4/4-Libro: “El triunfo de la injusticia. Cómo los ricos eluden impuestos y cómo hacerles pagar (por Jan Doxrud)
Ahora pasemos a examinar por qué no han habido esfuerzos serios para revertir este fenómeno. Los economistas se refieren a lo que denominan como explicaciones benevolentes, como por ejemplo, que la globalización financiera es un fenómeno reciente y que el fuerte crecimiento de los beneficios de las multinacional cogió desprevenidos a las autoridades. Pero hay otras explicaciones menos benevolentes como el cabildeo ejercido por parte del complejo de la elusión fiscal que busca defender la narrativa de que la competencia fiscal es algo positivo. En palabras de Saez y Zucman:
“Necesitamos Bermudas para protegernos de la tiranía de la mayoría y domesticar al Leviatán; incluso las normas petrificadas en el mármol constitucional podrían correr el riesgo de no llegar a salvaguardar la propiedad”.
Una de las propuestas de los autores es el establecimiento de un impuesto a las transacciones financieras como una forma de sanción contra los paraísos fiscales. También defienden la idea de que los países se hagan cargo de sus multinacionales y cobren un “impuesto defensivo“ del 25%. Por ejemplo si Apple paga solo un 2% en Jersey entonces Estados Unidos puede cobrar el 23% restante. Puede suceder que un país no quiera ser parte de este esfuerzo por lo que no cobra este 25% a sus multinacionales. En tal caso serían los países que sí son parte de este esfuerzo los que deben hacerse de esos impuestos que el país se niega a recaudar.
De acuerdo con los autores, lo que se debe hacer es asignar los beneficios globales de esa multinacional a los lugares donde esta realiza sus ventas. De esa forma, si tal multinacional realiza el 20% de sus ventas globales en Estados Unidos, entonces ese país puede determinar que tal 20% son gravables ahí. En relación con este piso impositivo los autores señalan que la lógica de la competencia internacional se invertiría y las empresas se dirigirían allí donde la mano de obra es más productiva, en donde existe infraestructura calidad y en donde existen consumidores con poder adquisitivo. Junto con esto añaden:
“En lugar de competir por rebajar las tasas, los países competirían por incrementar el gasto en infraestructura, invertir en el acceso a la educación y financiar la investigación”.
Portada de artículo de los autores (https://www.nytimes.com/2019/10/11/opinion/sunday/wealth-income-tax-rate.html)
Regresemos ahora a la pregunta central y que versa sobre cuánto debería ser la tasa marginal óptima que debería aplicarse a la renta de los más ricos. Los autores apelan a la obra del filósofo estadounidense John Rawls en el sentido de que las desigualdades económicas y sociales son aceptables en la medida en que mejoren el nivel de vida de aquella parte de la población más vulnerable. En virtud de lo anterior, el objetivo no consiste en que los ricos “paguen la parte que les corresponde”, sino “garantizar que la gran riqueza de algunos beneficie a los menos pudientes”.
Por ende se debe buscar ese punto óptimo que maximice la recaudación fiscal sin afectar a los más vulnerables. Así, volvemos toparnos con la curva de Laffer y el concepto de elasticidad. Los autores traen a la palestra al prodigio matemático Frank P. Ramsey (1903-1930) quien demostró que si todos los contribuidores se enfrentan a un mismo impuesto, el tipo que maximiza los ingresos del Estado es inversamente proporcional a la elasticidad de la renta imponible. Lo anterior significa que, si la renta imponible es inelástica, entonces los ingresos declarados no varían significativamente ante un cambio en el tipo impositivo. Por otro lado, en el caso de una renta imponible muy elástica, un cambio en el tipo impositivo tendrá como consecuencia una reducción de la base imponible y, como consecuencia, una reducción en la recaudación de ingresos públicos.
Ahora bien el trabajo de Ramsey de 1927 se refería al impuesto al consumo e indirectos. Se enfocó en el consumo privado y las consecuencias de la carga impositiva la demanda de bienes con distintas elasticidades. Saez y Zucman se enfocan en el impuesto a la renta pero además consideran la elasticidad de un subgrupo particular: los ricos, esto es, quienes conforman el 1% de la cúspide y con ingresos superiores a 500.000 dólares (2019).
Por ende, es importante tener en consideración el cómo este grupo reacciona ante un cambio de impuestos. Los autores no concuerdan con quienes señalan como algo evidente de que los ingresos declarados de los ricos sean muy elásticos. Considerando esto, los autores señalan que este tipo impositivo marginal aplicado a los ingresos que se encuentran por sobre de 500.000 dólares deberían gravarse a una tasa del 75%.
