Tomás Moulian: Salvador Allende y la izquierda chilena (por Jan Doxrud)
Este es el segundo escrito dedicado a Salvador Allende y la Unidad Popular, para una introducción al tema haga click en el artículo anterior.
El sociólogo chileno y Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2015), Tomás Moulian, considera a Allende como una figura mediadora y unificadora entre los dos grandes partidos que conformaron la Unidad Popular: el Partido Comunista y el Partido Socialista, al cual Allende pertenecía. De acuerdo al sociólogo chileno, la visión política de Allende se habría fraguado durante el período de las coaliciones de centro-izquierda entre los años 1938 y 1947, principalmente durante el gobierno del candidato del Partido Radical del Frente Popular, Pedro Aguirre Cerda, período durante el cual Allende se desempeñó comosubsecretario y posteriormente ministro de Salud.
El Frente Popular consistió básicamente en una estrategia electoral consistente en articular coaliciones de centro-izquierda con el objetivo de hacer frente a la amenaza del nacionalisocialismo y el fascismo italiano. Fue en el VII Congreso de la Internacional Comunista celebrada en Moscú (1935) en donde se cambió de táctica frente al avance del fascismo y nazismo. Se avanzó así del “Frente Único” al “Frente Popular” lo que significó salir del aislacionismo ideológico lo que significo que os PC en Chile ahora podría entrar en alianzas con partidos de izquierda e incluso centro.
Los frentes populares ascendieron al poder en Francia (1936), España (1936) y Chile. En el caso chileno el Frente Popular sólo lanzó una candidatura, la de Pedro Aguirre Cerda quien gobernó entre 1938 y 1941. El hecho es que Allende aprendió una importante lección de esta experiencia del Frente Popular formado en Chile y que fue integrado por el Partido Radical, Partido Socialista y Partido Comunista. Según Moulian, Allende habría percibido tempranamente la fragilidad política del aliado centrista, representado por el Partido Radical, lo cual se traducía en un debilitamiento y la imposición de límites a las reformas. Pero más importante fue la división existente dentro de la misma izquierda. Mientras que los comunistas chilenos estaban sincronizados con la internacional comunista dirigida desde Moscú, el Partido Socialista buscaba un “camino latinoamericano” para la revolución.
En 1952 Allende se lanza por primera vez como candidato, sustentado por una segunda coalición, el Frente Nacional del Pueblo, integrada por partidos de izquierda: Partido Socialista, que había sufrido una división interna (el partido Socialista Popular apoyó la candidatura de Carlos Ibañez del Campo) y el Partido Comunista. El socialismo en Chile había sufrido una fractura importante en 1948, dividiéndose en el Partido Socialista Popular (PSP), dirigido por Raúl Ampuero Díaz, y el Partido Socialista de Chile, dirigido por Armando Mallet Simonetti. En el primero permanecieron los dirigentes históricos que se adherían al marxismo y a la superación del sistema capitalista. El segundo era reformista y anticomunista y era liderado por Bernardo Ibañez, secretario general de la Confederación de Trabajadores de Chile. El apoyo por parte del PSP a la candidatura del populista Carlos Ibañez del Campo generó un quiebre en su interior, siendo algunos de estos disidentes Salvador Allende y José Tohá. Fue en este contexto donde Allende unió fuerzas con el Partido Socialista de Chile, los comunistas y otras grupos para dar nacimiento al Frente del Pueblo.
A pesar de que Allende sólo obtuvo un poco más del 5% de los votos, Moulián destaca un hecho importante y simbólico, que fue el ascenso de la figura de Allende como el adalid de la unidad con los partidos obreros, así como el “decisivo vocero de la política de la conquista electoral del gobierno por una coalición que actuaba dentro del sistema y que se pretendía revolucionaria”[1]. Añade el sociólogo chileno que esta candidatura transformó a Allende en la expresión de una izquierda que aspiraba a conseguir un gobierno propio. A esto añade Moulian:
“La opción asumida por Allende, dar una batalla perdida para encarnar una alternativa de izquierda que agrupaba al Partido Socialista de Chile y al Partido Comunista ilegalizado, lo convirtió en uno de los pilares de la futura unidad socialista-comunista, por tanto en un adelantado de lo que iba a ser la política del FRAP desde su fundación en 1956”[2].
