2/6-Sionismo: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

2/6-Sionismo: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)

Otro autor citado por Culla y Fortet es un culto médico de Odessa y fundador de la organización “Amantes de Sión”: Leon Pinsker (1821-1891), nacido en Tomaszów (Polonia). Específicamente los autores citan el opúsculo de Pinsker titulado “Autoemancipación. Una advertencia a sus hermanos por un judío ruso (1882), en donde da por fracasado los intentos de asimilarse y emanciparse, puesto que la judeofobia es un mal incurable y hereditario. Pisnker hizo un llamado a los judíos para que dejaran de ser pasivos ante el devenir histórico y reconquistar su autoestima, orgullo y dignidad.

Ahora bien,  Pinsker no abogaba por un retorno a Tierra Santa (aunque si fuera así sería un tanto mejor) sino que por un país que fuese accesible a los judío. Sobre la figura de Pisnker escriben Culla y Fortet: “En definitiva, el impacto o el eco de la crisis rusa de 1881-1882 hacen cristalizar en Europa oriental un sionismo ambiental, espontáneo, del que Leo Pinsker deviene en inopinado portavoz”.

Las ideas de Pinsker tuvieron un mayor impacto en Rusia debido al surgimiento de pequeñas iniciativas que tenía como objetivo gestionar la migración de judíos. Los historiadores citan el caso de 14 estudiantes de Járkov (Ucrania) que crearon en 1882 el grupo Bilu, el cual se propuso 3 objetivos: emigrar a Palestina, el renacer nacional sobre la base del idioma hebreo y el trabajo agrícola.

Como explican los historiadores, el exceso de idealismo, falta de preparación y carencia de experiencia les jugaría en contra, además de la hostilidad de las autoridades turcas y comunidades autóctonas. Esto dio como resultado que su proyecto agrícola al sur de Jaffa, en Gedera, fracasar en 1885. Ahora bien, sobre este grupo comentan Culla y Fortet:

“Resueltos a erigirse en vanguardia del pueblo judío en la Tierra Santa, durante los dos año siguientes envían allí a unas decenas de pioneros que, sin saberlo, están inaugurando la primera aliá (“subida” en hebreo) o ciclo inmigratorio moderno en la historia del sionismo”.

Como indiqué anteriormente, inspirado en los escritos de Leo Pinsker, surge, a finales de 1881, otro movimiento en San Petersburgo denominado Hovevei Zion o “Amantes de Sión”. Esta organización que, posteriormente cambiaría su nombre a Hibbat Zion (Amor a Sión), tuvo éxito entre la clase media y la intelligentsia hebrea, y tuvo dos centros de funcionamientos en Varsovia y Odesa (aunque se ramificó hacia  otras naciones como Rumania, Estados Unidos y Bulgaria). En las tres asambleas de delegados, explican Culla y Fortet, discutieron objetivos culturales vinculados con el uso del hebrero y sobre tareas filantrópicas centradas en la diáspora.

Conferencia de Katowice (1884) que reunión miembros de Hovevei Zion

Lo cierto es que esta organización se encontró con varios obstáculos: escasos recursos económicos, presión disuasoria de la policía zarista, tensiones internas entre modernistas laicos y tradicionalistas religiosos y, por último, la personalidad de Pinsker quien no tenía dotes de caudillo. Ahora bien, Culla y Fortet reconocen los aportes de Hibbat Zion: el haber introducido en el incipiente nacionalismo judío “una lógica política nueva, la centralidad de Eretz Israel en cualquier proyecto de regeneración colectiva, el concepto moderno de militancia (…)”. Por último, los autores afirman sin toda esta tarea previa de grupos protosionistas, hubiese sido imposible la exitosa irrupción de quien es considerado el padre del sionismo: Theodor Herzl (1860-1904).

Como explican Culla y Fortet, Theodor Herzl (Binyiamin-Zeev en hebreo) nació en Budapest (imperio austrohúngaro) dentro de una familia perteneciente a la burguesía emergente y en donde “gozó de una infancia y una juventud confortables y protegidas en un ambiente liberal, emancipado y laico, donde la práctica religiosa se reducía a la observancia rutinaria de unas cuantas festividades. Posteriormente, la familia se trasladó a Viena, capital del imperio, en donde se doctoró en derecho en 1884. Ahora bien, Herzl se caracterizó por ser un escritor de relatos cortos, dramaturgo mediocre folletos, crónicas de viajes y por ser corresponsal del Neue Freie Presse.

Herzl

Antes de continuar con los dos historiadores dedican algunas páginas a explicar un importante factor que hizo que los esfuerzos del protosionismo no fuesen en vano: el nuevo antisemitismo que surgió en el corazón del Occidente más refinado y próspero. Este nuevo antisemitismo es uno que está purgado de elementos religiosos debido al avance del proceso de secularización y, en cambio, descansa en argumentos de carácter pseudicoentíficos. Los autores citan al padre de este nuevo antisemitismo, el político alemán Wilhelm Marr (1819-1904) y a otro célebre antisemita como lo fue el pastor luterano y político Adolf Stöcker (líder del partido Socialcristiano).

En 1880-1881 antisemitas alemanes idearon y lanzaron una campaña de peticiones para que los ciudadanos fuese conscientes del “problema judío. El objetivo era implementar medidas legislativas que buscaban rescindir la emancipación legal de los judíos. Sumado a esto se buscaba que la nación alemana debía ser “emanciparse” de la “dominación extranjera” de los judíos.  Junto con esto, se pedía la limitación y prohibición de la inmigración de judíos, que estos fuesen excluidos de puestos de autoridad, que no pudiesen enseñar en escuelas cristianas y que se restableciera un censo especial para la población judía.