Cabe aclarar que el tipo impositivo medio óptimo sería del 60% que es lo que pagarían los ricos (pero no los “súper ricos que superan el umbral mencionado”). Es importante recordar que estamos hablando de un tipo marginal, es decir, que los ricos no pagan el 60% o 75% del total de lo que ganan, por ejemplo sobre los 500.000. Estos van pagando los tipos correspondientes a medida que van pasando por los distintos tramos. Si pasan el umbral entonces pagarán el 75% por sobre esos 500.000%. Otro punto importante que explican los autores es que estos tipos impositivos óptimos consideran todos los impuestos en los distintos niveles gubernamentales, de manera que no es un impuesto adicional.
Pero para que esto funcione se necesita de instituciones sólidas y eficientes. Ya señalé que la IRS no la tiene del todo fácil. Frente a esto, Saez y Zucman proponen la creación de una nueva institución: la Oficina de Protección Pública. Esta institución independiente debe considerar como ilegales todas aquellas transacciones que se realizan con el solo objetivo de eludir impuestos. Para ellos, esta institución debería recibir información de manera automática (y por ley) sobre cualquier producto que se comercialice dentro del ámbito de la planificación fiscal como es el caso de ventas intragrupo de propiedad intelectual, inversiones en sociedades ficticias, etc. Sumado a lo anterior, la Oficina de Protección Pública tendría la función de supervisar las prácticas tributarias en el extranjero e incluso dar instrucciones al Tesoro para que aplique sanciones económicas “en contra de paraísos fiscales que drenan la base tributaria de los Estados Unidos”.
Otras ideas sugeridas por los dos economistas es la de gravar con el mismo tipo a las personas que tienen los mismo ingresos. A pesar de parecer obvio, esta propuesta apunta a que todas las fuentes de ingresos deberían estar sujetas a un impuesto progresivo sobre la renta individual. Con esto pondría fin al tipo preferencial para los dividendos y gravar al capital menos que el trabajo para poner fin a los incentivos negativos. En palabras de los autores:
“No existe ninguna razón convincente para gravar las ganancias del capital menos que otras fuentes de ingresos. La práctica no hace más que animar a los ricos a reclasificar su renta del trabajo y sus beneficios empresariales como ganancias de capital”.
Recordemos que esta “técnica de camuflaje” puede realizarse – entre otras formas – pagando dividendos en lugar de salarios o pagando con acciones o con “stock-options”. Además de esto, Saez y Zucman abogan por un perfeccionamiento del sistema tributario para poder eliminar el efecto de la inflación de las ganancias del capital. Por ejemplo, señalan que si un activo comprado por 100 dólares en 2012 y que luego es vendido en 150 dólares, entonces la ganancia es de 50 dólares. El punto es que de esa plusvalía, 20 dólares corresponden a la inflación general de los precios, de manera que los otros 30 dólares constituye la auténtica ganancia de capital. Por ende, debería ser justamente esa última cifra la que debería estar sujeta a la tributación progresiva sobre la renta (no los 20 dólares).
Otro idea que proponen los autores es la integración de los impuestos sobre la renta de sociedades e individual. Por ejemplo, señalan el caso del dueño de una empresa que recibe 100 dólares de beneficios, paga 20% de impuestos sobre sociedades y el resto de los 80% dólares los reparte en la forma de dividendos. Frente a esto, lo que proponen es un sistema integrado en virtud del cual el empresario incluye los 100 dólares de beneficio en su renta individual imponible. Así, pagaría 50% sobre esa renta además del 20% de renta sobre sociedades, de manera que su factura fiscal se reduce en 50 - 20 = 30.
Otro tema que retoman guarda relación con cuantos impuestos debería pagar el 1% más rico, es decir, aquel grupo que gana el 20% de la renta nacional. Como se indicó anteriormente, el tipo impositivo medio que maximizaría la recaudación de impuestos rondaría el 60%. Tal propuesta no sería utópica puesto tiene precedentes. Saez y Zucman explican que la manera adecuada de gravar la riqueza en nuestro siglo – y de llegar a la tasa óptima del 60% – se requieren de tres ingredientes esenciales y complementarios.
https://www.wsws.org/en/articles/2019/11/30/saez-n30.html
En primer lugar, un impuesto progresivo sobre la renta para garantizar que las rentas altas paguen más. Como indique anteriormente, los autores afirman que existen personas con una riqueza considerable pero con una renta imponible baja. En segundo lugar, un impuesto sobre sociedades que garantice que “se graven todos los beneficios, distribuidos o no; actúa como un impuesto mínimo de facto sobre los adinerados. En tercer lugar está el impuesto progresivo sobre la riqueza sin el cual – señalas los economistas – sería difícil alcanzar los tipos medios del 60%. Añaden que el tipo marginal máximo sobre el impuesto a la renta no afectaría a personas como Jeff Bezos, puesto que, como ya se dijo, no posee mucha renta imponible.
