10) La crisis financiera 2007-2008 en Estados Unidos (por Jan Doxrud)
Otro tema relevante que al cual Blinder dedica un capítulo completo de su libro es el ataque a la prima de riesgo. La prima de riesgo consiste en el rendimiento de una inversión que esperamos que rinda un activo por encima de la tasa de rendimiento un título libre de riesgo. Ejemplo de estos títulos libre de riesgo son los Bonos del Tesoro y los bonos del Estado alemán. De acuerdo a esto, tenemos que la prima de riesgo (spread o margen) de un activo es una forma de compensación para los inversores. En palabras de Blinder:
“La posesión de títulos financieros emitidos por el Tesoro equivale a tener el. dinero bien guardado en el banco; literalmente (…) Ningún otro título financiero carece por completo de riesgo en los mercados que operan con dólares, ni siquiera las deudas del minúsculo grupo de corporaciones que aún hoy mantienen la calificación AAA. La porción de margen adicional de interés que compensa al prestamista por el riesgo crediticio” (…) refleja las pérdidas esperadas por los propietarios de los bonos (…)”
Como término referencial, la prima de riesgo se aplica a la renta fija pero también a la renta variable y al cash, por lo que podemos hablar del equity risk premium de la renta variable sobre la renta fija. El punto es que el aumento de la prima de riesgo sube, los préstamos se vuelven más caros por lo que el mercado crediticio se ve estancado. Tal como señala Blinder: “Primas de riesgo muy grandes a menudo suponen un acusado descenso en las transacciones, pues los mercados se secan”. Las razones de la subida pueden ser lo conflictos geopolíticos o el aumento de la tasa de interés por parte de los bancos centrales.
Frente a esto – y como apunta Blinder –, las autoridades tienen 3 opciones para combatir el alza de la prima de riesgo. En primer lugar se deben tomar medidas que contribuyan a afectar las percepciones sobre el riesgo por parte de los agentes económicos, ya sea que este riesgo provenga de la economía en su conjunto o de un título financiero específico. En segundo lugar, los gobiernos pueden garantizar deudas para que, de esa manera, los inversores no deban asumir el riesgo crediticio. Por último, los gobiernos pueden comprar parte de los títulos financieros de alto riesgo, incrementando su precio y disminuyendo su rentabilidad.
Como señalé anteriormente, los bancos centrales pueden implementar una política monetaria convencional que en este caso son las operaciones mercado abierto. Pero con la crisis financiera, la Fed y otros bancos centrales comenzar a aplica políticas no convencionales, que son aquellas que toman distancia de las operaciones de mercado abierto. En palabras de Blinder:
“Cualquier otra acción emprendida por el Banco Central, incluyendo cualquier variante de política de flexibilización cuantitativa (…) puede ser considerada como una política monetaria no convencional”.
En cuanto a los objetivos de tales políticas, estos incluyen el estímulo de la demanda agregada, reparar el daño del sistema financiero y combatir el daño financiero (siendo estas dos últimas relevantes a su vez, para estimular la demanda agregada). Ya he comentado en mi artículo sobre política monetaria de medidas poco convencionales para estimular la demanda agregada. Esto sucede cuando la política monetaria es incapaz de traspasar el límite inferior y, por ende, se muestra inútil a la hora de reactivar la economía.
Como explica Nouriel Roubini, los recortes en el tipo de interés de los fondos federales no se filtraron por el conjunto del sistema financiero. Los bancos que tenían dinero simplemente no querían prestarlos producto de la incertidumbre y “la preocupación de que muchos de los préstamos e inversiones que existían en ese momento fueran mal (…)”. A esto añadía el mismo economista:
“Ese fracaso de la política monetaria tradicional eran un buen ejemplo de un antiguo dicho: puedes llevar el caballo al agua, pero no puedes obligarlo a beber. La Reserva Federal podía bombear una gran cantidad de agua o liquidez a los bancos, pero no podía obligarlos a conceder préstamos. Si acaso hicieron algo con su exceso de reservas, fue invertirlas en lo más parecido al efectivo: la deuda pública sin riesgo”.
Sumado a esto – y en lo que respecta a la política fiscal – las políticas keynesianas en donde se expande el gasto público o se realizan recortes en los impuestos no tendrán, necesariamente, como consecuencia el que los ciudadanos irán a gastar el dinero disponible. Como afirman Roubini y Mihm, los recortes fiscales pueden encontrarse con obstáculos. Por ejemplo, el dinero obtenido de las deducciones fiscales o reducciones de los tipos impositivos, sea ahorrado o usado para pagar deudas por parte de las familias. En palabras de los autores:
“Esto es lo que sucedió en los años 2008 y 2009, cuando los períodos de deducciones fiscales en la renta no acabaron traduciéndose en gasto en su gran mayoría, ya que los consumidores se desprendieron solo de veinticinco o treinta centavos por cada dólar que recibieron del gobierno; el resto lo invirtieron en mejorar los balances generales familiares”.
Regresando a la política monetaria, tenemos que entró en juego una política una de carácter no convencional consistente es reducir el tipo de interés pagado por la Fed a los bancos por el exceso de las reservas. Pero como apunta Blinder, la Fed ha rechazado siempre esta opción debido a que es poco sólida y porque diezmaría la industria de los fondos mutuos en el mercado monetario. La razón de eso es que gran parte de ese dinero que salen de los depósitos de la Fed serían invertidos en activos más futuros y con mayor liquidez. Así, la compra de bonos tendría como consecuencia una aumento del precio de estos y una disminución de su rendimiento (debido a la relación inversa entre precio y rendimiento del bono).
En Estados Unidos la llamada QE1 o Expansión Cuantitativa comenzó con las compras masivas, por parte de la Fed, de bonos y MBS de Fannie Mae entre noviembre de 2008 y marzo de 2010. Pero la QE1 incluyó también la compra de Bonos del Tesoro por un valor de USD 300 mil millones. Como explican Roubini y Mihm, mediante la expansión monetaria cuantitativa, la Fed intervendría el sistema financiero y acapararía la deuda pública a largo plazo como lo eran los bonos del Tesoro a 10 y 30 años. A esto añaden los mismos autores:
“Esto inyectaría de inmediato una enorme cantidad de liquidez al mercado porque la Reserva Federal pagaría esos bonos sacando dinero de la nada. Al comprar cientos de miles de millones de dólares en bonos, el efectivo pasaría a manos de los bancos que los vendían. Los bancos tendrían aún más efectivo y, supuestamente, estarían tentados a prestarlo”.
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