Otro antisemita – y modelo a seguir de Hitler – fue el político austríaco Karl Lueger (1844-1910) para quien los judíos eran “animales de presa con firma humana” y que el pueblo cristiano debía liberarse de la dominación judía. En Francia el periodista católico y abierto antisemita, Édouard Drumont (1844-1917) quien publicó en 1886 una obra de dos volúmenes titulada “La France juive. Essai d´histoire contemporaine”. Como comentan Culla y Fortet:

“En efecto, el bestseller de Drumont ha convertido el papel político, social y económico de los judíos – de los 80.000 judíos franceses, un 0,2% de la población total… – en un tema de moda, y sitúa el antisemitismo entre las principales preocupaciones de la opinión clerical y reaccionaria”.

Dos hijos de Herzl murieron en 1930, mientras que Margarethe murió en el campo de concentración de Theresienstadt en 1943.

Es en este ambiente en donde se desenvuelve Theodor Herzl y, como el señala, fue un hecho el que lo convirtió en sionista: el “affaire Dreyfus” en 1894. Sin entrar en detalles, sucedió que el oficial militar Alfred Dreyfus (1859-1935), de origen judío, fue acusado de espiar para el Segundo Reich alemán y, al final, se descubrió que espía era otro Ferdinand Walsin Esterhazy (1847-1923). Sería posterior a este episodio que Herzl pondría todos sus esfuerzos y habilidades sociales para lograr crear un Estado judío, tal como lo expone en su breve obra titulada “Der Judenstaat: Versucht einer modernen Lösung der Judenfrage” (El Estado de los judíos: una ensayo de una solución moderna a la cuestión judía).

Examinemos algunas de las ideas de esta obra (disponible en la web). Respecto al antisemitismo, el autor lo describe como un movimiento muy complejo y como una “burda chanza, envidia ruin, prejuicio heredado, intolerancia religiosa (…)”. Frente a esto afirma Herzl: “Pero la personalidad del pueblo judío no puede, no quiere, ni debe desaparecer. No puede, porque los enemigos exteriores la mantienen unida. Que no lo quiere, lo ha demostrado durante dos mil años de inmensos sufrimientos” ¿Cuál es el problema judío de acuerdo con Herz? Respuesta: si acaso es hora de abandonar Europa y, de ser así, hacia dónde

Dreyfus

El ”plan” que plantea Herzl es que se les dé la soberanía sobre un pedazo de la superficie terrestre que satisfaga sus justas necesidades como pueblo y, en cuanto a lo demás, “ya proveeremos nosotros mismos”. Herzl contempla la creación de dos organismos, siendo el primero la “Society of Jews y, el segundo, la Jewish Company. La primera tendría entre otras funciones – como organismo político-ideológico – , gestionar las negociaciones diplomáticas. La segunda (con sede en Londres) era una empresa comercial transitoria pensada, en parte, de acuerdo con el modelo de las grandes compañías colonizadoras y que tenía entre sus funciones el ejercicio de los derechos de soberanía.

En palabras de Culla y Fortet, “Der Judenstaat” es más un manifiesto que una obra doctrinal, en donde se encuentran ejemplos de ingenuidad y superficialidad analítica. Pero añaden que el texto es persuasivo y potente “como alegato en favor del nacionalismo judío, como interpretación de la opinión pública, como desencadenante del debate en torno a una posible independencia territorial para los judíos (…)”.

En lo que respecta al sistema político, Herzl se muestra a favor de la “monarquía democrática” y la república aristocrática, aunque afirma la imposibilidad de restaurar una monarquía. En relación con la democracia el líder sionista afirma que esta, sin el útil contrapeso de un monarca, “procede sin mesura, en el reconocimiento y en la condena, conduce a la cháchara parlamentaria y a la odiosa clase de los políticos de profesión”. Teniendo en cuenta esto, el autor decanta por una república aristocrática y rechaza la idea de una teocracia señalando que los sacerdotes deben ser retenidos en sus templos al igual que el ejército en sus cuarteles.

En cuanto al problema del idioma, Herzl utiliza el ejemplo de Suiza y su federalismo suiczo. El autor tiene claro que no pueden hablar hebreo entre ellos, de mnaera que en un comienzo cada persona conservará su idioma de la “querida patria de sus pensamientos”. Añade el autor que, con el tiempo, aquel idioma que sea más empleado en la vida de relación terminará por imponerse como idioma principal sin mediar violenci. En lo que se refiere a la bandera, Herzl imagina una blanca con siete estrellas doradas. En palabras de Herzl:

“El campo blanco significa la vida nueva, pura; las estrellas son las horas doradas de nuestro día de labor. Puesto que los judíos se dirigen al nuevo país bajo el signo del trabajo”.

Culla y Fortet señalan que la obra de Herzl despertó reproches y rechazos en la comunidad judía. En las comunidades de Europa occidental y central provocó “estupor, desdén o sarcasmos” y fue considerada como una “excentricidad o una quimera”. Por otro lado, los historiadores afirman que el grupo estudiantil Kadima y un par de notables como Max Nordau y el rico comerciante David Wolffsohn, se adhirieron a la tesis de Herzl.

Max Nordau

Max Nordau nació dentro de una familia ortodoxa tradicional, pero, como señalan Medoff y Waxman, a los 18 años Nordau rechazó tradicionalismo religioso y se convirtió en un naturalista y evolucionista, por lo que decidió  estudiar medicina, la cual practicó durante varios años. Junto con lo anterior, también se dedicó al periodismo, cambiando de nombre y adquiriendo fama de intelectual controvertido y crítico social. 


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