Buddhismo: ¿Qué es/no es el Nirvana? (2) (por Jan Doxrud)
Entender el concepto de nirvana es tan complejo como entender el concepto de “vacío” en el buddhismo, de manera que de entrada advierto que aquí no se encontrará una definición de diccionario de este concepto y, más bien, surgirán dudas y cierta confusión en torno a esta palabra. Como recordaba el historiador de las religiones, Mircea Eliade (1907-1986), el Buddha no ofreció ninguna definición de nirvana, pero en sus enseñanzas vuelve una y otra vez sobre los atributos del nirvana, y el camino por medio del cual se puede alcanzar. Ahora bien, la palabra nirvana no es ajena a las personas, ya que es una palabra, en cierta medida familiar, que pareciera tener un significado claro: estado de beatitud, dicha y plenitud. También se asocia esta palabra con un estado caracterizado por la independencia del individuo en relación a sus pasiones, así como la liberación del ciclo de reencarnaciones. Otra personas pueden pensar que el nirvana vendría a ser lo que el paraíso representa para el cristianismo. Lo anterior resultan ser interpretaciones erróneas, ya que intentan interpretar realidad culturales ajenas a la nuestra con categorías propias de nuestra cultura.
Por lo tanto hay que saber cambiar los anteojos culturales e intentar comprender el buddhismo desde la óptica de esa cultura, ya que así no se incurrirán en errores como pensar que nirvana es el cielo, un estado post-mortem, que el Dalai Lama es el Papa de los buddhistas o que los buddhistas son unos ateos y nihilistas que sólo buscan el estado de dicha renunciando a la vida en sociedad. Por ende, se debe evitar interpretar el buddhismo desde un punto de vista de la religiosidad cristiana, es decir, el buddhismo no debe ser distorsionado mediante la introducción de conceptos que le son ajenos, tales como Dios, pecado, cielo, infierno, etc. Tambièn se debe tomar distancia de las interpretaciones propias de los movimientos que caen bajo el rótulo de “New Age” que constituyen una mescolanza o fusión de distintas creencias religiosas que no guardan relación alguna e incluso son incompatibles.
Dzongsar Jamyang Khyentse, un lama de Bhután, señala acertadamente que el nirvana está más allá de los conceptos, es decir, no podemos representarnos mentalmente este concepto y asociarlo a un significante lingüístico. Para aclarar esto, tenemos que en semiótica o el estudio de los signos, el significado y significante son partes de la estructura de un signo. El significante es la forma material que adopta el signo, su imagen acústica o visual, mientras que el significado es la imagen mental, es decir, el concepto que el signo representa, el cual varía de una cultura a otra. Así, tenemos que el nirvana no puede ser conceptualizado y menos aún ser objeto de una definición precisa. No obstante lo anterior, igualmente se puede arrojar algunas luces sobre esta palabra. Seguramente si se llegase a una definición simple y clara de nirvana, lo más probable es que eso no sea el nirvana.
Dzongsar Jamyang Khyentse explica que el nirvana no tiene relación con la felicidad o la infelicidad y tampoco hay que entender el nirvana como un lugar al que uno se dirige distinto al lugar en donde habitamos (samsara). El único objetivo del Buddha Shakyamuni fue liberar al ser humano del sufrimiento, por ejemplo, sufrimiento del cambio (nada es permanente), el sufrimiento producto del dolor y el sufrimiento que se deriva de una percepción errónea de la realidad fruto de nuestros prejuicios, condicionamientos e ignorancia. Walpola Rahula (1907-1997), monje buddhista de la tradición de Theravada de Sri Lanka, explica que el nirvana no debe ser comparado con los estados de éxtasis, como el de algunos místicos cristianos como Santa teresa de Ávila o San Juan de la Cruz.
Esto se explica por algo que resulta difícil de entender y es que el nirvana no es causa ni efecto de nada, lo que significa que, si bien existe un camino hacia el nirvana, el nirvana no es el resultado de ese camino. En otras palabras, podemos llegar a la montaña por medio de un sendero, pero el sendero no es la causa de la existencia de la montaña. Quizás fue por ello que el Buddha prefirió guardar silencio ante este tipo de temas, es decir, evitó las especulaciones metafísicas sobre temas que resultaban complejos traducirlos a palabras. Ahora bien, lo que quizás se podría afirmar sin resquemores, es que en el nirvana no hay nada mágico ni sobrenatural.
