ciudadano para el filósofo griego? El rasgo más distintivo del verdadero ciudadano es el goce de las funciones de juez y de magistrado. Hay que tener presente que esta definición dada por Aristóteles es la del ciudadano en democracia: “
El ciudadano, para nosotros, es un individuo revestido de cierto poder, y basta, por tanto, gozar de este poder para ser ciudadano, como ya hemos dicho, y en este concepto los ciudadanos hechos tales por Clístenes lo fueron”[18].
Aristóteles realiza una analogía de acuerdo con la cual cada ciudadano es como un marinero en donde cada uno tiene sus funciones específicas, pero que concurren a un fin último que es la salvación de la tripulación. En el caso de los miembros de la ciudad, la virtud del ciudadano se refiere exclusivamente al Estado. Continúa explicando Aristóteles:
“…evidentemente, es ciudadano el individuo que puede tener en la asamblea pública y en el tribunal voz deliberante, cualquiera que sea, por otra parte, el Estado de que es miembro; y por Estado entiendo positivamente una masa de hombres de éste género, que posee todo lo preciso para satisfacer las necesidades de la existencia”[19].
El Estado es para el filósofo una asociación de ciudadanos que obedecen a una misma constitución. Otro punto relevante es la doble virtud de saber obedecer y mandar, ya que
“en el Estado no se trata de señores ni de esclavos; en él no hay más que una autoridad, que se ejerce sobre seres libres e iguales por su nacimiento. Esta es la autoridad política que debe tratar de conocer el futuro magistrado, comenzando por obedecer él mismo; así como se aprende a mandar un cuerpo de caballería siendo simple soldado; a ser general; ejecutando las órdenes de un general, ejecutando las órdenes de un general; a conducir una falange, un batallón, sirviendo como soldado en éste o en aquella. En este sentido es en el que se puede sostenerse con razón que la única y verdadera escuela del mano es la obediencia”[20].
Tenemos que la concepción aristotélica de un buen ciudadano es aquel que tiene el conocimiento y la capacidad tanto de gobernar como la de ser gobernado. Como escribió Sheldon S. Wolin, la ciudadanía connotaba el derecho de un individuo a vivir en la única forma de asociación que le permitía desarrollar sus capacidades al máximo. De esta manera, la participación política era una demanda que fluía de la naturaleza del ser humano, lo que significaba que el hombre había nacido para la ciudadanía. Aristóteles muestra un cierto desprecio por el trabajo como medio para vivir y considera que el ciudadano debe tener tiempo de ocio. Añadía que en una constitución perfecta no se admitiría al artesano como ciudadano. Continúa explicando Aristóteles:
“¿No es uno realmente ciudadano sino en tanto que pueda entrar a participar del poder público, o debe comprenderse a los artesanos entre los ciudadanos? Si se da este título también a individuos excluidos del poder público, entonces el ciudadano no tiene, en general, la virtud y el carácter que nosotros le hemos asignado, puesto que de un artesano se hace un ciudadano…Pero, ciertamente, no se debe elevar a la categoría de ciudadanos a todos los individuos de que el Estado tenga necesidad. Y así, los niños no son ciudadanos como los hombres; éstos lo son de una manera absoluta, aquéllos lo son en esperanza; son ciudadanos sin duda, pero imperfectos…Pero una constitución perfecta no admitiría nunca al artesano entre los ciudadanos. Si se quiere que el artesano sea también ciudadano, entonces la virtud del ciudadano, tal como la hemos definido, debe entenderse con relación, no a todos los hombres de la ciudad, ni aun a todos los que tienen solamente la cualidad de libre, sino tan solo respecto de aquellos que no tienen que trabajar necesariamente para vivir. Trabajar para un individuo en las cosas indispensables de la vida es ser esclavo; trabajar para el público es ser obrero y mercenario”[21].
La filósofa Martha Nussbaum señala que esta postura de Aristóteles no representaba la totalidad de la mentalidad griega de la época. Para Nussbaum, en lo que se refiere a la esclavitud, Aristóteles se enfrentó a quienes sostenían la idea de que la esclavitud era injusta, es decir, Aristóteles conocía esas ideas. En lo que se refiere a los campesinos y marineros, Aristóteles se opuso en su obra a la actual democracia de Atenas en donde se le otorgaba la ciudadanía a estos. Por último con respecto a las mujeres, la autora nos recuerda en primer lugar que Platón se habría liberado de las convenciones que prevalecían y repensado el tema de la educación de la mujer. Platón llegó a la conclusión de que había que educar a cada persona de acuerdo a sus capacidades, lo que significaba que a la mujer se le debía dar la oportunidad de ser evaluada como individuo y ser educada si sus capacidades así lo indican.
