4/5-Israel, israelíes y judíos: la persistencia de prejuicios y estereotipos (por Jan Doxrud)
Si decimos que en Israel la situación de personas homosexuales es infinitamente más favorable que en los países limítrofes, la muchedumbre antisemita nos dirá que se trata de “Pinkwashing”, una suerte de campaña deliberada de Israel de tolerar a minorías sexuales para blanquear su naturaleza colonialista y racista. Incluso el lector podrá encontrar en internet acusaciones tales como que Israel incurre en “veganwashing” o, como podemos apreciar en la página “Decolonize Palestine” o “FEM NewSmagazine”, de “purplewashing”. Así Israel lava su imagen colonial con un pseudoveganismo y pseudofeminismo.
Pero si esto no es suficiente, el lector podrá encontrar en la cadena Al-Jazeera un artículo titulado “Wine-washing the israelí occupation” (2022). En este se nos dice que Israel está utilizando su industria vitivinícola con el objetivo de distraer la atención de sus “otros pasatiempos internos como la limpieza étnica, el apartheid y la masacre periódica de palestinos”. Yotam Gubbay tituló un artículo en el “The Jerusalem Post” (junio, 2023): Los 'libelos de lavado' que los antisionistas usan obsesivamente contra Israel. Como comenta el mismo autor en el artículo, esta familia de “libelos” (“washing”) busca instalar la idea de que el Estado de Israel no es normal y legítimo. A esto añade:
“No hay ninguna conspiración siniestra detrás de los desfiles del Orgullo que se celebran en Tel Aviv. Se llevarían a cabo independientemente de la existencia de cualquier conflicto con los palestinos. Atacar todas y cada una de las cosas positivas que surgen de Israel, ya sea el ambientalismo, el veganismo o innumerables avances médicos y tecnológicos, invierte la realidad al convertir el bien en mal”.
A estas personas que critican sin matiz alguno a Israel no les interesa la historia judía, palestina y árabe, ni tampoco las causas y desarrollo del conflicto árabe-israelí. No hace falta porque ellos ya llegaron a una conclusión a partir de una mirada estereotipada e ideologizada de este conflicto. A estas personas poco les importa saber que la presencia de la cultura judía en la zona de Oriente Medio data desde antes que existiera el Islam como religión. No les importa saber que los judíos han tenido también numerosas “nakbas” (así como la han sufrido otros muchos pueblos) en su larga historia y que finalmente terminaron por ser expulsados de su tierra por los romanos para huir a otras regiones (y ahora curiosamente serían ellos los extraños en medio Oriente, así como colonialistas e imperialistas). No les interesa tampoco saber sobre los judíos expulsados de otros países árabes y quienes tuvieron que migrar al Estado de Israel.
Denuncian la palabra imperio e imperialismo, pero la reservan solo para las potencias de Occidente (incluido Israel) y no para el mundo árabe y para el Imperio Otomano (así como antaño el “Imperio” era Estados Unidos pero no la URSS). Pasan por alto que muchos de los judíos que llegaron a Palestina llegaron con un proyecto socialista encarnado en los kibbutzim y, tal como afirmó Hannah Arendt en su “Escritos Judíos”, el proyecto de un hogar nacional judío no era una empresa colonialista que buscaba explotar riquezas ajenas con la ayuda y esfuerzo de mano de obra nativa. Como movimiento nacionalista que fue el sionismo ellos mismos trabajarían la tierra.
Estas personas le restan importancia a que haya sido la ONU la que estableció la partición de lo que quedaba del Mandato Británico y que fue aprobada por 33 votos a favor, 13 en contra y diez abstenciones. El apoyo provino desde la Unión Soviética hasta los Estados Unidos. Fueron los árabes los que se negaron aceptar iniciando una guerra que terminaron por perder y que nunca demostraron interés alguno por formar un Estado-nación palestino. Tenemos que la mayor parte de los Estado-nación han sido fundados por élites que recurrieron en un principio al sometimiento y la guerra.
En el caso del Mandato Británico sobre Palestina se dio la posibilidad de zanjar el problema pacíficamente por medio de la ONU pero esto no fue aceptado por los árabes quienes optaron por la guerra y no reconocer la existencia del Estado de Israel, postura que aún mantienen naciones como el régimen de Irán y grupos terroristas como Hamas. Para estos la prioridad no es un Estado-nación palestino sino que la destrucción de Israel. Pero sucede que el Estado de Israel se va a quedar donde está y mientras muchos defiendan lo contrario, no va haber solución para este conflicto. Pero la postura de Hamas, movimiento que domina la Franja de Gaza, es eliminar el Estado de Israel, es decir, no concibe ninguna clase de solución que implique “dos Estados”. Otro tema guarda relación con la población en Gaza. Mientras los palestinos en Gaza continúen siendo considerados como refugiados “persecula seculorum” y se hable de campamentos de refugiados ahí donde no los hay, la situación no va a cambiar. Incluso otros refugiados no cuentan con una agencia especial de la ONU como sí la tienen los palestinos en Gaza quienes (UNRWA), por lo demás, increíblemente heredan ese estatus de generación en generación. La pregunta es ¿por qué todavía son considerados refugiados después de tantas décadas?
