5/6-Sionismo: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)
Fracasada la propuesta de Peel, Londres lleva a cabo la conferencia de Saint James entre el 17 de febrero y el 17 de marzo de 1939. A esta acuden delegados de la Agencia Judía que incluye sionistas y no sionistas, encabezados por Haim Weizmann y Ben-Gurión. También fue invitada una delegación arabopalestina dominada por los Husseini, así como también a representantes de las monarquías árabes de Egipto, Iraq, Transjordania, Arabia Saudí y el Yemen. El resultado fue un diálogo entre sordos, incluso las partes tuvieron que trabajar en salas separadas ya que, de acuerdo con Culla y Fortet, los árabes querían evitar cualquier contacto directo con los judíos.
Llegamos aquí a un punto crucial y que significó un vuelco de la política británica hacia los judíos. En un acto de realismo político y, considerando la amenaza que planteaba Hitler en Europa, Londres decidió hacer un giro pro árabe. Entre las razones se encuentran: el peso demográficos de estos en la región y la importancia estratégica y energética se la región, que no podían arriesgar por apoyar a una minoría judía. Esta vuelco en la política británica quedó plasmada en el “Libro Blanco” de McDonald (ministro de Colonias) el 17 de mayo de 1939.
En síntesis, en este documento se limita la migración de judíos hacia el mandato, haciéndolo prácticamente dependen de las autoridades árabes. También se restringe drásticamente la compra de tierras por parte de los sionistas y, por último, se establecería dentro del plazo de 10 años un Estado binacional con la participación de ambas partes.
Como era de esperar este documento fue rechazado por los judíos, pero también por los árabes y la violencia continuó, a pesar del comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939. Como señalé, fue en este nuevo contexto que Haj Husseini vio en el nazismo alemán un aliado poderosos contra Inglaterra y contra los judíos. Así, el líder árabe mantendrá contacto con Mussolini, con el ya mencionado Hitler, pero también con Heinrich Himmler, Joachim von Ribbentrop y Alfred Rosenberg.
Amin al-Husseini junto con Hitler
Amin al-Husseini junto con Himmler
Mientras tanto, en el otro bando, Weizmann, en una carta al Primer Ministro Neville Chamberlain (de la cual no obtuvo respuesta), le expresa su apoyo a pesar de las desavenencias producto del “Libro Blanco”. Por su parte, y como explican Culla y Fortet, Ben-Gurión comienza a apostar sus cartas a otra potencia – Estados Unidos – en lugar de Inglaterra. En el mandato británico, una parte de del Irgún comienza a ver a los británicos como los enemigos. Incluso se genera una nueva escisión que da origen al Lehi (Combatientes por la Libertad de Israel). Ben-Gurión se mostraba algo optimista dentro de un clima de incertidumbre. Para el político sionista la Primera Guerra Mundial les había traído la declaración Balfour, y ahora a lo que debían aspirar – con esta nueva guerra europea – era a la creación de un Estado judío. Como comentan Culla y Fortet:
“Si, desde el punto de vista de la autosuficiencia económica y de la capacidad de autodefensa armada, la Segunda Guerra Mundial había convertido al yishuv (…) en un pequeño pero sólido cuasi-Estado, el final del conflicto bélico y la consiguiente revelación del alcance de la matanza antijudía en Europa otorgan al nacionalismo hebreo una legitimación definitiva e irrebatible”.
Entramos así al período de Guerra Fría (1945-1991), en donde las potencias europeas pasan a un segundo plano y en donde el escenario geopolítico comienza a ser dominado por otras dos potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. La década de 1940 verá el fin del mandato británico sobre Palestina y el nacimiento del Estado de Israel en 1948, por ende examinaremos como se llegó a esta situación. Para los británicos el mandato se había transformado en un peso del cual quería liberarse. Hay que tener en consideración que Inglaterra y, principalmente Francia, habían quedado devastadas tras la guerra, por lo que mantener sus posesiones de ultramar se les hacía algo muy complejo e insostenible. Además, la situación de violencia no cesaba, principalmente por parte del Irgún y el Lehi que atacaban infraestructura e instalaciones militares.
