El Libro Negro del Comunismo (VI): la moral revolucionaria comunista y la invención del “leninismo” (por Jan Doxrud)
Tenemos pues que la violencia es un fenómeno que ha acompañado en general a las revoluciones. Pero Courtois no solamente se enfoca en esta violencia que se remonta al siglo XVIII, sino que también intenta recurrir al pasado ruso para explicar la violencia puesta en práctica por los bolcheviques. Por ejemplo, dentro de la tradición de violencia en Rusia, Courtois cita el “Catecismo Revolucionario” de Serguei Nechaiev (1847 - 1882), un anarquista que puede ser calificado de “nihilista”, quien mantuvo una compleja relación con Bakunin. En los primeros tres puntos del catecismo, encontramos las siguientes ideas[1]:
I-“El revolucionario es un hombre que ha sacrificado su vida. No tiene negocios ni asuntos personales, ni sentimientos ni ataduras; ni propiedades, ni siquiera un nombre. Todo en él está absorbido por un único interés, exclusivo. Un solo pensamiento, una única pasión: La Revolución.
II-En lo más profundo de su ser y no solo con palabras sino también con actos, ha roto todo lazo con el orden burgués y el conjunto del mundo civilizado, así como con leyes, tradiciones, moral y costumbres en vigor en esta sociedad – es el enemigo implacable de esta sociedad y si continúa viviendo en ella es para destruirla mejor.
III-Un revolucionario desprecia cualquier teoría: renuncia a la ciencia actual y la deja para las generaciones futuras. Solo conoce una ciencia: la de la destrucción –con este fin exclusivo estudia mecánica, física, química y ocasionalmente medicina. Con esta meta se entrega día y noche al estudio de las ciencias de la vida: los hombres, su carácter, las relaciones entre ellos así como las condiciones que rigen en todos los campos del orden social actual – La meta es la misma: destruir lo más rápida y seguramente posible esta ignominia que representa el orden universal”.
Nechaiev imbuido de un espíritu propio del ingeniero social, describe desde el punto XV al XXI su clasificación de la “innoble sociedad”, que la sitúa en distintas categorías. La primera es aquella a la que hay que suprimir sin dilación, por lo que los camaradas deberían confeccionar listas de acuerdo a su “mala fe” hacia los intereses de la obra revolucionaria. En relación a la división de la sociedad en categorías y al objetivo de la matanza de los opositores, Nechaiev escribe:
“Solo debe tenerse en cuenta el grado de utilidad que pueda representar la muerte de tal o cual individuo para la obra revolucionaria. Hay que ejecutar en primer lugar a los más peligrosos para la organización revolucionaria y a aquellos cuya muerte violenta e imprevista asusta al gobierno y quebranta su fuerza, privándole de sus auxiliares más enérgicos e inteligentes”.
La segunda categoría “engloba a aquellos a los que provisionalmente se les deja la vida y cuyos actos fomentarán la indignación del pueblo conduciéndole inevitablemente a la revuelta”. La tercera categoría se encuentra compuesta por aquellos que Nechaiev considera comobestias brutas bien situadas, pero que no brillan ni por su inteligencia ni por su energía. Tales bestias sí tienen una buena situación, riquezas, altas relaciones, influencia y poder, por lo que deberían ser explotados con todos los medios posibles, para hacer de ellos unos esclavos de los revolucionarios, y utilizar sus relaciones, influencias yriquezas para las empresas revolucionarias.
La cuarta categoría incluye a funcionarios y liberales de distintas tendencias. En la quinta categoría se encuentran los doctrinarios, conspiradores y revolucionarios. La sexta y última categoría es la de las mujeres que, a su vez, se divide en tres. En primer lugar están las mujeres sin espíritu y corazón. En segundo lugar, las mujeres inteligentes, apasionadas y sacrificadas, pero que no han llegado a alcanzar la inteligencia revolucionaria práctica. Por último están las mujeres que han aceptado el ideal revolucionario.