Para Aristóteles, sólo algunos están llamados a ser ciudadanos: “Hay, por tanto, indudablemente, diversas especies de ciudadanos, y sólo lo es plenamente el que tiene participación en los poderes públicos”[22].Haciendo eco de las palabras de Aquiles en la Ilíada, señala Aristóteles que uno es extranjero en la ciudad cuando no participa de las funciones públicas. El ciudadano que evade o es ajeno a la ciudadanía está rechazando justamente algo que “fluye” en su naturaleza.
El Estagirita se ocupa también sobre la extensión que debe tener el Estado. Para él no es lo mismo un gran Estado y un Estado populoso. Un Estado no debe ser vasto y debe existir una armonía entre la extensión y el número de ciudadanos. No es posible imponer orden a través de la ley en una gran multitud, por lo que el Estado no debe ser no desmesuradamente vasto ni desmesuradamente pequeño. En el primer caso, la ciudad no podría satisfacer sus necesidades y esta constituye una condición esencial del Estado. En el segundo caso, si la ciudad es vasta, entonces se bastaría a sí misma como nación pero no como ciudad.
Dentro de esta diferenciación entre nación y ciudad se debe considerar a la primera como una reunión de hombres pero sin instrucciones fijas y relaciones determinadas que los mantengan políticamente unidos entre sí. La verdadera sociedad política es la ciudad. Aristóteles afirma que una ciudad está necesariamente formada “en el momento mismo en que la masa políticamente asociada puede proveer a todas las necesidades de su existencia.”[23]. En la ciudad los actos políticos son de dos especies: autoridad y obediencia. Así, el magistrado manda y juzga y para que sea posible juzgar los negocios litigiosos y repartir los negocios según el mérito, señala Aristóteles, es menester que los ciudadanos se conozcan y se aprecien mutuamente.
Si no se dan estas condiciones, las elecciones no serían posibles y las sentencias jurídicas serían necesariamente malas. Aristóteles también aboga por la independencia de la ciudad, es decir, que esta no dependa económicamente de otras y que sus tierras le proporcionen lo suficiente para satisfacer a sus habitantes. En palabras del filósofo:
“La extensión y la fertilidad del territorio deben ser tales que todos los ciudadanos puedan vivir tan desocupados como corresponde a hombres libres y sobrios”[24].
En lo que respecta a la seguridad de la ciudad, Aristóteles señala que esta debe ser de difícil acceso para el enemigo y de salida cómoda para los ciudadanos. En cuanto al emplazamiento de la ciudad, recomienda que este ocupe un lugar estratégico y que tuviese acceso al mar. Advierte que, entre los peligros de estar expuesto al mar, en este caso, el Mediterráneo, es el contacto con los extranjeros que pueden desestabilizar la organización del Estado ya que están educados bajo leyes distintas y carecen de disciplina política. Independiente de este potencial peligro, es conveniente el emplazamiento a orillas del mar. Escribió el filósofo griego:
“Se resiste mejor una agresión enemiga cuando se pueden recibir, a la vez, por mar y por tierra auxilios de los aliados; y si no se puede batir a los sitiadores por ambos puntos a un mismo tiempo, se puede hacer con más ventaja por uno de ellos, cuando simultáneamente se pueden ocupar ambos”[25].
El mar presenta también la facilidad de poder tanto importar como exportar las materias que abundan. Pero Aristóteles advierte que, al comerciar, la ciudad debe pensar en sí misma y jamás en los demás pueblos. En cuanto a los elementos indispensables para la existencia de la ciudad, Aristóteles enumera un total de seis, siendo estos elementos los siguientes: trabajadores para asegurar la existencia, las artes, “indispensables a la vida , que tiene necesidad de muchos instrumentos”, las armas necesarias para la asociación y apoyar a la autoridad pública contra las facciones interiores, así como para rechazar a los enemigos externos, las riquezas para atender tanto las necesidades interiores como para la guerra, el culto divino y por último, los jueces que deben velar por la satisfacción de las necesidades e intereses del Estado.