En las elecciones de 1958 Allende nuevamente se postuló como candidato a la presidencia, esta vez apoyado por el Frente de Acción Popular (FRAP), una coalición política y electoral que integró a diversos partidos: Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Socialista Popular (que se unió al socialista en 1957), el Partido Radical Doctrinario (facción de radicales que se opusieron a la implementación de la “Ley Maldita” por parte del presidente radical Gabriel González Videla y que dejó al comunismo fuera de la vida política), el Partido Democrático del Pueblo (que se escindió del Partido Democrático por su apoyo a la “ley Maldita”), el Partido Democrático de Chile, que posteriormente se unificarían para dar nacimiento al Partido Democrático Nacional, la Vanguardia Nacional del Pueblo y el Partido Social Demócrata. Allende fue derrotado por Jorge Alessandri, aunque esta vez recibió el 28.85% de los votos. Allende intentaría por tercera vez convertirse en presidente en las elecciones de 1964, nuevamente apoyado por el FRAP, pero fue derrotado por candidato demócrata cristiano, Eduardo Frei Montalva, quien obtuvo el 56.9% de los votos. Estas derrotas se tradujeron en fuertes tensiones dentro de la izquierda y a un desencanto por la vía electoral como forma de llegar al poder, pero Allende, como destaca Moulian, no se dejó arrastrar por el viraje hacia la izquierda por parte de los socialistas chilenos tras la derrota electoral en 1964. Continúa explicando el sociólogo chileno:
“(…) Allende se mantuvo al margen de esa vorágine. Sin dejar nunca de valorar y apoyar a Cuba , siguió pensando, casi en solitario entre los socialistas, que era posible triunfar en las elecciones presidenciales de 1970 y siguió creyendo que desde allí se podía impulsar un tránsito institucional al socialismo”[3].
Regresemos al tema de las coaliciones de centro-izquierda. El Frente Popular en Chile no representó una suerte de antecesor de la Unidad Popular (UP), siendo esta última la coalición que finalmente, tras tres intentos fallido, logró que Allende se convirtiera en presidente, tras la ratificación del Congreso pleno. En primer lugar, el Frente Popular gravitaba en torno al partido de centro de ese entonces representado por los radicales. Además, el Frente Popular de la década de 1930 se propuso dos objetivos principales: la industrialización promovida por el Estado y la democratización. Pero en ningún momento se propuso terminar con el orden político y económico imperante para transitar gradualmente a un régimen socialista. Sobre el proyecto industrializador escribe Moulian:
“A la larga se percibió claramente que la industrialización en curso, apoyada por el Estado pero realizada por propietarios privados, favorecía efectivamentela diversificación económica de la clase dominante y no se orientaba a su sustitución por una burocracia estatal o a su desplazamiento por una clase emergente muy distinta del núcleo previo. El Estado no pretendía copar los roles industriales, sino solamente cumplir un rol de fomento y dirección. Tampoco buscaba constituir, desde arriba, una nueva burguesía industrial…Más bien creaba oportunidades de desplazamiento de los antiguos empresarios hacia los nuevos sectores dinámicos, fuertemente protegidos por el Estado”[4].
Tal postura pudo acoplarse con el ideario comunista chileno de la década de 1930 que había sufrido algunas modificaciones. En 1933, la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Chile, afirmó que en la consecución de la etapa final, la transición hacia el socialismo, existía la necesidad de transitar por una etapa previa de tipo democrático-burgués. Posteriormente, en 1935, el Partido Comunista introdujo nuevas modificaciones en su línea de pensamiento al postular la necesidad unir todas las fuerzas democráticas y progresistas, de manera que el PC salió de su aislacionismo en Chile.