Robert Service, en su biografía de Lenin, destaca la influencia de Nechaiev en líder bolchevique:
“El joven Uliánov admiraba también, aunque no lo pregonase tanto, a Serguéi Necháiev. Era para él un héroe extraordinario. Necháiev había sido el famoso archiconspirador del socialismo agrario ruso que, con la finalidad de vincular a sus seguidores a la causa común, ordenó el asesinato de uno de ellos”[2].
Lenin también se vio influenciado por Nikolái Chernishevski (1828-1889), especialmente por su novela “¿Qué hacer?, publicada en 1863. La novela relata la historia de Vera Pavlovna, que refleja la situación de la mujer en la Rusia de aquella época. En esta novela se desarrollan ideas relevantes que tendrían una enorme influencia en los revolucionarios rusos. En la obra se abordan temas como la lucha de clases, socialismo utópico y especialmente la idea del revolucionario como un asceta que sacrifica su vida por la revolución. De acuerdo al historiador británico Robert Service, Chernishevski constituía para Lenin un “ideal intelectual”:
“A Vladimir Uliánov no sólo le atraía Chernishevski racionalmente sino también sentimentalmente. Le afectaba tanto el ejemplo heroico de un hombre condenado a trabajos forzados en Siberiapor sus ideales políticos que consiguió una fotografía de su ídolo y la llevaba en la cartera”[3].
Podemos mencionar a otro autor que ejerció sin duda una fuerte influencia en el pensamiento revolucionario de Lenin, me refiero a Piotr Tkachov (1844-1886). Tkachov era un heterodoxo, no estaba de acuerdo con Marx y así se lo hizo saber a Engels. Para Tkachov no había que esperar el desarrollo completo del capitalismo para que ocurriese la revolución, por lo que Rusia no necesitaba que se dieran tales condiciones objetivas, como lo pensaba Marx. Tampoco confiaba en la capacidad del pueblo para llevar a cabo la revolución, por lo que se hacía necesario la presencia de una elite revolucionaria que hiciera tomar conciencia a los obreros y dirigiera la revolución. En palabras de Robert Service:
“Tkachov creía en la voluntad revolucionaria, la organización conspiratoria y la violencia política y consideraba esos principios congruentes con el marxismo. Proclamaba, elogiando la dictadura, que si los revolucionarios tomaban alguna vez el poder tendrían que desencadenar un terror generalizado contra sacerdotes, policías y terratenientes”[4].
No se puede entonces ignorar la influencia que tuvieron estos y otros autores sobre el revolucionario bolchevique ya que dieron sin duda forma a su visión de mundo y lo que una revolución debía ser, y lo que un revolucionario debería hacer. Tampoco se debe subestimar el hecho de que su hermano mayor, Alexandr Uliánov (1866-1887), fuese ahorcado por atentar contra el zar Alejandro III.
Regresando a Courtois, pareciera que Lenin, a pesar de su estancia en Europa, siguió siendo un hijo de su tierra y el terror instaurado por él, representa en cierta medida, una continuación de una tradición violenta que vemos tanto en Iván IV comoPedro el Grande. Courtois cita las palabras del fundador de la república de Checoslovaquia, Tomáš Masaryk (1850-1937), quien estuvo en Rusia entre 1917 y 1919, quien estableció una analogía entre la violencia bolchevique y la zarista:
“los rusos, tanto los bolcheviques como los otros, son hijos del zarismo. De él recibieron durante siglos su educación y formación. Pudieron acabar con el zar pero no con el zarismo. Siguen llevando el uniforme zarista, aunque vuelto del revés. (…) Los bolcheviques no estaban preparados para una revolución administrativa , positiva, sino únicamente para una revolución negativa, es decir, que por fanatismo doctrinal, estrechez de espíritu y falta de cultura, cometieron gran cantidad de estragos superfluos. En particular , yo les reprocho el haber encontrado, a imitación de los zares, un auténtico placer en el asesinato”[5].