En lo que se refiere a las distintas formas de gobierno, Aristóteles sabe que existen distintas formas de organización de la comunidad política, por lo que existen distintas formas de gobierno y con ello también la ciudadanía varía como señalé anteriormente. La constitución es aquel ordenamiento de la comunidad política que establece las distintas magistraturas. Como señala Sheldon S. Wolin, la constitución designaba al individuo o al grupo que ejercía la autoridad suprema sobre la sociedad política e identificaba el lugar del poder, ya sea en un individuo, en varios en magistraturas, etc. Cada constitución reconocerá el poder en un sector social determinado, por ejemplo, la aristocracia. Aristóteles advierte sobre los peligros a que puede estar sujeta una constitución:
“Siendo cosas idénticas el gobierno y la constitución, y siendo el gobierno señor supremo de la ciudad, es absolutamente preciso que el señor sea o un solo individuo, o una minoría, o la mayoría, gobiernan consultando el interés general, la constitución es pura necesariamente; cuando gobiernan en su propio interés, sea el de uno solo, sea el de la minoría, sea el de la multitud, la constitución se desvía del camino trazado por su fin, puesto que, una de dos cosas, o los miembros de la asociación no son verdaderamente ciudadanos o lo son, y en este caso deben tener su parte en el provecho común”[26].
Esto sucede cuando ya no se gobierna en beneficio de los súbditos, que ya lo había anticipado Platón y que tiene como resultado la degeneración de las formas de gobierno como lo señaló Aristóteles. Examinemos las tres formas de gobierno. En primer lugar, está la monarquía, que está basada en la autoridad de un solo hombre, “que siendo el gobierno de uno solo tiene por objeto el interés general, se denomina reinado”. En segundo lugar, tenemos la aristocracia, que está basada en el principio de autoridad de un grupo minoritario conformado por individuos sobresalientes.
En tercer y último lugar está la república, basada en el principio de la participación en el gobierno de casi la totalidad de los ciudadanos, “cuando la mayoría gobierna en bien del interés general”. Las desviaciones o formas degeneradas de estos gobiernos son: la tiranía, la oligarquía y la democracia, siendo este último concepto utilizado en un sentido negativo, análogo al de demagogia. De acuerdo a Aristóteles la distinción esencial entre oligarquía y demagogia es la riqueza y la pobreza. Dondequiera que el poder esté en manos de los ricos (que por lo general son una minoría) estaremos ante una oligarquía y dondequiera que el poder esté en manos de los pobres (que en general son mayoría), estaríamos ante una demagogia.
La asociación política tiene por fin la virtud y la felicidad de sus asociados y no sólo la existencia material. Escribe Aristóteles: “Si la asociación política sólo estuviera formada en vista de la riqueza, la participación de los asociados en el Estado estaría en proporción directa de sus propiedades, y los partidarios de la oligarquía tendrían entonces plenísima razón”[27]. La asociación política tampoco tiene por objetivo las alianzas defensivas u ofensivas entre los individuos, ni los servicios que se prestan recíprocamente, pues, de acuerdo a Aristóteles, tanto cartagineses como etruscos y otros pueblos unidos por tratados de comercio, “deberían ser considerados ciudadanos de un solo y mismo Estado…”.
Entre las formas de gobierno Aristóteles se muestra a favor de la república. Considera que la soberanía no debe depositarse en los ciudadanos distinguidos, ya que envilecería a las demás clases quedan excluidas de las funciones públicas. En relación a la idea de otorgar el poder a un solo hombre, Aristóteles señala que es exagerar el principio oligárquico y se excluiría de las magistraturas a un gran número de personas. Además, esta única persona que posee el poder está sometida a las mil pasiones “que agitan a toda el alma humana”.