En lo que respecta al Partido Socialista, formado en 1933 a partir de la unión de diversos grupos (trotskistas, anarcosindicalistas y socialdemócratas), deseaban representar una alternativa revolucionaria diferente al del PC. Pero a la larga, y tras el fracaso de la República Socialista (1932) se unieron al coro que clamaba la necesidad de una “revolución democrática”, no violenta. De acuerdo a Moulian fue con la constitución del Frente Popular que comenzó la larga fase de estatalización, el proyecto de una revolución no violenta construida desde arriba dentro del marco de un régimen de compromiso interclasista. Continúa explicando Moulian:
“La izquierda aceptó, en la práctica, la política como competencia regulada dentro del marco constitucional. Ese gran viraje se produjo entre 1933 y 1935, cuando la izquierda dejó de ser una fuerza extra-sistema, orientada por una estrategia insurreccional o golpista. Pasó a ser una fuerza que se insertaba en la lucha por el poder estatal desde dentro del sistema político”[5].
Continúa explicando Moulian que este viraje significó también una metamorfosis de la figura del Estado dentro del imaginario de la izquierda, es decir, esta última dejó de representarse al Estado como un “poder diabólico” que se hacía necesario destruir. Sobre el tema del viraje de la izquierda señala Moulian:
“Este fenómeno singular y problemático, la institucionalización estable de la izquierda marxista dentro del sistema de reglas constitucionales y dentro de la política de reformas, fue facilitado porque el sistema produjo oportunidades reales de incorporación. La izquierda, que venía girando en su política desde 1933, se encontró con que no se la arrinconaba en un estéril y frustrante juego de perdedores. Al contrario, a través del sistema de alianzas pudo convertirse rápidamente en fuerza gobernante. Ese hecho favoreció la formación de una izquierda estatal, interesada en la defensa activa de la democracia, pese a la vigencia de un discurso de matriz leninista, muy potente hacia 1932-1933”[6].
En cuanto a los cambios realizados por el Frente popular, Moulian los considera insuficientes y los califica de “reformismos incompletos”, en lo que respecta al proceso de modernización y democratización. Grandes tareas fueron postergadas como por ejemplo, la nacionalización de las riquezas básicas, el desarrollo capitalista de la agricultura, reforma agraria, disolución del sistema de la hacienda y la democratización del régimen político. A pesar de la desintegración del Frente Popular, permaneció vigente la idea dentro de la izquierda de la “revolución por etapas” y el tránsito institucional hacia el socialismo. Aquí podemos apreciar algunas ideas rectoras que sería parte del programa de la UP a partir de 1970. La primera etapa la constituía el “gobierno popular”, esto es, la preparación del camino institucional hacia el socialismo sería posible mediante la conquista de un “gobierno popular” que dirigiera la política de reformas, explica Moulian. Continúa explicando el sociólogo:
“La tesis que se fue elaborando consistió en que las condiciones del desarrollo democrático, la fuerza alcanzada por la izquierda en ese marco, permitían un sucesivo copamiento del Estado, por lo cual en Chile podían ser ahorrado los rigores de una guerra civil (…) La teoría de un derrumbe violento del Estado anterior es casi imperceptiblemente reemplazada por una teoría del copamiento”[7].
Ahora bien, este cambio de método no significaba una modificación en la meta a conseguir: un régimen socialista de producción. En palabras de Moulian, en la visión teórica del marxismo-leninismo, el socialismo consistía esencialmente en la sustitución de las relaciones de producción de carácter privado por otras de carácter social y, lograrlo, se hacía necesario transformar la sociedad civil, las relaciones sociales de producción. Al respecto explica Moulian:
“El socialismo está definido en el marxismo en uso, sin ninguna adaptación como una revolución de las relacione de producción que se acompaña de una revolución en el Estado, la cual debe conducir a la implantación de la dictadura del proletariado. Esta última no sería posible sin la primera, la cual es vista como su base económica. A su vez, l socialización productiva requiere sostenerse sobre un Estado proletario y sobre un proceso consciente de liquidación del poder político burgués, puesto que éste no se extinguiría automáticamente por el cambio de las relaciones de producción, ya que también esta sustentado por el peso de una cultura o de una mentalidad. Tal como lo plantea el discurso más clásico, alcanzar esa finalidad es un proceso más complejo que el mero cambio del personal político del Estado, puesto que requiere cambiar la estructura de representación de intereses y los universos simbólicos”[8].