En esto concuerdo con Einat Wilf en cuanto a que los palestinos deben dejar de verse a sí mismos como refugiados y que es una de las ideas clave de su libro escrito junto con Adi Schwartz (dejo abajo mis artículos sobre aquel libro). Si son refugiados entonces esto significa que son personas que se encuentran fuera de su país de origen, por motivos de persecución o violencia generalizada. Se infiere pues que los palestinos deben regresar a su país de origen pero ¿en dónde se encuentra? Es por ello que, en una entrevista de noviembre de este año Wilf afirma lo siguiente:
“Una cosa es importante: la idea de que los palestinos son refugiados eternos y tienen derecho al retorno es un símbolo. El verdadero problema es que creen que el pueblo judío no debe tener un Estado. La idea de ser refugiados eternos es sólo el medio para garantizar que los judíos no tengan un Estado”.
Otros hechos que llaman la atenciones el uso de la palabra genocidio (acuñado por el jurista judío-polaco Raphael Lemkin) para calificar cualquiera de los actos cometidos por Israel, pero se muestrab menos dispuesto a utilizar tal concepto para el caso del pogromo de Hamas, en donde quedó demostrado incluso aquella parte más difícil de probar en un genocidio: la intencionalidad.
Como podemos leer en la “Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio”, la definición de este último consta de un elemento físico (los actos perpetrados) uno mental (la intención). En lo que respecta a la segunda, para demostrarlo, debe demostrarse que los perpetradores tenían la intención de destruir físicamente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso. A esto añade:
“La destrucción cultural o la intención de simplemente dispersar a un grupo son insuficientes, aunque puedan constituir un delito contra la humanidad en virtud del Estatuto de Roma. Es la intención especial, o dolus specialis, lo que hace que el delito de genocidio sea único”.
Si Israel fuera el equivalente al nazismo (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán) y fuese un Estado genocida que busca aniquilar a los palestinos solo por ser palestinos, entonces no se andaría con rodeos y habría puesto fin a la existencia de los ellos hace décadas, así como también a Cisjordania y la Franja de Gaza (y el Sinaí seguiría en manos del Estado de Israel).
Si los israelíes fueran nazis no tendrían un democracia parlamentaria, no existiría los ya mencionados “Lista Árabe-Unida” o el partido Balad, y sería impensable el nombramiento de un musulmán como juez d la Corte Suprema, como es el caso de Khaled Kabub (pero quizás se acusaría Israel de “arab-washing”). Si los israelíes fuesen unos nazis fanáticos nunca habrían aceptado atender en uno de sus hospitales a la hija del líder de Hamas, Ismail Haniyeh (y años después su sobrina) y no hubiera extirpado un tumor cerebral al actual líder de Hamas en la Franja de Gaza, Yahya Sinwar.
Pero más allá de esto, establecer analogías con la política de exterminio nazi es simplemente no entender qué fue el nazismo y el Holocausto. Usted y yo podremos criticar al Estado de Israel y la situación en la Franja de Gaza, pero aquello no guarda ninguna similitud con los campos de Sobibor, Treblinka, Belzec o Auschwitz. Por lo demás, si de nazismo se trata, recordemos que fue el muftí de Jerusalén, perteneciente a una influyente familia en Palestina, Hajj Muhammad Amin al-Husayni (1895-1974), quien tuvo un romance con el nazismo. Se entrevistó con Hitler, se reunió con Heinrich Himmler señor todopoderoso de las SS y entabló una amistad con Adolf Eichmann (juzgado y ejecutado en Israel). Fue él también quien ayudó a reclutar soldados musulmanes para la 13.ª División de Montaña SS Handschar (Croacia y Bosnia-Herzegovina). ¿Acaso sería correcto tildar a los palestinos o a los árabes de “nazis” producto de las acciones del muftí? Por supuesto que no.
Artículos complementarios
1/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
2/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
3/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
4/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
5/5-La identidad palestina (por Jan Doxrud)
Antisemitismo: ¿de qué estamos hablando? (por Jan Doxrud)