El Libro Negro del Comunismo (II): planificación y control social (por Jan Doxrud)
La manía planificadora o la mentalidad ingenieril en materia social es propia de los regímenes comunistas y lo llevan hasta límites extremos. Tales intentos de reducir la complejidad social ya estaban presentes en los socialistas utópicos, en Comte, así como en el belga Adolphe Quételet (1796 - 1874) quien su obra habla de un “hombre medio”, por medio del cual intentó uniformar a los seres humanos y someterlos a los estudios estadísticos. De acuerdo a Quételet, en lo que se refiere al estudio de las leyes relativas al hombre, este último, tanto en lo físico como en lo que respecta a sus acciones, se encuentran bajo la influencia de causas de las cuales la mayor parte son regulares y periódicas, por lo que se debía estudiar a las masas con el objetivo de eliminar de las observaciones todo lo que no era sino fortuito o individual. Quételet quería despojar así el carácter accidental o lo aleatorio que pudiese existiren el ser humano, tanto así que consideró que incluso las cualidades intelectuales y morales estaban sometida a leyes que podían ser estudiadas.
Todas estas manías planificacionistas y ejercicios de ingeniería social se oponen a una realidad ineludible: el ser humano debe aprender a convivir con la incertidumbre y la complejidad, lo cual no significa que deban abandonarse, por ejemplo, las políticas públicas. Simplemente significa que debemos tomar distancias de aquellas ideologías que tienden a resurgir cada cierto tiempo y que poseen un conjunto de ideas que pretenden reducir la complejidad social a cero y a tratar a los individuos como entes simples, maleables a voluntad y predecibles en sus actos. Tomemos distancias de aquellos ideólogos que insisten en ofrecer utopías petrificadas ya que, como bien señala Norbert Bolz, las utopías “ no sólo carecen de humor, sino que además son vanidosas y arrogantes. Ignoran el simple hecho de que las facticidades no se pueden adivinar”[1].
Otro rasgo dentro de este tipo de mentalidad totalitaria, es la primacía de los fines, esto es, que la meta hacia donde se dirige la historia, el “ideal” (la sociedad sin clases), era un ideal que estaba por encima de los individuos, por lo que estos debían comportarse como seres purificados de cualquier interés que no apuntasen a ese gran ideal, de manera que los individuos deberían estar dispuestos incluso a sacrificarse por la meta futura (primacía de la raza aria, sociedad sin clases). La critica al comunismo apunta, en alguna medida a sus fines, pero principalmente apunta a sus métodos para alcanzar los fines. La mentalidad totalitaria, como fue el caso de los nazis y las distintas variantes del comunismo, operaban bajo la lógica de juzgar a las ideologías que consideran como “ideologías rivales”, de la misma manera a como se percibían ellas mismas, esto es, como totalitarias y omniabarcantes (por ejemplo un comunista concibe al capitalismo como un sistema igualmente totalizador y, por ende, como sur rival ideológico).
Si tomamos el concepto de ideología tal como la define Revel, esto es, como una construcción a priori elaborada antes y a pesar de los hechos y los derechos, vale decir, contrario a la ciencia y la moral, entonces es un error considerar que el liberalismo y el capitalismo de libre mercado constituyan la “ideología rival” del comunismo. Como bien explica Revel, el genuino liberalismo no nació como un sistema de ideas que pretendía resolver los principales problemas que han afectado a la humanidad. En relación a la economía de libre mercado, esta no nació de un grupo de intelectuales “fundamentalistas” con el objetivo de ser impuesto al mundo entero. Algunos comunistas no entendieron y al parecer no entienden aún que no todas las ideologías son tan ambiciosas como la suya.
Pero el hecho es que el comunismo real fracasó rotundamente y no fue con la caída del muro Berlin (1989), ni tampoco con su construcción (1961), sino que quedó en evidencia cuando millones de seres humanos comenzaron a ser asesinados en nombre de esa ideología, cuando estos regímenes demostraron que no podían subsistir y proyectarse en el tiempo sin la necesidad de recurrir a la violencia sistemática sobre su propia población. Podrá decirse que el liberalismo o el capitalismo de libre mercado también tienen su “libro negro”. No es lugar acá para explicar qué es en realidad el capitalismo (ya lo he explicado en este artículo), pero si puedo estar de acuerdo con lo que señala Revel al respecto. El autor afirma que, si bien países considerados como democracias han cometidos actos reprochables como fomentar golpes de estados o apoyar dictaduras, el hecho es que los crímenes cometidos por las democracias capitalistas no tiene el carácter masivo y constante como fue el caso nazi y comunista. Además, añade Revel sobre las democracias capitalistas:
“…no tienen necesidad de cometer crímenes para existir, mientras que los regímenes totalitarios, sean cual sean, no pueden subsistir sin cometerlos. No se trata de saber si el capitalismo, el cristianismo, el islamismo, las monarquías o las repúblicas han cometido crímenes o no. La respuesta es sí. Se trata de saber si la comisión de esos crímenes era un acompañamiento permanente de su actividad. La respuesta es no. Por el contrario, la criminalidad va asociada constantemente al comunismo. Fue la condición intrínseca de su existencia y de su supervivencia”[2].