Fue esta teoría del Estado la que predominó en la izquierda chilena, esto es, el Estado concebido como un instrumento que posibilitaba la creación de las condiciones necesarias para transitar hacia un régimen socialista y, en última instancia, hacia la sociedad comunista (donde ya el Estado no sería necesario). En suma, para alcanzar la utopía comunista final era preciso contar con la mediatización estatal y esa sería la lógica del gobierno de la UP. No obstante lo anterior, no todos los grupúsculos que integraban la izquierda se alinearon a tal paradigma como fueron el caso del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Movimiento de Acción Unitaria (MAPU). Como explica Moulian, la ideología inicial de los miembros del MAPU comenzó a gestarse cuando aún era parte de la Democracia Cristiana, para que finalmente tomaran un camino diametralmente opuesto, ya que no se mostraban de acuerdo con la DC en cuanto a adoptar una vía capitalista hacia el desarrollo. El MAPU adoptó la consigna contraria. Hacia el año 1970 el MAPU ya había hecho suyo el marxismo y defendió la idea de un Frente Revolucionario compuesto solamente por partidos y organizaciones de obreros.
Salvador Allende tuvo que navegar en medio aguas turbulentas desde el punto de vista ideológico, aguas que no cesaban de agitarse drásticamente de acuerdo a las circunstancias que imperaban y es en este sentido que Moulian ve en Allende como aquella figura que luchó por mantener la unidad dentro de la izquierda chilena: PS, PC, MIR, MAPU, Izquierda Cristiana (IC). A pesar de sus esfuerzos, Allende fracasó en esta tarea ya que, en palabras de Moulian, no hizo todo lo necesario para conseguir la unidad en la acción de los dos principales componentes de la UP: el PS y el PC.
Examinemos con mayor detención esto. Tenemos entonces la tesis del “gobierno popular” dentro de la izquierda que componía el conglomerado de la Unidad Popular, en virtud de la cual el poder debía conquistarse desde dentro del Estado, de manera que se acumularía gradualmente las fuerzas necesarias para poner en marcha una transformación cualitativa del sistema social. La meta final es el control total del poder del Estado, es decir, transitar del Estado burgués a un Estado de clases que pavimentara la vía pacífica hacia el socialismo. Sin embargo, la Unidad Popular no contaba con el apoyo suficiente tanto dentro de la ciudadanía como en el Congreso, lo cual forzó al gobierno a adaptarse dentro de los márgenes institucionales. Pero existía otro problema más grave al que ya hice referencia anteriormente: la división dentro de las filas de la izquierda. Moulian explica que existía una inconsistencia entre dos línea programáticas. Dentro de la crisis de dirección al interior de la UP, Moulian destaca dos aspectos principales:
1) “la existencia de una contradicción de líneas estratégicas que, a partir de un momento, se empieza a reflejar en el análisis de cada coyuntura”.
2) “la incapacidad de cada una de las tendencias de establecer su predominio o su hegemonía”[9].
Hubo otra línea de pensamiento que cuestionaba el gradualismo, la vía pacífica y el tránsito institucional y, por el contrario, abogaba por la toma violenta y abrupta del poder. A pesar de reconocer las particularidades sociales y económicas del país, consideraban que con la llegada de la UP al poder ya se estaba en una etapa socialista y lo que se precisaba era profundizar al máximo el programa de la UP. El problema de esta dualidad de líneas ideológico-programáticas, explica Moulian, fue que ninguna logró imponer su lógica de pensamiento sobre las otras y llevar a cabo de esa manera una política consistente. Para el sociólogo chileno, esta ausencia de hegemonía se relacionó con dos factores. El primero guarda relación con la importancia asignada por el PC y el PS a su alianza, es decir, ambos partidos subordinaron los problemas de la conducción del bloque de izquierda a la relevancia estratégica que significaba su unidad.
Esto se tradujo, apunta Moulian, en que el PC se vio imposibilitado de impulsar medidas consistentes por temor a generar tensiones con el PS. El segundo factor tiene relación con el rol asumido por Allende en las pugnas internas. De acuerdo a Moulian, el rol de árbitro y negociador por parte del presidente, significó sacrificar la consistencia de las políticas en vistas de mantener la unidad del bloque. La Unidad Popular pudo gozar de cierta estabilidad desde noviembre de 1970 hasta principios de 1972. Sin embargo, Moulian destaca que en esta etapa igualmente se generaron tensiones producto de la constitución del Área de Propiedad Social (APS), sin tener en consideración los efectos colaterales que pudiese generar tal medida. Por lo demás, el sociólogo deja entrever que hubo un énfasis quizás exagerado en desarrollar el APS, “como si se pensara que el requisito único o principal de existencia del socialismo era la propiedad estatal de los medios de producción”[10].