Otras precisión necesaria que se deben tener en consideración es que no hay que confundir el nirvana con el “paranirvana” que es la extinción suprema que se manifiesta con la muerte de un buda (un iluminado) que, en vida, alcanzó el nirvana. Tampoco hay que confundir el nirvana con el “satori” que es propio del buddhismo Zen en Japón. Existe una sutil diferencia, y es que el satori vendría a ser un estado de “darse cuenta” o de “comprensión”, es decir, un estado de lucidez diferente al que nos encontramos normalmente en la vida cotidiana, en cambio el nirvana vendría a ser la extinción.
El filósofo y teólogo indio-catalán Raimon Panikkar (1918-2010) explica que el nirvana es el corazón del buddhismo. La palabra en sí no fue un invento del Buddha, pero sí le confiere un nuevo sentido. En lo que respecta a la etimología tenemos que la palabra sánscrita “nîrvana” deriva de la palabra pali nîbbana (antigua lengua del subcontinente indio). El verbo nirvâ significa en sánscrito “apagarse” o “consumirse”, de la misma manera como un fuego se apaga y una llama se consume por falta de combustible. Por su parte, en pali, nîbbana significa “recubrimiento”. Como ya señalé al comienzo, no es fácil explicar este concepto ya que el nirvana no es el resultado de la extinción de nada y tampoco es la causa de nada. Tampoco hay que considerar el nirvana como una especie de meta o finalidad que se propone una persona por medio de la práctica de la meditación.
Existe una historia que tiene como protagonista a uno de los principales discípulos del Buddha, me refiero a Sariputra y un errante de nombre Jambukhâdaka. Este último, encontrando a Sariputra en el pueblo de Nâlaka, le pregunta directamente qué es el nirvana. Sariputra le responde que es la aniquilación de la concupiscencia, del odio y del error. Luego, Jambukhâdaka le pregunta si acaso existe un camino que conduzca al nirvana, a lo cual Sariputra le responde que es el óctuple sendero al que ya me referí en otro artículo. Igualmente esta historia no aclara del todo el concepto de nirvana y, por lo demás, podría confundir al lector, quiya que podría pensar que el nirvana se alcanzaría por medio de la remisión de los pecados, idea que no está presente en el buddhismo. En cuanto al concepto de “error” al que se refiere Sariputra, habría que aclara qué significa este concepto dentro del buddhismo y, para ellos, habría que entrar a explicar aspectos epistemológicos, es decir, concernientes a la teoría del conocimiento de la realidad, esto es, cómo el ser humano percibe lo que le rodea. Por ahora atengámonos a explorar el concepto de nirvana.
Continúa explicando Panikkar que, dado que en el buddhismo originario no existe un concepto de un mundo supraterrenal, es decir, un plano que trascienda al mundo terrenal, entonces no hay que entender el nirvana como un más allá del mundo en que vivimos. De esa manera desechamos los clásico dualismos entre Dios y el ser humano, los divino y lo mundano o lo absoluto y lo relativo. Para complicar aún más las cosas los textos antiguos señalan que el nirvana es increado y que, a su vez, representa el fin del sufrimiento (dukkha), pero añade el Buddha que ese dominio carece de fundamento y no puede ser objeto de nuestro pensamiento. En otros pasajes el Buddha distingue dos clases de nirvana, siendo el primero el nirvana con remanencias en virtud del cual se ha alcanzado la perfección y se ha aniquilado completamente los vínculos de la existencia. Sin embargo, perduran en el monje los cinco sentidos y, junto a esto, su ánimo de querer experimentar cosas agradables y desagradables. Por otro lado, el nirvana sin remanencias es aquel monje que ha logrado liberarse de todas estas sensaciones.