De acuerdo con los cálculos efectuados por ambos economistas, el 80% de la riqueza en manos del 0,1% de los estadounidenses más ricos consisten en bonos, acciones cotizada en bolsa, bienes inmuebles o participación en fondos de inversión colectiva entre otros. Este grupo puede eludir impuestos, por ejemplo, solicitando préstamos colocando como garantía activos como acciones obteniendo dinero que, al no ser considerado como ingresos, no pagan impuestos.
Otros más osados como Peter Thiel utilizó su cuenta Roth Ira, una cuenta de jubilación individual que posee ventajas fiscales. En este caso la cuenta se financia con dólares después de impuestos y el dinero depositado en la cuenta crece libre de impuestos y, a su vez, al cumplir determinados requisitos, puede retirar el dinero sin pagar impuestos. A esto añaden que no toda forma de riqueza son fáciles de valorar como es el caso del arte o joyas. Sumado a esto los ricos pueden poseer acciones no cotizadas en bolsa, esto es, privadas y con pocos accionista.
https://www.propublica.org/article/lord-of-the-roths-how-tech-mogul-peter-thiel-turned-a-retirement-account-for-the-middle-class-into-a-5-billion-dollar-tax-free-piggy-bank
Los autores se muestran explícitamente como defensores de lo que denominan como tasas máximas cuasiconfiscatorias del impuesto sobre la renta. Una de las razones de esto es erosionar la concentración de la riqueza y, junto con esto, la concentración del poder. En palabras de Saez y Zucman:
“La riqueza es poder. Una concentración extrema de la riqueza significa una concentración extrema del poder. El poder de influir en la política gubernamental. El poder de sofocar la competencia. El poder de moldear la ideología”.
Los autores son directos al señalar que el objetivo de este impuesto no es financiar programas gubernamentales. Así como el impuesto sobre el carbono busca reducir las emisiones de este, los altos tipos impositivos sobre la renta buscan reducir los ingresos de los “ultrarricos”. Más adelante los autores describen lo que denominan como un impuesto radical sobre la riqueza, por ejemplo, un tipo impositivo marginal del 10% a partir de los 1.000 millones de dólares. De acuerdo con ambos economistas este impuesto radical sobre la riqueza no haría más difícil llegar a ser milmillonario, sino que haría más difícil seguir siéndolo. Por ende, es aquí donde los economistas dejan el lenguaje técnico para dejar entrever en todo su resplandor la ideología que subyace a sus planteamientos. Lo que busca este impuesto sería “pulverizar” la riqueza de los “ultrarricos”.
https://guthriefcu.org/protect-yourself-from-tax-scams/
Los autores se refieren en su libro al simulador que crearon el cual permite a los usuarios visualizar cuánto paga cada grupo de ingresos en impuestos cuando se incluyen todos los impuestos y en todos los niveles de gobierno en Estados Unidos (federal, estatal y local). Esta herramienta también permite a los usuarios cambiar los impuestos existentes o crear nuevos, y examinar las repercusiones en los ingresos fiscales, la igualdad y la progresividad fiscal. En las últimas páginas, Saez y Zucman abogan por el establecimiento del IVA en Estados Unidos, el desarrollo del Estado social y un seguro médico universal, por medio de las reformas tributarias que abordan a lo largo del libro.
Sin duda es un libro interesante, provocativo, normativo y militante, con un llamado a la acción en materia tributaria. Al igual que el libro de Laffer, Domitrovic y Sinquefield, en “El triunfo de la injusticia”, existe un claro sistema de creencias que subyace a las ideas de los dos autores, sistema que, por lo demás, será o no del agrado del lector que se proponga leerlo. Por ende, a la hora de leer este obra, hay que separar aquellos aspectos normativos del libro de aquellos “positivos”, es decir, identificar cuando estamos ante juicios de valor (lo que “debería ser”) y los enunciados de hecho (lo que “es”). Pero independiente de esto, sin duda es un libro que debe ser leído por aquellos interesados en este tema, y en particular, por aquellos que no concuerda de entrada con las ideas de los autores.
Artículos complementarios:
1/4-Libro: Los impuestos tienen consecuencias (por Jan Doxrud)
2/4-Libro: Los impuestos tienen consecuencias (por Jan Doxrud)
3/4-Libro: Los impuestos tienen consecuencias (por Jan Doxrud)
4/4-Libro: Los impuestos tienen consecuencias (por Jan Doxrud)