Tenemos, pues, que la UP se encontraba frente a un dilema: no existía una homogeneidad ideológica y programática en su interior, y por otro lado, no pudo resolver el tema del poder, que era un requisito fundamental para llevar a cabo la transformación socialista del Estado. La UP no contaba con el apoyo de la ciudadanía ni del Congreso. Una pieza fundamental dentro del tablero era la Democracia Cristiana. Resultaba que la viabilidad del programa de la UP descansaba en la necesidad de una alianza entre la clase obrera y las clases medias. Como nos recuerda Moulian, la DC resultaba ser en ese momento el más importante de los representantes de los sectores medios y, a su vez, representaba a sectores obreros y campesinos. Pero sucedía que la DC se encontraba en un dilema, tal como lo explica Moulian:
“Una organización política con las características de la Democracia Cristiana, enfrentada a la agudización del conflicto social provocado por el triunfo de la izquierda se encontraba presionada permanentemente por exigencias contradictorias. Por un lado su populismo ideológico la arrastraba a mirar con simpatía el programa de la Unidad Popular, por otra parte su alternativismo y las condiciones tácticas la empujaban a formar frente con la Derecha y a disputarle la dirección. Por ello, la conducta de la Democracia Cristiana durante el período, tendió a ser la típica de una organización extero-dirigida, que debía subordinar su línea al diagnóstico vigente sobre el estado de conciencia de la masa representada, en este caso las capas medias. Para obtener la dirección del frente opositor ese modo de adaptación era necesario, puesto que la Democracia Cristiana empezó a percibir que la masa clase media y más en general la masa por ella movilizada era cada vez más hostil a la Unidad Popular. Esta, en una previsible reacción frente a la agudización del conflicto, se fue derechizando”[11].
De esta manera, el autor explica que la DC no podíapermanecer eternamente aislada en el centro, menos aún cuando las capas medias expresaban cada vez más su rechazo a las políticas de la UP. Ya para julio de 1972 cualquier posibilidad de diálogo entre la UP y la se cerraron y comenzó a constituirse un bloque opositor dotado de cierta unidad, y en donde la DC asumiría un rol protagónico. No debemos olvidar el origen de la crisis, el movimiento gremial, representados por camioneros, pequeños comerciantes y médicos. Ahora bien, para Moulian esta organización gremial era sólo en apariencias en el sentido de que estaba fuertemente politizada, es decir, que ese movimiento no era apolítico, sino que, en palabras del sociólogo, favorecía los intereses de sectores capitalistas afectados por las políticas de la UP. Ahora bien, Moulian no es partidario de las teorías conspirativas y reconoce que la situación de las capas medias se había deteriorado y percibían que el gobierno de la UP estaba dirigiendo al país a un estado de ingobernabilidad. De esta manera, los problemas no fueron inventados por la derecha, pero lo que sí hizo este sector fue crear un discurso con el cual las capas medias se sintiesen representados, para de esa manera alentar las pasiones y la odiosidad hacia el gobierno.
En cuanto a la DC, Moulian señala que el derrocamiento de Allende no era su primera alternativa, ya que confiaban en que la creciente impopularidad de la UP le permitiría infringirle una derrota en las elecciones de marzo de 1973 y así forzar al bloque de izquierda a realizar concesiones importantes. En cuanto a la reacción de la UP, Moulian señala que estuvo fundamentada en dos principios:
1) Mantener la economía funcionando a toda costa.
2) Abordar la cuestión de las Fuerzas Armadas, integrándolas al gobierno.