El argumento es simple y es que no son comparables, por un lado, Estados Unidos, Alemania o Inglaterracon, por otro lado, Rumania (Ceacescu), Cambodia (Pol Pot) o la Unión Soviética, ya que desde un punto de vista cualtitativo son radicalmente diferentes. En los tres primeros países hay elecciones, algunos tendrán sus críticas respecto al bipartidismo en Inglaterra o Estados Unidos, pero el hecho es que sus habitantes saben que no tendrán a un personaje al mando de la nación para la eternidad. Además, la ideología de quien gobierna no necesita convertirse en la ideología de toda la población ni del Estado. Los tres primeros países no han necesitado deportar masas de personas a campos de trabajo o de “reeducación” a sus oponentes, no han necesitado realizar purgas, colectivizar las zonas rurales, no han necesitado suprimir cualquier sistema de pensamiento que sea contrario al gobierno de turno.
No se puede decir lo mismo de los regímenes comunistas. Las estrategias de defensa de la izquierda fueron variadas. Esta la ya mencionada teoría del empate que consiste en señalar que el capitalismo ha generado igual número de muertes. Esta aseveración carece de fundamento. Este tipo de razonamiento se basa en que el capitalismo sería una especie de ideología rival del comunismo y que tiene las mismas pretensiones que la ideología comunista: una ideologíaa totalizadora que pretende normar todos los aspectos de la vida humana. El problema por ende, radica en que los comunistas no saben ni siquiera que es el capitalismo. Un típico ejemplo es asociar al sistema capitalista con el colonialismo, con el imperialismo europeo, con el saqueo tanto de América como de África. La verdad es que aquellos que denuncian lo anterior se encuentran bajo falacia que es la idea leninista de que el imperialismo es una fase superior del capitalismo, y no se dan cuenta de que lo que describen no es una economía libre mercado. El imperialismo es una doctrina o acción que conduce al dominio de un estado sobre otro u otros, mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política. El imperialismo supone que una potencia superior impone por la fuerza el comercio, saquea materias primas de otras regiones, no permite el desarrollo de la libre competencia, ya que en realidad el Estado es el que otorga privilegios y monopolios a ciertos comerciantes, tal como sucedió con el mercantilismo.
Por otra parte, el denominado capitalismo de libre mercado y de propiedad privada, es un sistema económico de cooperación social basado en la propiedad privada, en el intercambio voluntario en el mercado, en la libre competencia, por lo que se busca evitar las alianzas y favoritismos entre empresas y la clase política, y en donde los precios cumplen un rol de guía para las personas. Lo que no necesita este sistema es de guerras de conquistas. De esa manera el argumento que pretende homologar el imperialismo con el capitalismo de libre mercado carece de base. Cualquier sistema económico es capitalista ya que hace uso de bienes de capital, de manera que la pregunta es de qué clase de capitalismo estamos hablando: ¿estatista, de compadrazgo o de libre mercado y propiedad privada? Por lo demás el imperialismo es un fenómeno más antiguo que el capitalismo. La conquista, el saqueo de regiones por parte de potencias más poderosas es algo que acompaña a la historia de la humanidad durantes cientos de años. Por lo demás tener un sistema capitalista es perfectamente compatible con una dictadura, como fue el caso de Chile o de China ya que, si bien el capitalismo es una condición necesaria para la libertad, no es suficiente, pero lo que no puede suceder es tener un régimen democrático con un sistema de planificación central. El hecho es que nadie ha asesinado, ni deportado, ni enviado a campos de reeducación en nombre del capitalismo, en nombre de Adam Smith, Jean Baptiste Say o John Locke.
[1] Norbert Bolz, Comunicación mundial (Argentina: Katz Editores, 2006), 114.
[2] Jean-François Revel, La gran mascarada. Ensayo sobre la supervivencia de la utopía socialista (España: Taurus, 2001), 94.