Para continuar complicando aún más las cosas para el lector, tenemos que el célebre monje Nagasena (150 A.E.C), célebre por su diálogo con el rey Milinda, definía el nirvana como lo que no es limitado ni es determinado. De acuerdo al monje, el nirvana no es una especie de existencia, ya que estaría sujeto al cambio y a la decadencia (como todo lo que existe). Además si el nirvana fuera una forma de existencia, entonces tendría un origen, vale decir, sería producido y, por lo demás condicionado, como todo lo que existe. Si el nirvana no es existencia, Nagasena añade que tampoco es “no-existencia”. En relación a la relación entre el nirvana y el samsara – el ciclo del nacimiento, vida, muerte y encarnación) –, Nagasena afirma que no existe diferencia alguna entre nirvana y el samsara y que el límite de uno es también el límite del otro. Explica Panikkar que si se pregunta por lo que el nirvana “es”, la única respuesta es el silencio y que la única traducción posible sería decir que el nirvana “es” el samsara, pero experimentado de otra forma.
En otro escrito, Mahmati le pregunta al Buddha sobre el nirvana, a lo cual este último le responde que existen cuatro clases de nirvana. El Buddha Shakyamuni explica que el nirvana es utilizado con distintos significados por diferentes clases de personas. En primer lugar existen personas que sufren o que temen al sufrimiento, lo que las lleva a pensar en el nirvana como una suerte de “liberación”. En segundo lugar están los filósofos, quienes especulan sobre el nirvana, llegando a la conclusión de que el nirvana esta presente allí donde la mente cesa de operar por causa de la desaparición de los elementos que constituyen la personalidad.
Otros filósofos conciben el nirvana como la indiferencia hacia el mundo objetivo o como un estado en que no existe memoria del pasado ni del presente. En tercer lugar está el nirvana que sostienen los discípulos que todavía están apegado a la noción de su yo propio. Estos discípulos intentan buscar el nirvanaseparándose de todo y retirándose en soledad, de manera que el nirvana vendría a ser un estado de felicidad para “ellos”, un estado que vendría a satisfacer a sus egos. Pero tal estado no es el nirvana ya que los discípulos se encuentran aún presos de sus sentidos, de buscar la felicidad y evitar cualquier cosa que los perturbe, como la vida en sociedad. Pero resulta que el nirvana no es un escape, no se puede estar en ese estado y a su vez no poder ser capaz de convivir con otros. Por último, tenemos el nirvana de los buda donde la mente pensante, junto a sus egoísmos, deseos y pasiones es eliminada para siempre.
Tenzin Gyatso, decimocuarto Dalái Lama – tradición del buddhismo Mahayana –, al igual que el célebre monje vietnamita Tich Nhat Hanh, han intentado acercar más el concepto de nirvana las personas. Ambos consideran que el nirvana consiste en la cesación de las aflicciones del ser humano, tanto de aquellas que son innatas como las adquiridas. En resumen, el nirvana es la cesación del sufrimiento o dukkha, que surge fruto de nuestra ignorancia. Esta ignorancia consiste en la errónea percepción que los seres humanos tienen del mundo, de la demás personas y de sí mismo. Uno de los principales venenos es el apego del ser humano a su ego, a protegerlo, cuidarlo, vengarlo o complacerlo. El tema de la ignorancia, como ya señalé, es complejo y rebasa las ambiciones de este escrito. En segundo lugar y tercer lugar, el nirvana es, para estos monjes, paz y magnificencia, ya que constituye la fuente suprema de beneficio y felicidad.
En suma, el nirvana no puede ser definido con precisión y, al parecer, deberemos contentarnos con lo que el nirvana no es, tal como lo expresan diferentes autores y textos clásicos del buddhismo:
-No es un lugar al cual se accede.
-No es un estado que se encuentra en un más allá o en un espacio supraterrenal.
-No es un estado que nace o “surge” fruto de una estricta práctica.
-No es un estado que pueda ser explicado con palabras.
-No es un estado de éctasis o un estado alterado de conciencia.
-No se encuentra condicionado por nada.
En palabras del Buddha
“Hay una condición donde no hay tierra, ni agua, ni aire, ni luz, ni espacio, ni límites, ni tiempo sin límites, ni ningún tipo de ser, ni ideas, ni falta de ideas, ni este mundo, ni aquel mundo. No hay ni un levantarse ni un fenecer, ni muerte, ni causa, ni efecto, ni cambio, ni detenimiento”.