La “cuestión militar” en la lectura de algunos sectores de la UP era crucial para mantener la estabilidad y dar continuidad al programa de gobierno, especialmente tras las revueltas de octubre y los intentos por parte de la derecha de subvertir el orden interno. Pero existía otra lectura en las filas de la izquierda, la cual veían la presencia de las FFAA en el gobierno como un obstáculo de un poder de masas popular autónomo, señala Moulian. Así, esta lectura de los acontecimientos planteaba lo siguiente frente a la amenaza golpista:
1) Profundizar el desarrollo del programa, sin aceptar los límites fijados por el carácter burgués del Estado.
2) Potenciar el poder de las masas para evitar de esa manera depender de la defensa de las FFAA.
El clima polarizado, la escasez de productos, la violencia callejera, las huelgas, la intrusión de Estados Unidos y el alejamiento de la DC de la UP, terminarían por precipitar el golpe de Estado. Sobre el progresivo declive de la UP explica Moulian:
“La derrota de la Unidad Popular no fue entonces la obra de una simple conspiración de la burguesía monopólica apoyada en el imperialismo que utilizó como brazo armado a los militares. Representó algo más grave y profundo. Fue el resultado de la capacidad de una fracción, más interesada que nadie en derrotar al gobierno, para generar un movimiento social amplio que aislaba a la Unidad Popular, exacerbaba a las capas medias socavando la ideología que sostenía el Estado liberal chileno y hacía surgir sobre sus cimientos una ideología inversa que se cubrió de los propios ropajes de lo que destruía. El paro de octubre llevó al derrocamiento pero significó una enseñanza decisiva para los sectores golpistas en dos aspectos: a) cómo forzar a la Democracia Cristiana a unirse en un solo bloque opositor y b) qué no se debe esperar de las FFAA y cómo trabajar con ellas”[12].
Para Tomás Moulian, el gobierno de la Unidad Popular representó el momento más democrático de la historia de Chile, ya que involucró masivamente a los ciudadanos en política y posibilitó la libertad de expresión de estos mismos, incluyendo a aquellos quienes llamaban a derrocar al régimen de Allende. Por primera vez los trabajadores eran protagonistas de su propio destino, participaban en asambleas donde deliberaban y discutían, concientes de condición de clases junto a la misión que esta tenía en la construcción de un país más justo. En suma, el legado de la UP es para Moulian la tentativa de construir una democracia auténtica, es decir, no una democracia representativa, sino que una que convocara a todas las fuerzas sociales en la dirección de la sociedad. En palabras del autor:
“La democracia auténtica que Allende planteó en su discurso en la ONU no es neutral frente al capitalismo. En la medida misma que busca que aumente la libertad material busca la equidad social. Ello la conduce en materia de distribución a desconfiar del mercado y también del movimiento de acumulación capitalista, el conduce a la concentración de la propiedad y de los ingresos. Ella combate al capitalismo en nombre de la materialización de la libertad, la cual no es compatible con la opulencia ni con la pobreza”[13].
Artículos complementarios:
La política económica de Salvador Allende y la Unidad Popular (por Jan Doxrud)
1/3-Salvador Allende: “De la vía chilena a la vía insurreccional” (por Jan Doxrud)
2/3- Salvador Allende: “De la vía chilena a la vía insurreccional” (por Jan Doxrud)
3/3- Salvador Allende: “De la vía chilena a la vía insurreccional” (por Jan Doxrud)
Patricio Aylwin: “Allende y la vía chilena al socialismo” (por Jan Doxrud)
1/2-Daniel Mansuy: Allende, el laberinto y el enigma (por Jan Doxrud)
2/2-Daniel Mansuy: Allende, el laberinto y el enigma (por Jan Doxrud)
[1] Tomás Moulian, Contradicciones del desarrollo político chileno, 1920-1990 (Chile: Lom, 2009), 113.
[2] Tomás Moulian, Fracturas, de Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973) (Chile: LOM, 2006), 156.
[3] Tomás Moulian, Contradicciones del desarrollo político chileno, 1920-1990, 114.
[4] Ibid., 35.
[5] Ibid., 38.
[6] Ibid.
[7] Ibid., 73.
[8] Ibid., 74-75.
[9] Tomás Moulian, Fracturas, de Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende (1938-1973), 241.
[10] Ibid., 244.
[11] Ibid., 257.
[12] Ibid., 266.
[13] Ibid., 269.