Irgún
En este nuevo orden mundial, el Presidente estadounidense Harry S. Truman se muestra favorable a la causa sionistas. El gobierno británico se vio forzado a reexaminar el asunto por medio de la creación de una comisión anglo-americana compuesta por 12 miembros. Estos trabajaron durante 4 meses y estuvieron en Europa, así como también en Oriente Próximo. Entre las conclusiones a las que llegaron y entregaron el 1 de mayo de 1946 están: admisión inmediata de 100.000 refugiados judíos; poner fin a las restricciones en la compra de tierras; no habría un partición sino que una Palestina unitaria y binacional (mientras tanto el territorio estaría bajo la tutela británica avalada por la ONU).
Con esto, el “Libro Blanco” se convirtió en papel mojado, pero quedaron frustrados los deseos sionistas de tener un estado independiente. Las autoridades británicas no aceptaron esto, de manera que mantuvieron las restricciones en el mandato. Lo mismo sucedió con los árabes y judíos. Así la violencia continuó y ese mismo año el Irgún hizo volar parte del hotel King David, ataca el Club de Oficiales de Jerusalén y llevaba a cabo secuestro de militares británicos, mientras que el Palmach (unidad de élite de la Haganá) hacía volar infraestructura vial como puentes.
También se llevan a cabo todas las gestiones necesarias para facilitar la inmigración clandestina de judíos desde Europa. De acuerdo con Culla y Fortet, esta “aliá secreta” había fletado 65 barcos en mayor de 1948 y “acercado a Palestina a entre 70.000 y 80.000 ilegales, de los que solo unos 30.000 lograron burlar el bloqueo inglés”. Pero, como añaden los mismos autores, es la relevancia simbólica lo que lo central y no el balance cuantitativo. La situación de Gran Bretaña era insostenible tal como comentan los dos historiadores antes citados:
“Gran Bretaña, pues, se halla atrapada en un conflicto entre aspiraciones irreconciliables; un conflicto que absorbe el 10% de su ejército (casi 100.000 soldados) y de 30 a 40 millones de libras al año en un tiempo de penuria, que obliga a sus representantes en Palestina a vivir recluidos dentro de zonas fortificadas (…) y a evacuar para casa a mujeres y a niños; un conflicto que causa estragos en la imagen internacional de Inglaterra y perturba las relaciones con el aliado y padrino norteamericano”.
Finalmente el titular del Foreign Office anuncia ante la Cámara de los Comunes el pleito sería remitido al arbitraje de la nueva organización internacional de posguerra: la Organización de las Naciones Unidas. La ONU va a formar la United Nation Special Committee on Palestine (UNSCOP) que estuvo integrada por Canadá y Australia (en representación de la Commonwealth), Suecia y los Países Bajos (en representación de Europa occidental), Checoslovaquia y Yugoslavia (en representación de Europa del Este, India e irán (en representación de Asia y el mundo islámico) y, por último, Uruguay, Perú y Guatemala (en representación de América Latina).
The UNSCOP Committee carrying out its work, YMCA Building, Jerusalem (http://www.zionistarchives.org.il/en/Pages/UNSCOP.aspx)
El objetivo de la UNSCOP era “averiguar y registrar los hechos, e investigar todos los puntos y cuestiones relativos al problema de Palestina”. Para ello, la UNSCOP se traslada desde Nueva York a Palestina en donde comienza las inspecciones y audiencias. Es ahí donde se percatan de la actitud intransigente e inflexible de los árabes. El Alto Comité Árabe decretó un boicot a las tareas de la UNSCOP. El alto comisionario Cunningham hablaba de una “paranoia” presente y entre los árabes, mientras que el guatemalteco García Granados afirmaba que los dirigentes palestinos carecían de realismo y que habían desaprovechado una oportunidad histórica para arreglar el conflicto.