También cita el historiador francés las palabras de Máximo Gorky, quien se pregunta por las raíces de la crueldad humana, así como por la particular crueldad de su pueblo ruso:
“…una crueldad especial, una crueldad de sangre fría, como si se deseara probar los límites de la resistencia humana al sufrimiento como si quisiera estudia la persistencia, la estabilidad de la vida. Se percibe en la crueldad rusa un refinamiento diabólico… Si estos actos de crueldad sólo fuesen expresión de la psicología pervertida de los individuos, podríamos no hablar de ello, pues entraría dentro del terreno del psiquiatra y no del moralista. Pero aquí sólo considero la diversión colectiva a través del sufrimiento. (…) ¿Quiénes son más crueles, los blancos o lo rojos? Probablemente lo son por un igual, pues unos y otros son rusos. Porlo demás, a la cuestión del grado de crueldad, la historia responde muy claramente: el más activo es el más cruel”[6].
Otros autores como Yuri Martov (1873-1923) también denunció el terrorismo bolchevique, al igual que Karl Kautsky. El terror bolchevique, señala Courtois, se diferenció del francés en el siglo XVIII, ya que el terror de Lenin “afectó a todas las capas de la población: nobleza, alta burguesía, militares y policías, pero también a los demócratas constitucionales, a mencheviques, socialistas-revolucionarios, así como a la masa del pueblo, obreros y campesinos”[7].
Tal violencia no puede ser justificada simplemente por “las circunstancias”, ya que desde ese punto de vista, para los bolcheviques y en general para todos los regímenes comunistas, existían siempre circunstancias para justificar el asesinato, y si no existían tales circunstancias, entonces las creaban. Tal violencia va de la mano con la existencia de una ideología que había alcanzado el status de dogma y sus custodios, con Lenin a la cabeza, creyendo estar en posesión de la verdad absoluta, no dudaron en eliminar a cualquiera que constituyera un obstáculo a la marcha de la historia rumbo al comunismo. Lenin manipulaba el lenguaje y forzaba a que la realidad se adaptara a sus ideas.
Por ejemplo en el Congreso de la internacional Comunista (1919) justificaba la dictadura del proletariado y condenaba la democracia por ser burguesa, es decir, la dictadura era buena o mala dependiendo del grupo que la controlara. Los discursos de Lenin están contaminados hasta en sus mínimos detalles por el polilogismo de clase, por lo que todo había que juzgarlo desde el punto de vista de la clase, donde la burguesía era sinónimo de maldad absoluta y el proletariado representaba todo lo que era bueno y noble en la humanidad.
Así, los conceptos de democracia, libertad, igualdad y los valores en general, eran siempre relativos a una clase. De acuerdo a lo anterior existía una igualdad burguesa o una libertad burguesa, que para Lenin, era una falsa igualdad y libertad. Por ejemplo en el congreso mencionado, Lenin distingue entre la dictadura burguesa, que había que rechazar por ser una dictadura que reprimía a los trabajadores, y la dictadura del proletariado, una dictadura legítima ya que, si bien utilizaba la violencia como toda dictadura, los que eran violentados eran los terratenientes y capitalistas.
Esta es una forma de pensar que se ha perpetuado en el tiempo, por ejemplo, podemos ser testigos de casos donde comunistas convencidos, como en el caso de Chile, no dudan en rotular (correctamente) de dictadura al gobierno de Pinochet, pero a la hora de examinar el caso de Cuba, extrañamente el concepto de dictadura no se aplica y si se reconoce algún grado de arbitrariedad y violencia por parte de los hermanos Castro, lo justificarán debido a las “circunstancias” o al (inexistente) embargo. Así los comunistas actuales han heredado del leninismo la manipulación y distorsión del lenguaje de acuerdo a sus propósitos ideológicos, y una moral relativista, donde los juicios morales se encuentran sometidos completamente a la ideología. La moral es una moral de clase, en virtud de la cual las dictaduras son efectivamente dictaduras dependiendo de “quien reprime” y “quienes son lo reprimidos”.