Aristóteles parece inclinarse por la república, salvo algunas excepciones, por ejemplo, donde exista un único personaje que supere a la gran mayoría o un grupo de personas virtuosas que superen a todos los demás juntos. A pesar de que este régimen pueda presentar algunos riesgos producto del bajo nivel cultural o educacional de quienes participan, como hacía alusión Churchill, por otro lado evita errores y riesgos graves en el ejercicio del poder. Por ejemplo, muchas personas que no superan la media tomadas en su conjunto, son mejores que pocas personas excelentes. También está el riesgo de excluir a la mayoría del ejercicio de las funciones públicas que puede generar revueltas o cualquier tipo de inestabilidad. Por último es conveniente que el ciudadano común pueda participar en la elección y destitución de los gobernantes. Sobre esto escribe el Estagirita:
“Cuando están reunidos, la masa percibe siempre las cosas con suficiente inteligencia; y unida a los hombres distinguidos, sirve al Estado a la manera que, mezclando manjares poco escogidos con otros delicados, se produce una cantidad más fuerte y más provechosa de alimentos. Pero los individuos tomados aisladamente son incapaces de formar verdaderos juicios”[28].
Vemos que Aristóteles aborda el tema desde un enfoque holista en donde la parte, en este caso, el individuo, está subordinado al todo. Más aún, el individuo aislado es incapaces de formarse juicios verdaderos, cosa que no sucede cuando es parte de la colectividad donde cada individuo está en conexión con los demás. Como sostiene Mario Bunge:
el “componente más débil del holismo es su posición antianalítica, ya que el análisis, conceptual o empírico, es inherente a todas las ciencias, tecnologías y humanidades…sólo a través del análisis de las partes interactuantes de una totalidad podemos explicar lo que la mantiene unida, lo que amenaza con disgregarla y también como podríamos mejorarla”[29].
Más adelante el Estagirita insiste en este punto: “Los individuos aislados no juzgarán con tanto acierto como los sabios, convengo en ellos; pero reunidos todos, o valen más, o no vaen menos”[30]. Más adelante continua escribiendo:
“No es el individuo, juez, senador, miembro de la asamblea pública, el que falla soberanamente; es el tribunal, es el senado, es el pueblo, de los cuales este individuo no es más que una fracción mínima en su triple carácter de senador, juez y de miembro de la asamblea general”[31].
Así, desde ese punto de vista sería justo, de acuerdo a Aristóteles, que la multitud tenga un poder más amplio debido a que es ella la que forma el pueblo, el senado y el tribunal.
En la Política Aristóteles desarrolla una teoría sobre las revoluciones, específicamente un estudio acerca de las causas de las revoluciones en los Estados. De acuerdo a él, la desigualdad es siempre la causa de las revoluciones, ya que predispone a los espíritus a una revolución, de manera que estas últimas se llevarían a cabo con el objetivo de conquistar la igualdad:
“Los ciudadanos se sublevan, ya en defensa de la igualdad, cuando considerándose iguales se ven sacrificados por los privilegiados; ya sea por el deseo de la desigualdad y el predominio político”[32].
Aristóteles recomienda que lo más prudente es combinar la igualdad relativa al número (la igualdad o identidad en masa) con la igualdad relativa al mérito (la igualdad proporcional). En cuanto al método, las revoluciones pueden proceder usando la violencia o la astucia. En lo que respecta a la astucia, Aristóteles afirma que se puede obrar de dos maneras, siendo la primera la de valerse de falsas promesas que terminan por obligar al pueblo a aceptar la revolución, tal como sucedió con la revolución comunista en Rusia y en China.
La otra manera de obrar es la simple persuasión, un discurso emotivo que apele a las emociones, especialmente al miedo, por ejemplo, fomentar el miedo al enemigo externo e invisible pero que siempre está amenazando la estabilidad del régimen. Así lo hicieron los revolucionarios antiguos, un casi paranoico Marat que veía conspiraciones en todas partes durante la revolución y que tuvo como resultado el incitar a las masas a ser más violentas con los resabios del Antiguo Régimen.
En relación a los cambios que producen las revoluciones, estos pueden atacar el principio mismo de gobierno, reemplazando la constitución existente y con esto también, la forma de gobierno, ya sea de una oligarquía a una democracia o viceversa. Las revoluciones pueden también dirigirse a ejercer el poder, conservando la constitución existente, relajando o forzando algún principio. Este tipo de revoluciones, escribió Aristóteles, sería frecuente en los Estados oligárquicos y monárquicos. Por último, algunas revoluciones pretenden sólo modificar o quitar una parte de la constitución, fundando o suprimiendo una magistratura.