Por otro lado, los sionistas mostraron una actitud completamente diferente a la de los árabes. Posteriormente, los miembros de la UNSCOP se dirigieron al Líbano donde se entrevistaron con los representantes de los Estados árabes, salvo Transjordania. Aquí se encontraron con la misma intransigencia y, tal como señaló el emir Sirio Adil Arslan: “Para los árabes (…) el establecimiento de un Estado judío en palestina es un problema de dignidad nacional. Jamás podremos permitirlo”. Sobre esta actitud de los árabes comentaba el checoslovaco Karel Lisicky: “He estado escuchando sus reclamaciones, y me parece que solo estarían dispuestos a aceptar una transacción de esta clase: pedimos el 100%, y que los otros se queden con el resto…”.
Como explican Culla y Fortet, la UNSCOP se dirige a Ginebra, específicamente al Palacio de las Naciones. Desde allí visitan y son testigos de los “campos de miseria” y a las personas desplazadas en campos en Baviera, Viena, Berlín y la Baja Sajonia. ¿A qué resolución llegó la UNSCOP? En primer lugar que el Mandato británico debía llegar a su fin. Sobre el futuro de ese territorio se realizaron dos propuestas, siendo la primera la división del territorio en dos Estados (propuesta mayoritaria defendida por Canadá, Guatemala, Países Bajos, Perú, Suecia, Checoslovaquia y Uruguay).
La segunda propuesta se mostraba a favor de una Palestina federal y binacional. De vuelta en Nueva York, el expediente sobre Palestina es enviado por el Secretario General, Trygve Lie, a una comisión ad hoc de todos los Estados miembros, siendo estos últimos los que estudiarían la propuesta particionista para luego votar por una de estas.
Aquí es importante destacar el apoyo que mostró la Unión Soviética por la causa sionistas. Culla y Forte explican cómo el viceministro de Exteriores Andrei Gromyko evocaba los sufrimientos del pueblo judío bajo el “nazifascismo”. De acuerdo con los mismos autores esto obedecía a los cálculos de Stalin en virtud de los cuales podía existir dos escenarios. El primero era que con la partición de Palestina, el Estado judío podía convertirse en una cuña neutralista, progresista (en un sentido soviético) e incluso socialista, es decir, en una suerte de “cabeza de puente de Moscú en Oriente Próximo”.
Un segundo escenario era que, con la partición y el fin del Mandato, se debilitaría la presencia británica en la región. Por lo demás, cualquier enfrentamiento entre árabes y judíos podía terminar con internacionalización del territorio por parte de la ONU. Ad portas de la votación los representantes soviéticos en la ONU afirmaban que “cada pueblo, incluido el pueblo judío, tiene derecho a exigir que su destino no dependa de la caridad o de la buena voluntad de este o de aquel Estado”.
Finalmente el comité ad hoc aprueba por mayoría simple (25 votos contra 13 y 17 abstenciones), y tras dos meses de trabajo, una versión corregida del plan de partición. Ahora sería la Asamblea General de las naciones Unidas la que debía votar su aprobación que requería de una mayoría calificada de dos tercios. No está de más señalar que el lobby fue intenso y, finalmente, el 29 de noviembre de 1947 los 56 Estados proceden a votar. Los resultados fueron 33 Estados a favor de la partición, 13 en contra y 10 abstenciones.
Habiendo obtenido la mayoría requerida se aprobó la Resolución 181. Mientras muchos celebraban en Nueva York la luz verde para la creación del Estado de Israel, David Ven-Gurión escribía en su diario:
“Esta noche, la multitud bailaba por las calles, pero yo no podía bailar. Sabía que la guerra era inminente, y que perderíamos en ella la flor de nuestra juventud”.
El 14 de mayo de 1948 el mismo David Ben-Gurión proclamaría la independencia del Estado de Israel en Tel Aviv, el mismo día en que expiraba en Mandato británico.
Artículos complementarios
1/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
2/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
3/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
4/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
5/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)