La figura de Lenin ha sido fuertemente blindada contra la crítica desde su muerte y la estrategia de algunos comunistas es el de presentarlo como el revolucionario ideal y bien intencionado, pero que fue traicionado por Stalin, quien habría pervertido su gran obra. Esto es falso y no es más que una apología de un hombre que fue el gran responsable de desencadenar la violencia en Rusia y dejó preparado el aparato represivo a quien le sucediera en el poder. La imagen de Lenin que emergió tras su muerte fue, como señala Robert Service, el “Lenin de Stalin” y es, en gran parte, ese Lenin el que muchos comunistas se jactan de tenerlo como uno de sus grandes inspiraciones.
Sucede que tras la muerte de Lenin se decidió, en contra de los deseos de su esposa y en contra del propio Lenin, que su cuerpo sería embalsamado y se construiría un mausoleo en su honor, ya que esto serviría, de acuerdo a Service, como un elemento unificador para los ciudadanos de la Unión Soviética. Estas medidas revelaban la inseguridad de los miembros del partido, ya que habían perdido al integrante más popular y cada uno quiso quedarse con parte de esa aura.
Fue Stalin el que finalmente se apoderó de la figura de Lenin y se encargó de convertirlo en un Dios y a todos sus escritos en verdaderos dogmas sagrados, naciendo así lo que se conoce como leninismo. Lenin ya no era un marxista más, puesto que pasó a estar a la altura de Marx y Engels, de ahí que se hablase de marxismo-leninismo. Se escribieron verdaderas hagiografías del revolucionario bolchevique, Petrogrado pasó a llamarse Leningrado, se creó la Unión de la juventud comunista leninista de toda la Unión, se editaron sus obras completas y se creó la Orden de Lenin que condecoró, entre otros, a Stalin, Fidel Castro, Mikhail Kalashnikovy Erich Honecker.
Otra manipulación que tuvo que hacer Stalin fue la del pasado, ya que tuvo que mostrarse ante la masa como “el amigo” de Lenin, alguien en quien Lenin confiaba, por lo que tuvo que censurar el testamento escrito por Lenin. En este, Lenin se refiere a Trotsky como el hombre más capaz del Comité Central, pero añadía que Trotsky estaba demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.
Sobre Stalin, Lenin señala que como Secretario General había concentrado en sus manos un poder inmenso y Lenin dudaba en que pudiese utilizar tal poder con la suficiente prudencia. En un suplemento a esta carta, Lenin escribe que Stalin era demasiado brusco y este defecto, hacía que fuese intolerable su presencia en el cargo de Secretario General, por lo que proponía cambiar a Stalin a otro puesto y que asumiera el secretariado una persona con cualidades que Stalin carecía como la tolerancia, la lealtad, correcto, atento y menos caprichoso. En su testamento Lenin muestra una constante preocupación por la estabilidad dentro del partido y mostraba una preocupación especial por la rivalidad entre Stalin y Trotsky.
Sobre esta versión stalinista de Lenin que quedó para la posterioridad y en la cabeza de muchos incluso enla actualidad, Robert Service escribe:
“Gran parte de este «Lenin» era una versión castrada del Lenin histórico. No estaba permitido aludir a los ingredientes no rusos de su estirpe…Nunca se hacía mención de su condición de noble…Se prohibió hablar públicamente de sus estudios de lengua clásica, sus simpatías por el terrorismo de los socialistas agrarios y su género de vida bastante privilegiado…Pasó a ser herejía detenerse en el hecho de que tomase ideas de otros pensadores y políticos”[8].
Fin parte 6
[1] Serguei Nechaiev, “Catecismo de un revolucionario” (documento en línea: https://bibliotecanacionandaluzasevilla.files.wordpress.com/2008/10/catecismo-de-un-revolucionario.pdf)
[2] Robert Service, Lenin. Una biografía (Argentina: Siglo XXI Editores, 2001), 101.
[3] Ibid., 61-62.
[4] Ibid., 101.
[5] Stéphane Courtois, ed., El libro negro del comunismo, 819-820.
[6] Ibid., 820-821.
[7] Ibid., 824.
[8] Robert Service, Lenin, 559.