Aristóteles nos entrega una serie de causas que explican la disposición a llevar a cabo revoluciones. Tenemos el ansia de riquezas y honores, el insulto, el miedo, la superioridad, el desprecio, el acrecentamiento desproporcionado de algunas parcialidades de la ciudad, las cábalas, la negligencia, las causas imperceptibles y la diversidad de origen. Por ejemplo, la superioridad es origen de discordias civiles en el seno del Estado. A pesar de que se puede proceder en contra de esta situación a través del ostracismo, Aristóteles recomienda prevenir la superioridad más que curarlas con tal clase remedio.
El miedo también causa sediciones, cuando los culpables se sublevan por temor a recibir un castigo. Aristóteles da como ejemplo el caso de Rodas, donde “los principales ciudadanos se insurreccionaron contra el pueblo para sustraerse a los fallos que se habían dictado contra ellos”. El crecimiento desproporcionado de algunas clases de la ciudad puede ser también motivo de inestabilidad. Aristóteles señala que el cuerpo político al igual que el cuerpo humano se compone de diversas partes y estas partes deben desenvolverse, al igual que en el cuerpo, proporcionalmente. Sucede que en el cuerpo político algunas partes pueden alcanzar “en secreto un desarrollo peligroso; como, por ejemplo, la clase de los pobres en las y en las repúblicas. Sucede a veces que este resultado es producto de circunstancias enteramente eventuales”[33].
Aristóteles cita el caso de Tarento en donde “habiendo perecido la mayoría de los ciudadanos distinguidos en un combate contra los japiges, la demagogia reemplazó a la república, suceso que tuvo lugar poco después de las guerras Médicas”[34]. También cita el caso de Atenas en donde “las clases distinguidas perdieron parte de su poder porque tuvieron que servir en la infantería, después de las pérdidas que experimentó esta arma en la guerra contra Lacedemonia”[35].
Para finalizar, Aristóteles se refiere a la diversidad de origen como otra causa de las revoluciones. Explica que el Estado no puede formarse con cualquier tipo gente, así como tampoco puede formarse en circunstancia cualquiera. Señala el filósofo que los cambios políticos son frecuentemente consecuencia de haber dado el derecho de ciudadanía a extranjeros radicados desde hace mucho tiempo en la región o a los recién llegados. De esta manera se da el caso de los aqueos “quienes se unieron a los tresenos para fundar Síbaris; pero habiéndose hecho estos más numerosos, arrojaron a los otros, crimen que más tarde los sibaritas debieron expiar”[36]. En Siracusa, escribió Aristóteles, “la discordia civil no paró hasta el combate, porque después de derrocar la tiranía, se habían convertido en ciudadanos los extranjeros y los soldados mercenarios”[37].
En algunos capítulos Aristóteles además de explicar las causas de las revoluciones en general, también explica cómo se generan en casos específicos como es el caso de las oligarquías, las aristocracias, las democracias y monarquías, y sobre los medios de conservación y prosperidad de estos mismos. Incluso hay una interesante sección destinada al tirano quien, a diferencia del rey que desea honor, el primero desea riquezas. Aristóteles explica cómo puede el tirano mantenerse en el poder. El tirano debe impedir el surgimiento de personas de ingenio y mérito que puedan hacerle sombra, ya sea por medio de la ejecución o asesinato.
El tirano debe impedir asambleas literarias o de discusión. El tirano debe promover riñas, mantener a sus súbditos ocupados en trabajos de gran envergadura, tal como fue el caso de las pirámides hace miles de años. Aristóteles veía en la religión un buen instrumento de control, por lo que el tirano debía aparentar ser religioso ya que de esa manera los súbditos no tendrían temor a ningún mal de su parte y estarían menos dispuestos a conspirar en su contra, ya que creían que los dioses están de su parte.
Un pilar fundamental del Estado es la educación y debe ser la función del legislador el velar por la educación de los niños ya ahí donde la educación ha sido desatendido “el Estado ha recibido un golpe funesto. Aparte de las condiciones físicas necesarias para la vida buena, la fuerza más importante para el moldeamiento del ciudadano son para Aristóteles, y para Platón, un sistema de educación obligatoria. Como señala Sabine, Aristóteles discrepa con Platón en su teoría general de la educación al atribuir mayor peso a los hábitos buenos.
Aristóteles escribió que las leyes deben estar siempre en relación con el principio de la constitución y que las costumbres de cada ciudad afianzaban el sostenimiento del Estado. “Las costumbres democráticas conservan la democracia, así como las costumbres oligárquicas conservan la oligarquía, y cuanto más puras son las costumbres, tanto más se afianza el Estado”[38]. Para Aristóteles la educación debe ser pública ya que el Estado tiene un solo y mismo fin. Critica la educación de su tiempo y el hecho de que la educación privada, en donde cada uno educaba a sus hijos en sus casas con los métodos que estimaba más conveniente, prevaleciera por sobre la pública.
De acuerdo con el Estagirita cada ciudadano no es dueño de sí mismo ya que son elementos constituyentes del Estado “y que los cuidados de que son objeto las partes deben concordar con aquellos de que es objeto el conjunto”[39]. Hay que especificar que la educación está destinada sólo a los que se convertirán en ciudadanos y esa educación dependerá de la clase de Estado en el que habite, ya sea una democracia o una oligarquía. Por lo tanto es la ley la que debe ocuparse de la educación. Aristóteles se pregunta si la educación debe dirigirse exclusivamente a las cosas de utilidad real o hacer de ella una escuela de virtud o si debe comprender las cosas que conciernen al puro entretenimiento.
De entre las cosas útiles, la educación debe comprender las que son de absoluta necesidad. La juventud sólo debe aprender aquellas que no tiendan a convertir en artesanos a los que la practiquen. Las ocupaciones propias del artesano son menospreciadas por Aristóteles ya que las considera inútiles para preparar el cuerpo y el alma del hombre libre para los actos de virtud. El suelo es trabajado por el esclavo y el artesano se encuentra excluido de la ciudadanía. La razón que esgrime Aristóteles es que la virtud es cosa imposible para hombres cuyo tiempo se dedica por entero al trabajo manual. También incluye dentro de las actividades despreciables los oficios que pueden desfigurar el cuerpo y todos los trabajos cuya recompensa consiste en un salario, debido a que unos y otros quitan al pensamiento toda actividad y toda elevación.
A continuación Aristóteles explica la educación de su tiempo que se dividía en cuatro partes: las letras (lectura, escritura y gramática), la gimnástica, la música, y a veces, escribe Aristóteles, el dibujo. La música es considerada como una ocupación digna de matar el ocio y señala que no debe ser una actividad que el hombre libre deba dominar a la perfección. El propósito de la educación es la virtud, tema que aborda en la Ética. Como escribió George H. Sabine: “Es notable la ausencia de un plan de educación tal como el que había constituido una parte importante de la República –omisión que puede deberse, desde luego, al hecho de que el libro esté sin acabar”[40].
[1] George H. Sabine, Historia de la teoría política (México: FCE, 2006), 93.
[2] Sheldon S. Wolin, Politics and Vision: Continuity and Innovation in Western Political Thought (USA: Princeton University Press, 2006)
[3] George H. Sabine, op. cit., 94.
[4] Aristóteles, Política (España: Editorial Espasa Calpe, 2007), 71.
[5] Ibid., 72.
[6] George H. Sabine, op. cit., 94.
[7] Política, 71.
[8] Ibid., 70.
[9] Ibid., 70-71.
[10] Ibid., 72.
[11] Ibid., 73.
[12] Ibid., 95.
[13] Ibid., 155.
[14] Ibid., 155.
[15] Ibid., 37-38.
[16] Ibid., 40.
[17] Ibid., 41.
[18] Ibid., 104.
[19] Ibid., 103.
[20] Ibid., 108-109.
[21] Ibid., 109-110.
[22] Ibid., 111.
[23] Ibid., 150.
[24] Ibid., 151.
[25] Ibid.
[26] Ibid., 114.
[27] Ibid., 116.
[28] Ibid., 121.
[29] Mario Bunge, Crisis y reconstrucción de la filosofía (España: Editorial Gedisa, 2007), 40.
[30] Política, 121.
[31] Ibid., 122.
[32] Ibdi., 255.
[33] Ibid., 258.
[34] Ibid.
[35] Ibid.
[36] Ibid., 259.
[37] Ibid.
[38] Ibid., 179.
[39] Ibid., 180.
[40] George H. Sabine, 98.